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5

Poco a poco pierdo la consciencia y me entrego al sueño artificial con cierto temor. Siempre me he sentido cómoda navegando por mi mente limitada, pero ahora que se está expandiendo poco a poco, no sé con qué me voy a encontrar.

Son demasiados recuerdos, me abruma su claridad. Pasan uno tras otro como diapositivas, la velocidad es impresionante. Estoy fascinada y aterrada, como si dos personas totalmente distintas habitaran en mi interior. Estoy segura de que mientras más recuerdos recupere, más pronto dejaré de ser esa chica perfecta que Liang diseñó con tanto cuidado. Voy a convertirme en Tai, la auténtica Tai.

Estoy sentada en una mesa, el Liang de quince años se encuentra frente a mí escribiendo en una libreta. Hay una mujer de espaldas en la cocina, quien canta una canción. Ahora la reconozco perfectamente: es Biyu, la madre de Liang. La mujer que, poco después de morir, lo convirtió en el Dios sediento de sangre que me dio vida.

La casa es pequeña y tranquila. Podría sentirme bien si no fuera porque conozco el futuro. Podría llenarme de ternura al ver a Biyu traernos un tazón con fruta y sonreírle a su hijo si ignorara el verdadero límite de su relación con él.

—¿Qué vas a hacer esta noche?—me pregunta Liang, dejando el bolígrafo y tomando un trozo de melocotón.

—Voy a ver una película en casa de Lee—respondo, notablemente emocionada.

—¿Tu vecino? Pero siempre me has dicho que no te agrada.

—Y así era hasta hace unos días. Es un buen chico, solo muy tímido. Le ha de haber costado mucho acercarse a mí para invitarme a ir a su casa. Lo he visto desde que ambos teníamos como cinco años y la verdad...

—No tienes que ir por lástima.

Liang me clava sus ojos fríos. Biyu ha vuelto a la cocina, está picando verduras.

—No es lástima. Tal vez me guste un poco.

Él baja la mirada a su libreta. Toma el bolígrafo y reanuda su labor.

—Sí, tal vez—dice.

Conozco el resto de la historia: aquella noche Tai no fue con Lee, sino que volvió a casa de Liang y escucharon juntos el álbum más reciente que él creó. Ahora que miro al pasado, este me parece demasiado lejano y me doy cuenta de que Tai estuvo cerca de Liang lo más que pudo. A pesar de lo que sus amigas le decían, que era un tipo raro y muy demandante. Un vampiro que succionaba su alegría y la aislaba de los demás sin que ella se diera cuenta. Y así fue por muchos años.

Detesto a Tai, no debería sentir empatía. Quisiera poder decirle a Liang lo que me está pasando, y sé que no podré. Algo me lo impide, un trozo pequeño de mi voluntad que la versión pura de Tai ha tomado. Está avanzando mucho más rápido de lo que pensé, ¿cuánto tiempo le tomará destruirme?

Estoy por entrar a otro recuerdo, pero la música de Liang me despierta. Es una melodía alegre, con un bajo muy marcado. Estoy en mi habitación, conectada al cargador. Me lo retiro del ombligo y me levanto de la cama. Cargo puesto uno de esos camisones modestos que usé cuando visité a Tai. Bajo al primer piso y, tal como siempre, veo a Betty limpiando la casa. Liang, en la mesa, bebe té mientras lee un libro. Me siento distinta, hay algo nuevo en mi interior. Creo que se trata de las memorias recuperadas de golpe.

—Buenas tardes—dice Liang sin despegar los ojos del libro, uno viejo y gastado.

—¿Tardes? Vaya, creo que dormí mucho.

—Unas doce o trece horas.

Me siento junto a él a una distancia prudente. Durante la madrugada estuvo muy mal y quería darle su espacio. Por fin voltea a verme, está sonriendo. No su sonrisa habitual, sino una más dulce.

—Te estuve actualizando, por eso dormiste tanto—dice, y yo me estremezco.

—¿Me actualizaste? ¿Y cómo estoy?

Se ve demasiado tranquilo, eso me extraña. Si ya sabe que le oculté lo de los recuerdos, ¿por qué no está molesto? ¿O acaso mi mente es tan avanzada que ahora está fuera de su control y él no se ha dado cuenta?

—Estás muy bien, todo en orden—se pone de pie—. Ahora te he dado otra capacidad, una que va a fascinarte.

—¿De verdad? ¿Y cuál es?

Liang va a la cocina y regresa con un pequeño cartón de leche con fresa. El olor de esa bebidas es de mis favoritos. Él le coloca una pajilla y lo deja frente a mí.

—Adelante, bébelo—dice.

Abro los ojos a toda su expresión.

—¿Puedo hacerlo?

—Claro que puedes, tienes una vejiga ahora. Y también actualicé tu lengua, vas a sentir el sabor.

