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2

Al día siguientes, después de acompañar a Liang mientras desayunaba, regreso a mi habitación para leer un poco. Por las mañanas viene Chen, una joven cocinera que habla muy poco. Creo que Liang la pone nerviosa con su belleza. Además es un hombre serio, a las chicas las intimidan los hombres poco expresivos y muy inteligentes.

La rutina de Liang consiste en ir a su habitación y dibujar planos, estar en su computadora vintage—una Grape portátil 2014—o hacer música. Solo baja para comer y, una vez por semana, va a su taller, el cual está en el último piso. Por las noches visita a Tai y en las madrugadas me posee en el columpio o en su cama. Cuando sale de viaje me aburro mucho y paso las horas jugando al poker con V1 o escuchando la música que ha creado Liang. Me relaja la música Synthwave porque no es como el resto del género electrónico. Tiene una vibra feliz, pero las voces distorsionadas y el efecto distante la convierte en algo único, tal como Liang.

Al poco rato subo a su habitación. La puerta está abierta, así que puedo entrar. Cuando está cerrada es porque se encuentra abstraído en una actividad y no quiere ser molestado. Lo miro en su escritorio, con los ojos fijos en un plano de mi cuerpo sin piel. Toma notas en un trozo de papel.

—Hola, Taelia—dice sin voltear a verme—¿Qué tal?

—Recuperé los recuerdos sobre Wang anoche.

—Te dije que podía regresártelos—alza la mirada—¿Cómo te sientes con ellos?

—Mal.

Nunca le he mentido. Además, si lo hiciera, él se daría cuenta.

—¿Por qué?

—Porque ahora odio a Tai.

No se inmuta.

—Creí que sentirías empatía—responde—. Después de todo eres una copia de ella. No te programé para que la odiaras.

Sonríe levemente y anota algo en una esquina del papel.

—Cuéntame más—pide.

—Pues...eh...Wang es buena persona. Pero su casa no es tan genial como esta ni es tan lindo como tú. Intenté comprender a Tai, pero no pude. Creo que debería morirse.

—¿Quieres matarla?

—No. Quiero que tú la mates.

Liang ríe.

—No puedo hacer eso.

—¿Y por qué no? ¿Porque su cuello no es bonito?

—No, porque la amo. Es la única amiga verdadera que he tenido en toda mi vida, la única que me comprende. Ahora sigue sin superar lo que ha pasado, pero eventualmente lograré doblegar su espíritu.

¿Así es como se enamoran a las mujeres? ¿Acaso Wang doblegó su espíritu primero?

¿La encerró en su apartamento pequeño y acogedor? No, no lo creo. Simple y sencillamente Tai ve algo en Wang que Liang no tiene. ¿Pero qué es?

—¿Y cuánto crees que tarde eso?—pregunto.

—¿A qué te refieres?

—A que por fin te ame. ¿Cuánto tiempo tomará?

—No lo sé. Lo que deba tardar, no tengo prisa. Si tuve la paciencia de diseñarte y construirte entonces puedo con la resistencia de Tai.

Suena tan decidido. Creo que su conocimiento del amor es tan limitado como el mío. Él ama igual que yo: con una intensidad que raya en lo enfermizo. No, él no ama como una máquina. Ama como un Dios.

Furioso, como Hades. Y Tai es su Perséfone.

Liang programó este amor en mí. El, en cambio, decidió amar a Tai desde que era un niño. O no, puede que me equivoque en eso. Puede que los humanos no decidan de quién enamorarse, simplemente pasa y no tienen remedio. Por lo que he leído algunos pocos logran superarlo y seguir adelante. Les duele mucho el rechazo. La mayoría de los personajes se ahogan en su miseria y algunos terminan matándose.

¿Qué pasará conmigo el día en el que Tai por fin ame a Liang? O al menos que pretenda hacerlo. Él ya no me poseería más, me haría a un lado. ¿O no? Después de todo yo soy su orgullo. Cuando me hace el amor, también se lo hace a sí mismo, a su precioso secreto, a su grandeza. Cogerme es burlarse de todos los genios del mundo, los vivos y los muertos.

Me siento en la cama de Liang. Lo veo dibujar, luego leer sus notas una y otra vez. Me pierdo en el synthwave. A él le encanta que sea una voyeur descarada, disfruta mil veces más que lo vea estudiando sus planos a que lo vea masturbarse. Admirarlo con tanta devoción en ocasiones es el mejor afrodisíaco. No tarda en abandonar los planos, ponerse de pie, desabrochar su cinturón y bajarse la bragueta.

Amo que suba mi falda, que esté encima de mí. Veo su bello rostro parcialmente cubierto por los despeinados mechones de cabello, lentamente siento su calidez llenándome. Rodea mi cuello con una mano, pero no lo aprieta. Se mantiene estoico, toma aire, luego lo deja ir en un leve jadeo.

