Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I. 𝕻𝖗𝖊𝖒𝖎𝖔 𝖉𝖊 𝖈𝖔𝖓𝖘𝖔𝖑𝖆𝖈𝖎ó𝖓

○●○❦●○●

La guerra finalmente ha cesado en Ryunale. Por tendidas décadas miles de soldados, recursos y ciudadanos que han sufrido los percances de las hostilidades de la República Comunal de Otaria hacía nuestra querido país se han terminado.

Debió ser una fortuna que los otarianos no fueran lo suficientemente inteligentes para aliarse con sus tierras vecinas la República de Feralia. Una oportunidad que sabiamente fue aprovechado por mi padre, el rey Rui Trémulo Scarasi, aunque toda victoria tiene un pago y ese ha sido mi hermana Lucinda. Ella es la segunda en la línea sucesora de los bastagos de mi padre, ya que mi hermana Arabella es la primogénita y futura reinante de éste país, dejando que Lu fuera la siguiente en ofrecer a los extranjeros para que contrajera matrimonio con su príncipe heredero, Dimitry Le Covanov.

—Dicen que jamás sonrie —habla Lucinda recostada sobre mi cama, jugando con el listón de su camisón.

—Jamás es una palabra muy drástica —defiendo.

—Que ha entrenado con todo tipo de armas desde los seis años y que podría rebanar tu cuello sin que te des cuenta.

—Pero me gusta mi cuello —lo toco por institnto, observándome desde el espejo del tocador.

—He escuchado que puede sanar con una velocidad casi inhumana.

—¿Ese casi significa que todavía podría derribarlo mientras tú huyes de la ceremonia, cierto?

Lucinda sonríe.

—Voy a extrañar tus ocurrencias, Emmi.

Su cuerpo se eleva de la cama para mirarme a través de mi reflejo. Le devuelvo el gesto y corro hacía ella, dejándome caer sin gracia alguna a su lado para abrazarla.

Es dos años mayor que yo y pesé que siempre me pareció la más cuerda y razonable de mis 4 hermanos, veo duda y temor en su rostro por aquella unión. No es un misterio que aquel príncipe es mortífero.

—Tal vez pueda permanecer una temporada en Feralia después de la ceremonia ¿no lo crees? Escuché que posee bellas vistas que podría pintar, y con bellas vistas me refiero a los caballeros nobles de su corte, por supuesto.

Le guiño el ojo y mi hermana sonríe, aunque está vez solo por cortesía.

—Sí, tal vez puedas quedarte una muy larga temporada allá.

Lu acaricia mi mejilla y se marcha de mi alcoba para ir a dormir, pues mañana por la tarde la unión será anunciada oficialmente para nuestro pueblo.

Al día siguiente, soy la segunda en unirme al basto desayunador. Por lo general, siempre soy la última debido a mi incapacidad de despertar temprano, pero en esta ocasión solo Iria, mi hermana menor, yace presente.

—¿Dónde están todos? Es que me he caído de la cama antes de lo pensado o existe algo que nosotras no sabemos.

—Contemplando la hora, definitivamente es lo segundo, Emm.

Iria ofrece una mordida a su pan con mermelada de moras, mientras tomo asiento a su lado con lentitud, ya que en efecto, es demasiado tarde para solo permanecer nosotras dos en el comedor. De inmediato mi hermana me ofrece una rebanada de pan para que le unte fruta por igual. Posee tan solo catorce años, pero no cabe duda que la forma glacial en la que muerde su almuerzo es mucho más excelso que el mío.

—¿Qué? ¿Solo ustedes? ¿Dónde están los adultos en esta sala?

La entrada muestra a Jerico, mi tercer y único hermano. Él es mellizo de Lucinda y ambos son tan semejantes físicamente como pueden serlo con aquel castaño y ondulado cabello que todos nosotros a excepción de Arabella que es rizado, poseemos.

—¿Has visto a Lu? —le pregunto a Jerico.

—Por suerte no, ayer tenía un humor insufrible. Me sorprende que no yazcas bajo sus faldas como acostumbras.

De pronto, la discusión que tenía planeado con mi hermano no sucede, pues las voces de mis padres surgen.

—¡¿Cómo que no saben dónde está tu hija?! —exclama mi padre.

—¡No lo saben! Tanto mis damas como escoltas no la han vislumbrado en el castillo desde que partió a dormir anoche.

Iria y yo nos observamos.

—¿Sucede algo, padres? —pregunta Jerico.

—Tu hermana Lucinda no aparece —la ansiedad de mi madre es palpable. Suelto mi almuerzo de los dedos.

—Pero ¿cómo puede hacernos esto? —mi padre expresa furioso—. Fui muy claro con ella y sabe las responsabilidades que tiene con ésta nación. Te lo dije Margaret, debiste vigilar a esa niña, pero...

—No encoleres, Rui. Tal vez solo fue a tomar aire en los jardines, sabes que eso la relaja ¿no es cierto, niñas?

Iria y yo asentamos ante la mirada de mi madre que conoce bien la hermandad que comparto con Lu, al tiempo que me angustia su desaparición.

—Yo sé a dónde le gusta ir, tal vez pueda ir a buscarla —me ofrezco.

—No, los Feralios no demorarán en arribar al castillo y la celebración pronto dará inicio —ordena mi padre, así como sus ojos se desvían un tanto en mí—. Vayan a enlistarse. Su almuerzo se servirá en sus aposentos hoy.

Ninguno le protesta a su rey y nos retiramos del comedor a nuestras alcobas. Bastan de tres horas para observar el carruaje del rey extranjero adentrarse en la glorieta del castillo. Un séquito de escolta le precede, aunque no consigo ver la bienvenida que mi padre le otorga, ya que la vista no es tan generosa como hubiera querido desde mi balcón.

—Lamento importunarla princesa, pero Su Majestad requiere de su presencia ahora —exclama mi doncella Talhia tras el mensaje del mozo de mi padre en la puerta.

—¿Mia?

Ella asiente y mis nervios aumentan.

"Estoy en problemas"

Me aventuro a deducir con prontitud y es que han sido incontables las veces que Lu y yo nos hemos solapado nuestras ausencias y huidas, sin embargo, en esta ocasión no poseo idea alguna del paradero de mi hermana por más interrogatorio que se disponga a ejecutar.

—Solicitó de mi presencia... mi rey.

Emito aquella última palabra después de que las puertas de la sala privada de mi padre revelara que no estaremos solos en la habitación, pues el monarca de la República de Feralia y su concejal se encuentran al pie de la sala junto a la chimenea con él.

Me inclino de inmediato como señal de respeto a los invitados, consiguiendo que emitan el mismo gesto.

—Un placer conocerla al fin, princesa Lucinda.

No soy capaz de contradecir al rey extrajero. Mucho menos cuando se ha dignado a hablar nuestra lengua y no la suya para comunicarse.

—Temo que ella no es Lucinda, sino mi tercera hija, Emmelina Scarasi Duggër —interpone mi padre.

El hombre parece confundido por la presentación, ya que estaba más que claro que esperaba vislumbrar a mi hermana y no a mí.

—No comprendo, Monarca Trémulo.

"Bueno, ya somos dos"

—He de ser breve en esto y es que mi hija Lucinda ha solicitado declinar de todo favor concedido por la corona. Eso incluye por supuesto, cualquier beneficio y tierras pertenecientes que serán abonados a su hermana en sucesión y presente con nosotros, junto con los que ya se le ha heredado, por supuesto.

Me señala con la mirada y solo puedo pensar que eso es una reverenda mentira. Lucinda jamás habría declinado. No cuando la noche anterior se despedía de mí por el matrimonio que pronto contraría con el príncipe Dimitry. Mi padre mentía, pero ¿por qué?

—¿Declinar? —una cuarta voz emerge detrás de nosotros en Dagleshn, el idioma natal de los feralios. El sarcasmo es palpable, así como la sonrisa del caballero que nos acompaña—. Supongo que la fama de mi primo le precede hasta estos lares.

—Sebastian, compórtate. Ten respeto ante el Monarca Scarasi.

—Por supuesto, tío. Pido disculpas, rey de Ryunale —el sobrino del regente espeta en nuestra lengua de una forma trabajosa, tras no poder pronunciar adecuadamente la "r".

El pariente del rey Iralio apenas y le teme a su tío. Se encuentra sentado en uno de los sillones con una pose plácida, dando un sorbo a su trago sin respeto alguno. Ambos nos miramos por un par de segundos. Es por mucho diez años mayor que yo, pero sus angulosos rasgos y bello rostro no pasan desapercibidos a mi vista, así como su atrevimiento de guiñarme el ojo. Resoplo y vuelvo a la conversación antes de que note mi sonrojo por ello, pues sin duda alguna es atractivo.

—Es mi deseo que sepas que nuestra alianza no ha cambiado en absoluto, Iralio. Los términos siguen siendo exactamente los mismos e incluso compensatorios por el agravio.

Aquello último parece causar una breve sonrisa al rey extrajero, seguido de llevar nuevamente su mirada hacía mí.

—¿Tu hija habla otros idiomas?

—Cuatro.

—¿Incluye el nuestro?

—Por supuesto.

—¿Ha llevado algún entrenamiento de armas?

—No técnicamente.

—Pero ¿es un buen jinete?

—La mejor.

¿Por qué osaban hablar de mí como si no estuviera presente?

—Mi querida Federación aceptó que la princesa Lucinda fuera la futura esposa de mi hijo, considerando que sus leyes admiten que el primogénito pueda ser una dama, pero tal vez debiste mencionar tras mi arribo que tu segunda hija claudico del compromiso y nos has dado a la tercera cual premio de consolación.

¿Premio de consolación?

—Aunque he de suponer que mi hijo encontrará tolerable tal cambio si es que se compensa por ello en el contrato tal como lo haz mencionado. Consejal Frensuan —el hombre a su servicio de inmediato concede un paso hacia su rey—, haga el favor de colocar los pertinentes ajustes para proceder con esta nueva sociedad antes de que ceda la firma frente a la corte del rey Scarasi, teniendo en el acta como mi futura nuera y futura reina de la República de Feralia a la princesa Emmelina Diann Sacarasi Duggër.

Siento mi alma caer dentro de un profundo y total vacío, tras escucharlo.

¿Yo, casarme?

Debía ser un error. Debía serlo porque yo no podía contraer matrimonio con aquel príncipe, pues era Lucinda quien se había comprometido a él, quien tenía aquel deber con nuestra y su nación, pero mi hermana... Lu no estaba. Ella había desaparecido.

—Padre.

Le suplico apenas con un resoplo de mi voz y mano en el estómago para evitar colapsar, aunque apenas y lo toma en cuenta, pues ni siquiera se atreve a mirarme después de haberme ofrecido a otro reino.

—Guardia Sontra —llama mi padre—. Escolte a mi hija hasta el salón donde la celebración del anuncio de su matrimonio con el heredero de Feralia cederá.

Su mano se extiende a la puerta para que me marche, pues he terminado de ser aceptada en esta transacción. Me lleva segundos reaccionar y tomar mi falda para avanzar y alejarme, aunque comprendo que no tengo voz en esta sala, por lo que termino por hacer lo que me pide cual súbdita que se debe a su rey.

Antes de poner completamente los pies fuera de la sala, el sobrino del rey Le Covanov me otorga una mirada resuelta que se cruza con la mía. Toca apenas la orilla del vaso de su trago, extendiendome una muy extensa sonrisa.

—Bienvenida a la familia, princesa Emmelina.

○●○❦●○●

Próximo capítulo:
LA CARTA

Gracias por pertenecer a
❦𝕰𝖑𝖊𝖌𝖎𝖉𝖔𝖘❦

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro