Prólogo
-¡Maldita sea! ¿Es que nunca voy a poder ganarte, maldita sabelotodo?- murmuró Spiro mientras se secaba el sudor de la frente con el dorso de la mano. Su respiración llevaba un buen rato agitada y apenas tenía fuerzas para dibujar una sonrisa irónica.
Neela por el contrario, se mantenía firme con un gesto indiferente. El único movimiento que hizo fue para recolocar su flequillo azabache. Después clavó sus pupilas negras en el joven. Se mantuvo inmóvil unos segundos esperando que Spiro se rindiera o hiciera algún otro movimiento estúpido.
Él le devolvió la mirada con los mismos ojos, igual de oscuros y desafiantes, con cierto brillo de motas plateadas. Le resultaba imposible disimular el cansancio, pero aún así su semblante se mostraba decidido.
-Vamos, un último intento...- se dijo para sí mismo entre dientes.
Las briznas de hierba del jardín empezaron a bailar. Los cabellos negros de Spiro también se ladeaban descontrolados y comenzó a levantarse una brisa sin una dirección concreta. Alrededor de su brazo derecho se fue formando lo que parecía el espectro de un pájaro. Volaba en espirales bajando por su antebrazo y ganando la nitidez de una pequeña cría de golondrina a medida que se acercaba a su mano. Cuando ésta llego a la palma, la lanzó contra su adversaria. Aunque fue inútil. Su propia fatiga le había saboteado la puntería. Neela ni siquiera tuvo que dar un paso para esquivar el ave que salió disparada varios metros más allá de ella. Concretamente se dirigía al invernadero de la esquina del jardín. Justo cuando la golondrina iba a estrellarse de lleno en el cobertizo, un fino muro de agua la detuvo.
-¡Idiota! - le espetó Neela contundentemente.
La joven que parecía impasible, ahora tenía los brazos estirados en dirección al muro que aún continuaba formándose a partir del agua de la fuente que ornamentaba el jardín. Una vez detuvo el proyectil de viento, relajó sus dedos y el agua volvió a llenar la fuente. Su mirada ahora se volvió más cortante.
-Como destroces el trabajo de nuestra hermana... - aunque mantenía una actitud dura, esta vez su voz se tiñó jocosa y no pudo evitar terminar sonriendo cuando vio a su hermano arrinconado- Vas a necesitar branquias para respirar.
-N-no era mi intención – tartamudeó, aunque lo que decía fuera completamente cierto. - Es el cansancio. Ya no puedo más.
Se dejó caer en el césped, soltando un largo y sonoro suspiro. Extendió los brazos y disfrutó del frescor del rocío. Tenía la sensación de ardor en la piel ahora que había destensado sus músculos y esas gotas le calmaban.
-Tú ganas, Nïl...- dijo Spiro acomodando sus manos en la nuca.
-Como siempre, hermanito.- se burló Neela soltando una risilla. Dio la vuelta y caminó hacia la casa. - No tardes en entrar, holgazán. Hoy tenemos muchas cosas que preparar para el viaje a La Academia.
-Sí, ahora voy.
No apartó los ojos del cielo mientras escuchaba los pasos de Neela alejarse por el camino de piedras.
-Como siempre... - repitió Spiro en su cabeza con la mirada perdida en las nubes.
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