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7

Pasan dos semanas y media sin que Liang vaya a mi habitación para usarme. Afirma que Tai por fin está acercándose a él, y yo finjo estar contenta mientras ambos bebemos jugo de naranja en el comedor. Durante este tiempo él se enfoca en terminar a V2 y pasar de cinco a seis horas en la habitación de Tai; ya no lo veo tomar sus tragos de whisky o mirar el cuello de Chen con deseo cuando ella le sirve el desayuno. Antes creía que iba a alegrarme el día que Liang y Tai por fin estuvieran juntos, mas lo único que siento es una profunda envidia y desolación. Ni siquiera los recuerdos de la Tai original logran diluir mi tristeza, pues se evaporan en cuanto más los necesito. Hay días en los que despierto desorientada sin tener muy en claro quien soy y qué haré. La idea de que Liang me hiciera a un lado era muy lejana, me atrevía a creer que imposible. Pero lo está logrando. Su relación se estrecha y yo, la copia casi perfecta, ya no seré necesaria pronto.

Extraño los días en los que mi mente era más simple, cuando todo era nebuloso.

Liang pasa el resto de su día creando música en su habitación. Tiene la puerta cerrada, así que no puedo ir a interrumpirlo. Decido quedarme leyendo una novela romántica en el comedor y pido a V1 y V2 que me preparen café fuerte. Bebo una taza tras otra, tratando de concentrarme en la trama y no llorar. Por supuesto, eso es imposible. Solo es cuestión de unos cuantos minutos para llevarme las manos al rostro y sollozar. Las páginas de la novela se mojan y la taza de café se enfría. Escucho a uno de los robots tomarla, seguramente para cambiarla por otra. Sin Liang soy nada, no tengo ni necesito a nadie más.

Me estremezco al sentir una mano en mi hombro.

—¿Taelia?—dice mi creador, clavando sus ojos penetrantes en los míos.

—Liang...yo...lo siento, no deberías verme así.

Tiene el cabello recogido tras la nuca y una sonrisa tímida. Luce inocente.

—Vamos a mi habitación—dice, y eso basta para regresarme a la vida. Siento una punzada en el lugar del corazón al subir las escaleras junto a él. Estoy muy ansiosa por ser usada o por que me muestre sus nuevas canciones. En vez de eso, toma asiento en su escritorio y me pide con un gesto que me siente en una esquina de su cama.

—¿Por qué estás triste?—me pregunta.

—Porque te has distanciado de mí las últimas dos semanas.

Él suspira.

—Cierto, a veces olvido que tu devoción por mí es muy alta. Lamento que hayas pasado por eso, pero ahora que las cosas por fin están funcionando ya no tienes que sufrir tanto. Voy a modificar tus emociones para que ya no vuelvas a llorar por mi ausencia, ¿de acuerdo? Solo me tomará una hora o dos.

Asiento, sabiendo perfectamente que cualquier cosa que Liang haga en mi mente será inútil. Lo veo encender su vieja laptop y trabajar en mi código: se despliegan cientos de números y símbolos que no comprendo pero que me fascinan. Me gustaría poder gritarle todo lo que me ha pasado desde que escuché Electric Girl en aquel club, lo mucho que mi psique ha avanzado sin que él tuviera que agregar o cambiar una sola cosa. Me pregunto cuál sería su reacción. Tal vez buscaría una forma de limitar mis recuerdos otra vez, o daría mi habitación a Tai y me encerraría para ver cómo sigo desarrollándome. El solo imaginarlo me aterra.

—Listo, ya está—dice Liang, cerrando la computadora—. ¿Te sientes mejor?

—Sí. Muchas gracias, Liang.

Él se pone de pie, camina hacia mí, me toma de la barbilla y me hace verlo a los ojos.

—Ahora tu amor por mí es más limpio, Tae. Ya no es más una obsesión.

Te equivocas, pienso, tratando de contener el llanto una vez más.

—Quiero que salgas el día de hoy—dice Liang.

¿"Salgas"? ¿No "salgamos"?

—¿A dónde?

—No sé, a donde tú quieras. El Lolita's, el café Zuanshi o un lugar que llame tu atención. V2 conducirá el auto y te esperará en él.

No puedo creer lo que me está diciendo. Hemos estado juntos desde que abrí los ojos por primera vez, bastante duro ha sido para mí que se haya alejado estando los dos en la misma casa.

—¿Estás...estás seguro? ¿No vas a necesitarme luego?

—Sí, estoy seguro. Ya es momento de que te de tu espacio, Tae, has sido mi compañera por mucho tiempo.

