Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Elfos En Erebor

La reputación que precede al gran y colosal, como hermoso, reino de Erebor, cruzó fronteras en la tercera edad. El rey Thror, reinaba con exceso de seguridad puesto que su linaje estaba asegurado con su hijo, Thrain, y su nieto, Thorin.

Vastos y relucientes eran los salones del reino. Llenos hasta el tope de gemas hermosas; Estaban los zafiros, rubíes y cuarzos, entre muchas otras piedras preciosas con resplandor propio. Los enanos aprendieron a estar orgullosos de ello, y a manipular el material con gran habilidad.

Fue en esos tiempos donde la piedra del arca surgió y con ella, un enceguecedor orgullo entre los enanos. Thror llamó a la piedra del arca como el derecho a gobernar. La popularidad del reino creció sin medida, y la historia del oro que guardaba llegó poco tiempo después quizá a los oídos equivocados. De tal forma, el destino del recinto se condenó a ignorancia de los enanos.

Rumores se corrieron en todas direcciones y al poco tiempo los hombres del valle les rendían respeto y admiración, mientras que los elfos del bosque verde se sentían obligados a hacerlo. Las manchas del pasado seguían opacando tanto los corazones de los Naugrim como de los Eldar y aún no era tiempo de que ninguno diera su brazo a torcer.

En cuanto al Rey del bosque, Thranduil, las cosas no podían ir peor ante su atareado juicio; recientemente tenía problemas con las arañas que comenzaban a aparecer, por lo que mandó sus mejores guerreros al frente y los más inexpertos como Solan, debían quedarse a su lado. Su hijo cruzaba por una extraña etapa donde su estado de ánimo estaba en un constante cambio y ahora más que nunca, Legolas estaba más ansioso por acompañar a Vanïa y combatir por sus tierras.

Thranduil ya sentía crecer canas en su cabello de tanto estrés producido por su hijo, que, a su pesar, ya había crecido.

Su tierno y divertido retoño era ya, un elfo acercándose a la mayoría de edad, y todas las cosas que en su tiempo Legolas disfrutaba hacer con su padre, ahora le parecían vergonzosas y aburridas. Thranduil sentía perder a su hijo, y en parte, pensó, era culpa de todas esas ideas que Näre, Solan y Vanïa le metían en la cabeza. ¿Qué carajo era eso de ser un elfo libre? Thranduil sentía desfallecer cada que esas palabras eran evocadas por alguno de sus siervos, o bien, por el mismo Legolas.

Pero alto, esos no eran todos los problemas, y si así lo fuera, el Rey estaba seguro que lo estaba manejando mejor que su padre. Porque Oropher rara vez veía algo con seriedad y esta actitud del antiguo Rey, les traía mal entendidos casi todo el tiempo. Claro ejemplo fue lo que sucedió con su pariente Celeborn hacía unos miles de años en otras tierras.

De una u otra forma, cierto día llegó a las delicadas manos del Rey (tras haber discutido con Näre sobre quién fue el gracioso que dejó encerrado a Solan en los almacenes) una carta bastante arrugada y manchada, quizá por el viaje de la misma. En dicho detalle y a mano de un joven enano, juzgando su pulso para escribir en tengwar, se le pedía al Rey visitar el reino bajo la montaña y mostrar su respeto.

Thranduil de verdad no quería hacer caso al pedido, pero tampoco le venía bien en esos entonces más discusiones con los enanos. No tenía de otra. O provocaba una guerra que podía perder, o bien, fingiría sumisión por pocos momentos.

Debia tomar una decisión pronto, ya que se le especificó en la carta que tenía un máximo de dos días para enviar una respuesta o ir personalmente a Erebor.

En los siguientes días todos notaban un estrés tremendo atacando al Rey y pocos, realmente casi nadie, le dirigían la palabra, a menos que sea cosa de trabajo. Para cuando llegó el último día acordado en la carta, que, por cierto, parecía más una amenaza que una modesta invitación; Thranduil no había notado que la mañana ya se había pintado de media tarde y salió como si nada de sus aposentos, pero la mirada la tenía perdida y de vez en cuando, mordía sus labios.

