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Capítulo 7.



Phoebe. 


Mi cuerpo se movía de un lado a otro, todo a mi alrededor vibraba. El cielo grisáceo y los copos de nieve cayendo sobre mi rostro fue lo primero que vi al despertar. Refregué mis ojos y volteé apenas. Cada pequeño movimiento de mi cuerpo me hacía que mi cabeza palpitase de dolor.

Al girar a la dereche, el rey yacía inconsciente a mi lado. Tenía su máscara colocada de nuevo, cubierta de sangre. Su ropaje estaba desecho y un vendaje improvisado cubría su pecho. A juzgar por el color rojizo que lo empapaba, las heridas parecían ser profundas. Me levanté sobre mis codos, pero una gran sacudida me devolvió de vuelta al suelo.

—Auch... —Me quejé, frotando mi cabeza.

—¡Novileh! —gritaron a mis espaldas, giré de inmediato—. ¿Se encuentra bien?

Había visto a ese guardia antes. Siempre detrás del rey. Ahora conducía la carreta a toda prisa, y me alegró ver a mimoso tirando de ella.

Asentí.

—¿Él está-está bien? —pregunté, observando al rey asustada.

No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero, al notar que cruzábamos las puertas del reino, supe que había sido bastante.

—Lo estará. Lo examinarán y se pondrá bien. La que me preocupa es usted...

Los guardias del adarve hicieron sonar las trompetas ni bien nos vieron llegar. Una fila de soldados corrió hasta la entrada del castillo a recibirnos.

—Escuche, novileh. Las cosas podrían complicarse para usted ahora. —Volvió a llamar mi atención. Tragué saliva, recordándolo todo—. Déjeme tener el control de la situación, no diga una sola palabra sobre la aldea. No se interponga en mi discurso y yo intercederé a su favor. ¿De acuerdo?

—¡El rey está herido! ¡Llamen a los médicos!

Los sirvientes comenzaron a aglomerarse en la entrada.

—Novileh... ¿de acuerdo? —Volvió a observarme con preocupación.

Asentí repetidas veces.

Detuvo el carruaje frente al hall de entrada y todo mundo se acercó a socorrer al rey. Los guardias cargaron su cuerpo, y los médicos corrieron detrás. El aurem me extendió la mano para ayudarme a bajar. Lo observé con preocupación.

Tenía razón, no sabía de las leyes de Minerhz, pero en Stolz escapar siendo sirviente y poner la vida del rey en riesgo significaba una sola cosa: traición. Y la traición tenía un alto precio...

—Le prometo que todo saldrá bien. No me olvido de lo que hizo por mi rey. —Apretó fuerte mi mano y asintió con firmeza.

—¡Halthuk!

Ambos giramos en dirección al grito.

La reina caminaba hacia nosotros hecha una fiera. Llevaba una corona plateada, con partes que simulaban espinas alrededor de su cráneo y un vestido borravino que resaltaba su palidez. Su porte me puso a temblar. Iris, Ehreiz y Sherhazí Radha la secundaban.

El guardia agachó la vista y cruzó sus manos por delante. Halthuk, ese era el nombre del aurem del cual dependía que mi cabeza siguiera sobre mi cuello durante las siguientes horas.

—Alteza... con gusto le explico lo que sucedió.

—¡No necesito ninguna explicación, he escuchado lo suficiente! —Volteó a sus sirvientes. Iris me observó con pena, luego volvió a agachar la vista. Observé a varios guardias armados rodearnos. La reina giró hacia mí y alzó su índice, apuntándome—. ¡Esta humana morirá hoy mismo! —Mis piernas flaquearon por un extracto de segundo—. ¡Guardias, al salón del trono! ¡Será ejecutada frente a mis ojos! —Y dio media vuelta.

No pude reaccionar a tiempo, dos guardias me tomaron de los brazos y me pusieron de rodillas al suelo. Ataron mis muñecas tras mi espalda y mi piel ardió por la fricción. Quise quejarme. Estuve a punto de abrir la boca, pero Halthuk intercedió por mí. Tal y como me había dicho.

—¡Reina madre! —La mujer se detuvo. Halthuk corrió hasta ella y, aun con la vista baja, habló—. Si me lo permite, quisiera recordarle que el único con el poder de quitar una vida es el...

—¡Halthuk! ¿Acaso vas a decirle a tu reina cómo son las leyes de su reino? ¡¿Es ese tu propósito?! —Rugió.

Halthuk se llevó el puño a su pecho y se hinco al suelo en una estocada.

—¡Jamás, reina madre! Es solo que me preocupa que, si le damos una muerte prematura a esta humana, los dioses podrían enojarse con nosotros... —La reina se removió en su lugar—. Entiendo lo que siente, pero sería conveniente esperar a que el rey despierte y así poder llevar a cabo el juicio pertinente...

La reina exhaló profundo. Observó a Halthuk por encima de la barbilla y luego desvió la vista hacia mí. Arrugó su nariz al bufar.

—Llévala a los calabozos. Sin comida ni agua hasta que el rey despierte. ¡Y suplanten las sogas por cadenas, tanto en manos como en pies! No quiero que ni siquiera pueda respirar con comodidad... —sentenció.

Halthuk golpeó su pecho y asintió breve. La reina se giró, iracunda, y subió las escaleras a toda prisa con su séquito siguiendo cada paso.

—Yo me encargo. Pueden regresar a sus puestos. —Ordenó a los guardias que me apresaban.

Iris se quedó a mi lado. Continuaba con su postura intachable de Sherhazí, pero pude ver su mandíbula temblequear repetidas veces. Halthuk me ayudó a ponerme de pie y, tomándome por la espalda, me guío hacia una puerta secundaria. Iris nos siguió en silencio. El pasillo era largo y oscuro, Halthuk hizo señas para que la pelirroja tomará la antorcha y pasara al frente.

—Pero ¡¿qué has hecho, niña?! —soltó entre dientes. Volteaba a cada rato hacia nosotros—. ¿Qué haremos ahora, Levhi Halthuk? ¿Cómo es posible solucionar esto?

—¿Levhi? —pregunté.

—Levhi es mi cargo, soy "la ley" del rey. Su jefe de guardia. Halthuk es mi nombre, novileh —respondió con calma.

—¡No le expliques nada, Levhi! ¡Lindas horas de querer interesarse por nosotros! —bufó Iris, molesta—. ¡Justo cuando está a punto de morir le interesa nuestra cultura! —Alzó las manos al aire.

Halthuk soltó una risita. La pelirroja le dio una mirada asesina.

—Sherhazí Iris, es la primera vez que la veo así —afirmó, sonrojado.

—¡¿Y cómo no estarlo, Levhi?! ¡Por fin me dan una novileh a mi cargo y mira lo que hace! ¡Estoy castigada por los dioses! ¡Esto es una maldición! —gritó, exasperada.

Halthuk me echó una mirada mostrando sus dientes. Tan menudita y con su carita tan angelical, pero brava al enojarse.

—La que debería estar así soy yo. Tú no eres la que va a morir... —dije a modo de chiste, pero al pronunciarlo en voz alta, me di cuenta de lo terrible y real que eso sonaba.

Abrieron el calabozo.

—¡No diga eso, novileh! Le he dado mi palabra. —Me retó—. Iré por las cadenas.

—¿Es necesario, Levhi? —Iris lo detuvo en la puerta. Halthuk observó detenidamente el rostro iluminado de la pelirroja.

—Si la reina madre se entera que no acaté su orden todo se pondrá peor.

Iris asintió preocupada.

—Tienes suerte. —Se agachó y comenzó a desatar las cuerdas—. Cuando Levhi da su palabra la cumple. Es un hombre muy leal.

—Así parece...

—¿Por qué lo hiciste, niña? Has cavado tu propia tumba... —Los ojos de Iris se humedecieron.

Algo se removió en mi pecho. También le había tomado cariño.

—Pensé que tenía que haber una forma... —balbuceé—, no quería quedarme sin intentar ver a mi familia... —Mis comisuras comenzaron a temblar. Una lagrima brotó de mis ojos, pero Iris la secó.

—Está bien, al menos lo intentaste. Eso te vuelve valiente.

—Una valiente que morirá degollada... —sollocé entre risas.

—Mejor morir valiente que cobarde... —musitó bajito con ojos llorosos.

Los pasos resonando nos hicieron recomponer de inmediato. Iris volvió a erguirse y secó rápido sus lágrimas, adoptando esa posición que la caracterizaba. Vista hacia abajo y manos cruzadas.

Halthuk nos observó a ambas.

—Que el águila me libre... dos minutos que las dejo sola y ya están llorando. Les he dicho que tengo todo bajo control —afirmó, poniéndose a mi altura y comenzando a encadenar mis pies. Luego siguió con mis manos.

Cuando todo estuvo listo, Iris dejó la antorcha anclada en la pared. Ambos se detuvieron junto a la puerta, y me observaron una vez más.

—El rey despertará pronto y saldrás de este lugar. —Exclamó Iris en un tono entusiasta.

—Serán solo unas horas, novileh. Volveremos pronto por usted. —Continuó Halthuk.

Puse la mejor sonrisa que pude. Aun atada a una cadena en un calabozo lúgubre y húmedo.

—Lo sé. No se preocupen. Estaré bien.

Ambos asintieron. Continué con la sonrisa en mi rostro hasta que cerraron la puerta y vi las sombras alejarse. Pero no podía engañarme a mí misma, tenía miedo. Nunca me había gustado la oscuridad, el tétrico calabozo solo me traía recuerdos que quería borrar. Eché la cabeza contra la pared y suspiré profundo. Mi corazón se arrugó de pronto y de nuevo las lágrimas salieron sin previo aviso.

—Ay, hermano... solo espero que estés bien. 



Stolz.

Ashly.

Abrí los ojos de golpe. Me palpitaba la puta cabeza y algo aplastaba mi cuerpo. Intenté erguirme, pero cada diminuto movimiento se volvía un martirio. Era imposible, tosí por la capa de polvo que cubría mi rostro. De un momento a otro, el alivio llegó a mis costillas.

—¿Ashly? ¡Ashly!

Anub me desenterraba de los escombros. Sus enormes garras me sostuvieron, y alzó mi cuerpo como si de una pluma se tratase—. ¿Estás bien?

—Si-sí —susurré—. ¿Tú? —Volteé a mi alrededor confundida.

No había nada más que ruinas. Los enormes muros del castillo se habían sumido a nubes de polvo y montañas de escombros a nuestro alrededor. Algo espeso y líquido se derramó por mi frente y goteó por mi ojo. Me limpié y luego observé mis dedos. Era sangre.

—Estás herida. Déjame verte. —Anub me sentó de inmediato en un pilar caído y rasgó su capa, apresurado. Se hincó de rodillas observando mi frente con el ceño fruncido, e hizo presión con el paño.

—Es solo un rasguño, estaré bien.

Hacía muchos años no tenía su rostro tan cerca. No había cambiado casi nada. Solo pequeñas marcas de expresión se acentuaban en su ceño y frente. La pequeña mueca de preocupación y dedicación al limpiarme tensaba sus labios, haciendo que su comisura ascendiera. Los años no habían sido crueles con él. Lucía incluso aún más varonil y protector de lo que antes había sido.

POR LOBA. ¿QUÉ CARAJO ESTOY DICIENDO?

—Ya, ya, grandulón. Gracias. —Tomé el paño y me puse de pie sin soltar un quejido. Aunque todo mi cuerpo dolía—. ¿Y los demás?

Anub sonrió al suelo. Relamió sus dientes frontales y se puso de pie, removiendo su cabeza.

Llevé la mano a mi escote por instinto. Mi collar seguía allí, pero una pequeña astilla me hizo dar cuenta que la piedra estaba rota. Tragué con dificultad.

—Ya me ocupé de eso. Solo quedabas tú y Stef que aún no aparece. —La voz de Anub me hizo pegar un pequeño salto. Puse el collar por debajo de la blusa y volteé—. ¿Todo en orden?

—Si. —Quedé mirando un punto fijo, pensando en cómo demonios solucionarlo—. Hay que seguir buscando entonces...

—Primero vamos con los demás. Les alegrará verte. Hace días están preocupados.

—¿Días? ¿Eh?

—Hace una semana que estamos buscándolos. Vezhaltz no ha vuelto a causar desastres, pero el bosque se mantiene en crecimiento. Tenemos que abandonar cuánto antes Stolz. Iremos a mi palacio.

¡UNA SEMANA! No podía estar inconsciente tantos días solo por el golpe. ¿Y si mi collar había tenido algo que ver? León mío. No quería imaginarlo.

—Dioses... —Una puntada me hizo tambalear.

—Ash... —Anub me sostuvo de la cintura y me mantuvo firme pegada a su cuerpo.

—De...debemos buscar a Stef.

—En cuánto comas algo y descanses. Vamos. —Me cargó como si nada y comenzó a caminar.

—¿Qué haces? ¡Bájame! ¡Puedo sola! —Mentí. Estaba débil, pero ni muerta lo aceptaría. Menos frente a él.

—Sé que puedes con todo sola. Siempre te has encargado de dejármelo en claro. —Le regalé una mirada asesina, pero no me observó. Solo seguía caminando con la vista al frente. Su ceño había vuelto a fruncirse.

Solté un resoplido, y relajé al fin mi cuerpo. Yo... yo, por Vezhaltz.

—Gracias... —dije entre dientes.

Anub escondió los labios antes de verme con ojos de búho.

—¿Qué acabas de decir? ¿Acaso aprendiste un nuevo lenguaje estando inconsciente?

Le di un puñetazo en su pecho y me crucé de brazos.

—Cállate...

Echó a reír. Continuamos el camino en silencio.

—No le diré a nadie, no te preocupes.

—¿Qué cosa?

—Que fuiste amable y agradecida.

Blanqueé los ojos.

—¿Quieres fijarte por dónde vas? Casi me pego con esa rama. ¡Ahg! ¿Lo ves? ¡No se puede tener un momento de paz contigo!

—Oh, Ash... —Soltó una bocanada de aire seguida de una carcajada. Su aliento caliente erizó los poros de mi nuca—. Que yo sepa, a ti y a mí jamás nos ha ido bien la paz. Siempre nos hemos inclinado por guerra y fuego...—puso una sonrisa perversa de lado.

Parpadeé varias veces. La garganta se me secó ante los recuerdos.

—Eres insufrible.

—Lo sé. Es un don... —dijo, orgulloso.


HELLO, HELLO! 

¿Díganme si no están amando esta nueva versión? <3 porque yo si! 

Besos de cristal, Gre. 




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