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Capítulo 17.


Phoebe.


—Novileh, despierta. ¡Hemos llegado! —Iris zamarreó mi brazo con sutileza. Me senté con lentitud y estiré mis brazos.

Asomé apenas la cabeza por la ventanilla del carruaje. "Aldea de Ahmed" decía el letrero que acabábamos de pasar. Las calles eran empedradas y había banderines de todos los colores dispuestos en forma de zic zac por todo el camino. Las casas estaban decoradas con flores de colores estridentes. En la plaza principal, la gente preparaba puestos y tiendas.

—¿Festejarán algo? —consulté a Iris con curiosidad.

—No tengo idea... —respondió, asomada también por el ventanal—, nunca he venido a este lugar. Nunca he salido del castillo en realidad. Así que estoy igual que tú. ¡Pero sin dudas todo es mucho más hermoso! —Volvió a sentarse entusiasmada.

Sonreí.

El carruaje pasó la plaza y luego tomó un camino de tierra. Volvimos a alejarlos de la civilización para perdernos por un bosque de pinos. No pasó mucho hasta que volvimos a divisar construcciones.

Un hermoso castillo se cernía a orillas del lago congelado. Las torres del mismo estaban invadidas de glicinas; las flores eran preciosas y se disponían en racimos colgantes de color lila.

—¡Por águila! ¡Por águila! —Iris por poco me empujó para verlo.

—¿Qué? ¡Qué pasa!

—¡Las demás no van a creerme! ¡Estamos en el palacio de los enamorados! ¡Juro que pensé que nunca vería tal cosa!

El carruaje frenó frente a los anchos escalones que daban al puente de piedra. Levhi Halthuk abrió la puerta para nosotras y ayudó a Iris a descender. Al bajar, debí girar en redondo para contemplar la magnitud del lugar. Rodeado de naturaleza, el castillo de piedras doradas parecía de ensueño.

Haytham me tendió su brazo y arqueó las cejas. Le di una sonrisa, aun observando alrededor mientras lo entrelazaba con el mío.

—Ahmed es sin duda magnífico.

Al igual que los muros del palacio, de entre las piedras del puente emergían frutos violáceos. Aun no podía entender cómo, a pesar del gran calor que hacía, el lago permanecía congelado.

—Hay una energía distinta aquí... —dijo Haytham al estar en frente de la entrada.

Un despliegue de sirvientes, tantos aurems como humanos, salieron a recibirnos. Iris y Levhi Halthuk llegaron un momento después y junto a los guardias que cargaban nuestro equipaje se adentraron al castillo por la puerta de servicio. Le eché una última mirada a mi doncella que observaba todo como una niña pequeña y me puse feliz por ella.

Sobre la enorme entrada principal, esculpida en la piedra, había una frase que captó mi atención. "Mi cálido refugio".

—Mi padre... —Haytham rompió el silencio—, lo construyó para mi madre.

—¿Ella vivía aquí sola?

—En un principio sí. Fue su regalo de bodas, pero luego no resistió mucho y se mudó aquí con ella.

Asentí. Comenzaba a comprender el porqué de su nombre y la frase en su entrada.

—Es un honor recibirlo, majestad. —Una mujer mayor se acercó y dio una reverencia. Su cabello blanco estaba recogido en una larga trenza, aunque no era aurem sino humana.

—¡Deja la formalidad y ven acá!

Me sorprendió cuando Haytham alzó a la mujer como si de una pluma se tratase y comenzó a hacerla girar a las risotadas.

—¡Por águila! ¡Niño! ¡Bájame! ¡Tú no cambias, eh! —Lo regañó desde arriba.

El rey obedeció, sin dejar de reír. La mujer suspiró y se unió a las carcajadas al estar en tierra firme. Ambos se dieron un cálido abrazo y debo decir que tuve envidia. Atiné a frotar mi brazo, contemplando la escena. Algo se removía en mi pecho y me hizo extrañar a mi familia.

—¡Te he echado de menos! —dijo Haytham.

—Y yo a ti... —La anciana pellizcó una de sus mejillas con complicidad. Luego se percató de mi presencia—. ¡Oh, preciosa! —No me percaté en el momento en que se acercó y me sostuvo por los hombros para plantarme dos besos en el rostro. Solté una risita—. Lo siento, Zenevieva, para servirte. Puedes decirme Zenev.

—Buenos días, un placer. Mi nombre es Pho...—Observé de reojo al rey—, Sharik, mi nombre es Sharik.

Haytham sonrió e hizo un ademan para que avancemos.

—Solo los íntimos pueden llamarte así, Zenev...

—Por eso mismo, niño. —La mujer me guiaba con una mano posada en la espalda baja—. ¡Es tu prometida! ¡Ven querida! ¡He ordenado que preparen unos bocados deliciosos para ti!

—Zenev, no te la lleves tan rápido. Deja que nos acomodemos, por favor.

La anciana detuvo su paso y lanzó un suspiro.

—Bien, pero es que... ¡ah! ¡Quiero saberlo todo! Los guiaré a su habitación y luego los veo en el salón.

Haytham asintió.

La decoración del castillo me tenía encantada. Los tonos blancos, rosas pasteles y dorados lo adornaban todo. Cada mueble, espacio o abertura se destacaba por la pomposidad y cantidad de detalles. Al llegar al final del pasillo, nos detuvimos frente a la ultima puerta.

—Bien, esta es su habitación. Desempaquen todo y nos vemos abajo. Ordenaré que sus sirvientes estén en el mismo piso por si lo necesitan.

Estaba dando la vuelta cuando Haytham y yo nos miramos con los ojos de par en par.

—¡Zenev! ¡Zenev! ¿No te olvidas de algo? —Haytham sonrió, mostrando sus colmillos.

La mujer se llevó la mano a la barbilla. Luego formó una "O" con sus labios y chocó sus manos.

—¡Águila! ¡Si! ¡Ya les mandó la recepción!

—Zenev... la habitación. Nos mostraste una sola, ¿dónde está la mía?

—Pues frente a tus ojos, ¿qué estás ciego?

Haytham se frotó la cara. Eché a reír de los nervios.

—Bien, es la mía. ¿Dónde está la de Sharik?

—¿Están jugando conmigo? ¿Les hizo mal el calor acaso? ¡Qué les pasa! ¡Es esa!

Zenev volvió sobre sus pasos y abrió la puerta.

Los aposentos eran un sueño. Ventanal enorme con vista al lago. Muebles de oro y una ostentosa y mullida cama matrimonial. Si, solo una cama.

—¡Por los dioses, niño! ¡Ya somos grandes! ¡Nos conocemos! —Zenev se cruzó de brazos e hizo una mueca de picardía—, ella ha sido primero tu novileh, o sea que se conocen... lo bastante bien... supongo que no hay nada que fingir con respecto a la pureza del matrimonio, querido.

Abrí grandes los ojos.

—Yo no...

—Excelente, gracias. —Haytham me interrumpió, no solo eso. Me sostuvo de la cintura y jaló con fuerza hacia él. Su aroma me invadió al pegar mi cachete contra su duro pecho, y dejó un beso en mi frente—. Eres la mejor.

—No respiro...—susurré, dándole toquecitos en la espalda, pero no me soltó.

—¡Son tan lindos! Bien... ¡Nos vemos en un rato! —dijo Zenev, cerrando la puerta.

Haytham me soltó y casi caigo de culo a la cama.

—¡Dioses! ¡Casi me matas! —escupí, tratando de retomar aire.

—Lo siento, soy muy torpe cuando me pongo nervioso. —Haytham corrió a la barra y sirvió una copa de agua—. Es mi nana desde que soy un bebé y está realmente feliz de que me vaya a casar. No quería arruinarlo... —Me la extendió.

Bebí todo de un solo trago. Luego me limpié las gotas con mi puño.

—Bien, no hay problema. Puedo con eso, pero no vuelvas a abrazarme de ese modo. ¿Cómo sobreviven a eso tus seres queridos? —Acomodé mi corsé.

—Están muertos, princesa. Muy gracioso...

