3
La mañana del jueves, mientras Liang estudia en su habitación, yo me dirijo al sótano con la última novela que leí en las manos: Tarántulas en la oscuridad, de Aria Veil. El libro trata de un par de amantes que están juntos desde niños, pero luego la chica lo cambia por otro y él se suicida. Espero conmover un poco a Tai y que considere cambiar su actitud. Ella me recibe con la misma frialdad de la primera vez, pero en sus ojos veo un dejo de miedo.
—Eh...hola—digo. Esta vez me he puesto un camisón largo como el de ella, creo que así se sentirá más cómoda conmigo.
—Hola—contesta, inexpresiva—. Disculpa que te mire tanto, es que aún no lo puedo creer.
Me siento en uno de sus sillones individuales. Ella permanece en la cama.
—Lo sé, ha de dar algo de miedo tener una doble tan parecida—respondo.
—Ahora empiezo a atar cabos. Con razón me puso un casco muy raro una vez, era para crear una copia de mi mente—me sigue estudiando con detenimiento— ¿Y solo tu rostro y mente son como los míos? ¿O también el cuerpo?
—También mi cuerpo. Pero no creas que Liang te desnudó mientras estabas inconsciente o algo así, él es un caballero. Lo que hizo fue hackear todas tus redes sociales, le enviabas muchas fotos desnuda a Wang.
Tai sonrió levemente. Después de ver mi rostro por primera vez, ya nada parecía sorprenderla.
—Está enfermo. Tú no, tú solo fuiste programada así. En fin...¿qué libro traes ahí?—señala el libro que sostengo.
—Ah, esto—me acerco a ella y se lo entrego—. Lo terminé de leer ayer, me gustó mucho. Y si me gustó a mí entonces te gustará a ti.
Tai hojea el libro.
—Me parece bien. Gracias—dice.
Le sonrío y me doy media vuelta, pero ella me detiene.
—¿Pasa algo?—pregunto.
—No, siéntate por favor. Quiero hacerte unas preguntas.
La obedezco, por supuesto. Es una persona agradable y si nos hacemos amigas Liang va a ponerse contento.
—¿Qué quieres saber?—le pregunto. La emoción se nota en mi voz.
—Dices que tienes una copia de mi mente, pero con ciertas limitaciones. ¿Qué es lo que tienes bloqueado?
—Pues...varias cosas. Tengo espacios en blanco en algunos aspectos de tu pasado. Por ejemplo, no sé con cuantos chicos has salido antes que Wang.
Tai esboza una sonrisa triste.
—Bueno, era de esperarse que te quitara eso. ¿Y qué más?
Pasamos las siguientes dos horas conversando sobre "nuestra" vida desde que éramos niñas. Veo el rostro de Tai iluminarse, reírse con ganas al acordarse de sucesos graciosos.
Al seguir hablando, me percato de que tampoco recuerdo nada del Liang niño ni adolescente. No sé cómo se conocieron él y Tai. Solo hay imágenes borrosas en mi cabeza, me duele cuando intento aclararlas. Me pregunto por qué me habrá quitado eso, tal vez para que no sufra como Tai.
Seguimos hablando, ella ya no ríe. Aprieta los labios y me mira a los ojos. Los suyos empiezan a lagrimear.
—No sé cuanto tiempo llevo aquí, perdí la noción—dice—. No sé si es de día o de noche, quisiera ver el sol otra vez. Y a mi familia, y a Wang...
Me gustaría decirle que no los necesita, que con Liang tiene todo, pero prefiero quedarme callada. Si le explico el por qué es tan afortunada probablemente me grite, tal como a Liang. Y él se molestaría mucho conmigo si altero a su adorada Tai.
—Cuando tengas oportunidad, por favor visita a mamá y a papá y diles que los quieres mucho—dice ella—. Y abrázalos. Pasa mucho tiempo con ellos. Papá está delicado de salud desde hace cuatro años y yo ya me estoy haciendo a la idea de que no voy a poder salir de aquí jamás. Si Liang tiene la capacidad de crear algo tan sofisticado como tú entonces puedo imaginarme el nivel de seguridad que tiene esta casa. Además está esa mucama robot que me trae la comida...
—Su nombre es V1, pero yo la llamo Betty—digo, sonriéndole—. Liang está desarrollando un mayordomo, V2, pero yo lo llamaré Bobby.
Tai se enjuga las lágrimas y me sonríe levemente.
—Suenas tal y como yo—enciende un cigarrillo—¿V1 y V2? Liang siempre ha sido pésimo para nombrar a sus creaciones. Cuando éramos adolescentes yo era quien ponía nombres a sus robots.
La veo fumar. Se ve tan frágil, tan deshecha.
Me siento mal por ella. Si colaborara un poco su estancia aquí sería mucho más llevadera. Ya está resignada a que no tiene escapatoria, entonces, ¿por qué no se deja llevar por sus verdaderos sentimientos? Liang lo dijo: el amor está ahí, muy en el fondo, solo que no ha podido ampliarlo. Antes creía que Tai no lo amaba, ahora me queda claro que sí, solo que aún no es capaz de exteriorizarlo.
