
Capítulo 15.
Phoebe.
—Cuando te pedí que lo compensaras, no me refería a esto —dijo, Haytham, reacomodando su abrigo. La brisa nocturna me entumecía las mejillas y alborotaba los cabellos.
—No hay nada más entretenido que un paseo nocturno —repuse, dándole un mordisco a la golosina glaseada que habíamos sacado de las cocinas.
—¿Cuántos años dijiste que cumpliste?
—No lo dije, creo. —limpié mi dedo con la lengua ante el ultimo mordisco—- Dieciocho. —Volteé, confusa.
—Con razón. —Sonrió con arrogancia, abriendo la puerta para mí.
—¿Con razón qué? —Tiré mi peso a una de mis caderas.
—Nuestros significados de diversión nocturna difieren. —Haytham se señaló la boca, pero no entendí.
—¿Y usted? —Fruncí el ceño—. ¿Cuántos años tiene?
—350. —El tacto de su dedo limpiando la comisura de mi labio me tomó por sorpresa. Abrí grandes los ojos.
—Si, tiene razón —balbuceé y entré con prisa—, un anciano de tal calibre no sabe apreciar la verdadera diversión, ¿qué hacías para divertirte? ¿Contar las piedras de los templos sagrados cuando fueron creados? —Subí la escalera caracol.
Soltó una grave carcajada.
—Muy graciosa, princesa...
La pequeña habitación de la torre estaba a oscuras. Haytham encendió algunas de las velas derretidas con la antorcha que traía y luego la ancló a la pared. Contemplé una vez más las pinturas en la pared, y quedé boquiabierta al reconocer algo familiar en una de ellas.
—Es... —balbuceé, apuntando con mi dedo índice.
—Si. La diadema de mi madre, la traes puesta. —Se paró a mi lado.
Formé una línea con mis labios. La vergüenza comenzó a colarse por mi cuello y rostro ahora calientes.
—Lo siento, yo no, yo...
—Ah, Sharik. ¿Tú no lo sabías? —Haytham inclinó la cabeza a un lado, sonriente.
Demonios que Iris jugaba rudo.
—Llegaste a mis aposentos buscando el pañuelo. Quiero saber el porqué de esa determinación. Imagino que no fue por tus incontrolables ganas de pasar la noche conmigo... —Su comisura ascendió, revelando su colmillo.
Blanqueé mis ojos y sonreí, mordiéndome el labio inferior. Hubo algo extraño en su mirada al verme. Agachó la vista al suelo, negando con la cabeza y caminó hacia a la pequeña ventana cruzando los brazos tras la espalda.
Solté un suspiro.
—Digamos que un ajuste de cuentas. —Concluí, acercándome.
La noche en Minerhz tenía un brillo particular. El cielo era una completa oscuridad, pero las estrellas, sin embargo, brillaban de una forma que jamás había visto.
—¿Estás admitiendo que me utilizaste para uno de tus viles planes? —Volteó a verme.
—Si, eso dije. —Respondí aun con la mirada perdida en el horizonte—. Y salió estupendo. —Bromeé, recordando la cara de Privelih Sasha al verme obtener el pañuelo.
Desde que había llegado, me había parecido un ridículo circo, pero entendiendo que no dejaría de buscarme, había accedido a formar parte.
—Continúo aburrido. —Dio un fuerte aplauso que me hizo dar un salto y luego frotó sus manos. Camino vivaz hacia el pequeño banco de madera y dejó su capa—. Vamos, hora de entrenar.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, practiquemos. Esta tarde el entrenamiento se vio suspendido por tu pésimo accionar, hora de ponernos al día. —Hizo espacio, moviendo los muebles—. ¿Y bien? —Se posicionó en medio de la pequeña habitación—. Muéstrame lo que tienes... —Hizo un ademan con sus manos.
Me quedé un par de segundos inmóvil.
Haytham se acomodó sus pantalones y se agazapó, esperando algún tipo de movimiento de mi parte.
—¡Vamos, Sharik! ¡Quiero verte en acción!
—Yo no, yo... —Miré las palmas de mis manos—, no sé hacerlo.
