Capítulo 5: Neo Sapiens.
Eso era imposible.
Lillie estaba, como mínimo, a unos cien metros desde donde había empezado la carrera. Y habían pasado solo unas milésimas de segundo.
Los hombres de negro me miraban estupefactos, se susurraban cosas agitadamente mientras me lanzaban miradas nerviosas.
—¿Quiénes son esos? —preguntó Lillie.
—No lo sé Lillie, no lo sé. Han aparcado delante de mi casa.
—¿Crees que son... secuestradores? Por la ropa y eso.
Miré a los hombres y ví como metían la mano en su chaqueta negra. Un instante después ví las pistolas.
—¡Lillie! —grité al verla desplomarse.
Miré a los hombres y ví como de uno de los cañones de pistola salía humo.
Salí corriendo hacia ellos.
***
No sé qué pasó.
Llegué hasta donde estaban sin que hubieran movido un músculo, y le dí un golpe a uno.
Un segundo después salió disparado hacia atrás.
Miré horrorizado mi mano. Ellos hicieron lo mismo.
—¡Atrapadlo! —gritó el hombre al que había golpeado—. ¡Atrapad a ese Neo Sapiens!
Le miré estupefacto. ¿Qué me había llamado?
Ví a Lillie moverse en el suelo, a lo lejos.
Me giré a tiempo de ver a un hombre flacucho, dándome un puñetazo.
Salí impulsado dos metros, aterrizando encima de una tumba de cartón piedra que había en un porche.
Estaba cabreado. Esas personas habían disparado a Lillie y encima me habían propinado un puñetazo en el medio de la cara.
Salí corriendo hacia el hombre flacucho y le dí un placaje en el estómago.
Segundos después lo vi salir volando hacia la copa de un árbol. ¿Se suponía que tenía tanta fuerza?
El resto de los hombres me miraron temerosos. El hombre que había disparado a Lillie se había levantado y me apuntaba ahora a mí.
Me tumbé en el suelo justo cuando oí el disparo.
Al no notar nada, me levanté y ví una cosa que me pareció completamente ilógica.
La bala estaba flotando delante del cañón de la pistola.
No me dí más tiempo para pensar en eso. Miré a Lillie de reojo, tumbada en medio de la calle.
Rápidamente la cogí y la llevé corriendo al hospital. No tardaría mucho, estaba a unas tres manzanas.
Llegué fatigado y grité en la puerta de urgencias.
De inmediato dos enfermeros salieron a ver qué pasaba.
Lo último que ví fué cómo se llevaban a Lillie en una camilla.
Y después todo se fundió a negro.
***
Abrí los ojos.
Estaba en una camilla, pero no en una habitación de hospital.
Estaba en una habitación iluminada por varios focos, a mí derecha estaba aquél doctor que me había... bueno, que me había dicho las consecuencias del rayo.
—Por fin te despiertas Sam —dijo al verme.
—¿Qué..?
—No te muevas. Tenías las rodillas destrozadas así que te hemos operado.
Ahora podrás correr a más velocidad que un Jet de combate.
—Disculpe, solo tengo un leve dolor de rodillas. Nada más —dije aturdido. Me habían puesto anestesia.
El doctor me miró y frunció el ceño.
—Sam, sabes lo que te ha pasado. ¿Verdad?
Asentí.
—Un rayo me alcanzó y cambió mi química cerebral. Pero estoy bien.
—Sam —dijo sentándose—, estás más que bien. Tus células cerebrales han mutado, junto con todo tu cuerpo a una velocidad increíble. En todos los casos el cuerpo del Neo Sapiens tarda semanas en mutar completamente pero tu... con un par de horas ha sido suficiente.
Me senté.
—Disculpe, habían unos hombres que me habían llamo igual, ¿podría decirme que... —entonces la imagen de Lillie cruzó su cerebro—. Espere, una chica venía conmigo. ¿Está...
—¿Bien? —completó el doctor—. Herida de bala en el hombro izquierdo. Está bien. Y volviendo a lo del Neo Sapiens... Sam, no sé si lo entenderás. Te pondré un ejemplo: Sabes quiénes eran el Homo erectus y el Homo habilis, ¿verdad?
Asentí.
Me sentía mejor por Lillie, las sensaciones que experimenté cuando de desplomó al suelo, como si fuera un saco de carne sin vida... fueron horribles.
—Entonces sabrás que desaparecieron cuando apareció una mutación genética que más tarde se llamó Homo Sapiens. ¿Verdad?
Asentí.
—Pues esto es lo mismo. Han pasado casi tres mil años desde que ésta especie ha aparecido, ¿no crees que es hora de que evolucione? Aquí estas tu, Sam. Evolucionado artificialmente, pero evolucionado al fin y al cabo.
Puse los ojos en blanco.
—Ésto es un sueño —dije frotándome los ojos.
—No Sam. No lo es. ¿Por qué crees que esos hombres de traje iban a por ti?, ¡pues porque, como crezcas y te reproduzcas, el Homo Sapiens dejará de existir! Créeme, sé de lo que hablo.
Miré consternado al doctor.
—¿Ésto es una broma?
El doctor gruñó y sacó un disco CD.
—Ésta es una grabación casera que hice al hospitalizarte. Quiero que la mires con mucha atención.
—¿Me grabó?, ¿eso no es ilegal?
—Ésa no es la peor ley que he infringido.
Puso el CD en un reproductor que tenía allí y me lo enseñó.
Estaba yo en la camilla del hospital, despierto y hablando con Lillie. Al rato entró el doctor y se puso a hablar conmigo.
—¿Y esto que tiene de especial?
—Tú mira.
Después de un rato de conversación me giré hacia Lillie.
Un instante después se vió un borrón y me ví con un vaso de agua en la mano.
—¿Lo ves? —dijo el doctor.
—¿El qué?, no se veía nada.
—El borrón joder. El borrón.
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