Fashion
La luz del sol se reflejaba en la superficie del río, creando destellos dorados sobre la piel de Ryusui. El viento agitaba su cabello con la misma intensidad con la que agitaba las velas de su barco. Tsukasa, con los brazos cruzados, lo observaba en silencio desde la orilla.
— Siempre me ha sorprendido tu capacidad para vivir como si el mundo entero te perteneciera —comentó Tsukasa con una sonrisa apenas perceptible.
Ryusui se giró, encontrándose con la mirada firme de Tsukasa. Con una risa confiada, se llevó una mano al pecho.
— ¡Porque así es! La tierra, el mar, el cielo... todo está ahí para ser reclamado. ¡Un hombre debe desearlo todo, Tsukasa!
Tsukasa negó con la cabeza, pero no con desaprobación, sino con cierto asombro.
— Lo dices como si el deseo fuera suficiente para que algo sea tuyo.
Ryusui se acercó con pasos seguros, quedando a poca distancia de él.
— Y tú lo dices como si no desearas nada. ¿No hay algo en este mundo que quieras solo para ti?
Tsukasa guardó silencio por un momento. Sus ojos se desviaron hacia las aguas que fluían tranquilas, reflejando el rostro de Ryusui junto al suyo.
— Sí... hay algo —admitió, casi en un susurro.
Ryusui arqueó una ceja, divertido.
— ¿Oh? ¿Y qué podría ser?
La respuesta no llegó en palabras, sino en la forma en que Tsukasa sostuvo su mirada, en la manera en que el viento parecía contener el aliento a su alrededor. Ryusui sonrió con satisfacción.
— Bueno, bueno... Parece que incluso el gran Tsukasa tiene deseos.
Tsukasa no respondió, pero cuando Ryusui extendió una mano hacia él, no la rechazó.
Su conversa acabo allí, siendo que esa misma tarde volverían a hablar.
El sol dorado del atardecer caía sobre la cubierta del barco, tiñendo las telas finas y los accesorios dorados de Ryusui con un brillo casi etéreo. Su capa ondeaba con el viento, y su camisa de lino blanco, abierta hasta la mitad del pecho, revelaba su piel bronceada por el sol y el mar.
Tsukasa, apoyado contra el mástil, lo observaba con su habitual serenidad, vestido con un kimono ligero de tonos tierra que resaltaba la elegancia natural de su porte.
Mientras casi todos hacian los preparativos para el nuevo viaje hacia América, Ryusui trataba de disfrutar lo ultimo de paz antes de que se convierta otra vez en el cápitan del Perseo.
— No esperaba que tu vanidad se extendiera hasta la ropa —comentó Tsukasa con una media sonrisa, sin apartar la mirada de las múltiples joyas y detalles que adornaban a Ryusui.
Ryusui soltó una carcajada, llevándose una mano al pecho, donde un colgante de oro brillaba bajo la luz crepuscular.
— ¡Ja, ja, ja! ¡Por supuesto! La moda es la manifestación del deseo, Tsukasa. Un hombre debe vestirse como si el mundo entero fuera suyo.
Tsukasa negó con la cabeza, cruzándose de brazos. Su vestimenta, sencilla pero refinada, contrastaba con la ostentación de Ryusui.
— No necesitas tantas capas de oro para verte imponente.
Ryusui se acercó, con su andar despreocupado pero seguro, y se detuvo a escasos centímetros de Tsukasa. Su perfume, una mezcla de sal marina y especias exóticas, lo envolvió por completo.
— Lo dices como si no te gustara lo que ves —dijo Ryusui, con una sonrisa pícara mientras deslizaba los dedos por la tela del kimono de Tsukasa, evaluando la textura con admiración—. Debo admitir que tu estilo tiene un encanto más... atemporal.
Tsukasa lo observó en silencio, pero en sus ojos había un brillo de diversión.
— No necesito llamar la atención con mi ropa.
Ryusui inclinó la cabeza, sus rizos cayendo levemente sobre su rostro mientras mantenía la mirada fija en la de Tsukasa.
— No necesitas hacerlo... Ya eres imposible de ignorar.
Por primera vez, Tsukasa sintió que las palabras de Ryusui no eran solo un juego. O quizás, en el fondo, él tampoco quería ignorarlas.
↺❒∝#RyuKasaWeek
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