Podría pedirle que me explicara a detalle como fue el proceso, pero no soy una genio como él, así que no lo entendería. Además, aunque lo entendiera, creo que preferiría seguir en la ignorancia. Liang siempre hace maravillas en mi cuerpo, es como magia. Me gusta ver y sentir los cambios como magia.

Él me ve expectante, yo tomo el cartón y bebo un poco.

—¿Y bien?—dice Liang—¿Qué tal?

No tengo palabras. Es una sensación increíble, mil veces mejor al sentido del olfato.

—Yo...yo...—aprieto los labios, lo miro a los ojos—. Fue tan...

Bebo más, mucho más. Acabo el cartón en cuestión de segundos mientras lloro de felicidad. ¿Esto es lo que sentirán los ciegos que recuperan la vista tras una cirugía? Mi mente conocía el sentido del gusto, y ahora que lo tengo es como si lo hubiera recuperado después de mucho tiempo.

Liang no borra su sonrisa, no necesita que le diga nada. Le basta con ver mis lágrimas y mi cuerpo tembloroso. Me pongo de pie y lo abrazo. Esto siempre ocurre cada que él me actualiza, mi agradecimiento es infinito. Él corresponde mi abrazo y nos quedamos en silencio un rato. Lo amo tanto, él es mi todo.

—Ahora vamos a poder salir a citas de día—digo cuando nos separamos.

—¿Eh?

Tiene los ojos muy abiertos, me recuerda al Liang adolescente. De pronto me cuesta mantener contacto visual, así que clavo mis ojos en el cartón de leche vacío.

—Tai me pidió algo...es respecto a sus padres—digo.

Liang aprieta los labios.

—¿Qué te dijo?

—Me dijo que su padre está delicado de salud y que duda mucho poder salir para verlo, así que me pidió que los visitara yo. Ahora que puedo beber tal vez...eh...podríamos citarlos en un café y que ella vea todo desde mis ojos con una gafas xie o algo así. Es muy importante para ella.

Liang me estudia con detenimiento, yo sigo sin poder verlo a los ojos. Ahora me queda claro que mi mente está fuera de su control, que ya no es capaz de ver todo lo que hay en ella. Los recuerdos siguen desbloqueándose a una velocidad sorprenderte y yo guardo silencio. Esto es traición, una muy grave.

—No creí que te preocuparas tanto por Tai—dice—. Veo que se han hecho muy buenas amigas. Me agrada tu plan, hay que hacerlo.

Esbozo una enorme sonrisa.

—¿De verdad?

—Claro. Ahora mismo voy a ordenar unas horribles xie para Tai.

Suelta una leve risa. Le digo que iré a visitarla y él asiente.

Tai está sentada en un puff sosteniendo el ejemplar de Tarántulas en la oscuridad que le di. Trae puesto un vestido de mezclilla que le llega a las rodillas, mucho más modesto a la ropa que yo suelo usar. Sonríe levemente y me saluda. No me siento tan tranquila como la última vez que nos vimos. Ahora soy más cercana a ella, aunque no lo sepa. Nuestra apariencia es idéntica pero lo que nos diferenciaba hace un tiempo era la mente.

No quiero ser como ella. Siento un pinchazo en el pecho de solo pensarlo. Me siento al pie de la cama y le cuento que Liang me actualizó y ahora tengo una vejiga. No puedo disimular mi emoción, mi creador es todo un genio. Tai me escucha con una leve sonrisa.

—Nunca había visto a una persona emocionarse tanto por poder orinar—dice, y luego aprieta los labios y desvía la mirada—. Bueno, no eres una persona, pero casi.

—Hablé con Liang hace rato respecto a lo que me dijiste otra vez, lo de ver a tus padres—digo, y Tai se estremece.

—¿En serio? ¿Y qué te dijo?

—¡Le encantó la idea! Va a comprar unas xie para que veas todo en tiempo real.

Veo sus ojos brillar por primera vez. Me siento feliz por ella, por nosotras, pero eso solo dura un instante. No debo dejar que la otra gane en mi interior. Sé que encontraré una forma de volver a la normalidad sin ayuda de Liang. Entonces, cuando ya esté bien, podré decirle a él todo lo que me ha pasado desde que escuché Electric Girl en el club. Liang va a asegurarse de que nunca vuelva a suceder algo similar.

Me quedo un rato charlando con ella sobre Tarántulas en la oscuridad. Le ha fascinado, dice que no había leído algo tan bueno en mucho tiempo. Yo sonrío y le digo que la conozco perfectamente, por eso estaba segura de que iba a gustarle. Tai menciona sus escenas favoritas y se ríe cuando le digo que también fueron las mías. Liang baja al poco tiempo y se le ilumina el rostro al vernos tan contentas.

—Necesito que llames a los padres de Tai en un rato para concretar la cita—me dice Liang, y luego voltea a ver a Tai—. Pero hay una posibilidad de que no quieran verme, recuerda que me odian.

Tai suspira.

—Me alejaste de ellos, era de esperarse que te odiaran. Pero creo que sí van a aceptar, todo sea con tal de volver a ver a su hija. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Mucho—contesta Liang. Yo, en medio de los dos, me siento pequeña. Nací del deseo y la insatisfacción, y no estuviera aquí si estas dos personas se amaran. Siento el impulso de irme, pero Liang me toma la mano.

—Has hecho un muy buen trabajo, Tae, sé que no cometerás ni un solo error cuando veamos a los padres te Tai— me dice, sonriéndole a su amiga —. Tú también confías en ella, ¿verdad?

Tai asiente.

—Sí, es casi idéntica a mí. Si tuviéramos el mismo color de cabello no habría diferencia.

Liang intensifica su sonrisa. De seguro adora oír eso, es como un halago para él. V1 baja con un tazón de fruta para Tai y Liang y yo regresamos arriba. Él dice que ya ordenó las gafas para Tai y que irá a su habitación para seguir trabajando en el mayordomo, V2.

—Cuando te sientas lista para hablar con los padres de Tai me avisas—dice.

—Está bien.

—¿Y qué harás ahora?

—Beber hasta orinar.

Liang contiene la risa, me recuerda a su versión adolescente.

—Suerte con eso—dice, y se va a su habitación. Yo me siento en la mesa y, cuando Betty regresa, le pido que me prepare diversos batidos de frutas, vainilla y chocolate. También saco del refrigerador un par de latas de refresco, un yogurt bebible y un jugo de naranja. Acabo una bebida tras otra, maravillandome por los sabores, uno tan distinto al anterior. No tardo en sentir la vejiga llena y voy al baño a descargarla. El sonido del líquido saliendo de mí me estremece, a veces hasta yo misma me sorprendo de lo humana que soy. En todo momento estoy sonriendo, esto es genial. Regreso a la cocina al cabo de un rato y tomo uno de los batidos que me preparó Betty. Le ordeno que me traiga un libro de mi habitación y leo un par de capítulos de una novela de fantasía mientras bebo.

Voy a conocer a los padres de Tai. A mis padres.

Sé todo de ellos. Mamá es Jie y papá se llama Niu. Ambos siempre me parecieron algo distante, como una imagen en un televisor. Jamás creí que algún día podría verlos y abrazarlos. Siento los ojos lacrimosos de solo imaginarlo. Bebo un par de batidos más y subo a la habitación de Liang, quien está en su escritorio esculpiendo algo en su vieja computadora. Es mi rostro, pero como diez años más viejo.

—¿Qué haces?—le pregunto.

Liang tiene el cabello recogido tras la nuca y usa una camiseta sin mangas, así que veo todo ese arte que tiene en los brazos. Contengo un suspiro enamorado.

—Me aburrí de trabajar en V2 y me puse a hacer esto—señala la pantalla. Un modelo de mi cabeza da vueltas lentamente y a sus lados hay varios cuadros de texto, pequeñas notas de Liang—. No puedes ser una mujer de veintiocho años para siempre, Taelia.

—¿O sea que nunca dejarás salir a Tai y yo ocuparé su lugar?

Él frunce el ceño y da media vuelta en su silla giratoria.

—No sé cuanto tiempo va a tardar en aceptarme—responde. Suena un poco molesto.

—Lo siento, yo no quería...

—Está bien—se pone de pie—. ¿Estás lista para llamar a los padres de Tai?

—Ha pasado mucho tiempo, ¿crees que quieran hablar conmigo?

—Claro que sí, eres su hija después de todo.

Recuerdo tener una relación muy estrecha con mis padres. Habrá sido muy duro para ellos que yo me haya ido con Liang y decidiera no volver a verlos ni a ellos ni a mis demás amigos. Mamá siempre me dijo que él iba a hacerme daño, que iba a destrozar mi vida y...

—¿Taelia?—Liang me mira con ligera preocupación—. ¿Estás bien?

—Sí, ¿por...por qué preguntas?

—Te pusiste seria de repente. ¿Estás preocupada por los padres de Tai?

—Sí, un poco.

—Todo va a estar bien. Ven, vamos a que hables con ellos.

Bajamos y Liang ríe al ver la mesa llena de vasos vacíos, latas de refresco y la botella de jugo.

—No quiero ni imaginarme qué va a pasar cuando puedas comer—dice. Hay un destello de orgullo en su voz.