Aun así, nunca dejó de ser tan despampanante como todos los días. Se podría decir que el ceño fruncido, con sus labios torcidos y esa mirada de pocos amigos también lo hacían ver atractivo.

De tal forma, el Rey arribó a su trono deslumbrante, tallado en un viejo tronco. En medio de dos enormes cuernos se notaba el Rey malhumorado. Dejó caer su cuerpo, y tal era su humor, que subió una de sus piernas al posa manos, nada bueno se horneaba en su mente. Elevó su mirada y dejó una de sus manos sobre su vientre.

¿Qué le traerán hoy esos bribones que le siguen la pista cada que hacen algo malo? ¿Dónde estaba Legolas? Y aún más importante, ¿Qué, dejando de lado la humillación, buscaban los enanos al invitarlo?

Un gran caldo de muchas especies se estaba cocinando en su pobre cabeza embellecida con una linda corona primaveral. Suspiró sin percatarse que ante él ya se posaba un par de elfos dándose golpes en los costados, o bien, imitando sus gestos de formas más humillantes.

Un elfo de hebras oscuras y mirada clara recibió la orden de su Rey a presentarse en la sala principal cruzando el puente; ese era Solan, quien planeaba los ataques a los nidos de las arañas y se vio abruptamente interrumpido. A regañadientes obedeció, pero su día se nubló aún más cuando en el camino se cruzó con una elfa de cabellos castaños y sonrisa cínica; Al parecer Näre también había sido llamada.

Solan la recibió con un notorio suspiro de decepción, ya no esperaba tener un buen día, pero la sonrisa de Näre le recordó algo del pasado, algo que se había empeñado en olvidar y en ese momento, lo confundió de sobremanera. Solan tiró de uno de los rulos de Näre, mientras que la elfa le obligó a doblar las rodillas casi tumbándolo al suelo.

El Rey no estaba para tales riñas, hizo fuerza con su mandíbula y le fue suficiente mirarlos con furia ardiendo desde su alma para que se comportaran como es debido.

—¿Han terminado? —cuestionó Thranduil llevándose una de sus manos a su mejilla. Al momento formó una mueca digna de hacerle justicia a la fiereza de un orco.

El azabache fue el primero en hacer caso a su Rey y detuvo toda mala intención que tenía contra Näre. La elfa, por su parte, ignoró las palabras de Thranduil y le brindó a Solan una fuerte palmada en la nuca. El nivel de fuerza del golpe fue tanta que resonó por todo el recinto y obligó a Solan a inclinar la cabeza. El pobre azabache no tuvo demasiado tiempo como para responder a Näre, ya que esa fue la gota que derramó el vaso; En un santiamén el Rey se levantó de su trono, sus pisadas fueron tan seguras que se escucharon más que el golpe de la víspera. Y con notable cólera y negado a sentir un poco de tolerancia, llamó a los dos Eldar frente suyo con voz firme y exigente.

—¡Les he llamado pero no estoy dispuesto a tolerar sus burradas! —llamó el Rey con tal sentimiento que a Näre se le pusieron los pelos de punta. Thranduil no dejaría pasar ni una sola insolencia—. ¡Näre! Atrévete a golpear de nuevo al otro y no veras la luz del sol durante unos buenos años.

A pesar de que la castaña fue quien recibió gran parte del regaño, las pesadas que podían ser las palabras del rubio en ese momento y que, si ella lo retaba, recibiría uno de sus peores castigos en toda su vida, fue Solan quien más se sometió al miedo. Los ojos del elfo de hebras negras parecían pintarse de un color sumiso, sus facciones parecían de arrepentimiento y sin darse cuenta, tomó con fuerza y miedo a Näre de la diestra.

Ambos al instante recordaron los primeros días de Solan en Menegroth.

El miedo de antaño se apoderó de todos los miembros de Solan, y su garganta pareció secarse de sobre manera; aún tenía secuelas.

Entonces, Thranduil al darse cuenta de la reacción de Solan y la expresión de sorpresa por parte de Näre, relajó su semblante y se volvió a desplomar en el trono con demasiada suavidad. Thranduil aclaró su garganta tras había cerrado unos instantes sus ojos; entonces desde hace unos minutos tomó la decisión de acudir a Erebor, pero no solo, porque si él caía, Solan y Näre también lo harían. En el fondo deseaba no pasar solo esa vergüenza y la mejor compañía en que pudo haber pensado eran esos dos.

