CHOSO
Advertencia: las escenas narradas con este tipo de letra son recuerdos.
Azumi observaba con dulzura a Choso mientras este estaba absorto colocando pegatinas de corazoncitos y otras figuras tiernas y coloridas de manera cuidadosa sobre distintos espacios de una página del álbum de fotos que habían decidido crear en conjunto. De algún modo aquel hombre medio gótico con cabello marrón muy oscuro recogido en dos pequeños rodetes, ropas negras y pronunciadas ojeras se las arreglaba para mostrarse tan adorable que gracias a ello conseguía que su corazón aleteara descontrolado y más aún cuando miró en su dirección con su labio inferior hacia afuera formando un puchero demasiado besable.
—¿Crees que está bien así? —expuso su trabajo, las dulces pegatinas se hallaban alrededor de dos fotografías, adheridas a la página de cartulina con cintas en los bordes, en las que se veía a Choso muy sonriente pasando sus brazos encima de los hombros de Azumi y Yuji, quienes le sonreían con el mismo sentimiento a la cámara; el paisaje de fondo destellaba y dejaba apreciar un radiante parque de diversiones.
—¡Miren, un puesto de algodón de azúcar! —exclamó Yuji emocionado, señalando con el índice. Volteó hacia Azumi y zarandeó su brazo —. ¿Puedo comprar uno?
Azumi le sonrió enternecida y revolvió su cabello en tanto Choso sacaba dinero del monedero que ella le regaló en su fecha de cumpleaños.
—Claro que sí. ¡Yo también quiero!
Entre los dos arrastraron a Choso al puesto de algodón de azúcar y, pese a que Azumi quiso pagar a medias, su novio no se lo permitió esa tarde. Azumi acercó el dulce a Choso y admiró atenta sus expresiones al probarlo por primera vez. Nunca olvidaría sus ojitos brillando ante el primer bocado.
—Quedó muy bonito, cariño. Puedes escribirle alguna frase cursi si quieres.
—¿Sí? —él consideró acerca de ello y tomó un bolígrafo del lapicero que se encontraba sobre la alfombra del piso de la sala de estar de su hogar, misma donde se sentaron y acomodaron los materiales necesarios para el álbum.
Azumi se inclinó hacia adelante y miró curiosa, soltando una risilla al leer las afectuosas palabras escritas con letra cursiva impecable: "salida al parque de diversiones con mis personas favoritas", seguidas de un dibujito de una bonita cara sonriente. Azumi se arrimó a su esposo y comenzó a trazar diseños florales con bolígrafo color violeta suave en otra fina página de papel scrapbooking, anteriormente ellos colocaron tres pequeñas fotos con pegamento en barra. Allí ambos se mostraban vistiendo pintorecos disfraces de Pucca y Garu a juego.
—No puedo creer lo parecido que te ves al personaje —reconoció Azumi con un deje de burla inocente, ganándose una mueca de resignación por parte de su novio.
—Debemos salir si no queremos llegar tarde a la fiesta.
—Lo sé, es solo que quería tomar fotos. Dime algo, ¿me veo bien con este traje?
Choso esbozó una sonrisa amorosa.
—Tú siempre te ves bien. Muy hermosa.
Azumi se sonrojó intensamente y Choso no perdió oportunidad de besar repetidas veces sus mejillas.
—Quisiera poder dibujar tan bien como tú —se lamentó Choso contemplando el diseño que Azumi realizó —. ¿Puedes enseñarme?
—Ya lo intenté y te rendiste una semana después —le recordó sin malicia, acabó su labor y escribió en la página bajo las fotografías: "Pucca finalmente enamoró a Garu".
—Ah, cierto —asintió Choso y pasó la página para repartir pegatinas en esta nueva, la decoró con lindos árboles de navidad y copos de nieve, pues las fotos que yacían ahí eran de una navidad que pasaron juntos.
—Yuji, come sin pena, cociné suficiente para todos —expresó Azumi viendo al hermano de Choso ansioso por servir más comida a su plato, pero dudando sobre hacerlo.
—Yo también ayudé —anunció Choso muy orgulloso de sí mismo, llevando ponche a su boca desde una copa de vidrio.
—Me hubiera gustado hacer albóndigas. Para la próxima navidad prometo traer una bandeja completa —comentó Yuji y sonrió a gusto —. Quiero decir, siempre que ustedes quieran que yo esté aquí. No quiero estorbar en su relación.
—Pero qué cosas dices, nosotros somos felices de tenerte aquí. Sobre todo este chico de acá, se puso a llorar cuando accediste a festejar navidad junto a nosotros. Ya sabes que se pone algo celoso y melodramático si estás lejos por mucho tiempo —Azumi dijo aquello último con gracia, Yuji se rió por el rubor en la cara del pobre Choso avergonzado, que intentó enviarles miradas desafiantes, mas fracasó.
—A ver, permíteme dibujar corazones en esta, es lo único que se me da bien —pidió Choso con voz risueña y sujetando un bolígrafo rojo de brillos mientras se ocupaban ahora de otra página con un collage de fotos que enseñaban varios paseos que dieron en su luna de miel.