—¡Ay! ¡No! ¡Yo no quise! ¡Yo! —Casi me da algo al darme cuenta de con lo que había bromeado.

Haytham echó a reír.

—Calma, no estás respirando de nuevo —bromeó. Me crucé de brazos. Sin duda, hoy era su bufón. Él me observó con una sonrisa de lado—. Solo sígueme la corriente. Somos una joven y hermosa pareja comprometida, ¿de acuerdo?

—Lo de joven va por mí, ¿no? —Arqueé una ceja, divertida.

—Jaja. No, muero de la risa, princesa... —exclamó con sarcasmo.

Puse una sonrisa de victoria.

Alguien llamó a la puerta. Haytham fue a ver mientras yo inspeccionaba el lugar. Volvió con las maletas, y colocó la suya en el suelo.

—Puedes quedarte con la cama. —Aclaró, dejando la mía sobre esta.

Acomodé el mechón de mi cabello mientras me cruzaba de brazos.

—Genial... —Si. No íbamos a compartir cama, por supuesto. ¿Qué cosas piensas, Phoebe?

—¿Quieres ir a una fiesta?

Lo observé con mis cejas en alto.

—Claro...—mordí mi labio.

Haytham se frotó las manos, sonriente.

—Bien, busquemos un buen disfraz.


       —¿Por qué yo debo vestirme como hombre? —Reproché al bajar de Mimoso. Iris y Levhi Halthuk echaron a reír.

—Es mejor así, créame, novileh —dijo Halthuk, atando los caballos. Haytham aterrizó a unos cuantos metros. Vi entre los arbustos como ocultaba sus alas.

—¡Esto es excelente, novileh! —Iris me tomó del brazo y chilló agudo—. ¿¡Sabes hace cuanto no voy a una fiesta!?

El sol se había ocultado para cuando llegamos. La aldea lucía mucho más pintoresca de noche. Los puestos en la plaza ya estaban armados. Había comida, bebidas, juegos; la gente se aglomeraba por las calles, luciendo atuendos vibrantes y animados.

Haytham llegó hasta nosotros. Traía su mascara como siempre y una larga capa que cubría su cabeza.

—¿Tú de qué te disfrazaste? —Tiré el peso a una de mis caderas.

Iris lucía uno de sus angelicales vestidos rosa viejo con una peluca blanca, Halthuk traía un conjunto negro bien presentable y yo estaba con unos pantalones viejos, camisa celeste y el pelo recogido bajo una boina. Mi mascara era la de un zorro, mientras que la de ellos eran unos brillosos antifaces.

—Sharik. Así estamos bien. Adelante, hay que disfrutar la noche.

—¡Ay! ¡Mira que deliciosos se ven esos dulces! ¿Podemos ir, novileh? —inquirió Iris. Estaba a punto de contestarle que sí, cuando Haytham intervino.

—Sherhazí... —Iris agachó la cabeza de inmediato—, ten. —Le extendió una pequeña bolsa que parecía pesar—. Me gustaría que disfrutaras de esta noche. Halthuk te hará compañía. —Observó a Levhi, quien se había quedado tieso en su lugar con los ojos saltones y las mejillas sonrojadas.

Al darse cuenta que todos lo observábamos, afirmó torpe. Iris parecía estar saltando de alegría por dentro. Sonrió con un brillo tierno en sus ojos y asintió repetidas veces.

—¡Si! ¡Si! ¡Gracias majestad! —Jaló al Levhi del brazo para que la siguiera y se perdieron entre la gente.

Haytham y yo cruzamos miradas.

—Estará feliz por meses, estoy segura. —Sonreí en su dirección.

Comenzamos a pasear por el medio de la plaza. No podía creer la cantidad de gente que se vestía de la forma más peculiar. Algunos traían lazos de seda dorado colgando por las muñecas, otras máscaras con la forma del sol, animales, y así la lista seguía. Me sorprendía la gran cantidad de personas que pasaban por nuestro lado y ninguna se acercaba a su majestad.

—¿Por qué nadie te saluda?

