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[23] Ver para creer...

Ya había pedido acceso a las celdas de alta seguridad que había únicamente en ese piso de la agencia, sin ningún titubeo se lo habían dado, y ahora caminaba por el pasillo, resonando sus botas y viendo a los lados las celdas vacías, aún sin algún criminal de potencia que las habitara.

Solamente una, tenía un recluido, BeomGyu estaba acostado a lo largo en la tablilla de metal que cumplía como cama en aquella habitación de cuatro paredes tarareando una canción.

—Habías tardado mucho, SooBin —dijo apenas un cuerpo se paró frente a la celda, le sonrió a SooBin que simplemente pidió al guardia que custodiaba al recluso que lo dejase pasar.

—Me dijeron que esperabas por mi para poder dar información —dijo entrando con total confianza, BeomGyu se levantó y tomó asiento.

—Tu y yo sabemos que tenemos unas conversación pendiente —dijo sacando el arete que tanto había llamado la atención de SooBin anteriormente.

Tenía forma de gota de agua, tenía detalles dorados pero el color se predominaba era el azul, un azul celeste que se podía comparar con el color que tenían algunas de sus "decoraciones" en su cabello.

Eso, solo lo podía poseer un ser de viento perteneciente a su familia, la familia Choi tenía su distintivo, y esas piezas eran únicas.

Pero, ¿Cómo era posible? Toda su familia estaba muerta, aunque...

Byulyi no pudo haber entregado esa pieza a BeomGyu, no una pieza tan importante.

—¿Quién te lo dió? —preguntó haciendo ademán de tomarlo, BeomGyu fue más rápido y pegó la prenda en su pecho.

—Me lo dió alguien de tu familia, no fue tu tía si eso piensas. Aún no puedo decirte el nombre, pero es alguien que quiere encontrarse contigo luego de mucho tiempo separados —BeomGyu estaba serio, ya había perdido la pequeña sonrisa con la que había recibido a SooBin, el cual estaba serie y apretando sus manos entre si.

¿Quién estaba buscándolo de su familia?

—No me mientas —dijo con un nudo en la garganta, él sabía que BeomGyu estaba siendo la prueba era aquel arete que él recordaba muy bien.

Ese arete era de su madre, él recordaba como su dedo índice jugaba con el, tintineando en su uña haciéndolo sonreír, mientras le sacaba una queja a su madre por  el constante movimiento en su oreja.

Él lo recordaba perfectamente, cuando la mujer hacía su cabello una cola alta y su orejas se llevaban todo la atención por los aretes.

—Mis padres murieron, es imposible que vengan a buscarme —dijo aún con el mudo en la garganta, BeomGyu lo observó antes de hablar.

—¿Viste a alguien de tu familia morir? ¿Vistes su cuerpo inerte? —preguntó bajando la mirada al arete en su palma, SooBin tomó un respiro y negó con su cabeza, estaba recordando su doloroso pasado, demasiados sentimientos juntos— Ver para creer, SooBin —fue lo que dijo BeomGyu antes de entregarle el arete.

SooBin lo aceptó en sus manos, fijó su mirada en la prenda, seguía igual que como la recordaba, bien cuidada y pulida, pasó su índice en ella y sintió ganas de llorar.

Tantos años aguantando el dolor, aguantando las ganas de llorar por su familia, y ese pequeño arete, que parecía un simple accesorio pero que aparte de tener poder era parte de los recuerdos de SooBin.

Él no conservaba ningún recuerdo de sus padres, ninguna de las pertenencias de su familia estaban con él y ese arete podría ser el único recuerdo de su madre en físico.

—Debes devolverlo, prometo dártelo en un tiempo pero no puedes quedartelo, la persona que me lo dió me pidió muy explícitamente que lo debía devolver si no quería un flecha en el cráneo —dijo BeomGyu estirando su mano, pidiendo el accesorio. SooBin tragó grueso y lo devolvió aguantando las ganas de llorar, no se quebraría no frente a BeomGyu— Puede que estés en un pequeño letargo, pero todo lo que digo es verdad, pronto te encontrarás con tu familia o alguien de ella —afirmó. SooBin se levantó de su lugar sin más nada se que hablar con BeomGyu.

—Más te vale devolver ese arete y que lo que digas se cumpla —dijo saliendo de la celda, el oficial haciendo la tarea de abrirla y cerrarla bajo llave, no era una cerradura común y los guantes que utilizaba le indicaban a SooBin que lo barrotes estaban calientes.

