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Capítulo 16.

Phoebe. 


No podía creerlo aún. ¡Lo había logrado! Debía festejar, pero el hecho de casi morir en el intento no me lo permitía, al igual que el saber que todavía no entendía cómo lo había conseguido. Sin embargo, hubo una chispa de esperanza encendiéndose en mi interior... Tal vez... tal vez yo podría controlarlo y volvería con mi familia.

El resto de la mañana lo pasé en mi habitación. Iris me hizo compañía en el almuerzo y luego tomamos un té antes de echarme una siesta. Estaba agotada. Todavía sentía el temblor en mis músculos y en el espejo vi hundidas mis ojeras.

Volvía del cuarto de baño cuando llamaron a la puerta.

—¿Sí? —Iris abrió. Madhelí Agatha esperaba con las manos entrelazadas.

—La reina madre solicita la presencia de la novileh ahora. —La escuché decir cortante.

Por el León... ¿qué acaso no sabe de modales?

—Pe-pero, no se encuentra en condiciones.

—Asegúrate de que lo haga. Sabes que no le gusta esperar. Estaremos en el parque central. No demoren.

Ni siquiera permitió que Iris pudiera refutar algo. Dio la vuelta y se fue sin saludar. Mi dama de compañía cerró de un portazo.

—No van a darnos descanso. —Se frotó el rostro—. Menos ahora que has hecho lo que hiciste. Eres igual a ella y eso no le agrada.

—¿Igual a quién?

—A la madre del rey. Tienes su don... —Iris puso una mueca de pesar—, ay, novileh. ¿En qué te has metido? ¿Cuándo pensabas decirme? Con razón su majestad me pide tener tantos cuidados contigo...

—¿Eso te ha dicho?

—Desde que llegaste. Eres especial, ¿lo sabes? Eres la luz de su mundo, literalmente.

—¿Disculpa? —Sequé mi cabello—. ¿Qué cosas dices, Iris? —Anudé más mi bata y caminé hasta el tocador.

—Sharik. —Se acercó y me hizo sentarme. Sonrió mientras me peinaba—. Te ha dado ese nombre. Significa "la que brilla como el sol". Es tan... romántico —suspiró.

Formé una línea con mis labios. Así que eso era...

—No es lo que piensas. Tenemos un acuerdo, eso es todo.

—¿Un acuerdo?

—Como lo escuchaste. —Me puse de pie—. Así que dejar de utilizar esa imaginación tuya que tienes y centrémonos en lo importante. La reina madre, ¿qué vamos a hacer?

—Ir y ver qué necesita. Está probándote, quiere ver como te encuentras.

—¿Por qué?

—Recuerdo que madhelí Radha me contó que siempre que la reina humana hacia eso, terminaba exhausta y aun sabiéndolo, Mildred la llamaba para divertirse. Ella era la primera esposa, así que la reina Thiana debía obedecer.

Iris me acercó el corsé y falda que había escogido.

—¿Y por qué yo sería su objetivo ahora? Es decir, entiendo que tenía problemas con ella porque era amada por su esposo, pero... ¿yo? ¿yo qué pintó en su vida? —No me gustaban las prendas, así que rebusqué en el armario. Encontré un vestido más suelto en tono verde esmeralda y comencé a vestirme.

—Supongo que por poder. —Iris negó sonriente, doblando lo demás—. Si tú te casas con el rey pasarías a manejar el castillo y el harem. Le quitarías algo muy importante para ella.

Asentí.

—¿No es raro que en 350 años su majestad no se haya casado? ¿O haya tenido herederos? Es decir... entiendo que cada jueves a la noche durante todo este tiempo él... bueno, no voy a entrar en detalles.

Iris echó a reír.

—Hay un rumor que corre por los pasillos, pero ninguna de las favoritas lo ha confirmado, creo que por orgullo.

—¿Qué?

Había llegado el momento de escoger las joyas. Me sorprendió cuando Iris sacó de uno de los cajones la diadema de la reina Thiana.

—¿Por qué está eso ahí? ¡Iris! ¡El rey va a matarme!

—Él mismo ordenó que te la transfieran a tu joyero. —Mordió su labio, con una sonrisa traviesa. Alcé las cejas. Removí mi cabeza y le pedí continuar.

—Vamos, has hecho que me encante el chisme. —¿Por qué me ha dado tan valioso para él?

Iris se llevó la mano al pecho, orgullosa.

—Bueno, dicen que las elegidas en las noches de seda no tienen intimidad con su majestad. Y en cierto punto, creo que es cierto. Porque aquí no permiten tomar nada para no quedar embarazadas. ¡Imagínate! ¡Ya debería haber cientos de mini Haytham corriendo por el castillo! ¡Y tú lo comprobaste estos días, no ha hecho nada!

Abrí mis ojos.

—Pero las Privelihes no dicen eso. —Recordé su emboscada la primera vez que me nombraron novileh.

—Y jamás lo harán. Él rey las mataría si alguien se entera, supongo. Y Sasha quedaría en ridículo dándosela del gran amor de su majestad. Aunque no sé si es verdad, porque si lo vi besando a Sasha una vez.

Termino de dar un poco de color a mis pómulos y aliso mi vestido. No tengo tiempo para escuchar de los amoríos del rey. Debo hacer todo bien y rápido y largarme cuanto antes.

—Estoy lista. —Corté la conversación.

—¿No que te gustaba el chisme? —Iris se cruzó de brazos con un gesto de picardía.

—Anda, Sherhazí. —Me encaminé a la puerta.

El viento primaveral fue una grata caricia al salir. Los rayos del sol habían derretido la nieve y ahora podía apreciar mejor la vegetación de Minerhz, era como estar en un bosque de hadas encantado.

La reina madre y su séquito se encontraba junto a la fuente. Sasha caminaba por uno de los senderos junto a sus doncellas. Tomé mi falda y corrí un trecho para alcanzarla.

—Buen día, hermosa mañana, ¿verdad?

Ni siquiera volteó a verme. Me observó de reojo y fingió una sonrisa. Caminamos juntas.

—Fue magnifico, lo reconozco. Con razón su majestad estaba tan interesado en ti. Pero ha sido suerte de principiante, ¿en serio crees que eres buena jugando este juego?

—No sé de qué hablas, yo solo hice un comentario del clima. —Le sonreí.

Sasha se relamió los dientes.

—Un clima del que tú has tenido que ver, la noche en que una de nosotras tenía que acompañar al rey. Bravo —dio pequeños aplausos, y le seguí la corriente tomando mi falda y haciendo pequeñas reverencias—, pero, insisto, suerte de principiante.

—Ya veremos...

—¿Disculpa? —Frenó sus pasos. Me coloqué frente a ella.

—Y es que no sé cuando será tu nueva jugada. La primera vez con la menta fuiste muy astuta. Así que, por eso digo, deberé estar preparada.

Sasha sonrió de lado con perversidad.

—Ojos por todos lados...

—Niñas... —La reina madre llamó nuestra atención. Ambas volteamos con rapidez.

—Excelente trabajo, novileh —dijo, con las manos entrelazadas. Di una pequeña reverencia y me tomo del hombro, haciendo que volviera a enderezarme—. Oh, no. Por favor... —Me saludó con dos besos, uno por cada mejilla, al igual que lo hizo con Sasha—. Debes estar exhausta. Tomemos asiento, ¿quieres? —Señaló el banco de hierro junto a nosotras.

Sasha se excusó y siguió con su paseo. Acomodé mi falda antes de sentarme.

—¿Y?¡Cuéntame! ¿Cómo es que te guardaste esta gran noticia? —Noté algo tensa su sonrisa.

—Yo...bueno, no sabía que podía hacerlo.

—¿Ah no? ¿Cómo lo lograste?

¿Cómo lo logré?

—Haytham... —Mildred alzó su ceja derecha—, digo, su majestad, él me ayudo.

—Ya veo... —La reina madre parecía observar un punto en el horizonte—. Es por eso que tiene tantas atenciones contigo, ya decía yo...

Froté mis manos y agaché la vista. Si, me lo dicen con frecuencia. Él es así conmigo por eso. ¿Qué digo? ¡Que importa! Tenemos un trato y es suficiente.

Removí la cabeza y volteé a verla con una sonrisa.

—¿Qué desea de mí, majestad? —Abrió los ojos y sonrió con sorpresa.

—Vaya, estás comenzando a adaptarte a este mundo rápido. Todos necesitamos algo del otro... —Observó de reojo la diadema en mi cabeza y hubo un tic en su labio—. Era una buena reina, lastima su final... —dijo, aun con la mirada en la joya.

—¿Cuál fue? —inquirí.

—Murió a manos de los humanos. Triste. Su misma raza acabó con ella...

—¿Usted la quería? —Hubo algo extraño en el brillo de su mirada.

—Muchísimo. Estábamos unidas quisiéramos o no. Tanto, que hoy cuido a su niño como si fuera mío... —Me sorprendió cuando me tomó de las manos—. Es por eso que te llamé, me preocupa. No me cuenta de sus planes y necesito saber en qué está metido. Esa cabecita suya a veces no entiende el significado de lo correcto. ¿Crees que puedas ayudarme?

—Me pide información. —Me puse de pie y abandoné su tacto al instante. A lo lejos, Levhi Halthuk y su majestad se acercaban.

