Capítulo 17: Adiós.
Solo... recordaba estar en calma. En completa calma.
No había gravedad, por lo que flotaba apaciblemente mientras oía ruidos de explosiones a lo lejos.
Y luego... me dormí en aquella dulce relajación, me dejé llevar por lo que parecía ser una corriente de aire...
Y, justo antes de desvanecerse todo, ví la figura de un animal que conocía encima mía, dirigiéndose hacia mí.
Lo más raro de todo... era que no tenía cola.
***
—¡S...!, ¡S...m! —oí en la lejanía.
—E...tá m...to —oí en otro lado.
—¡No pu...de s...r!, ¡S...m!, ¡Sammy!
Sammy.
Aquella palabra retumbaba en mi cabeza. Me era muy familiar.
¿Pero quién era ese Sammy?, no lo sabía... y por más vueltas que le daba menos se esclarecía el asunto.
Al final decidí dejarlo estar... y dormir un poco más. Sólo un poco más. El cuerpo me lo pedía a gritos.
No sabía que había hecho, pero estaba fatigado, agotado, y dolorido a más no poder, además de sediento.
—Agua... —susurré en voz baja. La simple idea de beber agua en ese momento... era demasiado placentera.
Al instante noté un gran frío y calor al mismo tiempo en el pecho, por lo que me levanté brincando y gritando.
A mi derecha estaba Daito, con un desfibrilador echando chispas, delante mía estaba Beatrice, con la cara en una mueca antinatural en ella, una de felicidad.
Y a mi izquierda... estaba una chica hermosísima, con un pelo color cobrizo que le daba un aspecto vivo y alegre, y con los ojos del mismo color.
Habían dos opciones; que hubiera... ingerido alguna sustancia extraña, o...
Que hubiera llorado.
Esas palabras me despertaban más incomodidad. Sabía que las conocía, las recordaba de algo, pero no sabía de que... maldita sea, odiaba no recordar las cosas.
—Por dios bendito... —masculló Daito mientras apartaba el aparato. Lo que había sentido... seguramente lo habría hecho ese maldito instrumento.
—Hola Sam —dijo Beatrice acercándose más a mí.
La sola idea... me daba arcadas. Era una chica muy guapa y tal... pero...
Sabía que ella no me gustaba, sino otra.
La chica del pelo cobrizo se abalanzó sobre mi y me dió un beso en la mejilla.
Ahí estaba la sensación de no-recordar de nuevo.
Me aparté de un brinco y caí al suelo, justo al lado de Daito. ¿Por qué esa niña de repente me había dado un beso?, ¿es que ahora yo era un imán de besos?
Noté algo debajo de mis posaderas y lo saqué.
Una pequeña piruleta, maloliente, aplastada, y de color rojo salió, junto con aquella maldita sensación otra vez.
—Se ha dado un buen golpe en la cabeza... dejadlo estar —oí que decía Charles (¡Charles!, ¿pero donde estaba?).
—¿Que me dejen estar?, ¿qué significa eso Charles? —le pregunté intentando levantarme.
Al ponerme de pie, las dos chicas enrojecieron y miraron a otro lado.
—Antes de nada, ponte al menos la ropa interior —exclamó Charles dándome un calzoncillo con un estampado de BatMan.
Alzé una ceja, confundido. ¿Ropa interior?, ¿a qué diablos se refería?
Miré a Daito y él, con una cara de vergüenza, me señaló la cintura.
Miré hacia abajo y...
—¡Ayayay! —grité mientras agarraba el calzoncillo y me lo ponía a toda prisa.
Estaba... como dios me trajo al mundo.
—Y que lo digas —dijo Daito mientras me daba una palmada en la espalda—. No ha sido agradable cargarte a cuestas desnudo por media Nueva York. Me debes una.
¿De qué estaba hablando?, ¿Nueva York?
Entonces lo recordé. Sucedió como si, de repente, se rompiese una presa que almacenaba agua y después el agua inundase algún pueblo.
La tormenta. El padre de Lillie. Lillie...
Un momento.
Había saltado, eso lo sabía...
¿Pero cómo había llegado hasta allí sin haberme hecho papilla?
—¿Estoy muerto?, ay por dios estoy muerto y vosotros también porque no disipé La tormenta...
Lillie (por fin, recordaba quien era), me miró sorprendida.
—Pues claro que no Sam, menudas ideas que tienes —dijo Charles—. ¿Alguien hace los honores?