—¿Tienen reportes del día de ayer? —dijo el Rey rascando el puente de su nariz—. ¿Cómo va la resistencia contra esas bestias?

Y Näre fue quien tomó la palabra, aun siendo prisionera de Solan.

—Mi señor —respondió ella ahora sin una pizca de temor—. Me parece que no hubo demasiados estragos dentro del reino. Los barriles cargados con vino llegan y van como es costumbre, las armerías no presentan problemas y los agricultores me informan que se han hecho cargo de la plaga de hace unos días. En cuanto a Legolas, está bajo control... De cierta forma.

Las palabras de Näre le dieron un poco de consuelo, al menos si iba a irse unos días del bosque no los dejaría en tan mal estado. Sintió cómo un poco de pesadez se desapareció de sus hombros.

—De cierta forma, Dices... —carraspeo el rubio, no tenía ánimos para indagar más en el tema de su hijo y de ser posible, dejaría su cuidado a Meludir—. Sólo manténgalo vigilado ¡Que de preferencia no hable con ese mago gris!

Tanto Näre como Solan asintieron, aunque a ellos sí les agradaban las muy extrañas visitas de Gandalf. En más de una ocasión estos dos trabajaron junto al mago en cierta empresa de poco renombre pero que ya se hablará de ella en su momento.

Ahora era el turno de Solan. El elfo dio un paso adelante, y por fin, soltó a Näre para después llevarse las manos tras las espaldas. ¡En hora buena! La fémina no encontraba el momento en ser liberada y por fin tener dominio sobre su mano. Ella también llevó sus manos tras las espaldas, pero de forma más suave, como si quisiera atesorar el calor que Solan le brindó.

—Mi Rey —manifestó Solan atrayendo la pesada mirada de Thranduil—. Los ataques que he formado en contra de las arañas han cumplido su función en mayoría. Mi hermano, Solden ha comandado la mayoría de ellos y sólo puede traerme buenas noticias; las tenemos aún bajo control.

La única palabra que no logró convencer al Rey fue "aún" pero ni él mismo estaba seguro sobre qué hacer con esa plaga. Le habían llegado rumores de que cierto ser comenzaba a despertar, que las arañas provenían de la vieja fortaleza al sur y que debía redoblar sus fuerzas. Comenzaba a creer en esos rumores y le pareció sensato pedirle a Solan más dureza.

—Sin duda son buenas noticias —respondió Thranduil—. De hecho, las únicas que he escuchado en dos días. Aunque me gustaría que redobles el personal—y entonces llevó su mirada a Näre—. De ser posible quiero que tu le ayudes, no por nada eres de las mejores en este lugar.

Näre no era ningún Vala o Maia como para hacer milagros, pero en la mayoría de pedidos que se le hacían terminaban de buena manera, mucho mejor de la esperada. La elfa asintió.

—Lo haré con gusto —respondió Näre.

De un momento a otro, el lugar se sumió en un silencio y los dos elfos sirvientes se vieron el uno al otro. No encontraron motivos para seguir de pie sin hacer nada, cuando afuera algunos podrían estar muriendo o siendo la cena de los descendientes de Ungoliant. Entonces, resolvieron el hacer a la par una reverencia y dar las espaldas para encaminarse a cumplir con su deber, pero Thranduil les detuvo con unas simples palabras:

—¿A donde van? No he dicho que puedan marcharse —les dijo y los dos elfos voltearon curiosos a su dirección.

Thranduil sonrió malicioso y esto no les dio buena espina.

—No pueden irse. No hasta que me escolten junto con sus hermanos, de ida y vuelta, al reino de Erebor. A eso los llamé en realidad —dijo con cierto tono de desprecio y repugnancia por el lugar antes mencionado—. ¿No lo recuerdan? Me habían dicho hace años que me seguirían a donde sea.

Comenzaron viajando un poco al sur para después tomar una senda al este. La travesía no duró demasiado tiempo, pero sí que algunos dejaban ver su inconformidad, como Näre, quien se la pasaba quejándose o incomodando a Solan. Por parte de Nur y Solden, marcharon con tranquilidad.

