NANAMI KENTO
✧ Creo que está de más
aclarar esto, pero por las
dudas aviso que el hecho
que la oc tenga el mismo
nombre no significa que
sean la misma persona.
Usaré el mismo nombre
para no tener que buscar
uno para cada nuevo OS.
✧ Qué enamorada estoy
de Nanami, por Dios jaja
Otro atareado día en la oficina con ambiente soso y apestando al perfume de quienes se hallaban sometidos trabajando con Nanami. "Aquí estoy de nuevo, listo para exponer mis conocimientos para hacerle ganar más dinero a personas ricas", pensó el hombre fornido y poseedor de unas hebras doradas cortas mientras se desplazaba hacia el cubículo asignado para él. No alcanzó a sentarse en la pequeña silla que hacía entumecer su cuerpo culpa de las pesadas horas que debía ejercer postrado allí, cuando uno de sus superiores apareció en la oficina guiando a una mujer aparentemente más joven que él y el resto de trabajadores, su cabello teñido de tonalidades castañas estaba recogido en un prolijo moño y de este escapaban finos mechones a los lados dándole un toque tierno a su apariencia mansa.
—Nanami, esta es Azumi. Azumi, él es de quien te hablé —el hombre que empezaba a perder el cabello hizo las presentaciones —. Él estará a cargo de enseñarte cómo debes comportarte aquí. Recuerdas que te lo mencioné, ¿cierto, Nanami? —agregó ante el desconcierto que gobernaba el semblante del hombre con las gafas. El rubio hizo memoria y maldijo en su mente por haberse olvidado de aquel detalle impuesto la semana pasada. En su defensa, había tenido unos días demasiado ajetreados.
—Sí, por supuesto que lo recuerdo —mintió con descaro y carraspeó, deslizando su vista hacia la novata que lo observaba con ojos curiosos moviéndose sin pena para abarcar su cuerpo mucho más grande que el suyo —. Veré que pueda adaptarse con rapidez.
—Confío que así será.
El superior desapareció y Nanami hizo el gesto de acomodarse las gafas pese a no hacer falta. La novata oficinista removía sus pies nerviosamente, repasando con la mirada los lugares de alrededor y mostrándose penosa ante las furtivas miradas que les enviaban quienes se encontraban presentes en esos escritorios pequeños equipados con material para ejercer.
—Sígueme —demandó Nanami empleando un tono formal. La hizo sentarse en el escritorio que estaba a su lado para tener mejor acceso a la hora de darle indicaciones —. Debes haber practicado en tus pasantías, así que imagino entiendes lo que debes hacer.
—Sí, señor —Azumi dio un corto asentimiento.
—Puedes llamarme por mi nombre.
—Oh, de acuerdo, Nanami-san.
—Aquí tienes —le entregó una pila de informes —. Es tu primer día, por eso te dejaré que solo ordenes esto. No te olvides de anotar también cada informe en la laptop en las carpetas correspondientes.
—Sí.
—El horario de descanso es en dos horas, hay un local abajo que vende bebidas y comidas, nuestros compañeros acostumbran almorzar ahí.
[...]
Azumi era una mujer muy eficiente en su trabajo y quedaba claro en su desempeño minucioso de todos los días. A Nanami le agradaba que fuese alguien silenciosa y responsable que sabía bien cómo marcar una línea sana entre su vida laboral y personal. Sin embargo, él se vio forzado a cruzar dicha línea cuando al salir del trabajo con un paraguas debido a la lluvia que no se detenía desde la mañana, se topó con la escena de su compañera discutiendo con un hombre que a Nanami se le hizo familiar. Se quedó ahí, monitoreando la discusión que se desarrollaba ante sus ojos. Desde su sitio no escuchaba del todo bien, pero captó palabras como "déjame en paz" y "terminamos", eso le ayudó a comprender mucho mejor la situación.
Nanami pensaba pasar de largo ignorando la impertinente escena, pero reedirigió sus pasos en cuanto vio de soslayo cómo el pretendiente de Azumi la tomaba bruscamente del brazo en un agarre doloroso con intenciones de arrastrar a la chica consigo sin tomar consideración por las exigencias de esta sobre dejarla ir.
—La señorita no desea ir contigo —con un rápido movimiento apartó al otro hombre de actitudes déspotas —. Sé educado y acepta que no quiere regresar contigo o tendré que contactar con seguridad.
—¿Tú quién diablos eres?