Tai termina su cigarro, deja la colilla en el cenicero y se hace ovillo en su cama. Tiene la mirada ausente.
Al poco rato cierra los ojos y se queda dormida con la cabeza sobre el libro. Me voy a la cocina y encuentro a Liang desayunando en la mesa, Chen ya llegó y está preparando la comida para mediodía. Él la ve con discreción: está muy concentrada, se mueve de un lado al otro sacando ingredientes del refrigerador y estando al pendiente de las salsas que hace en la estufa.
Liang la mira con deseo, un deseo muy perverso. De seguro en su mente ya se acercó a ella, le quitó el cuchillo con el que cortaba los tomates y se lo pasó por el cuello, sin darle tiempo siquiera de gritar. Luego V1 tendría que limpiar el desastre.
Si Chen está aquí es porque a Liang le gusta, no hay dudas de eso. La comida puede pedirla en cualquier restaurante desde su reloj de pulsera, o también está la opción de comprarlas en cápsulas. Yo creo que Liang está planeando matarla pronto. Su cuerpo le pide sangre, esas ansias han de poder más que su amor por Tai y su deseo de ser "alguien mejor".
Vamos, Liang, sucumbe a tus anhelos. Odio verte reprimido, verte infeliz. El amor de Tai es débil, va a ser imposible fortalecerlo.
—Dejé la lasaña en el horno, señor Wu—dice Chen, sonriéndole.
—Gracias—contesta él, encantador como siempre.
—Me retiro, lo veo mañana.
Chen toma su bolso, que estaba sobre la mesa, y se va. Liang la ve alejarse con una leve sonrisa.
—Ella te gusta—digo.
—Sí—contesta él. Sus ojos están llenos de lujuria.
—¿Vas a matarla?
—No, recuerda que ya no hago eso. Tener a Chen aquí es como un ejercicio de auto-control.
—¿Ejercicio de auto-control? Más bien una tortura constante. Un recordatorio de tu verdadera naturaleza y lo que te hace sentir realmente vivo.
Liang vuelve a sonreír.
—Eso es algo que Tai me diría.
Sigue comiendo. Me voy a mi habitación y me dispongo a leer acostada en la cama. Al poco rato escucho música a lo lejos, Liang ya se ha puesto a mezclar. El ritmo es más rápido de lo habitual, las voces distorsionadas son lamentos. Lo conozco muy bien, sé en qué está pensando.
En Chen, en lo dulce y amable que es. En lo mucho que le gusta y la detesta por eso. Es como su madre: recatada y hábil en la cocina, pero hasta ahí termina el parecido. Fuera de la cocina su madre era distinta. He perdido la cuenta de todos los monólogos de Liang respecto a ella: era una puta insaciable, no podía vivir sin tener un hombre encima. Me daba detalles de ella, pero no de la relación que tenían.
—Ella me hirió mucho en el pasado—se le escapó decirme una vez, cuando estaba un tanto ebrio.
Aquella noche, acostada en mi cama, ahondé en los recuerdos de Tai buscando una respuesta. No había nada.
Otra cosa que ha bloqueado, pensé. Tai es su mejor amiga, por supuesto ella conoce la verdad. No me molesta demasiado. De todos modos, no es difícil deducir qué pasó entre Liang y su madre. Esa mujer, maldita perra.
Liang apaga la música. Ahora irá a ver a su amiga.
Suspiro, aquí vamos de nuevo. Liang nunca será libre hasta que corte su lazo con Tai.
Me coloco el cargador y sigo leyendo, esperando quedarme dormida pronto. Eso no pasa.
Liang va a mi habitación un rato después con una tirita en una mejilla. Me dice que intentó besar a Tai y ella lo rasguñó. Está llorando, pero más tranquilo que en ocasiones pasadas. Ya no solo veo tristeza en sus ojos. ¿Qué más hay? ¿Ira? ¿Resignación?
—Ponte el vestido azul—dice—. Vamos a salir.
—¿Al Lolita's?
—No, estoy harto de ver mujeres de hojalata y de la sanguijuela aduladora que es Bao. Iremos a otro lugar. Te espero abajo en diez minutos.
Abandona la habitación. Sonrío levemente, me emociona conocer un lugar nuevo. Me dirijo a mi ropero y tomo el vestido azul. Tengo muchos de ese color, pero el favorito de Liang es uno muy corto de cuero. Me cambio de ropa, me pongo lápiz labial rojo y bajo a la sala. Liang está en el sillón, usa un traje negro de látex que se unta a su cuerpo como una segunda piel. Usa esos lentes de contacto que están muy de moda últimamente: sus ojos cambian de color cada cierto tiempo, pasan del azul al verde y luego al rojo. Brillan cuando apagas la luz. Sus lágrimas se han ido, ha vuelto la sonrisa orgullosa.
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