Lo miro a los ojos. No dejo de decirle que lo amo, que es un ser perfecto, que yo le pertenezco y nunca lo voy a dejar.

Liang termina. Yo me quedo quieta, dichosa. Mi amo se acuesta a un lado y toma un cigarrillo y un encendedor de su mesita de noche. Lo enciende. Está relajado, pleno. Y así seguirá hasta que regrese al sótano esta noche y Tai lo destruya.

—Oye, Taelia—dice—. Creo que deberías ir al sótano.

—¿Al sótano? ¿Yo?

—Sí. Cuando Tai por fin me ame van a tener que convivir, y eso será complicado si tú la odias. Además creo que hablar con una chica sería algo bueno para ella. Solo tendré que editar tu voz un poco y que vayas al salón dorado por una de mis máscaras, no queremos que se asuste.

Sonríe levemente, luego da una calada.

—¿Y de qué hablaría con ella?—pregunto.

—Pues de libros, de mitología griega y nórdica, siempre le ha gustado. Ah, y de la historia de Roma. Ama Roma.

—Eso lo sé.

Liang, a veces, suele olvidar qué ha bloqueado en mí cerebro y qué no. O tal vez, como todo hombre enamorado, solo quiere hablar de su querida Tai con alguien, aunque ese alguien sea una robot de cabello magenta y vestida de colegiala japonesa.

—Voy a ir—digo, y después me levanto de la cama. Liang me mira de arriba abajo mientras me acomodo las calcetas, la falda y el cabello.

—La contraseña es 2879—dice.

Le sonrío y abandono la habitación. Me dirijo al salón dorado, ahí es donde Liang tiene todos sus reconocimientos y las máscaras que usa para ir a recibirlos: ha ido a Inglaterra, Suecia, Japón, Italia y Dinamarca. Es todo un cosmopolita.

Sonrío al ver las medallas, los reconocimientos, las fotografías y las revistas enmarcadas que tatúan las paredes. Liang me dijo que adora usar máscaras inquietantes para incomodar a los periodistas, ingenieros y celebridades. Sonrío al recordar eso: estamos en una época en la que los ingenieros en robótica son tan reconocidos y aclamados como los actores de cine mientras que los DJ prefieren esconderse tras máscaras u hologramas. Liang, irónicamente, es un amo de la tecnología anónimo y un DJ que no cubre su rostro.

Las máscaras están en una vitrina. Liang ha usado muchas, pero aquí están sus favoritas: lechuza de ojos rojos; camaleón tuerto con la cuenca sanguinolenta; lobo con ojos de diamante y arlequín de labios rojos. Tomo esta última, es la menos aterradora. Me la coloco con cuidado y bajo al sótano. Estoy emocionada, nunca he estado ahí antes. Tecleo la contraseña en la pantalla táctil de la puerta y esta se abre lentamente. Lo primero que percibo al entrar es un fuerte olor a tabaco. Miro alrededor: es una copia exacta de mi habitación. Hay un cuarto pequeño, creo que es el baño.

—Ah, ¿conque tú eres su puta de turno?—dice Tai. Está sentada en su cama, con un libro abierto en el regazo. Apaga su cigarro en un cenicero que tiene a su derecha. Usa un camisón rosa de seda, tiene el cabello largo y oscuro. Luce bastante tranquila para ser alguien quien ha estado encerrado por mucho tiempo.

Me siento en una esquina de la cama. Ella no se inmuta. Me estudia con curiosidad, hay un dejo de burla en su mirada.

—Estás vestida como una colegiala de película porno—dice—. ¿Esa ropa te la dio Liang, cierto?

Asiento. Nunca me había sentido avergonzada por mi ropa antes. Me gusta mucho, hace lucir mi figura.

—Ese fetichista de mierda...—suspira—¿Qué quieres? ¿Por qué viniste aquí?

—Liang dice que te haría bien hablar con otra chica—respondo. Ahora mi voz es ligeramente más aguda.

Tai suelta una leve risa carente de regocijo.

—Liang es un psicópata, huye mientras puedas—dice—. Aparenta ser encantador, pero está desquiciado. Sé lo que te digo, lo conozco desde que tengo doce años.

—Eso lo sé.

—Ah, ¿te lo contó? Qué lindo detalle.

—¿Por qué no lo amas? ¿Por qué a Wang sí?

Su sonrisa burlesca se desvanece. Me ve con genuina preocupación.

—Tu también estás demente—dice.

—¿Por qué no lo amas?

Ella retrocede. Tiene los ojos abiertos a toda su expresión.

——¿Cómo puedes preguntarme eso?—exclama— ¡Porque está loco, porque es un asesino! ¿Sabes a cuantas mujeres ha matado? ¡A más de veinte, su madre entre ellas! Todo este tiempo creí que tenía a un amigo tímido y sensible, incapaz de dañar a nadie.