En cuanto hubieron arribado al reino, Thranduil fue recibido de no tan buena manera, y él tampoco tenía el espíritu como para soportar a un puñado de enanos porque ya hubo de aguantar el asombro de los hombres del valle.

Un par de enanos le escoltaron dentro del recinto; Los ojos de Solan brillaron emocionados ante semejante lugar, y pensó que, de verdad, los rumores no le hacían justicia.

Nur enmudeció y Näre se había perdido por unos instantes, hasta que escuchó los gritos desesperados de Thranduil llamarle. Se despidió de una enana con la que había formado una ligera amistad, y prometiendo volver a encontrarse, volvió la elfa con su Rey.

Ahora bien, al llegar el momento de encontrarse con el Rey bajo la montaña, los elfos jóvenes se pusieron en sus lugares; Näre se colocó detrás de Thranduil por la parte izquierda y Nur detrás de ella. Solan se posó detrás de la parte derecha del Rey, y Solden detrás de él. Marcharon en extremo orgullosos y cuando por fin se toparon con el tosco semblante de Thror, Thranduil no pudo reprimir una expresión de desprecio.

Entonces el Rey enano habló y dejó en el corazón de Thranduil una fuerte marea de sentimientos. Pero el Rey de Mirkwood tampoco se quedó callado, le contó a Thror lo que hubo conocido de los recientes movimientos del enemigo de hombres y elfos, como de enanos y otras especies, pero Thror decidió juzgarlo por loco. El Rey Thror no tomó en cuenta las palabras del espíritu del bosque, y decidió jugar con el destino de su gente, porque la riqueza y el brillo del oro le cegó.

—Entonces será así —dijo Thranduil con un tono de voz medio y hermoso. Inclinó la cabeza y antes de irse algo le hubo algo llamado la atención como para detenerse en seco.

El enano hizo traer entre sus siervos un cofre repleto de gemas blancas, los elfos tras Thranduil estallaron en un completo y sorprendido "¡Oh!", y el Rey los mandó a callar con sólo levantar su diestra. Thranduil entre abrió sus labios, también estaba incrédulo a lo que sus ojos presenciaban, pero nada más alargó un poco el brazo, el enano encargado del cofre, lo cerró a centímetros de sus dedos. Fue poco lo que observaron, pero suficiente para tomar aún más rencor en contra de los enanos.

Thranduil levantó la mirada con cierto tinte cínico y sonrió levemente.

Näre y Solan no deseaban quedarse de brazos cruzados y con los puños bien formados, dispuestos a luchar por lo que era suyo, desobedecieron a su Rey y dieron unos pasos adelante. Los enanos también respondieron a su posible agresión armándose de lo que tenían a la mano, pero Nur y Solden fueron más rápidos y detuvieron a sus hermanos.

—¿Qué intentas, Solan? —llamó Solden, elfo similar a su hermano, pero de cabellos castaños claros y facciones un poco más afiladas. Tomó a su hermano menor con suficiente fuerza como para dejarle marcas en los brazos—. Este no es el momento de hacer tus tonterías.

—Näre, ya déjalo —le dijo Nur, quien era notablemente un poco más grande que ella. La sostuvo de las caderas mientras ella le clavó las uñas en los brazos—. Sólo son unas gemas.

Aquel comentario no le agradó a nadie, pero era cierto, no parecía sensato que cuatro elfos lucharán dentro de Erebor con un ejército completo de Enanos por unas joyas que, duramente, podrían recuperar. Solan y Näre se calmaron justo cuando el Rey se los ordenó haciendo honor a su apodo compartido; los perros del bosque negro.

Los enanos hablaron bajo entre ellos, en su propia lengua y esto sólo avivó más la sed de sangre de Näre. Mataría a todos los enanos y se llevaría a la enana tierna que conoció, sólo a ella le perdonaría la vida. Pero aún así, teniendo una guerra por iniciar, Thranduil aprendió a controlarse.

Después de haber confirmado que los enanos sólo querían reírse de él y los suyos, dio la media vuelta extrañamente satisfecho, porque el corazón le decía que en poco tiempo, aquel lugar perecería en el rojo vivo, los árboles cercanos serían cortados de raíz y muchas e inocentes vidas se perderían.






Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro