Capítulo 18.
Phoebe.
Haytham y yo esperamos sentados a Iris y Levhi. Mi doncella se había tomado en serio lo de salir a divertirse.
—Entonces, ¿te gustó la sorpresa? —preguntó.
—Me dio curiosidad. —Confesé—. ¿Cómo es posible que siendo aurems adoren a las reinas humanas?
—Mi madre fue la gobernadora de esta aldea por mucho tiempo. Conocieron en verdad su forma de ser y lo que puede llegar a realizar con su poder. Ahora, luego de cientos de años, enterarse de que hay otra... es una verdadera alegría para ellos.
Asentí. Mis manos comenzaron a escozar.
—Yo no sé utilizar mi poder... —dije cabizbaja, observando mis palmas. Mordí mi labio inferior.
Haytham tomó mi mano con suavidad. Era notable la diferencia de tamaños entre la mía y la suya. Tragué en seco cuando sus garras envolvieron mis dedos. Me apretó con fuerza y giré a observarlo.
—Lo lograrás. Solo has practicado una vez, tranquila.
—Tu gente confía en mí...
—También yo.
Sonreí nerviosa. Nos quedamos unos segundos mirándonos el uno al otro. Al advertir que dejaba suaves caricias en mi piel, mi primer instinto fue alejarme.
—Y...—Llevé la mano a la oreja, simulando peinar un mechón—. ¿Cómo es que no saben de tu aspecto? —Cambié de tema.
Haytham relamió sus dientes frontales y sonrió al suelo.
—Bueno, no he vuelto en mucho tiempo. El castillo tiene historia y recuerdos en cada recoveco. Es... —Suspiró—, difícil pasar la página a veces.
—Los extrañas...
—Demasiado —confesó.
—Dímelo a mí...
Haytham formó una línea con sus labios.
—Pero bueno, supongo que no se equivocan. Es decir, mírame... —Sonrió con pesar, señalando la mitad de su rostro cubierta con la máscara.
Quise decir algo al respecto, pero mi doncella y el Levhi salieron del paseo y venían hacia nosotros.
—¡Tendrían que entrar! ¡No saben lo terrorífico que ha sido eso! —dijo Iris al llegar—. ¿No, Levhi? —Le dio un golpecito en el hombro a Halthuk mientras reía, y este asintió con timidez.
—Afirmativo. Muy... —respondió nervioso, aferrando aun más los muñecos a su cuerpo.
—Halthuk, ¿quieres que te ayude? —Eran demasiados y parecían pesar.
—Novileh, no. Por favor, yo puedo.
Estábamos a punto de continuar nuestro camino, cuando los gritos de horror invadieron el lugar. Todo sucedió muy rápido. Un par de jinetes enmascarados entraron a toda velocidad por la feria; la gente corría y se movía desesperada porque los llevaban por delante. Con sus espadas rompieron y tiraron abajo todos los puestos. El fuego comenzó a cobrar altura del otro lado de la plaza. Habían incendiado el carruaje de flores y las llamas devoraban con afán las tiendas.
—¡Halthuk, llévatelas! —gruñó Haytham, quien se interpuso en el camino y volteó a dos jinetes.
—Majestad, ¡yo me encargo! —gritó Halthuk, pero Haytham parecía no escuchar.
Levhi sacó su espada y nos cubrió. Sin embargo, los enmascarados no parecían tener intención de lastimar a los aldeanos, solo destruir la feria. Halthuk volvió a gritarle al rey y este removió la cabeza como si se quitara la ira de encima. Tensó su mandíbula e insultó por lo bajo.
—¡Mi deber es protegerlo y su deber es mantenerse seguro! —Halthuk se llevó el puño al pecho, agitado—. Vuelva al castillo con las muchachas, póngalas a salvo y yo me ocupo de todo aquí, mi señor.
Haytham le dio una palmada en su hombro y se limitó a asentir. Luego nos hizo una señal y corrimos hacia el lugar alejado entre los árboles donde habíamos dejado a los caballos. Antes de irnos, contemplé una vez más la plaza, la felicidad y el júbilo se habían extinto y solo quedaban sus cenizas.
Ya me había dado un baño y cambiado de ropa cuando Haytham ingresó a la habitación. Halthuk todavía no regresaba y, al parecer, eso lo tenía impaciente. Iris dio una reverencia al terminar de recoger mi cabello en una trenza y se despidió de nosotros antes de cerrar la puerta.
—Tranquilo. Pronto vendrá y tendremos noticias. —Me puse de pie.
—No creo poder cerrar un ojo sino llega rápido. Necesito saber quienes son esos malnacidos. ¿Cómo se atreven? —rugió.
—De esta aldea no son, ¿o sí? —Haytham volteó—. Dijiste que son fieles a tu madre, debe ser alguien que no la quiera como para arruinar sus festividades.
—Lo encontraré y le haré pagar por todo esto...—Haytham rascó su cabeza con ahínco. Posó sus fuertes brazos sobre el escritorio mientras observaba por el ventanal.
Froté mis manos y lancé un suspiro. No sabía como ayudarlo, pero decidí que lo mejor que podía hacer era permanecer en calma.
—Lo siento, Sharik... no quería, yo... deseaba que te sintieras cómoda.
—Descuida, ha sido una buena noche... —Escondí mis labios—, a pesar del final, claro.
—Es que... no comprendo. Han pasado tantos años, ¿por qué ahora?
Mi vista divagó por la habitación. El retrato pintado a mano de la reina Thiana y el rey yacía sobre la cabecera de la cama. Ambos tenían vestimentas muy simples, pero cada uno utilizaba un objeto que destacaba. Por un lado, la reina Thiana llevaba la diadema que anteriormente había usado, mientras que el rey sostenía en su mano un imponente reloj de bolsillo hecho de plata con un cristal azul.
Las palabras de Iris volvieron a mi memoria. <Una amenaza, poder>.
¿Para quién la reina Thiana representaba una amenaza? ¿Para quién representó yo una amenaza ahora?
—Es hermoso, ¿no? —preguntó, señalando el reloj en las manos de su difunto padre.
Asentí y parpadeé repetidas veces hasta volver a ese momento. No podía ser lo que estaba pensando, ¿o sí?
—Es una joya realmente.
—En la guerra... los humanos se lo llevaron. —dijo con pesar—. Hubiera deseado mucho haberlo podido usar.
Coloqué mi mano en su hombro. El tacto fue sutil, pero hubo una chispa entre su piel helada y mi mano brabante.
—Tienes sus ojos...—Afirmé, sin quitar la vista del cuadro—, también su nariz y su aura majestuosa. —Haytham sonrió. Otra vez el brillo en sus pupilas se tornó dorado—. A veces lo material está de más...
El rey colocó su mano sobre la mía y los segundos parecieron una eternidad en lo que nuestras miradas se cruzaron sin palabra alguna. No fue hasta el toque de la puerta, que advertimos habernos perdido el uno en el otro. Haytham carraspeó y yo me aparté.
—Iré a ver...
—Si-si... adelante.
—¡Queridos! ¿Cómo se encuentran? —La figura de Zenev entrando a la habitación me tomó por sorpresa. Me estrechó entre sus cortos brazos y solté un ahogo—. ¡Mi niña! ¿Te han hecho algo? —Revisó cada parte de mi cuerpo y rostro, y no pude evitar soltar una risita por la búsqueda exhaustiva.
—Estoy bien, tranquila. —Tomé sus manos y suspiró con tranquilidad. Luego dio un vistazo a los aposentos.
Las mantas que habíamos preparado para Haytham junto a la chimenea fue lo primero que notó. ¿Y cómo no? ¡Esta mujer de seguro tiene algún gen Argano!
—¿Y esto? —Se acercó, pero Haytham llegó primero. Corrió, resbaló por el piso, pero se levantó como si nada y junto todo de inmediato.
Ahogué una risa.
—Nada, ¡nada, Zenev! —gritó y metió todo echo un bollo en el armario.
Zenev me observó con la cabeza inclinada y yo solo me encogí de hombros. Luego abrió grandes los ojos y formó una "O" con sus labios. Volteó a Haytham y alzó el dedo índice en su dirección.
—¿Qué clase de cosas depravadas pasan por tu cabeza? ¿Eh? ¡Es que me respetas a la niña! ¡Ella ya es casi tu esposa! ¡No la hagas hacer cochinadas de niñito rey!
Haytham se puso rojo. En serio. Su piel tan pálida nunca se había teñido de tal color ante mis ojos. Eché a reír.
—¡Zenev, por los dioses! —Empujó con sutileza a la mujer mientras esta arrastraba los pies—. Intentamos descansar, nos vemos mañana. Saluda a Sharik, mañana puedes hablar todo lo que quieras, ahora estamos cansados. ¡Vete, vete con esas locuras tuyas, por favor!
Zenev me agitó la mano risueña y le devolví el gesto, muerta de la risa.
—¡Descansen! ¡Pero, de verdad! ¡Las paredes tienen oídos!
—¡ZENEV! —vociferó Haytham y no pude contenerme más. Me dejé caer en el sillón todavía riendo.
Escuché las puertas cerrarse y luego de unos minutos el rey volvió y se desplomó a mi lado. Llevó una mano al rostro, y se lo frotó riendo también. Sin querer la mascara de su lado derecho cayó al suelo. Haytham dejó de sonreír y se llevó las manos al rostro con una expresión de terror.
Me arrodillé para alcanzarla, y estaba por dársela, pero la imagen me distrajo. La piel cremosa de Haytham resplandecía de una forma diferente debido a los rayos lunares que atravesaban el ventanal. Desde mi posición, las llamas del fogón exaltaban sus rasgos, y esas cicatrices que surcaban su rostro desde la frente hasta su mentón, me parecían una obra de arte hecha por los dioses. No sabía como explicarlo, pero lo hacían ver varonil, fuerte y... Por el león. No supe el momento exacto en que mi mano había llegado a su rostro y acariciaba las heridas.
Haytham tenía el rostro contraído y los ojos cerrados, pero cuando sintió mi tacto, poco a poco sus gestos se fueron suavizando. Mi pecho latía agitado, el aire entraba más rápido de lo normal. Haytham abrió los ojos, y, desde allí arriba, me observó de una forma que nunca antes lo habían hecho.
—Las-las...—balbuceé—, las heridas que dejan marcas nos hacen crecer como personas. Deberías sentirte orgulloso de llevarlas y no avergonzado, te han forjado a ser quién eres hoy. —Remojé mis labios.
Su pecho subió y bajó. Tensó la mandíbula y se limitó a respirar profundo. No dijo nada, solo asintió con lentitud mientras se puso de pie y me ayudó a levantarme. Le di la máscara, pero solo continuó observándome de esa forma extraña.
—Yo...—Mordí mi labio inferior—, voy, te... —Rasqué mi nuca y me separé—, te ayudo a armar tu cama. —Fui casi corriendo y saqué las cosas del armario apresurada. Las preparé rápidamente bajo su mirada y me metí a la cama, dándole la espalda—. Buenas noches. Espero que puedas conciliar el sueño... —susurré agitada.
Una nueva sensación se removía bajo mi piel e invadía mis entrañas.
Lo escuché acomodarse en su lecho y respirar profundo. Creo que hasta insultó en su idioma, porque había escuchado esas palabras en el harem. Pasó un buen tiempo, ambos estábamos en silencio y había logrado calmarme al fin. El sueño iba ganándole la partida a mis párpados cuando lo escuché hablar bajo...
—Oh, Sharik. Créeme, será una tarea imposible.
HOLA, MIS REINAS!
Perdón por el retraso, pero tocó ser anfitriona en las fiestas y pues, bueno... siendo mamá de un pequeño terreneitor de 7 meses como que uno no puede con la vida XD. Sepan entender (llora).
¡Les mando muchos besotes desubicados y espero que hayan pasado una linda navidad!
El lunes es mi cumpleaños, lo único que pido de regalo son muchos comentarios, que dejen estrellitas, recomienden el libro y se han felices leyéndolo!
Besos de muerte y cristal, Gre.
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