Aprieta los labios, sus lágrimas escapan.

—¿Te habló de Wang, de lo que teníamos?—pregunta.

—Sí.

—¿Y aún así me preguntas por qué no lo amo?—me mira a los ojos—. Liang y yo siempre fuimos muy unidos, pero yo nunca me enamoré de él, era como mi hermano. Wang decía que me alejara de él porque se entrometía en la relación y dependía mucho de mí. Yo respondía que él no tenía más amigos, con nadie más tenía un lazo tan estrecho. Lo hubiera escuchado...ahora estoy aquí, sin saber qué mierda me va a pasar, siendo visitada por ese enfermo.

Miro su cuello, es un tanto más grueso que el mío.

—Él me dijo que me ama, que cambió por mi—continúa Tai—. Me ama tanto que dejó de mancharse las manos de sangre. Quiere ser un hombre digno de mí, uno bueno...—se cubre el rostro, solloza—. "Un hombre bueno" ¿Cómo puede decirme eso?

—Él te ama, es verdad. Y también es verdad que ya no es un asesino—tomo su mano con delicadeza, está temblorosa—. Yo...yo llevo viviendo en esta casa por mucho tiempo. Soy una puta y no me ha matado. Estoy aquí para satisfacerlo porque él no quiere forzarte a nada. Pon de tu parte, le haces mucho daño. Siempre que viene a mí está destrozado por tu culpa.

Tai retira su mano de la mía. Me mira con odio

—¿Él, destrozado? ¡La destrozada soy yo! ¡Y mi familia! ¡Y Wang!

—No es así. Todos creen que acompañaste a Liang en un viaje corto y ahora vives con él. Hasta los han visto juntos en el Lolita's.

—¿Qué...? Pero yo...

—Eso es cierto—dice Liang, entrando. Se le ve muy tranquilo.

—¿Qué mierda has hecho?—le pregunta Tai.

Liang me guiña un ojo.

—Muéstrale—dice.

Me quito la máscara a la brevedad. Tai se queda atónita.

—No...no puede...no, no...—se cubre la boca—. No...

—¿Verdad que es bonita?—sonríe Liang.

—Sabía que eras bueno con los robots, un superdotado incluso, pero...pero esto...

Liang se sienta a mi lado. Rodea mis hombros con su brazo.

—Se llama Taelia. Está haciendo un gran trabajo tomando tu lugar allá afuera. Ya no tienes por qué salir ni nada de qué preocuparte. Aquí lo tienes todo.

—¡ENFERMO HIJO DE PUTA!

Miro a Liang, él trata de seguir sonriendo, pero sus ojos están empezando a humedecerse.

Él suspira, acaricia una mejilla de Tai, quien está temblando horrorizada.

—A veces me gustaría que fueras como mis androides, Tai—dice—. Así las cosas serían más sencillas.

—Te odio.

Él besa su frente.

—Vámonos, Taelia—dice. En cuanto nos ponemos de pie y le damos la espalda, Liang pierde el aplomo y deja que sus lágrimas escapen. Subimos a la sala, Liang pide a V1 que le traiga una botella de Whisky. Mi amo está triste, detesto verlo así. Detesto que Tai tenga poder sobre él.

Liang voltea a verme, yo espero que me grite, que me pida que me vaya, pero no lo hace. Muy al contrario, me invita a que me siente junto a él en el sillón.

—Solo te dijo pestes sobre mí, ¿no es cierto?

—Sí.

—Así me habla cada que voy, me duele mucho—bebe un poco de la botella, luego suspira—. Ella me ama, es solo que no se da cuenta, está en su subconsciente o como mierda se diga. Yo no he malinterpretando nada, Taelia, ella me dio señales desde el principio: la forma en la que me miraba, cuando acariciaba mi cabello y me consolaba al estar triste...su sonrisa...

Liang se ve más joven cuando sonríe, hasta inocente. Una belleza simple, más de un ser terrenal que de un Dios.

—Programar tu amor por mí no fue difícil porque tu mente es una copia de la de Tai—dice—. El amor está ahí, muy escondido, yo solo lo amplié. Estoy tratando de hacer lo mismo con Tai, pero en los humanos toma más tiempo. El amor requiere mucha paciencia.

—¿Y cómo sabrás cuando ya te ame?

—Lo veré en sus ojos. Ella y yo tenemos las almas conectadas, eso siempre lo he sabido.

La semana transcurre más lento de lo habitual. El miércoles pensé que mi sentido del tiempo estaba averiado, se lo dije a Liang y él me revisó y me dijo que no había nada malo en mí. Entonces, ¿qué me estaba pasando? Tal vez eso tenía que ver con las actualizaciones. Cada vez soy más humana, y Liang dice que a veces los humanos pierden el sentido del tiempo cuando están muy felices o muy tristes. Y yo he estado un poco triste.

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