Nanami echó un vistazo al sujeto encarándolo, más bien se centró en la maldición anclada en los hombros del mismo. Sopesó sus opciones, decidiendo que cuanto antes se deshiciera del tipo, mejor. Movió su mano liberando un rastro de energía maldita para acabar con la vitalidad de la fea criatura, que se esfumó con increíble rapidez. El sujeto le envió una mirada molesta, sin entender qué pretendía haciendo todo ello.
—Soy su pareja —la palabra sonó extraña en su boca, no obstante, no permitió que su rostro lo delatase —. He notado que andas rondando el edificio desde la semana pasada, si yo quiero puedo denunciarte por estar acosando a una empleada. Evítanos problemas y no regreses.
El hombre admiró con rabia el porte estoico que poseía el rubio y prefirió marcharse maldiciendo entre dientes. Nanami se volvió con calma hacia su compañera, exhalando con pesadumbre. Con una voz más suave le preguntó si estaba bien y Azumi respondió positivamente, obsequiando una sonrisa de labios sellados al hombre con gafas. Fue la primera vez que le sonrió y ese insignificante gesto removió las emociones hasta ahora dormidas del rubio.
Contempló embelesado la imagen sublime de esta mujer que vestía una camisa blanca con falda larga de tubo y zapatos con tacones no muy altos. Lucía demasiado hermosa aún si aquellos cabellos recogidos en un moño se humedecían por las fuertes gotas de lluvia.
—Lo siento —reaccionó y colocó el paraguas de modo que cubriera a Azumi, avergonzado ante su pequeño desliz —. Te acompañaré a casa, ¿de acuerdo? Es lo menos que puedo hacer.
—Muchas gracias, Nanami-san —Azumi volvió a esbozar una sonrisa, sonrojándose ligeramente. Nanami ambicionó con ser testigo de aún más sonrojos de su parte, pues se veía sumamente adorable.
[...]
Haber intervenido para ahuyentar al pretendiente de Azumi fue lo más conveniente que hizo en su vida ya que después del percanse la bella mujer pasó a ser parte importante para su corazón de sentimientos ascendentes por ella. Los dos se acoplaron uno al otro con enorme facilidad y entonces Nanami descubrió la faceta alegre y atrevida de Azumi que no mostraba en el área laboral. Ella llegó a animar su vida rutinaria en todo sentido, le agregó diversión a su apagada vida. Azumi era dotada con una personalidad soñadora que a él le fascinaba y era bastante extrovertida consiguiendo así sonsacárle charlas largas pese a que él tendía a ser alguien reservado y de actitud indiferente en el exterior. Dejó que los meses pasaran con normalidad sin querer apresurar su conexión con Azumi que progresaba en demasía y esto lo hacía feliz. Ni bien estuvo muy convencido de sus sentimientos por la mujer de perfecta e hipnotizante sonrisa, se lo confesó en medio de una velada, recibiendo igual una dulce confesión que provocó un tinte rosáceo en sus mejillas blancas.
Llevaban ya cinco meses de relación y el rubio se econtraba vistiéndose con uno de sus formales trajes y echándole un vistazo a su novia que se estaba colocando un par de aretes frente al espejo del tocador de su dormitorio. La noche anterior se había quedado a dormir en el apartamento de quien amaba con entusiasmo y, de hecho, no pudieron dormir todas las horas aconsejadas a causa de que se entretuvieron ávidamente entre caricias y besos repartidos con sumo cariño durante gran parte de la noche.
—Yo lo hago —expresó Azumi tomando su corbata y acercándose para anudarla ella misma, parándose de puntillas por su baja estatura —. Te ves tan jodidamente guapo.
Azumi solía ser bastante sincera y expresiva acerca de sus pensamientos, tomándolo por sorpresa cada vez que mencionaba algo con respecto a él.
—Gracias —carraspeó para quitarse la timidez y se inclinó para besar delicadamente los labios suaves de su preciosa novia, que lo recibieron complacientes —. Ahora permíteme ayudarte a ti.
Nanami fue por el abrigo de Azumi y la ayudó a colocárselo, liberando con cuidado los cabellos sueltos que habían quedado atrapados adentro del cuello del abrigo. Dejó una paulatina caricia sobre el rostro de la fémina, amando su sonrisa refrescante que lo enamoró desde un comienzo.
—Te ves muy bonita, Azumi. Te amo.
Azumi también le dijo esas palabras de amor y luego se marcharon juntos a la reunión de la empresa para la que trabajaban. Sus manos jamás se apartaron durante el resto del largo trayecto, aunque el cruel destino tenía ya preparado el día y la hora exacta en que sus manos se separarían para nunca volverse a reunir. Al menos en esta vida.
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