10. capítulo
Se despertó de mal humor. Apenas había conseguido dormir y, cuando bajó a desayunar, Martha la miró preocupada.
-¿Estás bien, Elise?
La chica asintió con la cabeza sin querer hablar. Cogió una bolsa de sangre de la nevera y se la calentó en el microondas. Luego, se sentó en la cocina para beberla.
-Supongo que tus ojeras tienen que ver con mi hijo- Martha se sentó enfrente de ella.
-Anoche discutimos en voz lo bastante alta como para que nos oyerais, Martha. Ahórrame decirte algo que ya sabes.
Su suegra la miró triste y Elise, inmediatamente, se arrepintió de haber hablado así.
-Lo siento, Martha. No te merecías eso. Perdóname.
-No pasa nada. Tienes razón, no pudimos evitar oíros. Siento que Jared se pusiera tan... irracional. Pero... seguramente tendrá sus motivos.
-Y ¿qué motivos puede tener para no dejarme ver a mi familia?
-Eso se lo tendrás que preguntar a él, querida.
Pasó el resto del día muy atareada. Jugó con Ada, ayudó a Martha en la casa y Gail vino a buscarla para dar su primera clase de conducir. No salieron de la urbanización. El vamp la llevó hasta la plaza y, allí, le enseño las cosas básicas. Luego, Elise hizo su primer intento. Y fue asombrosamente bien. Consiguió dar la vuelta a la plaza sin grandes dificultades y Gail, satisfecho, la dio indicaciones para moverse por toda la zona.
-Con cuidado. No hay tráfico, pero nunca sabes cuándo puede salir un niño corriendo. Ve despacio.
Elise miraba hacia delante concentrada y Gail se rio.
-¿Por qué te ríes?-le preguntó ella fingiendo enfado.
-Aprietas tanto la boca cuando te concentras que acabarás con dolor de mandíbula. Relájate. Lo haces francamente bien.
Elise sonrió y trató de relajarse. Dieron unas cuantas vueltas más, hasta que Gail le indicó conducir hasta la casa de los reyes.
-Bien. Acerca el coche poco a poco a la acera hasta detenerlo al lado. Te acompañaré dentro.
Los dos entraron riendo en la casa, después de que la chica hubiera subido el coche a la acera en lugar de aparcarlo junto a ella. La expresión fría de Jared, que estaba de pie en el salón les hizo, sin embargo, dejar de reír.
-Parece que lo habéis pasado bien-dijo el vamp, con una voz que dejaba ver que su estado de ánimo no era el mejor.
Gail se sonrojó un poco.
-¿Qué tal ha ido la primera clase, Elise?-preguntó Luke.
Ella le sonrió.
-Gail dice que bien. He conseguido no atropellar a nadie, al menos.
-Aprenderá a conducir en muy poco tiempo, majestad-afirmó el vamp-ahora si me permites, voy a volver a casa.
Luke asintió con la cabeza y el chico salió de la casa.
-Iré a ayudar a Martha-dijo Elise saliendo de la habitación sin mirar a su marido.
Esa noche, Elise no esperó a que los reyes se retiraran. Dijo que estaba cansada y se fue a la cama tan pronto terminaron de cenar. Se recogió el pelo en su trenza habitual y se puso uno de sus camisones. Luego, se metió en la cama con un libro.
Empezaba a vencerla el sueño cuando Jared entró en la habitación. La miró desde la puerta y Elise notó su gesto de disgusto al ver su trenza y su ropa. Elise, ignorándole, volvió la vista al libro. Jared fue al baño y, cuando salió, se desnudó y se acostó. La miró apoyándose en un codo.
-He tenido un día horrible, Elise. No me siento con ganas de ser paciente contigo. Voy a pedirte una sola vez que te sueltes el pelo y te desnudes.
Elise le miró con calma. Luego, cerró el libro y lo dejó en la mesilla. Después, con lentitud, se inclinó hacia él.
-Vete al infierno-le susurró en el oído.
A la mayor velocidad posible, salió de la cama para ir al otro extremo de la habitación. Jared se lanzó detrás de ella y, durante un rato, se persiguieron por la estancia. Si un humano hubiera estado mirando, sólo habría visto dos manchas, volando de un lugar a otro de la habitación. Por un momento, Elise pensó que podría evitar que la cogiera, pero, al final, su trenza fue un estorbo, ya que el vamp consiguió atraparla por ella. Elise gritó ante el tirón, pero Jared la usó para obligarla a acercarse a él.
-Estate quieta, Elise-ordenó él llevándola hacia la cama sujeta por la cintura-no te pongas las cosas peor de lo que ya las tienes.
-¡Suéltame! Te juro que gritaré hasta que venga el último vamp del pueblo.
