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Capítulo 23.


Lo lograron. Son las mejores. Si nos organizamos, coge... digo, leemos todas. 

Gracias por esos 100 comentarios. Sepan que un escritor se emociona y entusiasma muchísimo cuando los lectores interactúan con su libro. Esos comentarios me alentaron a rebuscarme el tiempo para escribir ilusionada. Espero que podamos seguir así... 

¡AHORA SI! 


Haytham.

Ella tiene que irse.

Ella tiene que irse.

Ella tiene que irse.

Me lo había repetido todo el viaje hasta la capital. Era lo que tenía en la cabeza ni bien llegamos. Después de haber confirmado lo que creía, debía buscar la forma de solucionar todo antes de que se marchara.

Era lo que estaba obligándole a mi cabeza a entender hasta que la vi entrar al despacho. Qué el León me maldiga.

Nunca usaba esos colores. Prefería los tonos pastel y los vestidos holgados, pero esta noche traía una pieza digna de apreciar en su cuerpo. Rojo pasión.

Los cosquilleos en mi pecho se acrecentaron como cada vez que la veía. Como cuando la conocí.

En 250 años la parte humana dentro de mí nunca se conmovió con algo. Pero esa noche, lo que sea que había ahí dentro, se postró ante ella. Mi alma por primera vez, luego de la muerte de mi madre, sintió calidez. La magia palpitó en mi cuerpo y los hilos invisibles me arrastraron hacia ella. Le tendí la mano y mi ser se tensó por completo.

Los Aurems estamos malditos. No podemos sentir nada que no sea frialdad, oscuridad y soledad. Había descendido a la tierra a buscar 50 muchachas porque era la única forma de que los dioses no notaran mis verdaderas intenciones con respecto al invierno, pero cuando la vi, la luz de mi alma se encandiló y ascendió hasta mis ojos.

No pude creerlo. Era una sensación completamente nueva y excitante. "La quiero solo a ella". Fue lo primero que salió de mi boca. Lo primero a lo que atiné a decir antes de que todo su reino se destruyera. No podía perderla, acababa de encontrarla.

Tenía que saber si de verdad había sucedido. Tenía que sentir eso de nuevo. Mi alma humana había vuelto a la vida. Sería posible que ella fuera mi... No, imposible. Soy un mestizo. ¿Por qué la tendría?

Tenía que hablar con Zenev. Explicarle la situación. Ella sabría qué hacer, tenía que mostrársela. Que me dijera que era lo que pasaba exactamente al verla. Zenev lo sabía todo de mí incluso más que yo. Había estado allí desde el inicio de todo, era parte de la corte sagrada de mis padres, y por eso la había llevado al castillo de Ahmed.

Zenevieva me confirmó lo que temía, y luego de besarla, supe que nada volvería a ser igual.

Los Aurems fuimos creados para proteger a los humanos. Eso ella lo sabía. Lo que había omitido decirle, era que incluso antes de la concepción, cada Aurem está destinado a un humano. Lo llaman el Korunan Ruh. Un vínculo divino e inquebrantable que une las dos almas predestinadas a : El guardián y su protegido.

Mi padre se había enamorado profundamente de mi madre con tal solo verla porque ella era su Korunan y Phoebe...era la mía.

El rey de la oscuridad y la muerte con la princesa de la luz y la vida. A pesar de eso, la constante lucha entre la oscuridad y la luz, una no puede existir sin la otra.

Lo sabía. Algo dentro me decía que era ella, pero siempre creí que por condición no existía tal cosa para mí. Sin embargo, esa era la razón de por qué mis manos me escozaban al tenerla cerca. La razón por la que supe exactamente que corría peligro cuando escapó del castillo, la razón por la que me había despertado de mi inconciencia cuando estaban a punto de dictar su sentencia. El vínculo me arrojaba hacia ella.

Era constante la necesidad de sentir su calor, su perfume. Velar por su bienestar y felicidad. La urgencia de querer todo de ella.

Pero ella debe irse. Los ángeles como ella no pueden volar al infierno conmigo.

Su hermano la necesitaba. Su familia. Su pueblo, igual que el mío a mí. Lo nuestro no podía ser. Tenía que obligarme a entenderlo, y por eso había llamado a Sasha a la noche de sedas.

No voy a negarlo, aproveché mi harem cuando era joven. Tenía todo el poder para mí, pero con el correr del tiempo, la frialdad de los cuerpos, la falta de sensaciones, el vacío... me habían llevado a no tener relaciones los últimos 100 años. Tampoco quería hijos, no quería heredarle esta miseria de existencia a nadie.

