Capítulo 7: Sospechas y confusiones.
Habían pasado veinte segundos y el abrazo estaba durando demasiado.
Lillie aún me miraba asombrada.
—Gracias —dijo el padre de Lillie alejándose de mi—. Gracias por salvar a Lillie.
—No es nada, lo hice sin pensar, la ví ahí en el suelo y yo...
—Nada, nada, ya nos contarás como lo hiciste mientras cenamos, ¿vale? —me dijo dirigiéndome una sonrisa.
—Lo siento, tengo que avisar a mi madre de que estoy bien...
—No pasa nada —dijo agitando vagamente la mano—, la llamaré yo y le diré que estás bien y que te quedas a cenar. Anda, pasa y siéntate.
Asentí. Lillie me miraba con extrañeza y con sorpresa.
Entré y me senté en el sofá. El pijama de conejos estaba ahí, tirado encima de una lámpara. Al verlo Lillie lo agarró y lo lanzó a algún lugar del cuarto de baño.
—¿Se te olvidó recogerlo? —pregunté con una sonrisa pícara.
—Cállate.
—Hey, que has sido tu la que se ha puesto a acercárseme. Y tu padre te ha visto, por un momento temí que me diera un puñetazo, ¿sabes?
—Ya... mi héroe —dijo fingiendo que desfallecía.
—Ya... dejemos el tema. Tu hubieras hecho lo mismo por mi, ¿no?
—Bueno... ten en cuenta de que no pesas como yo, y no te podría coger en brazos...
—¿Me está usted llamando gordo? —dije fingiendo indignación.
Los dos estallamos en carcajadas.
***
Lillie estaba preciosa.
Se había recojido el pelo en una coleta con un adorno asiático, y llevaba un vestido demasiado elegante para la situación.
Yo sentía que destacaba horriblemente.
Llevaba puesta una sudadera de la franquicia de "Star Wars" con una chaqueta vaquera encima, y unos pantalones vaqueros que se habían roto por la zona de las rodillas.
Tragué un sorbo de agua y cogí delicadamente el cuchillo en la mano derecha. No me acordaba para nada de los modales que uno debía de tener en la mesa, aunque tenía algo claro.
No eructar.
No masticar con la boca abierta.
Y NO sorber la sopa.
Aunque en la cena no había sopa...
Partí el trozo de hígado con salsa pesto y me lo llevé a la boca, con cuidado de no hacer ruido al masticar.
Entonces me di cuenta de que nadie hacia el menor ruido. La situación era incómoda a más no poder.
—Bueno —dijo el padre de Lillie—, cuéntanos como salvaste a mi hija.
—Emm... —proferí—. Pues... ¿Por dónde empiezo?
—Por el principio, ¿no? —dijo Lillie mientras urgaba en su trozo de hígado.
Suspiré. Si lo que el doct... si lo que Charles había dicho era cierto... yo era un miembro de una nueva raza del ser humano... ¿Se lo podría contar a él, el padre de mi mejor amiga?
—Me estaba tomando un refresco en el porche de mi casa cuando un coche negro aparcó delante de mi casa, de él salieron unos hombres de traje negro. Entonces ví a Lillie en la puerta de su casa, fui hasta allí y... uno de esos hombres le disparó.
El padre se quedó en silencio.
—¿Tenían un logotipo dorado en un costado del traje? —preguntó mientras se rascaba la barbilla.
Asentí. Era un detalle en el que no me había fijado pero... que estaba muy claro.
Un momento, ¿Cómo sabía el eso?
—¿Cómo...?
—Habían varios de ellos en mi oficina. Encajan con la descripción, así que les voy a poner una demanda que se van a arrepentir de haberse metido con mi familia.
Lillie giró la cabeza hacia mi, aún con el trozo de hígado clavado en el tenedor.
—¿Y cómo llegué al hospital?
—Sí —dijo su padre—, ¿que pasó después?
Eso no me gustaba.
Había una actitud extraña en el padre de Lillie... casi parecida una curiosidad acosadora.
—Pues... cargé a Lillie y me fuí corriendo al hospital. Ahí se la llevaron y esperé en la sala de espera, más tarde fui al baño... y cuando salí Lillie estaba allí.
Él asintió lentamente.
—Te damos las gracias Samuel —dijo la madre de Lillie desde el otro lado de la mesa.
Hice una sonrisa con la comisura del labio y bebí agua.
***
Mi madre estaba demasiado rara.
Y me refiero a que sonreía demasiado.
Me hablaba de que íbamos a hacer un viaje. A una especie de... ¿colegio?
Yo creí que seguramente sería un internado.
—Es estupendo, tiene vistas a las montañas, tiene equitación, tiro con arco, lucha, atletismo, y lo mejor de todo es que es gratis. ¿No me ibas a comentar nada acerca de esa bequa que solicitaste? —dijo mi madre.
Me encogí de hombros. ¿Sería posible que ese Charles...?
No podía creerlo. Pensaba que todo lo que me había dicho eran desvaríos de un "viejo loco" pero ahora...
¿Sería ése el "sitio para personas especiales" que me había comentado?
—¡SAMMY!
Me giré hacia la puerta, fui y la abrí. Allí estaba Lillie, con los ojos desorbitados y el pelo rojo rizado cayéndole por todos lados.
—¿Si?
—¡Esto es horrible! —dijo entrando y sentándose en el sofá.
—Adelante —murmuré irónicamente.
—¡Esto es una catástrofe Sammy!
Heché un vistazo a la cocina. Allí estaba mi madre, mirando preocupada a Lillie.
—Ejem, Lillie... —susurré a su lado.
—¡¿Qué?!
—Será mejor que subamos a mi cuarto.
Lillie se ruborizó levemente. La miré extrañado.
—¿Para qué? —preguntó aún alterada.
Noté como me ponía más rojo que un tomate.
—Para HABLAR —susurré remarcando la última palabra.
Mi madre seguía observándonos, ahora con los ojos en blanco.
Lillie se levantó de un brinco y subió las escaleras de dos en dos.
—Sam, ¿qué acaba de pasar? —me preguntó el espectro de mi padre al lado de la televisión.
—SÓLO VOY A HABLAR, JODER.
Y creo que eso valió tanto para mi madre como para el espectro.
***
Cerré la puerta y puse el pestillo. No me apetecían más interrupciones.
—¿Hace falta que cierres la puerta?
—Si no lo hago me va a explotar alguna vena de la cabeza.
Lillie se cayó y miró al suelo.
—Bueno...
—¿Y por qué se supone que corrías? —pregunté echándome algo de agua de una botella de agua que tenía encima del escritorio. Hacía tanto calor ahí dentro que hubiera jurado que era el infierno.
Lillie me miró de una manera muy extraña.
Chasqueé los dedos.
—¿Qué?
—¿Porqué corrías tanto?
Lillie pestañeó varias veces. De repente se agitó y me miró.
—Mis padres Sam, mis padres son lo que pasa.
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