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Capítulo 9.

Phoebe. 


—¡Alteza! —La reina madre se puso de pie y corrió hasta él. Acunó su rostro y lo detalló con ojos llorosos antes de darle un abrazo—. ¡Despertó! ¿Cómo se siente? —Consultó, emocionada.

El consejo se apresuró a preparar el trono. Los murmullos no dejaban de retumbar por el salón.

"¿Qué dijo?" "¿Futura esposa?" "¿Una reina humana?" "¡Ella lo puso en peligro!"

El rey Haytham tomó las manos de su madre y las apretó con firmeza, observándola con una sonrisa a boca cerrada. Luego volteó a Halthuk, quien avanzó los metros que nos separaban y me hizo poner de pie para luego soltar mis cadenas.

—Te dije que yo me ocuparía. Tú solo sigue el juego... —susurró, quitando las ataduras metálicas de mis muñecas.

Asentí, atónita. ¿Futura esposa?

Ahora solo observaba al rey con estupefacción, mis ojos cristalizados bien abiertos danzaron a Levhi buscando una respuesta a tal locura. Pero no la hubo. Su majestad subió al trono y la reina madre tomó asiento a un costado junto con las Privelihes.

—¿Cómo es que mi consejo juzga a un acusado sin testigos? —rugió.

Hizo flamear su capa antes de sentarse. El consejero que dirigía el juicio corrió y se inclinó ante él.

—Majestad...—balbuceó asustado—, la acusada ha tenido oportunidades para defenderse, sin embargo, en su cargo más importante, poner su vida en riesgo, ha sido culpable ¡Jamás haríamos algo injusto en su ausencia, majestad!

El rey Haytham lo observó fijo. A pesar de esa mirada dura y ese porte majestuoso, observé como con disimulo llevaba una de sus manos a su pecho herido por debajo la capa, seguí subiendo, por su cuello hasta llegar a su rostro, donde dos pares de bolas grises me sorprendieron viéndome. Agaché la vista de inmediato. Luego de unos segundos, observé de reojo como se removía en su trono con la barbilla en alto. Formé una línea con mis labios. ¿Estaría bien en realidad?

—Pues han juzgado mal. Me gustaría llamar a un testigo que pueda dar testimonio de ese punto. ¿El consejo está de acuerdo? —preguntó.

El consejo asintió sin chistar. Bastó un gesto del rey para que Halthuk diera un paso al frente.

—Levhi... —ordenó. Su mano derecha ya estaba hincado frente a su majestad con un puño en el pecho—. Habla...

—Los carroñeros cruzaron el límite establecido y atacaron la aldea. —La sala entera soltó un grito de horror—. El rey Haytham y yo, junto a los aldeanos de Ahmed, luchamos contra ellos. Sin embargo, uno logró derribar a su majestad en combate.

—La humana logró interferir a tiempo cuando el salvaje estaba a punto de... —Levhi agachó el rostro.

El rey se puso de pie y caminó solemne las escalinatas de un lado al otro. Detuvo su paso frente a mí. Sentí mi cara arder y bajé la vista ante su escrudiño.

—De acabar con mi vida. —Su tono de voz se hizo más profundo. Alcé la vista, sus ojos brillaron diferente. La gente no dejaba de sonar aterrada—. Yo también soy testigo. La muchacha no atentó contra mi vida. Al contrario, la salvó.

—¿Y cómo lo hizo? —inquirió uno de los hombres del consejo, dando un paso al frente.

Sonó retador, casi dudando de sus palabras o de los hechos. El rey me observó durante unos segundos. Tragué saliva. Aún me costaba procesar el cómo lo había logrado, estaba pávida. Ni siquiera yo sabía cómo lidiar con... eso.

—Lo tomó desprevenido por la espalda y lo noqueó con una rama. Algo simple, pero efectivo —dijo sin más.

Vi un esbozo de sonrisa de lado antes de volver a dirigir la mirada al consejo. Los hombres se observaron entre sí.

—La humana ha dicho que no ha visto salvajes. —Continuaron.

—La novileh... —aclaró—, apenas lleva una semana en Minerhz y estuvo toda su estadía en el castillo. ¿Cómo es posible que sepa lo que es uno, Jhael? —Retrucó el rey. El consejo asintió volviendo a tomar asiento. Observé de reojo a la reina madre retorcerse en su cojín. Las caras de descontento entre las Privelihes tampoco tardaron en hacerse notar. Se miraban las unas a las otras y luego posaron su veneno en mí. Entendía el por qué. Lo que había dicho el rey al entrar al salón era una completa locura. Imposible.

—Sin duda un gesto honorable. —Alzó la voz al fin el tal Jhael.

—Así es, por eso tiene recompensa...

Los murmullos en la sala se fueron acrecentando conforme el rey bajaba las escalinatas en silencio. Venía hacia mí. El corazón me latió con fuerza al observar sus botas a centímetros de mí.

—El juicio se da por terminado. Novileh... —Sus afiladas garras se posaron ante mis ojos. El rey me extendió su mano. Pasé saliva antes de tomarla y con su ayuda me erguí—. La humana es inocente. Y como una vez en el pasado, siguiendo el legado de mi padre, le daré una oportunidad. La muchacha será mi esposa.

El gemido de asombro de los presentes invadió la sala.

—Majestad...—Jhael quiso intervenir.

—Esta noche habrá una celebración en nuestro honor... —lo cortó, y jalando con sutileza mi brazo, me dio la indirecta de seguirlo y abandonar junto a él el salón sin más. Dejando a todo mundo perplejo, incluida a mí misma.

El rey Haytham abrió las puertas vidriadas del pasillo. Una escalera de piedras daba paso al inmenso jardín real. El largo y delgado camino empedrado llevaba hasta una torre en medio de él. Bajamos con lentitud, la brisa fresca chocaba mi rostro y hacía que algunos rizos rebeldes se asentaran en mis mejillas, su roce hacía arder mis heridas. Me sorprendí cuando el rey colocó su capa sobre mi espalda.

—Gracias. —Apenas reaccioné.

—Por tu cara, sé que tienes unas cuantas preguntas... —Soltó animado. Volví a notar un mínimo gesto de dolor en sus comisuras al tomarse el pecho, pero lo disimuló con una sonrisa.

No podía dejar de observar a mi alrededor, intentando comprender cómo fue que habíamos llegado a este punto. Las flores tintineaban al compás de la brisa. Estaban cubiertas de una capa de hielo y brillaban cual cristal. Inspiré profundo, y luego solté el aire despacio... intentando que el dolor se fuese en cada exhalación.

—¿Qué es este mundo con exactitud?

—Creí que empezarías con el asunto más... reciente. —Abrí los ojos de golpe. Había olvidado el "pequeño detalle"—. Vamos por el comienzo entonces... —Sonrió al notar mi reacción—. Minerhz es la tierra de los desterrados y enemigos de los dioses. Es un lugar inhóspito. —Llevó sus manos por detrás de su espalda—. Pocas veces hay sol, el invierno es eterno y no hay casi nada de vida...

—¿Y por qué tú y los tuyos permanecen aquí?

Su largo suspiro terminó en una media sonrisa.

—Los Aurems fuimos creados para ser guardianes de los humanos en el comienzo de los tiempos. Vivíamos en su mundo y nos encargábamos del invierno cada año.

—¿Y qué pasó? Porque está claro que ahora nos odian. —Volteé hacia él. Debí inclinar mi cuello para observarlo.

—Bueno, algunos humanos son muy mezquinos. ¿Sabes? Se creen los favoritos de los dioses y no les interesan las demás especies. —Estreché mis ojos—. La guerra, novileh. ¿Cómo crees que evoluciona el mundo? Todo empieza por la guerra. Los humanos no querían compartir, querían dominar. No hablo por todos, hay excepciones, pero sí la mayoría...

Seguí en silencio. Debía escuchar su versión con atención.

—Continúe...

—Los humanos ganaron la batalla al arrancarle el corazón a nuestra reina. Mi padre no pudo continuar después de eso... —Formó una línea con sus labios, llevando la vista al cielo.

—¿La reina? Pero... —No pude disimular.

La reina madre estaba viva. El rey Haytham sonrió.

—Me refería a la reina... humana. Mi... —remojó sus labios—, madre.

Abrí mis ojos con asombro. ¿Reina humana? ¿Su madre es una humana?

—Así es, princesa. Mi padre se enamoró de una humana y la hizo su esposa, a pesar de estar ya casado con Mildred, a quien tú conoces. Mi madre lo enamoró a primera vista. Solo le bastó ver a través de sus ojos... —volteó hacia mí, hubo un gesto casi de ternura. Fruncí mi ceño y debí mirar hacia un costado—. Para cuando los dioses bajaron a la tierra, culparon a los Aurems y nos castigaron. Era nuestro deber protegerlos, pero no íbamos a doblegarnos y permitir que nos mataran como si nada. Así que... aquí estamos desde entonces.

Asentí.

—Si usted es hijo de un aurem y una humana...

—Soy un mestizo, sí. El único heredero de mi padre. Mildred no pudo darle hijos al rey.

—Vaya... es irónico hasta cierto punto. Detestan a los humanos, pero por usted corre sangre de uno... ¡y por eso! —Mis neuronas comenzaron a procesarlo todo—, ¡Por eso tanto misterio con...! —No pude continuar.

Mi espalda golpeó contra la corteza gélida del árbol, y el rey Haytham tapó mi boca sin dejar de observar hacia todos lados. Su cálido aliento aporreó mi rostro.

—¡Sh! ¿Qué parte de no hablar que Levhi le ha dicho cientos de veces no comprende? —masculló entre dientes.

Intenté hablar sobre su palma. Él blanqueó los ojos, retirando su mano.

—Lo siento... —musité, avergonzada.

—Una de las razones por las que decidí que seas mi esposa es que, si demostramos unión entre las razas de nuevo, los dioses podrían apiadarse de nosotros. Es un acto de ofrenda y de esperanza.

—Un acto desesperado, diría yo... ¿No que jamás podría casarse conmigo? —Abrió grande sus ojos. Lo siento, debía vengarme.

El rey mordió su labio inferior, sonriendo hacia un costado.

—Salvaste mi vida, y juré protegerte. Era la única forma. No te emociones...

Pasé saliva.

—Cuando llegó a Stolz...—Cambié de tema—, exigió una ofrenda... ¿Para qué es?

—Equilibrio —dijo, alejándose. Lo agradecí.

—¿Cómo?

El rey se detuvo, también lo hice al llegar hasta él. Todo su mundo me tenía intrigada. Él levantó una de sus manos. Mi respiración se cortó cuando sentí el suave tacto de sus garras cerca de mi mejilla. Acomodó un rizo molesto detrás de mi oreja, y debí pasar saliva. Continuaba observándolo fijo cuando sus ojos grises volvieron a destellar brillos dorados.

—Como lo escuchas, novileh. Equilibrio de vida por muerte...

Su voz me devolvió a la realidad. Removí mi cabeza y me aparté de su toque, continuando por el sendero.

—Sigo sin entender...

Él me alcanzó. Abrió la pequeña puerta de la torre, apenas si se veía algo ahí dentro. Una escalera caracol era iluminada por antorchas colgadas en los muros. Me hizo un gesto e ingresamos. Los peldaños eran bastante delgados, así que subí con cuidado.

—Cuando vivíamos en la tierra, la bendición del dios Águila corría por nuestras venas. Nos llenaba de vida y éramos muy fuertes. No nos costaba dar el invierno. Ahora los dioses nos quitaron ese privilegio y, para darlo, 50 de nosotros deben morir.

Tragué saliva.

—Es horrible. —Admití.

—Se pone mejor... —apenas sonrió—. Mueren en manos de humanos. Ese es nuestro castigo. Así que... cuando los humanos pisan esta tierra, la vida llega a Minerhz y permite que nuestro mundo continúe en pie mientras que la muerte viaja a su mundo con el mismo objetivo.

Un escalofrío recorrió la piel de mi espalda.

—Pero usted... ¡me ha traído solo a mí! —La sola idea me puso a temblar—. Yo no... yo no... ¡No mataré a nadie!

—Exacto, novileh.

Fruncí mi ceño.

—¿Entonces?

—Yo te vi y... —Removió su cabeza. Habíamos llegado a la punta de la torre—. Vezhaltz destrozaba tu reino, tu familia hizo lo correcto. Intentaron salvarte y accedí.

Cuando el rey Haytham abrió la puerta, me sorprendió encontrarme con una modesta habitación. Sus paredes eran blancas, había muchos murales de colores en ella. Una tras otra las imágenes contorneaban la pequeña alcoba. Me adelanté y comencé a detallar una por una las pinturas.

En la primera había un grupo de mujeres adorando a... ¿el gran León Blanco? En la siguiente, la mujer se encontraba con un pequeño en brazos y el rey a su lado, abrazándolos. Sonreí, tanto el niño como el rey eran Aurems. Me detuve en la tercera. La mujer en esta torre. Un haz de luz dorado tan brillante se originaba de sus manos. Mi boca se secó al instante e incliné mi cabeza con confusión.

—Y por como me salvaste en la aldea... —Sentí un escozor en mi espalda. Aun no podía creer lo que había hecho... —, queda claro que tú eres especial... —Dijo, ocupando lugar a mi lado sin quitar la vista de la pintura—, tanto como ella...

El haz de luz era más potente que el mío. Pero similar al que había hecho que tanto Stefano y el rey estuviesen con vida. Los cientos de destellos dibujados, cruzaban la habitación en dirección a una enorme estrella de seis puntas forjada en hierro, que se ubicaba en el ventanal. Giré en dirección al mismo y comprobé que era real. Seguía ahí.

Una especie de magia, pintada en forma de estrellitas pequeñas, tomaba contacto con las puntas y esta se reflectaba al cielo.

—Yo no...

En el siguiente cuadro, la magia viajaba por cada punto: norte, sur, este y oeste. Una aureola de luz dorada invadía los cielos y las nubes. La nieve se deshacía cuando los hilos de magia los iluminaban.

En el jardín, el mismo que había cruzado minutos atrás, las flores congeladas se derretían. El verde fértil y los colores vivos sobresaltaban en la última pintura. La majestuosa aureola se desplegaba sobre el castillo, pareciendo imitar la calidez de los rayos del sol.

Volteé hacia el rey, impávida.

—Yo no... yo no puedo —balbuceé, comenzando a comprender el punto al cual quería llegar.

—Tengo un plan, y si tú me ayudas yo te ayudaré. Si nos unimos, yo salvo a los míos y tú vuelves a casa. —Afirmó, seguro—. Es lo que querías, ¿no?

Asentí, todavía mareada de tanta información qué procesar. El rey me tomó de las manos. Parpadeé varias veces.

—¡Te ayudaré a canalizar tu poder! —dijo, emocionado. Su toque helado produjo chispas en mi piel—. Buscaremos la forma para que regreses a Stolz, y restauraremos el equilibrio de las estaciones sin más muertes. —Seguí observándolo, boquiabierta, creo que mi cuerpo no dejaba de temblar—. ¡Lo vi con mis propios ojos, puedes hacerlo! ¿Qué dices? —Sus ojos brillaron expectantes.

Remojé mis labios antes de responder. Una corriente de adrenalina mezclada con miedo recorría mi sistema, pero, escuchando a mi corazón latir con fuerza ante sola posibilidad de volver con los míos, y no tanto a la razón, me atreví a hablar.

—Acepto. 


¡HOLA A TOD@S!

Vuelvo a actualizar por aquí, ya que Booknet no me gustó mucho. No se compara la interacción entre los lectores y el autor en esta plataforma <3 Así que Elegida seguirá actualizándose en wattpad. 

Debo decirles que con mi bebé recién nacido se me complica un poco escribir (hacer todo en realidad XD), pero por ahora las actualizaciones serán los fines de semana (sin día fijo). Iván me deja escribir unas horitas, él se queda en su cochecito al lado de mamá y la compu, pero ya luego quiere ir por panchos. JAJAJA <3 

¡Les mandamos un beso de cristal!  (Muerte no, está el niño) y me alegra mucho volver a esta plataforma! 

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