Capítulo 19.
—¡Par de tórtolos!
Los golpes me despertaron. Me erguí sobre mis codos, asustada.
—¿Hola? ¿Hayth? ¡Niños! ¿Puedo pasar? ¡Esto está pesado!
Reaccioné y froté mis ojos con ahínco. Zenev llamaba a la puerta.
—Haytham... Hayth... ¡ey! —Se removió entre las mantas—. ¡Haytham! —siseé.
—¡Eh! ¡Que! ¡Están atacando! —El rey se puso de pie de golpe, y salió corriendo por toda la habitación somnoliento.
—¡Haytham te estoy escuchando! —gritó Zenev.
Gateé hasta los pies de la cama y esperé a que pasara corriendo por ahí.
—¡Entra en sí, por los dioses! —Le di un porrazo con la almohada y cayó, enredándose con las mantas al suelo. Haytham abrió los ojos de golpe, y me observó con el ceño fruncido mientras frotaba su cabeza. Contuve la risa.
—¡Contaré hasta tres! Uno... —Formó una O con sus labios.
Señalé a la puerta y levanté las cejas.
—¡Ya va Zenev! —gritó.
—Dos...
Haytham juntó todo y lo escondió debajo de la cama.
—¡Tres! —Zenev entró de espaldas; el rey se lanzó a mi cama de un salto y se metió bajo las sábanas. No reaccioné en el momento en que me atrajo hacia su cuerpo con sus garras y me estrujó. Estaba descubierto, a excepción de su ropa interior—. ¡Dioses! ¡Casi me quedo sin brazos! —Su nana dejó la enorme bandeja en el escritorio. El olor a pan recién horneado avivó mi apetito.
—¡Buenos días, Zenev! —gritó Haytham, con una sonrisa tiesa. Me abrazó demasiado fuerte y tosí. Lo que no sabía el rey, era que yo también dormía de ese modo. Así que cuando sintió que sus garras apretujaban mis pechos, tragó grueso y aflojó el agarre.
—¡Es un hermoso día! —Zenev abrió las ventanas de golpe.
—Unos perfectos diría yo...—murmuró Haytham viéndome el torso y fruncí el ceño. Echó a reír.
—Levhi Halthuk volvió en la madrugada. —Avisó—. Te estará esperando en el despacho ni bien termines el desayuno.
Haytham se levantó de golpe.
—Iré enseguida. —Cogió su ropa.
—Pero... ¿vas a dejarla desayunar sola? —Zenev se cruzó de brazos.
Haytham le plantó un beso en la frente antes de entrar al baño.
—Ella sabe divertirse sin mí. Enséñale la biblioteca de mi madre. —Me observó de reojo antes de cerrar la puerta.
Sonreí.
—De .
Luego de desayunar y arreglarme, Zenev cumplió la orden del rey. Los guardias nos reverenciaron al cruzar el vestíbulo; una de las doncellas llamó a Zenev para controlar la llegada de mercadería así que me indicó donde encontrar la sala. Al abrir las puertas... bueno yo...
—¡León! —chillé y me lancé dentro. Contemplé el enorme salón girando en redondo como una niña, con una sonrisa de oreja a oreja que no se me quitaba.
Claro que había visto bibliotecas. Helena tenía una, Ashly, y la de tía Noré en Averhz no se quedaba atrás. Pero esta, ¡por los dioses! Abrí las cortinas y el polvo vagó por el ambiente. Los ventanales iban del suelo al techo y las estanterías repletas de tomos cubrían cada muro.
Continué adentrándome, el salón parecía no tener fin. Mientras más avanzaba, los rayos del sol se quedaban atrás. Descubrí un pasillo oscuro y delgado con una delicada estantería de oro al fondo. Volví por la vela encendida en la entrada y continué con mi exploración.
Los libros tenían un forro de cuero antiguo y me llamaba la atención las estatuillas de adorno. Cuando toqué un jarrón con forma de sol, la estantería se deslizó hacia un costado, dejando al descubierto un pequeño despacho.
En el centro de la habitación había una mesa rectangular con un mapa, libros abiertos y otros apilados a un costado.
—Increíble... —Alcé la falda de mi vestido y me adentré, bajando con cuidado los escalones.
Todo estaba intacto como lo habían dejado. La fina capa de polvillo sobre la pluma y los pergaminos confirmaba que había sido hace tiempo. Acerqué la vela y limpié con mi mano un trozo del mapa.
Minerhz formaba parte de la tierra, sus fronteras limitaban con las de Forolg. Debía ser antiguo. Antes de la maldición, antes del destierro, antes de la muerte de...
—Thiana... —Los libros apilados a un costado tenían su nombre. ¿Este era entonces su despacho?
Por curiosidad abrí el primero. Estornudé cuando la tierra flotó por el ambiente. Era un diario, su diario, escrito por puño y letra.
"Juntos por toda la eternidad". Era el título de la primera página. Debajo, bocetos de piedras, joyas y flechas con frases. "Fusión", "uno solo", "almas enlazadas".
—¿Sharik? —La voz de Haytham retumbó a lo lejos. Casi tiré todo del susto. Acomodé el libro tal cual estaba y me apresuré.
—¿Sharik? ¿Dónde estás, princesa?
Cerré el pasadizo, apagué la vela y corrí al salón principal.
—¡Aquí! —Intenté no sonar agitada. Me acomodé el cabello y cogí un libro cualquiera, fingiendo leerlo.
—Vaya... —Haytham arqueó las cejas al verme. Formó una línea con sus labios y se dejó caer de lado en la pared—. No sabía que te gustaban ese tipo de libros...
Arrugué el ceño. Contemplé el tomo que tenía en mis manos y le di la vuelta para ver su tapa: Vātsyāyana kāma sūtra. Nunca había escuchado de ese libro, pero al pasar las hojas, los dibujos de las parejas eran bastante claros y "didácticos". El calor ascendió por mi escote y se centró en mis pómulos. Maldición.
Haytham me observaba con una sonrisa ladeada.
—Si, yo...bueno... —Dejé el libro en la mesa—. ¿Para qué me llamabas? —Escondí mis labios y froté mi nuca.
—Iremos a entregar mercadería y comida a la aldea de mestizos. ¿Vienes o prefieres continuar con tu tranquila lectura? —Relamió sus dientes tras una sonrisa perversa.
—Eres tan exasperante... —Empujé su hombro y seguí camino a la salida. Sus carcajadas llenaron el salón.
Los niños nos recibieron con aplausos y gritos de alegría al vernos en lo alto de la colina. Corrieron hasta el carruaje y nos acompañaron hasta la entrada. La anciana que me había recibido aquella vez, me regaló una sonrisa al verme bajar junto al rey y me abrazó tan fuerte como sus débiles brazos se lo permitieron.
—¡Querida! ¡Qué gusto!
—También me alegra volver a verte. —Me separé, pero continué sosteniendo sus manos—. En la anterior oportunidad, no te pregunté tu nombre.
—Khorá, novileh. —Asentí sonriente—. ¡Ven! Tenemos una sorpresa para ti. —Jaló mi mano y comenzó a caminar.
Haytham me indicó con un gesto que vaya tranquila. Él se quedó con los más pequeños.
La anciana me llevó a la tienda de las mujeres. Todas estaban sentadas alrededor de una enorme mesa y cuando entré se pusieron de pie. Dos de ellas trajeron una canasta que parecía pesar demasiado, y la colocaron sobre la mesa frente a mí.
—¡Ábrela, linda! —Me había quedado inmóvil. Tenía los ojos llenos de lágrimas y el corazón me saltaba de emoción.
¿Por qué la gente hacia tantas cosas por mí? ¿Por qué demostraba tanto amor? Yo no era su familia, ni siquiera un aurem, pero ellos... en un mundo desconocido, lejos de mi hogar, de mis seres queridos, me hacían sentir en casa, pero había algo diferente. Aquí me sentía útil, cómoda de ser yo misma...
—¡Oh, vamos lindura! No llores... —Me animó Khorá.
Me sequé el rostro, y abrí el regalo. Me sorprendí cuando saqué una pechera dorada con detalles que simulaban los rayos solares. Seguí revisando, y lo siguiente fue un casco y unas muñequeras con detalles similares. Quedé sin habla.
—Pensamos que te agradaría tener uno, este es original. Perteneció a un antepasado.
—¿Antepasado? —balbuceé, observando aun la armadura.
Khorá me observó incrédula. Alcé la vista y vi a todas las mujeres a mi alrededor, viéndome. Removí mi cabeza y les agradecí sonriente. Todas dieron una reverencia y se las devolví, fingiendo un entendimiento que no poseía.
Haytham pareció ver la conmoción en mi rostro al ingresar. Llegó a mi lado y, con sutileza, pasó su brazo por mi cintura y me acercó a él. Habló bajó.
—¿Todo bien? —El susurro en mi oreja me erizó la piel.
—Si-si...
—¡Wow, Khorá! —Volteó a la anciana cuando vio los objetos sobre la mesa—. ¡Es maravilloso! Gracias...
