Capitulo III: Vasilis
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Aquel hombre tras haber escuchado la petición del niño, tragó saliva. En el fondo de su corazón sintió empatía por los dos hermanos Virgo, no sabía si su majestad le permitiera al joven ver por última vez a su hermana, pero aun así quiso intentarlo, por lo que llamó a uno de los guardias que estaba allí cerca.
—Ve donde el rey y dile que el hijo mayor de los Virgo está a poco de fallecer y que su última voluntad es ver por última vez a su pequeña hermana— Aquel hombre de armadura oscura lo dudó unos cuantos segundos.
—Vete, o prefieres que el rey te asesine si se entera de que en su lecho de muerte no quisimos cumplir el deseo de uno de los príncipes que había comprometido con los hijos de los otros reyes —Tras escuchar eso el guardia palideció y con temor de que eso pasará, corrió hasta el salón principal de palacios, lugar donde rey estaba.
—Majestad, el mayor de los Virgos está por fallecer y desea ver a su hermana —comunicó mientras permanecía en una reverencia.
Drakon apretó la copa de vino con tanta fuerza causando que se rompiera entre sus dedos, dejando que las gotas carmesí cayeran sobre su túnica negra.
—Asi que ni siquiera el gran elfo sanador Heraclides pudo salvar a ese mocoso... Qué desperdicio —Suspiró molestó—. Llévenle a su hermana. Que se despidan. Soy cruel, pero no tanto. —La última frase la murmuró con ironía.
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La puerta de la celda se abrió de golpe y con brusquedad un niño fue empujado.
—Quédate aquí mocoso. No intentes nada o te irá peor —dijo el soldado con voz áspera antes de cerrar la puerta y marcharse.
El niño cayó de rodillas, pero se levantó de inmediato, limpiándose el polvo en su desgastada ropa. Con curiosidad ladeó la cabeza al ver a Vasiliki.
—Hola
Vasiliki lo miró sin decir nada. No recordaba haber visto a este niño en el palacio como hijo de algún noble, parecía un simple campesino.
—¿Quién eres? —preguntó con desconfianza.
—Anker. Anker Kontos. Me trajeron aquí hace poco…—miró con descontento la celda—mi padre se enfrentó a los soldados. Lo mataron y ahora no sé dónde está mi madre —respondió el niño mientras se sentaba frente a ella.
—Yo… también perdí a mi familia —murmuró—. Mi nombre es Vasiliki.
—¿Eres la princesa? —preguntó Anker de repente, observando su cabello blanco.
Ella asintió lentamente antes de responder: —Sí, pero eso ya no importa. No queda nada.
—Entonces, supongo que estamos igual. Pero al menos tú tienes un hermano, ¿no? Todavía puedes verlo.
—Sí… pero está muy enfermo. Los soldados no me dejan ir con él. Tengo miedo de que… —Vasiliki se detuvo, no era capaz de siquiera pronunciar esa palabra.
—¿Sabes? —bajo la voz mientras se acercaba lo suficiente para que ella lo escuchará—. Mi padre decía que las cosas malas no duran para siempre y que si tienes miedo debes usarlo como ventaja.
—¿Qué significa eso? —preguntó confundida.
—Debes aparentar que no tienes miedo, de esa forma nadie sabrá cuánto puede lastimarte —Sonrió, Vasiliki sintió un escalofrío recorrer su espalda, quizá se debía a la sorpresa por las palabras del niño.
Durante un breve instante, tuvo un atisbo de esperanza.
—Gracias, Anker —dijo en voz baja.
Por primera vez en muchos días, Vasiliki sintió un poco de alivio, sin embargo, la tranquilidad no duró mucho. La puerta de la celda se abrió de golpe y un soldado entró.
—¡Ven conmigo! —ordenó el hombre, tirando de ella.
Vasiliki se volvió hacia Anker mientras el soldado la sacaba de la celda.
—¡Anker! —gritó, resistiéndose un poco.
—Tranquila… nos veremos otra vez —dijo el niño con una seguridad.
La albina fue llevada hasta la habitación del doctor quien la guío hasta la camilla en donde estaba su hermano, la pequeña con lágrimas en sus verdes ojos corrió hasta él y lo abrazó fuertemente.
—Hermanito, te he extrañado muchísimo, hermanito —Las lágrimas mojaban el pálido cuello de Vasilis quien soltó un quejido de dolor al haber sido abrazado con fuerza, su débil cuerpo no era capaz de soportar la fuerza con la que estaba siendo abrazado.
Vasiliki al escuchar a su hermano se apartó temiendo haberle hecho daño.
—Perdón si te abracé muy fuerte, solo que te extrañé mucho —El doctor sintió lástima por ambos, suspiró levemente y se dirigió al cuarto donde guardaba otras medicinas para que ellos tuvieran un poco de privacidad.
Algo en su interior le suplicaba que hiciera algo para hacer que al menos la niña escapará del reino, su intuición le decía que ella tendría un papel importante en el futuro.
Vasiliki empezó a llorar, Vasilis usó todas sus fuerzas en poder sentarse en la cama y acercó a su hermana a él para abrazarla, acto que fue felizmente correspondido por la infante.
—Val...—susurró débilmente, tomando la mano de su hermana —. No me queda mucho tiempo de vida.
Ella negó con la cabeza, las lágrimas bajaban por sus mejillas.
—No, no digas eso hermanito... —No quería quedarse sola en un mundo gobernado por aquel hombre que había ordenado la ejecución de sus padres.
—Tienes que ser fuerte, ¿entiendes? Nunca olvides quién eres. En tus venas llevas la sangre de los reyes —Con dedos fríos acarició el rostro de la pequeña y le dedicó una sonrisa débil.
El niño se quitó el collar plateado con el dije esmeralda con forma de una hoja de albahaca y se lo puso a la niña.
—Val, esto me lo dio nuestra madre. Ahora yo te lo entrego a ti, va a juego con el anillo que padre te dio.
Ambos niños se la pasaron el resto del día recordando sus antiguos momentos juntos; Vasiliki le contó como se había hecho amiga de Anker, que él era una buena persona y que la había tratado muy bien.
Una hora antes de que el sol se ocultara, el príncipe de Virgo le dijo algo a su hermana: —Vasiliki, debes huir —La pequeña se sobresaltó al escuchar eso.
—¿Pero a dónde iría? Además, hay guardias por todos lados.
—Escúchame bien, poco me importa lo que hagan conmigo, pero lo que sí se es que cuando yo deje de respirar, tú vas a escapar hacia el bosque e irás hacia Bootes.
—Pero en el camino hay muchas criaturas, Vasilis.
—Esas criaturas son leales a los verdaderos reyes de Virgo, no se someterán ante ese hombre que se hace llamar así mismo el nuevo rey. Ellos sabrán reconocer a la princesa —rio suave —Nuestro cabello nos delata. Solo los príncipes y la reina de Virgo tienen el cabello blanco.
Vasiliki tomó un mechón de su blanquecino cabello.
—¿Cómo escaparé? ¿Qué pasará con los otros? —preguntó bajando la voz para que nadie más la escuchara.
—Ellos deberán esperar, no te preocupes, dudo que ese hombre los mate. Tengo el presentimiento de que los necesita con vida o de lo contrario ys nos hubieran asesinado a todos —Hizo una breve pausa, empezaba a costarle más el respirar y hablar.
—El doctor junto al guardia llevarán mi cuerpo a algún lugar entonces tú escaparas; ve sigilosamente al establo, busca a mi caballo Syrma y cabalga en el hasta llegar a Bootes, allí busca refugio.
Vasiliki escuchó todo atentamente, esperaba que todo saliera bien aunque le entristecía tener que dejar a sus amigos, prometió que cuando fuera mayor volvería por ellos.
Vasilis jadeó, cada vez le costaba más respirar, sabía que ya faltaba poco, pero aún le faltaba algo por hacer.
