Capítulo 8: Colegio Saint Francisc
Miré a Lillie, confundido.
—¿Le ha pasado algo a tus padres? —pregunté.
—No es lo que ha pasado... sino lo que pasará. Y son mis padres los que lo han causado. Sam, me envían a otro colegio, y no te veré en... ¡Joder!, no te veré hasta Julio.
La miré a los ojos.
—¿Es un colegio con equitación, tiro con arco y encima al que supuestamente has pedido una bequa? -pregunté.
Si había sido así... no me quedarían dudas. Ese Charles habría dicho la verdad.
Lillie me miró como si le hubiera hechado un cubo de agua helada.
—¿Cómo lo sabes?
Sonreí.
—Intuición —dije encogiendome de hombros—. Me han dado la misma bequa.
Íbamos al mismo colegio.
O... ¿Más bien a un internado?
***
Íbamos en el coche de la familia Clintwood.
Mi madre trabajaba, y como el padre de Lillie aún seguía agradecido conmigo se ofreció a llevarme al supuesto colegio.
Además le venía de paso, Lillie iba también.
Yo estaba cada vez más preocupado.
¿Ese Charles era quien decía ser?
¿Había sido él el responsable de mi "bequa" y de la de Lillie?
¿Era posible que fuese un psicópata y nos estuviese llevando a su trampa?
—Bueno —dijo el padre de Lillie mirando por el espejo—, supongo que os lo pasaréis en grande. ¿No?
Lillie se atragantó con un zumo que se estaba tomando. No había desayunado nada, al igual que yo.
—¿Qué? —preguntó Lillie con una gota de zumo resbalandole por la mejilla.
—Os lo pasaréis en grande. Me he informado y hay muchas actividades que seguramente os gustarán, especialmente a ti Sam —dijo el padre de Lillie dirigiéndome una mirada fugaz.
—¿A mí?, ¿por qué a mí? —dije tensando los hombros.
—Pues porque hay cosas que tengo entendido que te gustan. Atletismo por ejemplo.
Relajé los hombros.
—Sí, si que me gusta el atletismo.
Miré por la ventanilla durante el resto del viaje.
Íbamos por unas carreteras bastante repletas de coches, tiempo después nos paramos en un cruce que separaba la carretera asfaltada y un camino de tierra.
—Emm... -musitó el padre de Lillie mientras miraba el GPS.
Saqué un mapa que me había traído junto con el folleto que me había dado mi madre. Recordaba ese momento a la perfección, había ocurrido esa misma mañana.
"Llévate el mapa, la tecnología no es fiable, hazme caso"
Sonreí y leí el mapa.
Estuve un rato escuchando los quejidos por parte del padre de Lillie hasta que encontré la dirección.
—Ésto no es posible... —susurré para mis adentros.
—¿Qué? —preguntó Lillie.
—Decía que esto no es posible. La dirección está en el medio del bosque señor.
El padre de Lillie se giró hacia mi.
—Sam, llámame Robert. ¿Me dejas ver ese mapa?
—Claro —dije dándole el mapa.
Robert estuvo un par de minutos mirando el GPS y el mapa entre murmullos y quejidos.
—Con razón no encontraba el lugar. No aparece en el GPS —dijo devolviendome el mapa.
Acto seguido el coche se introdució en el camino de tierra.
Iba a ser un camino movidito.
***
Era todo vegetación.
Nos habíamos internado ya unos... dos kilómetros en el bosque por senderos hechos por los coches que habían pasado a lo largo del tiempo.
Seguramente irían muchos alumnos a ese colegio.
Lillie estaba con el uniforme estándar de la escuela. Yo estaba también con otro uniforme, aunque el mio era un modelo distinto al de ella, no el estándar sino uno llamado... A-1, según mi madre.
—Mis ojos están aquí arriba vaquero -me dijo Lillie graciosamente.
Sin haberme dado cuenta, me había puesto a reflexionar mientras dejaba la vista puesta en... bueno, sus posaderas.
—¿Qué? —dijo Robert mirando a su hija.
—Nada, nada —dijo Lillie mientras me miraba maliciosamente.
Conocía esa mirada.
Desde que tenía memoria Lillie tergiversaba la verdad -básicamente mentía- de forma que me hacía parecer el culpable de cualquier cosa.
Eso si no le daba algo de "valor", en resumen, algo de comida, dinero, que la invitase a algo...
—Toma —le dije dándole una piruleta.
Tenía un arsenal de piruletas en el bolsillo por si llegaba a darse el caso, cosa que hacía que la mayoría estuvieran calientes y deformadas.
Lillie hizo una mueca de desaprobación y se la guardó en su mochila.
—Ya hemos llegado —dijo Robert entusiasmado.
Miré por la ventana delantera. Lo que ví me decepcionó un poco.
Un edificio de unos diez metros de altura se alzaba penosamente de entre unos setos muy mal cuidados. Las ventanas estaban bien en su gran mayoría, pero la pared estaba agrietada y llena de plantas trepadoras.
—Emm... parece la casa de la familia Adams —masculló Lillie.
—No te creas —dije tragando saliva—. Le falta el cementerio.
Salimos los tres del coche y andamos por el camino de grava hasta la entrada principal.
—¿Hola? —preguntó Robert asomándose por la entrada.
—¡Bienvenidos!
Robert se cayó hacia atrás por el grito, a lo que Lillie se empezó a reírse.
—Vaya, que mala pata la mía.
Miré a la persona que había dado el grito.
Era una mujer de unos setenta años, con unas gafas cuadradas, unidas por una cadenita y llenas de polvo. Estaba sujetando un pequeño cuaderno en el que ponía "Agenda".
—Hola, buenos días —dije dándole la mano.
—Vaya, que joven más educado. Hoy en día los jóvenes no son así de educados. ¿O es que estás fingiendo?
Tragué saliva.
—Tiene usted razón señorita, solo soy así de educado con las mujeres bellas...
Lillie me miró con una ceja interrogante mientras ayudaba a su padre a levantarse.
—Oh, en ese caso... —musitó la anciana—, bienvenidos al colegio Saint Francisc, uno de los colegios más prestigiosos y menos conocidos de éste país.
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