No, no hace esto por mí, lo hace por él. Quiere tener la casa para él y Tai nada más. Yo soy un estorbo.

Liang me entrega uno de sus relojes de pulsera para controlar a V2 y comprar lo que se me antoje.

—Gracias—respondo, sonriente—. Iré a cambiarme. Volveré pronto.

Él asiente devolviéndome la sonrisa.

Abandono la habitación de Liang y voy a la mía para ponerme uno de esos conjuntos sencillos y de colores oscuros que tanto le gustan a Tai. Tiene una especial preferencia por los suéteres de punto. Bajo y llamo a V2, quien me obedece al instante. Me muerdo el labio inferior al contemplar esos ojos rojos en un rostro de cromo. Antes me agradaba saber que soy la máquina más avanzada en todo el mundo, pero ahora me deprime. Mi vida sería mucho más fácil si mi mente fuera como la de V2.

Salimos al estacionamiento y elijo el auto favorito de Liang.

—Vamos al café Zuanshi—le digo a V2, quien asiente.

En el camino miro por la ventana. Todo esto me parece un mal sueño. Sin Liang a mi lado me siento extraña, como si me faltara un miembro. Cierro los ojos y me concentro en el leve viento que me acaricia el rostro y el cabello. La Tai que vive en mi interior debería estar feliz por mi repentina felicidad, pero por alguna razón sigue dormida. Al llegar me despido de V2 y entro al café, tomando asiento en una de las mesas más apartadas. Sonrío al ver de nuevo las pinturas y recuerdo lo bien que la pasaron Liang y los padres de Tai aquí. Un camarero alegre toma mi orden y regresa al poco rato con un latte de vainilla. Bebo mientras veo la ventana; amo el paisaje con sus colores tan vivos y los robots caminando por ahí, cargando las bolsas de compra de sus dueños. Al menos yo no tengo que hacer eso. ¿Qué otro robot tiene el privilegio de sentarse a tomar un café en una hermosa tarde fría? Ninguno. Liang me hizo con amor y cuidado, soy muy preciada para él. Jamás me haría a un lado del todo, pues soy parte de su vida y la mayor prueba de su capacidad.

Pido otro café y despliego el holograma en el reloj para leer algo. Prefiero mil veces los libros en papel, pero me divierto también eligiendo las miles de opciones que tienen los libros animados. Ningún final es igual. De pronto me pregunto si Tai también escribe y programa libros animados. Quizá luego se lo pregunte.

Me dejo embriagar por el olor a café y chocolate mientras leo, es maravilloso. Es tan intenso que probablemente se quede impregnado en mi ropa. Por un momento olvido que soy una máquina y me siento una chica más en este lugar, alguien con una vida propia y un empleo estable. Una hora después el paisaje se nubla y comienza a llover. Las calles se despejan y hay más personas dentro de las tiendas. Apago mi reloj y veo el agua caer. Fue en un día como este que Liang y Tai se conocieron, cuando ambos tenían doce años. A diferencia de otras ocasiones, el recuerdo no es violento ni me causa dolor, sino que llega despacio y levita en mi interior como una nube. Es tan cálido como el café Zuanshi.

El Liang pre adolescente ocupa el último lugar de la primera fila en el salón de clases. Yo soy nueva aquí, estoy nerviosa y me pregunto cuánto tardaré en adaptarme. La profesora de historia me presenta y me siento en el único lugar disponible, el cual es al lado de Liang. Él no voltea a verme, solo contempla la lluvia por la ventana o baja la mirada a su libro. Intento entablar una conversación y él responde con frases breves. La voz de la profesora explicando la última invasión de China en América se mezcla con el sonido del agua.

Llega el receso y todos salen a la brevedad. Solo quedamos el chico callado y yo.

—Eh...¿no vas a salir?—le pregunto.

—No.

Su voz es apenas audible.

—¿Por qué no?

Por fin me mira a los ojos. Son tan tristes como su voz.

—Me gusta estar aquí.

—¿No tienes amigos?

—No los necesito.

Breve silencio.

—¿Entonces no puedo ser tu amiga?

Aprieta los labios, incrédulo.

—S-Sí, si puedes. No me molestaría tener una.

—Muy bien. ¿Cómo te llamas?

—Liang.

El camarero me hace regresar al presente. Me estremezco y le sonrío.

—¿Necesita algo más?

—No. Estoy bien, gracias.