—Eso lo sé, estamos aquí para eso. Ahora inténtalo, anda... —Colocó sus brazos en posición de guardia.
—Haytham, yo no... no puedo.
Me observó, irguiéndose de nuevo.
—Primera lección... —Levantó su dedo índice, que intimidaba más de lo habitual debido a su puntiaguda garra—, cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se volverán tu destino.
Su sonrisa fue gentil. Oculté mis labios y, cobrando una posición más segura, asentí.
—Nada de palabras negativas, entiendo —suspiré, intentando controlar el cosquilleo de miedo que invadía mi cuerpo.
—Buena chica. —Recobró la posición—, ahora Sharik, concéntrate. Busca en tu interior esa energía.
—Es que nunca fui consciente de... de eso las veces que lo hice —admití.
—De mi poder. —Corrigió—. Dilo, ponlo en palabras. Tienes un poder y debes ser responsable de él y aceptarlo.
Tragué saliva. Hasta ese momento, no me había detenido a pensar la dimensión de eso, de mi poder. Era como sentir algo ajeno a mi propia persona, a mi cuerpo, a mi ser... No sabía de donde provenía, como había llegado ahí, a donde se alojaba o como utilizarlo. Me daba miedo y frustración. Removí la cabeza.
—Esto no va a funcionar... —dije, nerviosa. Mis hombros se desplomaron junto a mi reciente valentía.
—¿Tan fácil se te olvidó la primera lección? —bromeó, acercándose.
Con sutileza me tomó por la cintura y giró mi cuerpo hacia la ventana. Pase saliva cuando acomodó mis brazos y acercó su rostro, ocupando lugar a mi lado. La mascara que cubría la mitad de su cara me rozó la mejilla. Me preguntaba por qué la utilizaba. Si, tenía cicatrices, pero... ¿por qué siendo quien era las cubría?
—Concéntrate, recuerda qué hiciste o pensaste exactamente la última vez y apúntale a la estrella... —Su aliento gélido estremeció la piel de mi cuello. Señaló la estrella que yacía sobre la ventana.
Solté el aire y cerré los ojos. Bien... ¿qué hice o pensé la última vez? Recuerda, Phoebe, vamos... tú puedes... yo puedo hacerlo.
Las imágenes aparecieron rápidamente. Nítidas, y luego desenfocadas, iban y venían, para alejarse de nuevo.
Ojos como rubies. Serpiente. Stefano. Muerte.
Mierda...
Luego de una puntada en mi cabeza, un golpe seco me sacó de mi propio cuerpo. Ahora, veía todo desde arriba. Un haz de luz brillante ámbar intenso comenzaba a forjarse a la altura de mi pecho. Sentía mi garganta cerrarse, aunque era un alma flotando en medio del ambiente. ¡¿QUÉ DEMONIOS SUCEDÍA?!
Intenté regresar a mi cuerpo, pero había algo que me lo impedía. La luz se propagaba por mis extremidades, y sentí que moría. ¡Quería gritar! ¡Llorar! El ardor era abrasante. Podía sentir todo lo que a mi cuerpo le sucedía, aunque estuviese fuera de él. En el suelo, junto a Haytham, caía de rodillas al suelo, temblando. El aura de luz recorría mi cuerpo, ascendiendo y quemando cada célula a su paso, como si miles de cuchillos se clavaran al mismo tiempo en mí, como si un fuego estuviese consumiendo mis entrañas.
Grité para que Haytham me escuchara, pero él solo intentaba a hablarle a lo que quedaba de mí allá abajo con él. Mis pupilas se fueron hacia atrás y ya no podía respirar.
—¡Sharik! ¡Sharik! ¡Contrólalo! ¡Calma!¡Tú mandas! ¿Me escuchas? —El rey se hincó de rodillas a mi lado—. Si logras escucharme, solo piensa en el fin, ¿sí? ¿Cuál es el fin de todo esto? —gritó, observando el techo.
Hice un esfuerzo sobrehumano por llegar a mi cuerpo, pese a que parecía haber una energía que me repelía constantemente. El haz de luz ya había llegado a mis manos y estás me cosquilleaban, pero estaba quedándome sin oxígeno y sin vitalidad.