BeomGyu le sonrió desde su lugar, acomodándose nuevamente en la posición en la que lo encontró, acostado.

—Así será SooBin, así será —fue lo único que dijo y lo último que escuchó SooBin antes de salir de ahí con una expresión neutral que escondía por completo lo que estaba sintiendo en ese mismo momento.

Sabía que BeomGyu no mentiría con algo como eso, la prueba siendo el bendito arete.

Por la Diosa, ¿alguien de su familia seguía con vida? Y si era así, ¿Quién?

Ver para creer, SooBin.

Las palabras de BeomGyu solo le dieron más ansias, él no había visto a sus familiares muertos, entonces, ¿Todos habían sobrevivido?

No, el castaño se había referido a uno sol, entonces... ¿Quién había sobrevivido?

Soltó una sonido derrotado, era muy difícil saberlo con solo esa conversación, BeomGyu sabía muy bien quien era pero no le dijo explícitamente, tal vez porque si lo hacía alteraría el orden de las cosas.

Sin darse cuenta sus pies le habían hecho subir al elevador y bajarse en el piso de enfermería, apenas reaccionó cuando estuvo frente al cubiculo en dónde había pasado la noche.

Soltó un suspiro, su mente había empezado a crear teorías, a maquinar, a recordar y lo estaba volviendo loco.

Él había logrado controlar sus pensamientos con el tiempo, poda controlarse pero parecía haber olvidado como hacerlo en ese momento.

Tomó con su mano la cortina blanca y la corrió hacia un lado para pasar, cerrándola a sus espaldas.

YeonJun estaba comiendo, una mesita de cama en sus piernas con un buen almuerzo que tenía toda su concentración porque no se había dado cuenta de la presencia ajena.

—Te dije que nada de comida chatarra mientras estuvieses bajo mi entrenamiento —habló parándose a los pies de la cama, sus manos en sus bolsillos.

—Oh, viniste, yo-... —el oficial se quedó callado y con la boca abierta, perdiendo por completo el hilo de lo que iba a decir. Él esperaba ver a SooBin con su habitual traje, el mismo con el que lo conoció, pero fue todo lo contrario cuando alzó la mirada y lo vio con un pantalón de cuero y un camisa a botones negra.

A SooBin le lucía el negro, en definitiva.

—Y-yo... ah sí, las grasas, bueno, deberías permitirlo por mi situación —dijo luego de segundos, aún consternado por la vestimenta del peliazul que rodó los ojos antes de sentarse en la misma silla que había dormido— Cuado me quiten el yeso te permito entrenarme el doble.

—No deberías —dijo frunciendo el ceño, otro tema que su mente estaba tocando, YeonJun. Estaba preocupado, no iba a mentirse, lo que sintió cuando vio al oficial inconsciente, su cabello ensangrentado, convulsionando, no quería que nada de eso se repitiera, estaba empezando a querer a YeonJun y no quería perderlo en esas circunstancias, YeonJun le había dado compañía a su solitaria vida— Deberías renunciar.

—No —negó rotundamente comiendo con paciencia, su ceño estaba levemente fruncido— Tendré cuidado la próxima vez, es más, no iré a batalla si eso quieres pero voy a cumplir el ciclo completo de entrenamiento contigo —SooBin apretó sus labios, sin saber que decir ante las palabras ajenas, ya YeonJun le había dicho un vez que estaba y seguía ahí por él, por más nada y que se lo recalcara otra vez era mucho para él.

YeonJun se quedaría ahí hasta que completar el ciclo, ya lo había sentenciado.












[...]













Ella no era estúpida, ni tenía un cuento de hadas en su cabeza, sabía que le esperaba una muerte dolorosa, por traición, por no cumplir el juramento, por no dar la cara.

JeongYeong sabía lo que le esperaba cuando los japoneses la encontraran, a pesar de ser Sana a quien buscaban, ella estaba incluida en el paquete por traición a su rey a quien había jurado nunca escapar, siempre estar de su lado uno objetar sus órdenes, a quien había jurado cuidar a su hija y mantenerla fuera de peligro.

Le incumplió al rey, pero, ¿seguía siendo una traición?

Desde hace un buen tiempo su verdadera jefa había sido Sana pues el rey se desentendió de JeongYeong apenas su hija estuvo lo suficientemente grande para mandar a una sirvienta por si sola.

Ella había sido leal a Sana, la había seguido sin replicar muchos años, la había protegido, no estaba fallando en su juramento, ¿Cierto?

Había sido leal, había seguido órdenes y protegido a Minatozaki, pero aún así su destino era el mismo.