—Yo mismo —dijo Daito—. Después de... un percance que hubo, me fui del edificio y me senté a tomarme un té helado en una tienda. Al cabo del rato, oí una explosión y ví a Sam caer desde el medio del humo hasta el estanque que había en el parque de enfrente. No me preocupé por el y seguí tomando mi té hasta que ví que no salías, por lo que fui allí. Lamentablemente, los médios de comunicación habían llegado antes, así que no pude entrar con mi forma humana...
—No me gusta como suena eso —dije.
—Bueno, el fin justifica los medios, ¿no? —dijo Daito encogiendose de hombros—. Me convertí en el zorro gigante y me lancé de cabeza al lago. ¿Es que no sabes nadar o qué?
Negué con la cabeza y me senté en el suelo. Nunca había tenido la oportunidad de aprender.
Lillie se agachó junto a mí y se sentó en el frio suelo.
—Sé lo de mi padre y... lo de lo tuyo con Beatrice —dijo apoyando su cabeza en mi hombro.
Ay por dios. Sabía que le había dado una paliza a su padre y encima sabía que... ¿Beatrice me había besado?
—En primer lugar... —dije mirándole a los ojos— ...no tengo nada con Beatrice. Ella me besó sin previo aviso pero ya está...
—¿¡Que hiciste qué!? —chilló Charles dirigiéndose a Beatrice.
—En segundo lugar, tu padre...
—Lo sé Sam. Era uno de esos hombres de negro, te atacó y tu le distes una paliza. Me lo ha contado Beatrice.
La miré sorprendido. ¿Beatrice lo había visto desde donde? A lo mejor había subido después de desactivar las cámaras...
—¿Y no te importa?
—¡Qué me va a importar!, nunca estaba en casa, y engañaba a mi madre todo el rato. Por mi que se pudra.
Sonreí y miré al techo. Las baldosas de yeso estaban repletas de agujeros.
—¿Y entonces... he salvado al planeta? —dije mirando a Charles.
—Se podría decir así —dijo mientras miraba enfadado a Beatrice. ¿Qué obsesión tenía con esa chica?
—Papá, yo... lo del beso... —decia Beatriz mientras intentaba que... ¿Charles?, no le castigara.
—Ya es muy tarde para eso señorita. Luego hablaremos acerca de... "besar" a los chicos.
Sonreí ante el panorama y le dí un beso en la mejilla a Lillie.
Al instante ella me miró con su característica ceja interrogante.
—¿Qué ha sido eso? —dijo mientras me daba un golpe suave en el hombro.
—Una invitación, a una cita doble.
—¿Cita doble?
—Pues si, cita doble, he estado a punto de morir, ¿sabes? Además iremos tu, yo, Beatrice y Daito —dije con una sonrisa mientras le daba otro golpe a Daito en el hombro.
Daito me sonrió y me devolvió el gesto. Definitivamente me había perdonado, y por lo que recordaba... él me había salvado de morir ahogado.
Nota mental: Aprender a nadar.
—Aquí nadie va a ir a nada hasta que yo... —exclamaba Charles al aire.
—¡Venga ya! —grité yo mientras movía las manos exageradamente—. ¡Acabo de salvar al mundo, dame un descanso!
Charles gruñó.
—Vuelve antes de las doce Bea, recuerdalo —dijo Charles mascullando entre dientes.
Beatrice me dirigió una sonrisa y miró al coreano que la esperaba.
—¿Por qué no?, será divertido —dijo mientras le agarraba del brazo.
Lillie me tocó la mano.
—¿Hmm?
—¿Adonde vamos?
—Pues... —dije—, tenia pensado ir al cine. A ver Hulk o alguna película de Indiana Jones...
—Tienes muy mal gusto para las películas —dijo Lillie mientras me alcanzaba el pantalón vaquero.
—Lo sé —dije sonriendo.
Lillie me devolvió la sonrisa. Estaba resplandeciente.
—Anda, vámonos BatMan.
***
Caminamos por las calles nocturnas de Nueva York.
Se ve que me habían llevado a un trastero o algo así cerca de el edificio de donde había saltado, porque estábamos demasiado cerca de aquel hotel de mala muerte en el que nos habíamos hospedado.
La calle estaba abarrotada de periodistas y cadenas de televisión que grababan cada detalle de lo que había sucedido allí. Un agujero enorme en un edificio Gourmet... llamaba bastante la atención. Y la verdad era que no entendía como había aparecido eso en aquel lugar.