—Sharik, ahora. Solo piensa que te llevo a hacerlo esa vez, ¡por favor! ¡Tú puedes!
¿Qué me llevó a hacerlo?... Lo tengo.
Toqué mi cuerpo y al fin me aceptó, pero entonces todo explotó dentro de mí. La pequeña habitación de la torre se tiñó de una luz blanca cegadora y sentí mi cuerpo desplomarse. Luego, solo hubo oscuridad.
Desperté en mi cama. Iris estaba sentada a mi lado leyendo su libro. Me froté la cabeza, todo daba vueltas y hasta me dolía respirar. Vi de reojo el té en la mesita de noche y de inmediato lo cogí. Al percatarse, mi Sherhazí dio un salto y dejó el libro a un lado.
—¡Novileh!
Había tomado todo el té. Mejor prevenir que curar...
Iris esbozó una sonrisa.
—Tranquila, solo ha sido un día en cama. Y el té era mío. —Negó risueña.
—¿Qué pasó? —Intenté erguirme sobre el respaldar, pero cuando lo hice cada partícula de mi cuerpo latió de dolor. Parecía que decenas de caballos me habían pasado por encima.
Toqué cada parte de mi cuerpo, controlando que todo estuviera bien. No tenía ni un rasguño, a pesar de que momentos atrás sentía mis huesos y carne incinerarse.
Los toques a la puerta nos interrumpieron. Haytham se asomó apenas por el hilo de luz entreabierto.
—¡Sharik! —Entró de inmediato al verme.
Iris se levantó de prisa y se reverenció.
—¡Su majestad! le juro que acaba de despertar. No me dio ni tiempo de ir por usted —habló con nerviosismo.
—Buen trabajo, Sherhazí. Puedes irte a descansar. Me quedaré. Pide que suban algo de comida —Se quedó a los pies de la cama, sin quitarme la vista encima.
Iris se despidió y nos dejó a solas.
—¿Cómo te sientes? —Se acercó y mulló mi almohada para luego ayudarme a ponerme en una posición cómoda.
—Como si me hubiesen dado una buena paliza. —Intenté sonreír, pero ni siquiera tenía energías para aquello.
Haytham escondió sus labios. Me quedé observando un punto fijo en el suelo.
—¿En qué piensas?
—Sentía que moría. Fue una de las cosas más extrañas y aterradoras que me ha tocado vivir, y eso que viajar contigo por ese portal fue de lo peorcito también.
Soltó una vaga carcajada.
—Te despojó de tu propio centro...
Asentí lento.
—Me quitó el control... —Recordarlo me dio escalofríos.
—Eso hace el poder. Sino llegas a controlarlo, acaba por consumirte.
Dejé escapar un soplo de aire.
—Fue aterrador. Yo... lo siento, creo que no podré hacerlo de nuevo... —Agaché la vista. Vi mis manos temblar y traté de ocultarlas debajo de las sábanas—. No sirvo para esto.
—Ey...—Haytham pareció notarlo—, ¿qué pasó con la pequeña cosita valiente que conocí al principio? —Su toque fue suave. Me tomó de la barbilla y me hizo verlo a los ojos—. Fue el primer intento. ¿Te rindes tan rápido? —Hubo algo extraño y reconfortante en la expresión de su rostro.
Fruncí mis labios y solté un suspiro. Limpió la lagrima que rodaba por mi mejilla, pero pareció recordar algo y se alejó con rapidez. Lo seguí con la vista hasta que llegó al ventanal. Todavía no lograba creer cómo detrás de esa criatura feroz e imponente existía una personalidad tan... gentil.
—Además... —Apenas giró la cabeza. De un solo movimiento, abrió las cortinas. La luz del sol invadió toda la habitación. No podía creerlo. ¡Parecía que la nieve nunca había estado! ¡El parque de un fértil verde rebozaba con los colores vibrantes de las flores más extrañas y hermosas que había visto jamás! —. Nada mal para tu primer intento...
¡HOLI! ¡Llegué!
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¡Nos vemos el finde! ¡Tomen agüita, descansen, sean felices!
Besos de cristal y muerte, Gre.
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