Llevó sus manos a sus ojos y soltó un sollozo, por todo lo que estaba pasando, estaba estresada, su cabeza no dejaba de pensar en lo obvio, en un suceso que estaba a la vuelta de la esquina sin ella misma saberlo. Estaba decepcionada, dolida por el cambio que tuvo su amiga..

No, por el cambio tan radical que que su jefa había tenido desde que pisaron la agencia.

Ella podía entenderlo, Sana no quería volver a Japón para estar encerrada en ese castillo de pasillos amplios y silenciosos, pero era su destino, no podía cambiarlo a cuesta de muertes.

Así como JeongYeong aceptaba su pronta muerte, Sana debía aceptar que su vida no era como los cuentos de hadas que tanto escuchó de niña. Soltó otro sollozo, sin detenerse, lloraba a mares, no era fácil asimilar que tenías la muerte respirando en tu nuca.

Hipeó un par de veces observando con su ojos hinchados las gotas saladas que cian de sus ojos al miró del que estaba apoyada, la azotea, solitaria y perfecta para pensar y soltar todo aquello que llevaba dentro.

—Sabía que estarías aquí —la voz de una mujer, tan conocida, y tan inesperada en ese momento, no se esforzó en secar sus lágrimas siguió mirando sus lágrimas caer y mojar el muro— No creas que me voy a entregar, solo vengo a consultarte algo —la princesa de Japón se paró a su lado, mirando su perfil, JeongYeong no se preocupó en detener el tembleque de sus labios y hombros, el llanto era incontrolable— Deberías saberlo, eres una de las guerreras más viejas —Sana siguió hablando sin siquiera considerar que la otra estaba llorando, JeongYeong apretó sus manos hasta volverlas puño.

¿Ella había sido así siempre? ¿Sana siempre había sido así? ¿Por qué se daba cuenta hasta ahora?

Tal vez porque se había dejado cegar por la amistad, había roto la barrera de sirviente – amo y la venda de amistad y cariño no le había permitido ver el tipo de persona.

Se odió ella misma al encontrarse pensando en una excusa para Sana.

—¿Cómo se llama la guerrera desertora que mató a mi madre? —preguntó sorprendiendo a la rubia.

—¿Por qué quieres saberlo? Tal vez ella ya esté muerta —dijo sorbiendo su nariz.

—¡Te hice una pregunta! No es tu problema para qué quiero saber —espetó con un tono que nunca había sido usado con ella.

O tal vez si, pero su mente había creado un vaga excusa para no verlo como una mala actitud.

—Ya no me mandas, te lo dejé muy claro —contestó alzado al fin la mirada, Sana soltó un sonido de pura ira y alzó su mano derecha, sin darle tiempo de responder a JeongYeong a la obvia violencia.

El sonido de la mano impactando en su mejilla fue lo único que se escuchó.

JeongYeong tenía su cara volteada, soltó otro sollozo, no le había dolido, pero estaba tan decepcionada que solo el llanto podría hacerla desahogarse.

—Entregate, Sana, muchas personas han muerto... —dijo aún conservando la esperanza de que la contraria cambiara de opinión.

—No me importa, he conseguido mi libertad después de mucho, no pienso volver a esa cárcel.

—¿No te importa que yo muera? —preguntó. A pesar de que Sana se entregara voluntariamente ella estaba muerta, lo sabía, pero tenía que escuchar esa respuesta.

—Tu juramento fue dar la vida por mi, en algún momento esto iba a pasar —dijo, tomándola del cabello para que la hiciera verla, sus miradas se encontraron, una muy dolida y otra imposible de leer.

—Eres igual a tu padre de egoísta, sin sentimientos —espetó con los dientes apretados, las lágrimas seguían corriendo.

—Solo dame el nombre, JeongYeong —le ordenó apretando más los mechones de quién es su sirviente, y quién pensaba era su amiga.

Pero resultó que no era así, JeongYeong no era su amiga, lo dejó de serlo cuando le pidió que se entregara, eso no lo hacían los amigos.

¿Un amigo no debía estar contigo en todo?

Sana había pensado que JeongYeong la seguiría apoyando en esconderse, pero no, le había pedido volver a un infierno del que ella también era participe.

—Se llama Hirai Momo.

































SIUUUU, Aquí es a dónde quería llegar!

¿Qué opinan?

Por cierto, feliz inicio de mes que todo lo bueno y bonito este con ustedes en estas fechas tan importantes, se les quiere un montón ❤️🥺

No vemos
The_Dark_Diamond

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