In my head (Gucci tennis shoes)
Mi querido.
Hombre alado. Umbral de espejismos.
Tu imagen —de cuadro—, tan extraña, tan disímil a todo, tan ajena a la miseria del mundo con esa carita sonriente, con ese rostro alunado, con esos rulos tiernos, dorados, castaños, mojados. Quimera infaltable de mis tiempos eludidos. Noches enteras siendo aligerada por tus alas translúcidas, apenas perceptibles, intocables, elevándome como si fuera un ser feérico, me hiciste feérica. Tú, Morfeo de Susurros.
Flor en la mesa, florerito, "florerito de mesa", ¡já! Eras lindo así, me eras bonito así: enmacetado, enfrascado, pomposo, no me importaba que fueras una flor en la mesa, la única flor en la mesa. Era solo una invitación a la realidad, una fisura a mi ensueño, la sospecha de tu condición de demonio, el redolor de adivinarte des-alado, descarnado. Ángel caído. Pero no lo quería, no lo quise. Yo te quería. A ti. No me importaba.
Mírate. Te inventé acechándote, rimbombante, con tus zapatillas Gucci blancas y verdes y rojas y doradas, caminando ligero por ahí, elevándote con cada paso, como preparándote para bailar Pyramids—oh, ¡Frank Ocean!—, a la espera de un flash —¡qué inmadura tu naturaleza!—, aparentado entrañamiento, como absorto en ti, enfocado en el qué dirán, maquinando sobre cómo mostrarte, con ese polerón canguro que tan lindo se te veía —la única ropa tuya que me hubiese puesto—. ¡Qué desgracia tu belleza!, ¡qué coléricos movimientos!, ¡qué ganas!
Entonces te miraba, con esa postura entreabierta de labios que llevabas, sin ninguna miserable expresión, odiosamente parsimonioso, flemático como nunca. Un estrellato incipiente. Y el corazón y la vanidad y la ilusión y la insania me llevaron a preguntarme —y a desear, por qué no—, cómo sería estar en tus zapatos, ¡qué sosa pregunta!, qué sosa sería si no se tratase de tus zapatos, de tus zapatillas Gucci, tan especiales, tan solo para ti y tu insólito mundo. Ver el mundo a través de tus zapatillas Gucci.
A veces, todavía — ¡qué desdicha!—, cuando desprevenida ando, puedo sentir el efecto de tu idea en mi estómago, recorriéndome, incinerándome como el sol a las tardes de verano en la playa, húmedo, fresco, atrevido, desaforado, arrebolándome de goce, llegando hasta mi garganta y obligándome a reprimir un grito a la luz de la luna, con la madrugada entrando por la ventana, con la oscuridad —que ha estado siempre de tu lado, impostor— trayéndote de vuelta, arrebatándome el juicio, haciéndolo tuyo, haciéndome tuya, doblegándome. Tú, engaño tierno, fraude de delicia irritante.
Canción: In my head de Ariana Grande
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