La foto favorita de ellos era en la que Choso abrazaba a Azumi con cariño y esta besaba su mejilla coloreada con tinte rosáceo parándose de puntillas para alcanzarlo, detrás de ellos muy bellamente se erigía un gran museo.
—¿Qué te parece si hoy nos quedamos aquí en la cama y pedimos comida a domicilio? Ya recorrimos muchos lugares, me gustaría descansar.
Desde la cama Choso cargó a Azumi y la sentó en su regazo, barriendo su cabello fuera de su rostro y bajando la cabeza a su cuello para dar besitos juguetones en la zona.
—Cariño, eres tan perezosa —se quejó Choso jovialmente, besando ahora sus hombros y clavícula —. Pero no voy a negarme, me encanta tenerte para mí fuera de cualquier vista ajena. ¿Crees que podríamos repetir lo de anoche, uhm?
Azumi no respondió con palabras, sino que lo atrajo hacia ella en un ferviente beso que marcaba su dominancia ante esa clase de situaciones románticas e íntimas dada la naturaleza tímida del hombre.
—¿Adónde vas? —quiso saber Choso ni bien vio a su esposa haciendo amagues de levantarse, frotó su mano contra el muslo de Azumi, cubierto por la suave tela del overol que ella poseía, para así detenerla.
—A buscar las fresas en la cocina, se me antojan muchísimo justo ahora —Azumi confesó un poquito apenada, puesto que los antojos que tenía a veces eran como muy extraños y repentinos.
—Yo voy por ellas —Choso se marchó y regresó con un plato hondo repleto de fresas, chocolate y batido de fresa que preparó en la mañana —. Aquí tienes. Nunca dudes en pedirme las cosas, si quieres algo dímelo. No me molesta.
—Oh, ¿cómo supiste lo del chocolate y el batido? —inquirió Azumi aceptando con una amplia sonrisa lo que Choso le llevó de buena gana. Dio un sorbo a la bebida y suspiró satisfecha —. Muchas gracias, cariño.
—Te conozco bien —él se encogió de hombros y se sentó a su lado, rozando su costado izquierdo con el de Azumi y situó su mano derecha sobre el vientre abultado por el embarazo de seis meses de la mujer —. ¿Cómo está nuestro tan querido y pequeño osito?
—Bastante inquieto, lo siento moverse como si quisiera ponerse a bailar ahí adentro —notificó Azumi, partiendo el chocolate y regalándole un pedacito a Choso.
Su esposo alzó las cejas, maravillado. Todavía no podía creer que una vida producto de su amor crecía en Azumi.
—Oye, debes portarte bien con mamá, osito —le habló Choso al bebé y acercó su boca al vientre de su esposa para dar un pequeño beso, irradiando amor por cada poro —. Sabes, estamos armando el álbum de fotos familiar y guardamos un espacio para tu foto de recién nacido, de cualquier forma haremos otro que será exclusivamente tuyo. Seguro te gustará.
—Ayy, eres demasiado lindo —protestó Azumi conmocionada, arrastrando las palabras, enamorada de esa faceta de padre amoroso y protector de Choso.
—Ven aquí —apremió Choso tomando su rostro en sus manos y acariciándole las mejillas, Azumi sintió contra su piel el material pesado de la alianza de oro a juego con el propio alrededor del anular de Choso, marcando su unión en todos los sentidos. Él plantó entonces un beso, delicado pero profundo, en la boca de la mujer. El beso tenía un agradable sabor combinado con fresas y chocolate. Ellos se besaron durante un rato que pareció eterno; sus labios persiguieron con una agilidad adquirida a lo largo de los años juntos los contrarios, atrapando a los mismos en una rítmica danza que les hacía experimentar cantidades más hayá de lo imaginable de emociones placenteras, llenando sus almas con amor —. Te amo —dijo Choso en tono ronco dando final al gesto apabullante, compartiendo una sonrisilla con Azumi.
—Y yo te amo a ti —respondió la mujer empleando un tono de voz quebradizo debido al beso, el cual la dejó distraída por el resto de la hora.
Ellos terminaron el álbum familiar de encuadernado de cartón duro y unas finas costuras ese mismo día, y meses después dieron la bienvenida al bebé que con tanta paciencia esperaron a conocer. Esa noche Choso lloró con emoción junto a Azumi, atesorando inmensamente al nuevo y pequeño integrante de su familia. La tarde siguiente Yuji los visitó y también rompió en llanto al segundo que le entregaron a su sobrino en brazos.
Las dos últimas fotos que se agregaron al álbum fueron una donde se veía a la familia completa, Azumi, Choso, Yuji y el bebé en brazos de su madre en tanto sonreían felices en el cuarto de hospital asignado; la otra imágen mostraba solo al bebé vistiendo un traje enterizo de osito y recostado entre peluches de aspecto cálido en la cuna del dormitorio que acondicionaron para él en su casa con una sonrisita que derritió el corazón de sus padres al momento de capturar dicha escena. Las palabras escritas sobre esa página decían: "bienvenido a la familia, pequeño osito. Te amamos, mamá, papá y tu tío".
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