Khorá sonrió, orgullosa. ¿Haytham también sabía lo importante que debía ser eso? Todo mundo lo sabía a excepción mía.
—¡La mesa está servida! —gritó un joven, asomándose por la entrada y todas comenzaron a retirarse.
Abracé a Khorá y unas muchachas más que se acercaron, luego me quedé contemplando mi regalo.
—¿Vamos? —La voz de Haytham me sacó del trance. Me tendió su brazo.
—Si. Vamos. —Sonreí.
Los tablones estaban acomodados a lo largo del campamento y todos estaban sentados, esperándonos. Dos muchachos nos arrimaron nuestras sillas dispuestas en la cabecera, y les agradecí al tomar asiento.
Haytham tomó su jarro aun de pie.
—Me alegra que todos podamos compartir hoy los alimentos que ha traído esta hermosa primavera... —Hubo gritos de júbilo y silbidos.
—¡Gracias, majestad! ¡Que viva el rey mestizo!
—¡Viva!
Haytham volteó a verme con una sonrisa. Tendió su mano y la tomé, poniéndome de pie.
—¡Por mi bella Sharik! —Alzó su copa y los demás se unieron al brindis.
—¡Que viva la reina humana! —gritaron al unísono y solo pude asentir con vergüenza.
Todos volvimos a ocupar nuestros lugares y los demás siguieron en lo suyo, disfrutando del almuerzo y la fiesta, a excepción mía...
¿A qué estoy jugando? La gente en verdad piensa que seré esposa del rey, que seré su reina, estoy engañando a todos y ellos son sinceros con su cariño...
—¿Sharik? ¿Todo en orden? —Haytham terminaba su trago y lo dejaba sobre la mesa. Me observó de reojo, sonriendo a los demás.
—Si.
—No has tocado tu plato.
—Esperaba que todos terminaran... —Intenté bromear, recordando lo que me habían dicho los consejeros en nuestra celebración de compromiso.
—Come cuando a ti te plazca. Aquí y allá, tienes mi respaldo. Sé que no puedo meterme contigo cuando de comida se trata.
Reí.
—Gracias, Hayth. —Toqué el dorso de su mano—. En verdad, gracias...
Haytham me sonrió, observando mi toque. Estaba a punto de abrir la boca, cuando algo llamó su atención a mis espaldas.
—¡Dioses! ¡Ahí está de nuevo! —Señaló una niña a las montañas y giramos, asustados.
Detrás de los grandes Alpes, el cielo se cortaba. Si. Un agujero de destellos rojos iba ganando lugar y una ráfaga de viento proveniente de su centro hacía temblar todo el campamento.
—¡Corran! ¡Cúbranse!
La brisa se intensificó y todos los objetos comenzaron a volar por el aire.
—¡Sharik! —Haytham me dio la mano y se aferró a uno de los pilares de hierro de las estructuras.
La gente se resguardó como pudo. Las mujeres tomaron a sus niños y los hombres intentaban proteger al ganado.
El agujero comenzó a succionar nuestro mundo. Me recordó al momento en que debí irme de Stolz. La masa de destellos rojizos parecía chupar nuestro cielo soleado. Se llevó la luz y la brisa cálida, para luego cerrarse y dejar en su lugar oscuridad e invierno de nuevo.
—¿Qué ha sido eso? —inquirió Haytham anonadado, tanto como yo. Ya estaba castañeando mis dientes debido a la temperatura.
—Parece que son los dioses, no quieren vernos bien. Ha pasado ya hace un par de semanas —respondió Khorá, extendiéndome un abrigo—. Por suerte te tenemos, querida... —Me tomó de la mano.
Una reina humana que no sabe cómo usar su poder y casi se va con el León la vez que lo logró. Sí, que suerte...
BUENAS, BUENAS
Llegué mis reinas. ¿Cómo arrancaron el año?
Les cuento que hice un canal de Telegram para chismear, fangirlear y contar teorías del libro. Seremos pocas, pero buena gente <3 La que quiera unirse me pega el grito por Instagram! mi usuario es grecordobaes.
Así de paso les aviso cuando estoy demorada con la actualización y no se andan comiendo las uñas. No logro todavía organizarme para establecer un día fijo, pero sepan que es SEMANAL, osea que un capítulo en la semana habrá si o si.
Otra cosa, cuando vean videos en Tik tok del libro porfa comenten como si fuese nivel ACOTAR JAJAJAJA . Así crece en booktok y logro más visualizaciones XD. Bueno dejo de pedir cosas antes de que me abucheen XD.
Besos de muerte y cristal, Gre.
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