—Es una forma de decir, sí. —Se puso de pie—. Linda, tú ahora serás su esposa. Me encantaría que pudiésemos tener más que una buena relación, forjar una amistad.

—¿Qué desea saber? —No me gustaba nada su acercamiento. Además, ¿me creía tonta? El incidente con la menta no había sido solo obra de Sasha, estaba segura de eso.

—El día que Haytham volvió inconsciente...

—¿El día que se me encerró en los calabozos? —Interrumpí.

—Ese día... —Su sonrisa se ladeó—, ¿había humanos libres en la aldea en la que estuviste?

—Majestad, en el juicio di mi respuesta. No.

Haytham ya estaba a pocos metros.

—Piénsalo de nuevo. No quiero que desperdicies la oportunidad de estar en el bando ganador —dijo, aparentando ternura ante la mirada de su hijastro.

—¿Bando ganador?

—Créeme. Si tal cosa existe, el consejo...

—El consejo sacaría del trono del rey —interrumpí y asintió sonriente, como si estuviese orgullosa de que comenzaba a entender. Y la pondría a usted...

—Buenas tardes, bellas damas...—Haytham saludó entusiasta. La reina madre me observó con la barbilla en alto seria antes de saludar.

—Hola, querido.

Levhi nos hizo una reverencia y se la devolví.

—¿De qué hablaban? Se veían entretenidas... —Comentó, enlazando mi brazo con el suyo. Ambas nos miramos por unos segundos.

—De ti, por supuesto —respondió, dándole una caricia en la mejilla.

—Bueno, mal o bien, no deseo saberlo. —Echaron a reír. Por mi parte, me quedé pensando en las intenciones de Mildred—. Viene a buscar a la novileh porque ya salen los carros y quiero que vea todo lo que ha conseguido.

Mildred jugueteó con sus dedos. Continuó sonriente.

—Maravilloso, ¿puedo saber dónde se hospedarán? —Jugueteó con un mechón de mi cabello. Mi cuerpo se tensó sin pensarlo. Haytham pareció notarlo, pero continuó hablando.

—En Ahmed, madre.

—Oh... —Pareció sorprendida, pero le dio un beso de despedida—. Buen viaje... —asintió apenas, me observó fijo una vez más y siguió camino junto a sus doncellas.

—¿Hospedarnos? —Pregunté a Haytham.

—Así es. Pasaremos unos días fuera. —Sonrió animado—. Prepara tu maleta y que tu Sherhazí también lo haga. Partimos en hora.

Me emocionaba la idea de salir del castillo. Mi emoción se acrecentó cuando reconocí a mimoso sin estar cubierto de hielo. El corcel relinchó al verme y hasta posó su cabeza sobre mi frente. Iris y yo íbamos en un carruaje y su majestad en otro junto con Halthuk.

El sol comenzaba a caer y mi compañera de viaje ya estaba a los ronquidos. Así que saqué el libro que su majestad me había obsequiado y me puse cómoda. Un título de las ultimas paginas llamó mi atención: "Leyenda del sol y la ".

"Se dice que mucho antes del mundo como lo conocemos, el sol y la luna eran como nosotros. Criaturas de carne y hueso que sobresalían entre la gente por su gracia y belleza. El día que se conocieron, fue el más brillante de todos los tiempos. Estos dos quedaron flechados de inmediato".

"Un día, la gran Leona Dorada los citó en su palacio. Tenía la idea de un mundo nuevo, más allá de Minerhz, y siendo las dos figuras muy respetadas de la corte, los llamó para darles una gran misión a cada uno".

"Sol y Luna asistieron emocionados, pero pronto esa alegría se convertiría en miseria. La gran Leona Dorada les explicó que de ahora en más serían similares a un dios. Sol se encargaría de dar brillo al nuevo mundo durante el día y Luna durante la noche. Ambos sabían que desobedecerla significaría su muerte, y ninguno quería ver morir a su amado".

"Así, la última noche antes de pasar a ser cuerpos celestes en los cielos, Sol y Luna fusionaron sus corazones humanos en una roca para mantenerse juntos por siempre. A partir de la triste mañana siguiente y hasta nuestros días, Sol arde de pasión por Luna, y esta vive en las tinieblas de su añoranza".

Cerré el libro y contemplé la ventanilla en silencio. Siempre me habían gustado las historias de amor, pero los finales tristes... no podía superarlos. Dejé el libro en el suelo y apagué la antorcha de un soplido.

La luz de la luna y el sol se fusionaban en el cielo rosado del atardecer. Sonreí mientras mis ojos se cerraban, pensando que, por un segundo, ambos volverían a tocarse.



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Besos de cristal y muerte, Gre. 

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