Espero a que la lluvia se tranquilice y, después de pagar desde el reloj, salgo y cruzo la calle al centro comercial. Liang siempre compra todo por Internet, así que esta es la primera vez que recorro un sitio como este. Entro a una tienda de ropa y busco vestidos modestos pero que sea más de mi estilo. Ya no tengo porqué vestirme siempre con látex y cuero. Una dependienta me ayuda a elegir y yo, con una alegría renovada, me dejo envolver totalmente por mi fantasía de chica normal. Después voy a una librería y una tienda de accesorios, sintiéndome ridícula por haber llorado en el comedor de la casa hacía unas horas. Que me haya dejado salir no significa que me quiere tener lejos, sino que, tal y como él dijo, debemos tener nuestro espacio. Su amor por mí ha crecido y ya no me ve como una esclava sexual, por eso ya no me usa seguido. ¿Y qué si Liang y Tai por fin están juntos y se aman? Yo no voy a desaparecer. Seguiré ahí, con ellos, siendo más una mujer que un androide.

Regreso a casa risueña y cargada de bolsas para encontrarme a Liang y Tai en el sillón de la sala, con tazas de té en las manos. El ambiente huele a jazmín. Abro los ojos a toda su expresión al ver que ahora Tai tiene el cabello color magenta, igual que yo.

—¡Oh, hola Taelia!—dice Liang—. La convencí de que se tiñera el cabello, ¿no es genial?

Ella detesta ese color, pero supongo que es un sacrifico pequeño con tal de poder salir aunque sea unas cuantas horas de su habitación.

—Luce muy hermosa—contesto, dando las bolsas de compra a V2, quien luego sube a mi habitación junto a V1.

Me siento junto a Tai sin saber cómo sentirme. ¿Qué pasó entre ellos mientras estuve ausente? ¿De qué hablaron? ¿Ya se entregaron el uno al otro? ¿Por qué mi felicidad ha desaparecido tan rápido?

—Ahora Tai puede recorrer la casa a sus anchas—dice Liang, rodendo sus hombros con su brazo—. Las puertas se cerrarán automáticamente justo antes de que pueda salir, así que no puede escapar. Pronto eso no será necesario.

Liang besa su mejilla y ella sonríe levemente.

—Me alegra que por fin estemos avanzando—dice.

Tai luce tranquila. Su cuerpo no tiembla. Me pregunto qué estará pensando.

La noche llega y yo duermo plácidamente, sin un solo recuerdo floreciendo en mi interior. Liang me despierta poco después. Esta vez no luce triste, de hecho hay un brillo que nunca había visto antes en sus ojos. Estoy por decirle algo pero él se inclina y me besa con ansias, como si quisiera compensar las casi tres semanas en las que no me tocó. Al principio estoy segura de que me llevará a su habitación y me colgará en el columpio, pero eso no pasa. Él solo sube mi camisón y me posee aquí mismo, haciéndome leves cortes con su navaja dedal en el proceso. Contengo un suspiro de alivio al notar el fastidio en su rostro ante la falta de sangre. Eso quiere decir que el Liang sádico que conozco sigue ahí, muy adentro. Me puedo imaginar el dolor que siente al tener que reprimirse por tanto tiempo. Quisiera conocer una manera de hacerlo regresar a sus inicios, mucho antes de que Tai viviera en esta casa. No sería cosa fácil, pues ahora que ella por fin está cooperando mi amo tiene más razones para seguir adelante con su vida actual.

Quizá Liang asesinaría de nuevo si tuviera una presa a su disposición. Yo podría traerle una y sorprenderlo, él no dudaría en actuar.

Me aferro a él y lo rodeo con mis piernas, sintiéndome completa una vez más. Tras terminar, Liang se tumba a mi lado. Yo lo miro de soslayo y tengo el impulso de tomar su mano, pero tras un rato prefiero no hacerlo.

—¿Quién soy?—le pregunto.

Él sonríe.

—Taelia.

—¿Qué soy?

—Una máquina.

Es la primera vez que me duele oír esa palabra.

Antes, cuando la esencia de Tai era apenas una sombra en mi interior, yo aceptaba la palabra máquina con la misma naturalidad que mi nombre.

—A veces no me gusta ser una máquina—confieso, sin miedo a que Liang se altere. Él no se inmuta, ni siquiera me voltea a ver.

—Los humanos no tienen nada de especial—dice, como si fueran una especie ajena—. Envejecen, se enferman y mueren. Tú tienes lo mejor de ellos y nada de lo malo, ¿qué te queda por desear?

—Un alma.

Liang suspira.

—Eso no existe, Tae, es un invento de los humanos. Aparece en todos los libros de mitología griega que lees, ¿o me equivoco?

—Sí.

Liang toma mi mano. Me estremezco.

—Tú nunca vas a morir, así que no tienes necesidad de sentir esperanza.

Me quedo dormida con esa frase repitiéndose en mi mente una y otra vez.

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