Llamaba a las Privelih y las obligaba a quedarse toda la noche en mis aposentos para no levantar sospechas, pero nada ocurría.

Pero, desde el beso... estaba volviéndome loco. Si la energía del vínculo tenía algo que ver, no lo sabía.

Lo que tenía claro era que ansiaba volver a sentir sus labios otra vez. El recuerdo del calor de Sharik, su aroma, su sabor... me perturbaba con el correr de las horas. Quería borrarlo.

Debía eliminar su dulce sabor de todo de mi ser o temía perder la cordura.

Sharik se irá y una parte de mí morirá cuando eso pase.

—¿Majestad? ¿Está siendo de su agrado?

La voz de Sasha rompió el entretejido de mis pensamientos. Mi Privelih bailaba con sensualidad en el centro del cuarto, pero no presté atención. Por Águila, esto no va a funcionar.

Había llamado a Sasha porque de todas, era la única que alguna vez había logrado hacerme sentir algo, pero en el momento en que se despojó de sus vestiduras y quedó desnuda frente a mí, supe que nada iba a poder borrar lo que sentía.

Estaba a punto de ordenarle que se retirara cuando las puertas revotaron de par en par. Sasha se cubrió de inmediato y yo me puse de pie.

Sharik ingresó a mis aposentos a pasos agigantados y, a pesar de su estatura, se veía intimidante. Algo golpeó mi pecho al verla. El calor ascendió a mis ojos, pero no lo permití y removí mi cabeza.

—Princesa, ¿qué pasa? —balbuceé sorprendido.

Sharik respiró agitada. Su pecho subía y bajaba y tenía sus puños cerrados al costado de su pequeño cuerpecito. Se detuvo a la altura de Sasha, la observó de lado y habló al fin.

—Largo.

Alcé las cejas.

—Phoebe, qué estás... —Sharik caminaba echa una fiera hacía mí, no me dejó terminar.

—¡Qué te largues dije! —gruñó, dándosela media vuelta y di un salto en mi lugar.

Sasha levantó el rostro.

—No me voy a ningún lado, estoy aquí por ordenes de su majestad. ¿Quién te crees que eres?

Sharik regresó dando largas zancadas hasta mi Privelih y le mostró su mano derecha.

—¿Ves este anillo? Es el más importante de la dinastía Aureana y esta en mi dedo. ¿Ves la corona sobre mi cabeza? ¿¡Quién te crees tú para no obedecerme!?

Ehreiz ingresó a la habitación.

—¡Majestad! ¡Lo siento! ¡Lo intenté, pero no pude detenerla! —Los gritos de las dos no me permitieron si quiera escuchar el resto, pero le hice un ademán con la mano de que no se preocupara.

Bajé los escalones y me interpuse entre las dos.

—Phoebe, basta. —Los ojos de Sharik se volvieron a los míos con intensidad. Había algo nuevo y vigorizante en la forma en que brillaban—. Sasha...—Mi Privelih sonrió y me dio una reverencia, observando con disimulo a Sharik—. Obedece a tu señora. Ella tiene razón, aunque no sean las formas.

—Pero, majestad, usted... —Se adelantó dos pasos cabizbaja.

—Retírate. —Estiré mi mano para que se detuviese. Privelih Sasha recogió su ropa del suelo y salió acompañada por Ehreiz.

Volví a Sharik cuando los vi cerrar la puerta. Sus mejillas se teñían de rojo. Tenía el entrecejo arrugado y las manos cruzadas sobre el pecho. Parecía enojada, pero ¿por qué?

Quizás era solo otro de sus juegos con Sasha para divertirse o... quizás... Águila. Sharik, ¿es posible que ella sienta celos?

No, no puede ser. Porque eso significaría entonces que ella me...

—¿De qué te ríes? ¿Qué es lo gracioso? —gruñó. No me di cuenta de que estaba sonriendo. La sola idea de pensar que ella podía sentir algo por mí me hizo poner una cara de idiota... Removí la cabeza.

—¡Nada! ¿Vas a decirme qué pasa?

—¿Interrumpí algo importante acaso?

Solté una bocanada de aire, incrédulo.

—Si, de hecho. ¿Qué no tienes ojos? —Crucé los brazos tras la espalda.

—No vi nada que mereciera la pena. —Alzó la barbilla.

Me mordí el labio para contener la risa.

—Phoebe, dime qué demonios pasa. —Supliqué.

Quería una respuesta, y no cualquier respuesta. Había algo en su aura, en su porte, una llama nueva que no había visto antes.

Poco a poco sus hombros fueron cayendo. Observó nuestro alrededor y su labio tembló, pero negó y continuó firme.

—¡Nos quedan dos semanas para solucionar las cosas antes de que me vaya y tú estás con estos juegos estúpidos! ¡Buscando la piedra, entrenando! ¡Eso deberíamos estar haciendo, Haytham!

¿Me está gritando? ¿Se atreve a regañar y gritarle al rey del invierno y la muerte? No, si la pequeña tiene agallas.

Me llevé las garras al puente de mi nariz y no dejé de negar con la cabeza. Suspiré y miré al cielo. Mi corazón, o la mitad viva al menos, latía con fuerza. La adrenalina, la esperanza, todo se arremolinaba en mi estómago.

Volví a ella. Contemplé su hermoso cabello oscuro hasta su cintura. La delicada piel contrastando con su vestido rojo, mi color favorito. Caminé hacia ella o, mejor dicho, levité.

—Phoebe, quiero que seamos claros, ¿sí? —Parpadeó ante mi acercamiento. Mi tono de voz fue suave y arrastrado. La sangre corría dentro de mí con mayor fuerza. Sharik retrocedió al tiempo que yo avancé, pero su espalda se topó con la pared. Remojé mis labios—. ¿Segura que es por eso que viniste? —pregunté a pocos centímetros de su boca. Mi mano acarició su rostro sin pensarlo.

Por favor, dilo. Di que me necesitas como yo te necesito a ti.

Sharik entreabrió los labios, sus ojos se estremecieron.

—Sí...—susurró, su aliento caliente pegó en mi mejilla descubierta.

—Bien. —Mi voz sonó arrastrada—. ¿Entrenar? ¿Con este atuendo? —Mis manos viajaron a su cintura y la sostuve con firmeza. Sharik solo asintió con la cabeza lentamente. Sonreí—. Bien, princesa, vamos. A esta hora de la madrugada, con esta ropa inapropiada a entrenar...



       —Está helado. ¿Por qué vinimos aquí? —preguntó, frotándose los brazos.

Cerré las puertas, asegurándome que nadie nos viera.

—Tú querías entrenar. Ni modo que lo hagamos en la habitación —expuse, dejando mi bata en el trono—. El salón es espacioso y podremos trabajar tranquilos. —Me di la vuelta.

La luz de la luna se colaba por los ventanales, sus destellos hacían centellear los ojos de Sharik de forma única. Bajé los escalones y caminé hacia ella. Se había quedado inmóvil en el centro de la sala.

Alzó la cabeza para verme. Paso saliva cuando me detuve frente a ella y se relamió el labio antes de morderlo. Adoraba cuando hacia eso. No había reparado en lo mucho que causaba en mí ese simple gesto. Tensé la mandíbula y me obligué a continuar.

—Bien. —Me agazapé y me coloqué en guardia—. Ven, a ver qué tienes.

Sharik parpadeó repetidas veces.

—¿Cómo?

—Vas a luchar contra una diosa. Supongo que has recibido clases de entrenamiento en combate.

Negó perpleja.

—Lo que creí. Bueno, entonces qué bueno que me sacaste de mi noche de sedas para esto —bromeé y entrecerró los ojos—. ¡Vamos! ¡Atácame!

—Haytham, no...

—¡No digas no puedo! ¡Vamos! ¡Atácame! Piensa que soy Sasha y que quieres sacarla de mi cuarto. —Busqué molestarla y di en el blanco. Phoebe me mostró sus dientes y corrió hacia mí.

—Muy predecible —dije, atrapándola entre mis brazos. Volví a darle espacio—. Vamos...—giré a su alrededor—. Debes hacer lo inesperado. Sorprender a tu rival.

Sharik volvió a arremeter contra mí. Esta vez sí logró darme un golpe en el brazo. Fue débil, pero rápida. Eso podía corregirse.

—¿Así está bien? —inquirió.

—Sí. Mas fuerte. Mantén la guardia. —Colocó sus manos en posición, pero no a la altura correspondiente—. Permíteme. —Me acerqué a ella y coloqué sus brazos frente a sus mejillas.

Mi mano libre se posó en su cintura, y con la otra guíe cómo debía ir el puño al golpear. Sharik giró de lado el rostro y nuestras caras chocaron. Su tacto cálido volvió a encenderme. Me separé y volví a alentarla a que me atacara.

—Aquí te espero. Si logras golpearme, ganas lo que tú quieras. Sino lo haces, debes responder a mi pregunta. ¿De acuerdo?

—¿Desde cuándo entrenamos con condiciones? —Levantó una ceja y se colocó en posición.

—¿Te olvidas de dónde acabas de sacarme? Claro que pondré condiciones.

Apretó la mandíbula.

—Bien.

Tomó carrera y se lanzó hacia mí, pero tuve el tiempo suficiente de esquivarla. La tomé de la cintura y estampé contra la pared. Mis brazos la encerraron y respiró agitada bajo mi mirada.

—Yo gano.

Sus pechos subían y bajaban, atrapados en ese corsé que con todas mis fuerzas me resistía para no arrancarle.

—¿Cuál es tu pregunta? —balbuceó.

Me tomé el tiempo de observar su rostro con detenimiento. Una fina capa de sudor cubría su frente, sus pómulos se habían sonrosado y sus carnosos labios, que acababa de remojar, brillaban y me gritaban que fuera a por ellos.

—Hayth...—Insistió tras mi silencio. Abrí los ojos. Los había cerrado un instante al oler el aroma de su cabello.

—¿Por qué fuiste esta noche? ¿Por qué echaste a Sasha? —pregunté, demasiado cerca. Mi cuerpo parecía ansioso de tocarla. Una corriente de energía me picaba los dedos.

Sharik pasó saliva.

—Y quiero la verdad...

—¿La verdad? —musitó con hilo de voz.

Asentí.

—La verdad.

Sharik cerró los ojos y soltó un fuerte suspiro.

—La verdad es que no la quiero cerca de ti...

Esas palabras corrieron a mi corazón de su sitio. Sentí la sangre bombear en todo mi cuerpo.

—¿Por qué? —Mi mano viajó al mechón que tapaba su rostro y lo corrí detrás de su oreja para luego acariciarla.

Su cabeza se inclinó ante mi tacto.

—Esas son tres preguntas...

—¡Phoebe!

Sharik sonrió de lado. Abrí grande los ojos cuando sus manos tomaron mi rostro.

—Porque quería ser yo la que estuviese en su lugar... —Águila. Se mordió el maldito labio y algo se contrajo en mi abdomen bajo.

—¿Estás segura? —susurré a su oído y tracé un camino de besos hasta su hombro. Sharik llevó hacia atrás su cabeza y la dejó apoyada en la pared.

Asintió, sonriendo con los ojos cerrados.

—Pero te irás...

—Me iré.

Besé el camino de lunares en su cuello. Sharik se aferró a mis hombros y apretó con fuerza, arañándome la piel.

—Y esto solo complicaría las cosas...

—Muchísimo —susurró, volviendo a mí.

Solté un fuerte suspiro. Dioses.

—Pues a la mierda...—Sharik soltó un grito ahogado cuando la alcé e hice que me envolviera con sus piernas—, me gusta lo complicado. —Gruñí en su boca, abriéndome paso.

La calidez de su lengua me embriagó por completo. La había probado una vez, y temí por no volver a poder hacerlo nunca. Era mi nueva adicción, debía consumirla pronto o no quedaría nada cuerdo en mí.

Caminé a pasos torpes, acariciando sus grandes muslos y apretándolos. Sharik intentó alejarse y respirar, pero volví a apoderarme de sus labios. La dejé caer en el trono con suavidad y me hinqué frente a ella.

Sus manos viajaron por mi torso desnudo y se aferró a mi espalda mientras mi lengua recorría su cuello. Devoré cada espacio con esmero y volví a sus labios, ansioso de que su sabor exquisito me llenase de nuevo.

Al sepáranos nuestras miradas volvieron a conectarse. El calor inundó mi pecho y sentí como ascendía a mis pupilas. Sharik se mordió el labio y, tomándome con ambas manos, volvió a consumirme. Me separé y reparé en sus pechos, jadeando. Suplicándole permiso y ella me lo dio con solo una mirada.

Mis garras rompieron la tela que los apresaba. Sharik soltó un jadeo cuando tomé uno y mi pulgar se deslizó por su punta. Lo lamí lento, cerrando los ojos y saboreando la suavidad de su piel.

—Por Águila, Phoebe... —murmuré, hundiendo mi cara en ellos. Llené mi boca con uno mientras magullaba el otro. Sharik tenía los ojos brillosos y la boca hinchada, observaba con sus labios entreabiertos como consumía todo de ellos.

Mis manos viajaron a sus muslos, se hundieron en su piel y se echó hacia atrás ahogando un gemido. Besé su abdomen, dejando un húmedo camino hasta llegar a su falda. Corrí la prenda y bajé para continuar, pero Sharik me detuvo.

—Hayth, ¿qué haces? —balbuceó, mareada por las sensaciones.

—Déjame venerarte, Sharik —supliqué ronco—. A las musas como tú se las adora de rodillas.

Sharik sonrió. Pero antes de dejarme continuar, volvió a frenarme.

—No me refería a eso. Claro que quiero que lo hagas, pero quítate la máscara. Deseo verte haciéndolo sin ella...—Obedecí, me quité la máscara y la tiré a un lado. Sharik acarició mis cicatrices y cerré los ojos sobre su mano—. Precioso... —jadeó, cerrando los ojos y volviéndose sobre el respaldar.

Los rayos de la luna iluminaban la mitad de su rostro, dándome la imagen más hermosa que había visto. Sharik, sentada en mi trono, con las piernas abiertas para mí.

Bajé y besé la cara interna de sus muslos hasta llegar a la fina tela que me separaba de su entrepierna. Deposité suaves besos, que poco a poco fueron volviéndose lamidas. Lentas y tortuosas. Sharik arqueó su espalda ante cada una de ellas. La tela pronto se humedeció y con cuidado la corrí hacía un lado con mi dedo.

Respiré entrecortado, y volví a inclinar una vez más la cabeza para verla. Sharik apretaba sus labios y los mordía tan fuerte que parecía a punto de romperlos.

—No sabes cuanto he deseado esto... —Bajé y adentré mi lengua en su sexo. El contraste frío con su interior caliente y húmedo fue la gloria. Era mucho más delicioso y dulce de lo que había fantaseado las últimas noches.

Sharik soltó un jadeo y se estremeció, pero me aferré a su pierna manteniéndola abierta y llevé mi mano libre a uno de sus senos, masajeándolo. Jamás en la vida había probado algo así.

¡Estaba ido! Agitado, seguí consumiendo de ella. Si el elixir de la vida eterna existía, debía ser este. Al menos lo era ahora para mí.

Su líquido empapó mi boca y chorreó por mis comisuras. Succioné uno de sus labios y di una pequeña mordida, Sharik me nombró entre gemidos y eso solo logró que me excitara aún más. Mi nombre jamás volvería a sonar tan bien.

Hice círculos en toda su extensión para luego ir de arriba abajo con lentitud, recorriendo cada parte hasta llegar a su punto donde me mantuve succionando por un momento. Tiré un poco, y Sharik entrelazó sus dedos en mi cabello y cernió sus puños en torno a él, obligándome a mirarla.

Sus mejillas estaban rojas, el cabello desalineado y mantenía formada una "O" con sus labios. Perfecta...

—Haytham... —gimió agitada. Apuré el ritmo sin dejar de relamer y llevar mi lengua más y más profundo, pensando en lo mucho que me gustaría penetrarla ahora mismo, pero de lo mucho que iba a disfrutar verla terminar en mi cara—. ¡Oh! Por los dioses...

Sí, Sharik. Libérate en mi boca.

Sus piernas temblaron y la sala del trono se llenó de sus gritos. Luego, silencio. Uno profundo, que fue cortado por el eco de nuestras respiraciones agitadas. Me quedé con la cabeza en su regazo mientras ella acariciaba mi cabello. Besé sus muslos y cerré los ojos, sonriendo sobre su piel.

—Eres lo más exquisito que he probado en 250 años, Phoebe...

—Solías decirme Sharik.

Sonreí y alcé la vista.

—Me dijiste que te llamabas Phoebe Lancour, quería respetar eso.

—Pero soy tu Sharik, ¿no es así? —Sostuvo mi barbilla.

Asentí, perdido en sus caricias.

—Así es. La que brilla como el sol...




¡Bueno, bueno!  Está pasandoooooo AAAAAAAAAA

Niñas, espero que les haya gustado. Hacia muchísimo no escribía una escena sexual, debo admitir que me costó un montón. Ando fuera de ritmo con la erótica JAJAJA pero creo que logré resolverlo. Me cuentan qué les pareció. 

 Ando inspirada, así que si seguimos con el tope de 100 comentarios, me llegó más que prontísimo. Sino, en la semana igual nos vemos. ¡Las amito! 


Besos de muerte y cristal, Gre. 

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