—No vengo seguido. No vengo hace mucho... en realidad.

Volteé, confusa.

—Pero... ¿no es como si nadie supiera de tu rostro o sí? Algún dibujo, una pintura... ¿Cómo no podrían reconocerte?

Haytham sonrió, relamiendo sus dientes.

—Digamos que la aldea no se lleva bien con la capital. No tienen casi contacto, aunque yo mando alimentos siempre.

—¿Tú se lo has negado?

—No, es decir, sí. Bueno, ellos no aprueban a Mildred como reina madre y el consejo tomó la decisión de establecer ciertas restricciones para esta aldea. Y yo...—Su barbilla tembló—. No vengo desde que era un niño... desde que mi madre falleció.

—¿Y por qué vinimos entonces? ¿Por qué ahora? —pregunté confundida.

—Esta fiesta es en honor a ti... —Algo se removió en mi pecho—, la reina que devolvió el sol y la primavera.

Me escozaron los dedos.

—¿En honor a mí? —Volteé a mi alrededor. Ahora todo tenía sentido. El color dorado, los disfraces vibrantes, las canciones alegres, los antifaces con forma de sol...

—Esta aldea es fiel a mi madre, como verás. Les has devuelto la primavera justo en la semana de su conmemoración. Les agradan las reinas humanas, por lo visto.

—Pero... no soy reina. No...

—Ellos piensan que sí, es una esperanza. Así que debemos encontrar la forma de arreglar todo. —Posó su mano en mi hombro.

Asentí.

—¿Quieres algo? Voy por uno de esos... —Señaló un puesto con golosinas.

—No, adelante. Estaré viendo esos juegos.

—Regreso enseguida.

Me acerqué donde unos niños intentaban embocar unas pelotas de trapo en unos aros.

—¡Vamos! ¡Vamos! —gritó el aurem del puesto—. ¡Haga tres tiros y gane la muñeca de la reina humana!

Los niños reían y tiraban con toda su fuerza, pero no podían llegar. La pequeñita de los tres hermanos lloraba desconsolada. Volteé hacia ambos lados, buscando rastros de sus padres. En el puesto siguiente, observé a Iris. Estaba con Levhi Halthuk a punto de entrar a lo que parecía un paseo del terror.

—¡Iris! ¡Iris! —corrí y logré que me escucharan.

Levhi traía cargando consigo decenas de muñecas y osos de trapo. Eché a reír.

—¡Novileh! ¿no es divertido? ¡Amo este lugar! ¡Viva la reina humana! —gritó emocionada y unos aurems que pasaban se le unieron. Levhi Halthuk le hizo señas de guardar decoro.

Negué sonriente.

—¿Tienes un poco de monedas que puedas darme?

—Prestarte, novileh. Puedo prestarte...

Puse mis ojos en blanco.

—Bien, prestarme.

—¡Entonces claro, niña! ¿Cómo preguntas? Ten. ¡Nos vemos! —Me saludó y se fue corriendo—. ¡Levhi, rápido! —Levhi se despidió con una sonrisa.

Volví al puesto justo a tiempo. Los dos varones intentaban calmar a su hermana menor, pero no había caso.

—Señor, señor... —Llamé al dueño de la tienda y este volteó confundido.

—Si, ¿joven? —¡Claro! ¡Lo había olvidado! ¡Se supone que soy un hombre! Mi voz es más chillona que el sonido de Esther cuando lustra los zapatos.

Me pegué en la cabeza. Carraspeé.

—Quiero tres tiros, por favor. —Intenté sonar ruda.

—Bien, son 5 monedas.

—Aquí tiene. —Se las di. Él me entregó las pelotas.

—Buena suerte.

Los dos primeros cayeron fuera. Maldición. Ya debía comprar más tiros e Iris solo me había prestado 10 monedas. Pude embocar la última.

—¡Bravo! —Celebró Haytham detrás.

—Tenga, caballero. Se ha ganado un rey. —El hombre me dio un pequeño muñequito tallado en madera. Tenía la nariz bien ancha y los ojos saltones con una cara de perro degollado.