Jared hizo una mueca burlona. La dejó caer de cara en la cama y enrolló la trenza en su mano.
-Puedes gritar si quieres. Sólo conseguirás preocupar a mis padres, despertar a Ada y ser la comidilla de todos. Pero nadie va a intervenir, Elise.
La mantuvo sujeta con su gran mano en la espalda, mientras con la otra iba rompiendo meticulosamente el camisón. Después, hizo lo mismo con la braguita y, cuando terminó, la giró en la cama para retirar los jirones de ropa.
-Mucho mejor-afirmó antes de apoderarse de su boca.
Elise trató de morderle pero él, presionando su mandíbula con la mano, la obligó a mantener la boca abierta. Exploró todo lo que quiso con su lengua mientras Elise seguía tratando de empujarle. Cuando Jared dejó de besarla, ella le miró con odio.
-Después de todo, vas a hacer lo mismo que Joseff, ¿no?
El chico sonrió divertido.
-No cariño. Te aseguro que a mí no me pedirás que pare. Más bien...lo contrario.
Bajó la boca a sus pezones. Los lamió, mordisqueó y succionó hasta ponerlos erguidos y ardientes. Elise había dejado de resistirse, e intentaba aparentar indiferencia, pero, cuando él se deslizó hasta situarse entre sus piernas, no pudo evitar un gemido. El primer contacto de su experta lengua en su clítoris la hizo saltar en la cama. En poco tiempo más, gemía de placer sin poderlo evitar, mientras se aproximaba a la liberación.
-Hoy no va a ser así-anunció él subiendo de nuevo hasta su boca antes de que ella llegara al orgasmo-necesitas un poco de disciplina. Has hecho que me enfade mucho.
No dejó que contestara. Volvió a besarla. Mientras, soltó la goma que sujetaba la trenza y la deshizo. Luego enredó los dedos en el suave pelo.
-No quiero volver a ver esa trenza, Elise-murmuró mientras masajeaba con el pulgar su hipersensibilizado clítoris.
La chica volvió a gemir. En su vientre se formó la conocida tensión de nuevo y, cuando Jared introdujo dos dedos en su interior, se movió contra su mano buscando el clímax.
-Y no quiero volver a ver tu cuerpo cubierto en la cama-siguió diciéndola mientras volvía a retirar la mano.
Elise protestó frustrada, pero su protesta se convirtió en un jadeo cuando Jared puso sus labios de nuevo en un pezón y tironeó de él.
-Por favor...-pidió sin poderse contener.
-¿Quieres que pare?-preguntó el vamp volviendo a llenarla con los dedos.
No contestó. No podía pensar en otra cosa que en moverse contra esos dedos que le daban tanto placer. Estaba casi...
-Oh, Dios...-protestó cuando él paró.
-¿Quieres que pare, Elise?
Se mantuvo quieto mientras ella sollozaba, consumida por el deseo.
-No-negó por fin.
-Pídemelo-ordenó volviendo a mordisquearla un pezón y luego el otro.
Elise le miró sin entender.
-Pídeme que te folle, Elise. No lo haré si no me lo pides.
-Eres un...
Los dedos de Jared entrando profundamente en su vagina la hicieron callar. Estuvo a punto de correrse en ese momento, pero él los sacó igual de rápido.
-Por favor-suplicó.
-Por favor ¿qué?
-Por favor, hazlo. Hazme el amor, por favor-claudicó.
Jared la besó con dureza.
-No querida, hoy no voy a hacerte el amor. Hoy voy a follarte-aseguró-y no voy a dejar que te corras. Ese será tu castigo. Tendrás que esperar a mañana.
La giró en la cama, poniéndola de espaldas a él y la llevó hasta el borde para sacar sus piernas hacia fuera. Luego la penetró desde atrás de una sola vez.
-Sólo con que te tocara ahora, te correrías, Elise-afirmó mientras embestía con fuerza en su interior.
La chica sabía que tenía razón. Se movió contra él intentando llegar, pero Jared cambió a un ritmo más rápido y menos profundo que la alejó de nuevo. Enseguida, él gimió y Elise notó en su vagina los espasmos cuando la mojó. La sorprendió que no la mordiera, y la sorprendió aún más, desearlo.
Jared se levantó y ayudó a Elise a incorporarse. Retiró con ternura las lágrimas que le caían por las mejillas y la besó en la frente. Luego, la cogió en brazos para tenderla en la cama y la tapó con las mantas. Cuando él se acostó, Elise le dio la espalda pero Jared la atrajo hacia él y se durmió abrazándola. Ella, por segunda noche consecutiva, no encontró el alivio del sueño hasta mucho más tarde.
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