—Vasiliki, acércate.
Ella se acercó con los ojos rojos de tanto llorar. Vasilis puso su mano sobre la cabeza de ella.
—Altheris —Una luz de un verde pálido envolvió por completo el cuerpo de Vasiliki, provocándole un cosquilleo en la piel.
Antes de que ella protestará, el continuó: —Lethéia —Un vórtice blanquecino apareció bajo los pies de ambos, y de esté salió un hilo que se desplazó por la mente de Vasiliki, enredándose en sus recuerdos.
—¿Qué hiciste? —preguntó temerosa.
—Ambos hechizos se activarán en el momento en llegues a Bootes, el primero hará que cambie parte de tu apariencia, mientras que el segundo te hará olvidar todo.
—¡No! Yo no quiero olvidarte.
—Tranquila, será temporal. Tus recuerdos y apariencia volverán cuando cumplas la mayoría de edad. Drakon te buscará por todo el reino, no puedo permitir que te encuentre. No pierdas la esperanza, todo terminará ... Te quiero hermanita, nunca lo olvides,
Dejó de respirar a la misma vez que sus ojos perdían el brillo de la vida y se cerraban lentamente.
Las lágrimas en los verdes ojos de la Virgo no se hicieron esperar, seguido de un grito desgarrador.
—¡Hermanito, no me dejes! —Se sentía devastada, perdió a todos los que llamó familia, estaba sola en un mundo que empezaba a ser gobernado por la oscuridad.
El dolor en su corazón no se comparaba a ningún otro dolor físico que haya experimentado anteriormente.
El doctor, al escuchar su grito supo que el niño ya estaba muerto. Salió de la habitación en donde estuvo horas preparando algunas medicinas que pudieran ser usadas en un futuro próximo.
—Déjalo, él ya murió —dijo colocando una mano en el hombro, ella dejó de llorar y se limpió las lágrimas.
Heraclides camino hasta le puerta y la entre abrió.
—Guardia, infórmale al rey que Vasilis de Virgo a fallecido.
El guardia abandono su puesto y se dirigió ao salón real, las puertas de abrieron y realizó una reverencia antes de hablar: -Su alteza, el joven murió.
Drakon miro al soldado con desinterés.
—Ya saben que hacer —el soldado asintió y sin más salió, llevándose consigo a otro soldado.
—Muy bien, el guardia se fue. Vasiliki, prepárate para escapar de aquí —Ella se sorprendió ante las palabras de aquel hombre, se suponía que él estaba del lado de los ofiucanos.
—Escuchame muy bien, debes fingir estar inconsciente —Sin más Vasiliki se recostó sobre el suelo y fingió estar inconsciente, pocos segundos después la puerta fue tocada, Heraclides la abrió dejando que dos soldados entrarán.
—¿Por qué ella está inconsciente?—cuestionó uno de los hombres al ver a la niña tirada en el piso.
—No soporté su llanto así que le coloque un tranquilízate. Bueno, llévense el cuerpo, debo recoger la basura e ir a tirarla, ella se quedará encerrada aquí —Entre ambos cargaron el cuerpo y salieron de la habitación.
—Puedes levantarte —De inmediato ella se puso de pie.
—Bien, se han ido, tardarán un tiempo en volver, además ya anochecido —dejo de hablar, camino de regreso hasta la habitación donde anteriormente se encerró y tomó la capa negra que solía utilizar cuando salía a atender a otras personas fuera del palacio.
El hombre de cabello castaño y ojos marrones fue donde ella y le colocó la capa.
—Voy a salir primero, dejaré la puerta abierta, esperas un poco y luego sales —Sin más camino nuevamente a la otra habitación y sacó la bolsa de basura, salió de la enfermería dejando sola a la niña.
Ella espero un poco antes de salir de la enfermería, contuvo el aliento mientras avanzaba por el pasillo con sigilo. Su corazón latía con fuerza que temia que los guardias escucharan.