—¿Disculpe? —dijo Haytham, sacándomelo de las manos—. ¿Cómo que es el rey?

—Así es. Nadie lo ha visto, pero calculamos que así es. Mal agraciado y maleducado, como su madrastra. —Echó a reír.

Haytham lo observó con una comisura arriba. Mierda.

—Pues, yo creo que debe ser gallardo y apuesto —gruñó.

Me uní a la risa, fingiendo que era una broma.

—Si, si... bueno, ¿me da otros tiros? —Le pagué. Haytham siguió observando el muñeco en su enorme garra como si de un insecto asqueroso se tratase.

Los niños se acercaron a ver. ¡Vamos, yo puedo!

¡Di el primer tiro y entró!

—¡AAAAAH! —Festejé. La niña se limpió las lagrimas y prestó atención. Mi grito fue demasiado agudo así que soltó una carcajada.

Segundo tiro... ¡Adentro!

—¡Eso! ¡Eso! —Los dos niños saltaron como si hubiera sido triunfo suyo y yo salté sobre Haytham.

—¡Dioses! ¡Calma! —Me devolvió al suelo, sonriéndome.

El dueño de la tienda nos observó raro.

¡Solo faltaba el último tiro y listo! Apunté varias veces. Entrecerré el ojo y suspiré antes de hacerlo. Pero cayó fuera.

—¡No! ¡No! —Pataleé.

El rey me observó de reojo.

—Oh... —Los niños agacharon las cabezas.

Me hinqué de rodillas frente a la niña. Ella me observó con sus ojos brillosos.

—Lo siento, quería ganar la muñeca para ti.

—Eres una chica, ¿cierto? —Me sorprendió.

—Sip. —Me obsequió una sonrisa espectacular.

—Lo sabía. ¿Por qué te vistes de niño? —inquirió. Haytham estaba comprando dulces a sus hermanos.

Procuré que nadie me estuviese viendo y levanté apenas mi mascara.

—¡Ah!

—¡Sh! —Le indiqué. Se cubrió la boca, asombrada—. Soy una humana... —balbuceé.

La pequeña no podía dejar de abrir más y más sus ojos.

—¡Eres la reina! ¡Eres preciosa! —dijo y me abrazó—. Gracias por intentarlo, pero verte en carne y hueso... ¡es mucho mejor que una muñeca de tela!

Mi corazón saltaba entre mi pecho. Sonreí y le di un abrazo.

—Ten. —Me quité una de mis pulseras—. Es para ti, guarda el secreto.

Ella hizo un gesto con el puño al pecho, igual al que solía hacerlo Halthuk a Haytham cuando acataba una orden.

—Si, señora. Majestad, digo... ¡Joven! —Echó a reír.

Haytham volvió con sus hermanos con las manos llenas de dulces y se marcharon. No sin antes, guiñarme un ojo. Me quedé observándola hasta que se reunió con sus papas.

—Serás una gran reina... —Soltó Haytham y me di la vuelta. Pero al verme la cara, removió su cabeza nervioso—, digo... ¡allá en tu mundo! ¡porque eras una princesa y entonces puedes ser reina un día! ¡allá, no aquí! Ay, dioses, yo... ¿quieres una paleta? —Me pasó la golosina, y se rascó la cabeza.

Eché a reír, aceptándola. 



AAAAAAH, ¿NERVIOSO? ¿QUIEN? 

¡Hola, hola queridas!

Bienvenidas a las nuevas lectoras que ya se obsesionaron con la historia y la leyeron de un tirón XD (a mí me lleva semana escribir 1 cap., *cry, cry*) jajaja

Me preguntaron días de actualización, en teoría yo actualizo fin de semana. Más probable día domingo, pero si por alguna razón no puedo, si o si lo hago los lunes por la mañana. 

Espero que les vaya gustando, estén atentas porque hay algo qué resolver y las pistas van siendo echadas a partir de ahora... (se pone modo escritora seria). Mentira, lo intento, pero recuerden que es un borrador y no soy profesional, solo lo hago con mucho amor <3

Besos de muerte y de cristal, Gre. 

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