Afortunadamente no había habido heridos. Menos mal que evacuamos el edificio...
Pero aún había una pregunta que me atormentaba... ¿Por qué Robert me había hecho perder el tiempo?, ¿no le había dicho a aquellos hombres que tenían que esperar a que disipara La tormenta antes de matarme?, ¿es que quería morir o algo así?
Sacudí la cabeza y miré a Lillie, que me agarraba con fuerza del brazo. Daito y Beatrice estaban a nuestro lado, charlando y disculpandose por cosas que dijeron o hicieron.
Y la verdad era que si que les hacía falta.
Sonreí y me peiné el pelo corto. Hacía demasiado tiempo que ni me lo peinaba ni me lo cortaba así que... tenía mi pelo castaño-rubio bastante despeinado.
Y sin darme cuenta acabábamos de llegar a la puerta del cine.
—Pues yo quiero ver... —dijo Lillie mientras repasaba las películas— ...¡Anda!, esa película llamada Transformers parece muy buena. ¿Entramos?
Asentí, me reí interiormente (había descartado que le puediese gustar) y me dirigí a las taquillas. La cajera nos atendió y me dió los papelitos que nos permitían entrar a la sala del cine.
Claramente compré palomitas. ¿Qué cita en el cine sería si no le doy palomitas a mi acompañante?
Me senté en la butaca junto a la de Lillie. Beatrice y Daito estaban sentados a mi izquierda.
No voy a mentir, estuvo bien. El argumento, los efectos especiales, incluso aquel robot que no hablaba tenía su encanto... y a mí, no se por qué, me gustó tanto que al acabar el filme me puse a dar voces preguntando a ver cuando harían la siguiente película.
La pelicula acabó, salimos de la sala del cine y fuí al baño. Había bebido mucho refresco y tenia que "evacuar pasajeros" urgentemente.
Había "acabado" ya y me estaba lavando las manos cuando el espectro de mi padre apareció a mi lado, sobresaltándome y haciendo que manchase el espejo de jabón.
—¿Pero qué...? —dije en voz alta.
—Sam, ésto es urgente, muy urgente. Tienes que ir al hospital ahora mismo —exclamó preocupado.
Lo miré a la cara y lo ignoré, como siempre hacia. Además, ¿quien le haría caso al producto de la imaginación de un esquizofrénico?
Nadie.
—Sam, ésto es importante. Tienes que ir al hospital, AHORA —gritó el espectro de mi padre desde el baño.
Lo ignoré... otra vez.
Fuimos con Beatriz y Daito a cenar algo, y, dado que no tenía mucho dinero, fuimos a un restaurante de comida rápida.
Lillie me pilló varias veces con la intención de quitarle una patata frita.
Cómo nos reímos.
Al acabar de cenar nos fuimos al trastero a pasar la noche. Estábamos agotados, y más yo. Había dormido un poco después de caer al estanque pero... joder, aún me dolían increiblemente las rodillas.
Íbamos por la calle, yo, abrazado a mi ex mejor amiga (y puede que otra cosa) y Daito riendo con Beatriz, cuando de repente mi teléfono sonó.
Era mi madre. Seguramente estaba preocupada, una madre sobreprotectora que no sabía nada de su hijo en una semana... estaría muy nerviosa.
Lo desplegué y respondí con el típico: "¿Hola?".
—Disculpa, ¿conoces a la persona propietaria de éste teléfono? —preguntó una voz masculina desde el otro lado del teléfono.
—Sí... soy su hijo, Sam. ¿Ha pasado algo?
Silencio.
—¿Oiga? —insistí preocupado.
Lillie me miró aún más preocupada.
—Disculpa, ¿Sam? —dijo la voz.
—Sí, ese soy yo.
—Sam, lamento tener que comunicarte que han asesinado a tu madre.
Y así, con un último capítulo de 2000 palabras, acaba "Elektros".
Gracias por leerlo.
Y dad por sentado que habrá una secuela, mucho mejor escrita y redactada, con más giros de los acontecimientos, y con más Neo Sapiens.
Y puede que salga Robert. ;)
Muchísimas, pero muchísimas gracias por leerlo.
Hasta pronto.
~ Aarón. (El escritor)
;)
26\7\2018 ---> LA CONTINUACIÓN DEL LIBRO YA ESTÁ EN PROCESO, HASTA HAY UN CAPITULO YA PUBLICADO.
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