A veces me pregunto cómo reaccionaría el mundo al saber que existe una máquina como yo, tan parecida a ellos. Quizá les daría miedo, o les excitaría. Liang tendría el mundo a sus pies, sería mil veces más rico y prestigioso de lo que ya es ahora. Pero a él no le importa nada de eso, así que sigo siendo un secreto. De nada vale el dinero ni el reconocimiento si no se tiene amor, por eso se empeña tanto en conseguirlo, así le cueste la poca cordura que le queda.

Liang enciende el televisor con su reloj y lo veo buscar el nombre de papá entre sus contactos. Pulsa llamar y yo me muerdo el labio esperando que acepte. Niu aparece en la pantalla con los ojos muy abiertos. Está en la sala de su casa fumando un cigarrillo. Sonríe en cuanto mira que yo estoy junto a Liang.

—Jie, ven aquí—dice sin apartar sus ojos de mí—. Es Tai, quiere hablar con nosotros.

Mi madre aparece al poco rato y se sienta en el sillón. Sus ojos brillan por las leves lágrimas.

—Tai yo...yo no creí...—se le quiebra la voz—. No creí que volverías a contactarte con nosotros.

—No me sentía lista. Sé que no aceptan a Liang y creí que lo mejor era alejarme por un tiempo hasta que las cosas se enfriaran—contesto—. Sé que todo fue muy repentino y lo siento mucho, pero soy feliz ahora.

—Eso es lo de menos, nos alegra saber que estás bien.

Ambos ignoran a Liang, como si no estuviera ahí. Eso me molesta, pero trato de disimularlo.

—Liang y yo queremos verlos—digo, tomando su mano—. ¿Estaría bien el próximo Sábado? Podría ser en un café bonito.

—Como el café Zuanshi—sugiere Liang, notablemente nervioso.

Jie y Niu comparten una breve mirada.

—Me parece bien—dice Niu.

Siento un leve pinchazo en el pecho. El café Zuanchi es uno de los lugares favoritos de Tai.

Mamá y papá me hacen preguntas respecto a mi vida y yo respondo de lo más contenta. Liang ha vuelto a su habitación, incapaz de soportar verlos a los ojos por más tiempo. Ha de ser algo muy duro para él y aún así está dispuesto a llevarme a verlos. ¿Qué más necesita probar? Tai debería corresponderle de una vez.

Una hora después me despido de ellos, apago el televisor y subo a mi habitación para leer un poco. Escucho una alegre melodía sintética desde la habitación de Liang, debe estar haciendo música. Él suele cambiar de actividad en cuestión de minutos ya que se aburre con facilidad. A pesar de ello su concentración no desaparece: salta de un proyecto a otro sin perder la fluidez. Quisiera ir a verlo y escuchar más de cerca, pero debe seguir tenso por lo de Jie y Niu. Decido acostarme y concentrarme en el libro, aunque me cuesta algo de trabajo. Mi mente sigue creciendo y los recuerdos me duelen, se siente como si me estuvieran clavando alfileres en el cráneo.

—Taelia—escucho a Liang decir. Levanto la mirada de la novela y lo encuentro de pie frente a mí. Quién sabe cuanto tiempo pasó ahí.

—Hola. Perdón, estaba muy concentrada.

—¿Quieres ir a mi habitación? Terminé un álbum que empecé la semana pasada y quiero que lo escuches.

Sonrío.

—Suena bien.

Vamos a su cuarto y me siento en la cama con las piernas cruzadas. Él enciende el equipo de sonido y reproduce el álbum en su reloj de pulsera.

—Mira—dice, señalando su reloj. Veo ondas multicolor salir de él, luces que siguen el ritmo de una canción alegre y muy tranquila. Luego aparecen sombras de mujeres moviéndose al ritmo y también estrellas. Es un pequeño espectáculo.

—Podemos guiarlos—dice, y acerca su mano libre a las figuras. Lo veo mover el dedo índice y ellas lo siguen, se mueven a su voluntad. Yo lo contemplo con los ojos muy abiertos, fascinada. Él se quita el reloj y lo deja sobre la cama, frente a nosotros. La canción acelera poco a poco su ritmo y yo muevo las manos y cada uno de mis dedos. Las ondas son más nítidas y preciosas. Un Liang aún más joven a los anteriores aparece en mi mente. Está jugando con un viejo teclado y yo lo veo sentada en el suelo.

—Mi madre me dijo que voy a ser un músico famoso algún día—dice.

Y así lo fue, pienso. Este recuerdo lo he tenido desde siempre, pero es la primera vez que lo veo con tanta claridad. Me sorprende y deprime un poco ver a un Liang tan pequeño y frágil, antes de que manchara sus manos de sangre y pudriera su alma para siempre.

La canción cambia y regreso al presente. Liang manipula preciosas esferas caleoidoscópicas con sus manos.

—¿Te está gustando el álbum?—me pregunta, y yo asiento con entusiasmo.

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