Tardó algunos minutos en llegar al establo, buscó frenéticamente al cabello negro con una mancha en forma de estrella blanca en su frente. Cuando lo encontró, acarició de manera nerviosa su hocico para calmarlo.
—Syrma… necesito que me ayudes a salir de aquí.
Justo cuando comenzó a sacarlo del establo, el crujido de unas botas resonó cerca.
—¿Quién está allí? —Escuchar la voz del guardia la paralizó un momento.
Vasiliki no pensó dos veces, subió al caballo, agarró las riendas con fuerza y lo hecho a correr. Syrma salió galopando hacia la oscuridad. Y el guardia al reconocer el cabello plateado, gritó: —¡Guardias! ¡La princesa ha escapado!
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Abrió las puertas del salon principal
—¿Qué sucede, soldado? —preguntó el pelinegro.
—Malas noticias su majestad, la princesa ha escapado.
Drakon se quedó quieto, luego se giró lentamente, mientras su mirada gris atravesaba al soldado que temblaba frente a él.
—Repitelo —dijó con un tono tan bajo que aumento el temor del soldado.
—L-la princesa de Virgo, mi señor. Huyó...
El rey pretó los puños hasta que sus nudillos se le volvieron blancos.
—Encuéntrenla. Ahora. Y si vuelve a escapar... quién tomará su lugar en la horca, serás tú.
La orden fue dada, los soldados subieron a sus caballos y salieron tras la princesa.
El viento azotaba su rostro mientras galopaba hacia el bosque oscuro, el único lugar donde podía tener escapar. Detrás de ella, los cascos de los caballos resonaban cada vez más cerca y la luna llena que se alzaba en el cielo nocturno.
Siguió cabalgando por varios minutos hasta que finalmente llegó a la entrada del bosque oscuro, tragó saliva y se adentró esperando que no la atacaran los seres que vivían allí, los soldados llegaron y le vieron adentrarse en lo profundo de ese bosque.
“Resiste un poco más, Syrma” pensó mientras las ramas arañaba su rostro y el olor a tierra húmeda llenaba sus fosas nasales.
Ellos también ingresaron al bosque, al escuchar el ruido de los caballos acercándose.
—¡Detente mocosa!
Vasiliki hizo que Syrma corriera más rápido, pero uno de los guerreros lanzó una flecha que le rozó su brazo derecho haciéndole una herida. Volvieron a lanzar flechas y estas dieron de lleno en las patas traseras del animal, provocando que ambos cayeran al suelo.
Vasiliki soltó un grito de dolor al ver cómo parte de su pierna derecha estaba raspada. Syrma no se movía.
—¡Syrma, levántate! —Intentó levantarlo pero fue inútil, era más pesado que ella y los soldados estaban muy cerca.
Apretó los dientes mientras se obligaba a levantarse. Cojeando con dificultad salió corriendo entre los árboles. No podía quedarse ahí. Corrió y corrió hasta llegar a un claro, sin embargo el bosque terminaba en un acantilado. Bajo sus pies, las corrientes del río eran violentas.
A sus espaldas, los soldados emergieron de entre los árboles.
—Ríndete, princesa —dijo uno de ellos mientras sonreía con crueldad —. No tienes a donde huir.
Con el pecho subiendo y bajando intentando recuperar el aliento, se giró hacía ellos. Sus ojos eran una mezcla de miedo y tristeza, pero había una pizca de desafío en ellos también.
Recordó las palabras de su hermano: "No pierdas la esperanza..."
¿Qué esperanza? Ya no quedaba nada, ni su hogar, ni su familia, ni siquiera Syrma.
—No regresaré con ustedes... ya no me queda nada —retrocedió.
—¡No lo hagas! —grito otro, extendiendo su mano intentado alcanzarla.
Vasiliki respiro hondo, dejando que el aire frío llenará sus pulmones, cerró los ojos mientras murmuraba para si misma: —Hermanito, lo siento, no podré llegar a Bootes.
Con un último suspiro, Vasiliki se dejó caer en las furiosas corrientes del río.
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