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Capítulo 13: Traición.

Entré en una hamburguesería y compré tres hamburguesas grandes con queso. Refresco incluido.

Durante todo el rato había estado pensando en lo de Robert. Cómo me había traicionado así... ¿habría sido él el que había mandado a los hombres que hirieron a Lillie?

Suspiré y saqué mi teléfono.
Dos mensajes de texto de Beatrice me preguntaban donde estaba y qué hacía.

Los ignoré y me dirigí al hotel.

***

Sesenta horas antes de la llegada de La tormenta.

Abrí la puerta de la habitación.

No sabía el aspecto que tenía, pero confirmé que era bastante malo al ver las caras de Daito y de Beatrice.

-¿Dónde estabas, por qué no has contestado a mis mensajes? -preguntó Beatrice desde el sofá.

Saqué una hamburguesa de la bolsa. La sola idea de lanzarle la hamburguesa a la cabeza era muy atractiva...

Pero no. Yo no era así.

Le dí la hamburguesa amablemente y le dí otra a Daito.

-Tío, estás pálido. ¿Has visto a un fantasma?

Asentí con la cabeza. No me apetecía hablar para nada.

Cogí mi hamburguesa y me la comí en tres bocados.

Entonces mi teléfono vibró.

Dlespegué el teléfono y lo miré. Era un mensaje de texto de Lillie, me preguntaba como me iba en la excursión, y si me lo pasaba bien.

Me sentí aún más dolido. Sabía que Lillie no tenia nada que ver con lo sucedido con su padre pero... aun así, notaba como si me hubiera traicionado después de tantos años de buena amistad.

Le respondí con un simple "estoy bien" y apagué el teléfono.

Después me eché en la única cama libre sin pensar en los gritos de Beatrice y me introducí en el mundo de Morfeo, el dios del sueño.

***

Cincuenta y tres horas antes de la llegada de La tormenta.

Me desperté con Lillie mirándome con compasión y ternura.

-Lillie... -susurré.

-¿Qué? -dijo Lillie desvaneciendose-. Mi nombre es Beatrice, no Lillie. ¿Tienes amnesia?

Parpadeé un par de veces y me concentré en su cara. Era verdad, ella era Beatrice y no Lillie.

-Nada, nada... -dije levemente.

Beatrice me miró otra vez y me dirigió otra mirada con ternura.

-Gracias por la hamburguesa. Ah, y por cierto, hablas en sueños, Robert.

Me quedé pálido. ¿Qué habría dicho?

-Eso es cierto Sam. Hablas demasiado en sueños -dijo el espectro de mi padre desde mi cama.

Suspiré.

-Has dormido siete horas tío. Estarás descansado, ¿no? -me preguntó Daito.

Me levanté de la cama y estiré los brazos. Los tenía entumecidos y adormecidos.

-No tengo ganas de hablar -dije sacando mi teléfono móvil.

Lo encendí. No tenía reloj, así que era la única forma de saber la hora.

Daito me miró con el entrecejo fruncido. Seguramente sabía que me pasaba algo.

Gruñí. El recuerdo de Robert... me rondaba por la cabeza sin descanso. Lo intentaba apartar, pero simplemente no podía.

-Oye chico prodigio, ¿te pasa alg...?

-¡Ya basta! -grité mientras apretaba los puños.

Beatrice me miró sorprendida.

De repente, noté un cosquilleo en mi mano derecha.

Sin haberme dado cuenta, había arrancado un trozo de mármol de la pared, y ahora diversos trozos de esa piedra magmática me recorrían el brazo hasta llegar al hombro derecho, donde estaban... ¿envolviendomelo?

Un segundo después las piedras desaparecieron.

-Tío. Eso ha sido... -musitó Daito.

-¿Extraño?, ¿terrorífico? -dije impactado.

-Increíble. Por si no te has dado cuenta, eso no es nada normal. Ahora dinos qué demonios ha pasado para que te hayas puesto así -dijo Beatrice de un tirón.

-Una traición -dije masticando las palabras-. Una traición de alguien que...

Tragué saliva y apreté la mandíbula.
Cerré los ojos, pensando en Robert.

Esperaba que Lillie me perdonase...

... porque si ese hombre me volvía a tocar el pelo a mí o a ella...

... lo mataría.

***

Tres horas para la llegada de La tormenta.

Maravillosamente, el trabajar sin descanso y el mantener la cabeza ocupada hacia que pensase menos en Robert.
Y que pensase más en Lillie.

Las horas me parecían años enteros cuando tenia un descanso, mientras que me parecían minutos cuando trabajaba.

En uno de mis descansos (que duraban cinco o diez minutos) pensé en una cosa muy graciosa que hizo que me riera bastante.

No era normal que un par de adolescentes estuvieran en un hotel insalubre, repasando un plan para entrar en un edificio de Nueva York para poder salvar a la vida en general.

Y encima esos adolescentes tenían algo llamado facultades que, básicamente, eran unos superpoderes que parecían sacados de una película barata.

Suspiré.

Hacía solamente una semana no sabía nada de esos "Neo Sapiens" y de todo lo que conllevaban, y ahora...

Joder.

Aún me costaba entender todo.

La maldita esquizofrenia... esa maldita esquizofrenia era la causante de todo, hacia que las cosas resultarán confusas... y muy caóticas.

Mi médico me había dicho hacia un par de años que tenía una enfermedad muy mala. Una enfermedad que iba a ser muy mala...

Pero que aprendería a controlar.

Tiempo después supe que era la esquizofrenia. Aunque me afectaba en un grado muy bajo.

Suspiré otra vez y me coloqué la chaqueta vaquera.

-Vamos -dije con la voz ronca-. Tenemos que evacuar un edificio.















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