veinticinco
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La sala de espera del hospital estaba vacía a excepción de Ed, Lorraine, Drew y la secretaria que bebía café en el mesón.
Llevaban al menos dos horas allí, esperando a que algún médico o enfermera apareciese y les diese noticias de Elle, que había sido admitida de urgencia.
Pero hasta ahora, nada.
Cada uno mostraba su preocupación de maneras diferentes; Lorraine sujetaba con fuerza la cadena que colgaba de su cuello, girándola nerviosamente entre sus dedos. Drew había bebido al menos cinco cafés en ese tiempo, y movía los pies o sacudía las piernas agitado. Ed, por su parte, le preguntaba al menos cada diez minutos a la recepcionista si había alguna noticia y, cuando la respuesta era negativa, se alteraba y maldecía para sí.
En resumen: los tres estaban hechos un manojo de nervios, y Ed en cualquier momento tiraría a patadas las puertas de la habitación en que tenían a Elle.
Ya habían hablado con tanto los bomberos como con la policía; habían hecho sus declaraciones y explicado todos los acontecimientos que precedieron a lo ocurrido esa noche y, habiendo sido encontrado —finalmente— el cuerpo del pequeño niño del saco, ya había evidencia y testimonios suficientes para llevar a juicio a las Griffin.
Sabían que ese era un proceso que podría tardar años, pero eventualmente los cuatro deberían de presentarse frente a un juez y declarar, lo que no los entusiasmaba demasiado, y sabían que tampoco alegraría a Ellie.
—Esto es ridículo, ya van casi tres horas, voy a... —Ed fue interrumpido por las puertas que daban al pasillo de urgencias abriéndose, un médico saliendo y dirigiéndose a ellos—.
—¿Son los padres de la señorita Eleanor? —les preguntó, y antes de que Lorraine pudiese abrir la boca Ed ya lo había hecho, respondiendo afirmativamente a la pregunta del doctor, que entonces continuó— Tiene quemaduras de primer y segundo grado en las piernas y el costado derecho del rostro, y de tercer grado en los brazos. Un poco de humo en los pulmones e irritación en la tráquea, pero va a estar bien.
Se escuchó un suspiro colectivo entonces, el matrimonio Warren y Drew intercambiando miradas de alivio.
—¿Podemos entrar a verla? —preguntó entonces Lorraine, esperanzada—.
—Está dormida, pero adelante, no creo que vaya a tardar mucho más en despertarse —les sonrió el médico, despidiéndose con un asentimiento de cabeza e indicándoles el número de habitación de la pelinegra antes de marcharse por donde vino—.
No necesitaban que se lo dijeran dos veces. Los tres se abrieron paso por el largo pasillo de habitaciones hasta llegar a la indicada, pero se tomaron un momento de calmarse antes de abrir la puerta y entrar.
Eleanor estaba dormida sobre la cama, una bata blanca en su cuerpo y sábanas del mismo color sobre ella. Podían ver las vendas rodeando sus brazos y la gaza en el costado de su rostro, y podían deducir que sus piernas estaban cubiertas por un material similar.
Pero estaba allí. Estaba viva, y eso era lo que les importaba.
Ed y Lorraine tomaron cada uno un lugar a cada lado de Elle, Drew contentándose con el asiento junto a la ventana desde donde igualmente podía verla, asegurarse de que realmente estaba bien y estaba ahí, a solo unos pasos de distancia, y eso lo tranquilizaba.
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Estar en el hospital era un suplicio. Estaba encerrada, siento monitoreda constantemente y sin nada con qué entretenerse más que una vieja televisión que sólo sintonizaba tres canales, todos de noticias.
Pero había una luz al final del túnel: el horario de visitas.
Adoraba cuando Lorraine aparecía en la puerta de su habitación en el hospital con flores y algún nuevo libro para que pudiese entretenerse. Cuando Ed entraba y le traía caramelos de contrabando, y ambos los compartían riendo.
O cuando Drew le sonreía desde el marco de la puerta antes de entrar con un café en cada mano. Los compraba en la misma cafetería por la que pasaba cada mañana antes de recogerla para llevarla a la escuela, y el gesto la hacía sentir un extraño pero reconfortante cosquilleo en el estómago.
—¿Alguien ordenó un latte de vainilla? —los ojos de Elle dieron un salto desde la pantalla del televisor a la puerta desde donde, como de costumbre, Drew la miraba con aquella enorme sonrisa que lo caracterizaba—.
—Ya era hora —le devolvió la sonrisa Eleanor, acomodándose en la cama para poder mirarlo bien y recibir el café de sus manos— Gracias.
—Hey, sin agradecer —el moreno se sentó junto a su cama, señalándola acusador con el dedo— Te lo ganaste. Cafés, cortesía de tu servidor, de por vida.
Elle rió, dándole un sorbo a su vaso antes de hablar— ¿De por vida? ¿Qué te hace pensar que no me cansaré de ti?
—Tengo confianza —sonrió de lado, mirándola divertido. Estiró sus piernas y las apoyó en el costado de la cama, sin dejar de mirarla— Pero oye, si lo haces, lo aceptaré.
—¿Y si tú te cansas de mi? —la pregunta era juguetona, pretendía seguir con el jueguito que llevaban, pero a Drew no se le escapó el deje de genuina preocupación en la mirada de la chica cuando la hizo—.
—Eso no es ni siquiera una opción —respondió de inmediato, apoyando la cabeza en una mano, sus ojos conectándose a los de ella con una intensidad que los intimidó a ambos un poco— Jamás podría suceder.
Esto la hizo sonreír ampliamente, una sonrisa que Drew hacía ya rato que no veía agraciar sus labios —no es que se fijara demasiado en ellos— y eso lo hizo sentirse orgulloso de sí mismo, por haberlo logrado.
—Además —continuó, bajando los pies de la cama e inclinandose hasta estar más cerca, tomando la mano libre de la pelinegra— Ya eres parte del equipo, Ells.
Eleanor no tuvo tiempo de procesar ni la mano de Drew sobre la suya ni el nuevo apodo cuando más personas entraron a la habitación, interrumpiendo el momento.
—Él tiene razón —dijo Lorraine, un ramo de flores en una mano y la mano de Judy en la otra—.
—No te desharás de nosotros tan fácil —le siguió Ed, en sus manos el estuche de una guitarra que pronto le mostró— Pensé que, ya que estamos todos juntos, podríamos disfrutar de un poco de música.
—Papá toca excelente —le dijo Judy, habiéndose instalado junto a ella en la camilla luego de darle un fuerte abrazo— Ya verás.
Drew acercó su silla hasta estar pegado al otro lado de la cama de Elle, no habiendo soltado su mano en ese rato y no pensando hacerlo pronto.
Ed y Lorraine se acomodaron en el pequeño sofá junto a la ventana y entonces Eleanor pudo comprobar que Judy decía la verdad. Ed tocaba maravillosamente, y hacía una impresión de Elvis que se le hacía graciosísima.
Cantaron y rieron juntos hasta que la enfermera les informó que el horario para visitas había terminado. Judy la abrazó otra vez. Lorraine besó su frente. Drew soltó su mano finalmente, guiñándole un ojo. Y Ed dejó una bolsita de dulces sobre su mesita de noche, besando su cabeza también.
Y Eleanor se dió cuenta de lo difícil que sería decir adiós.
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espero que les gustara ♡ no olviden comentar!
estamos cerca del final de la primera parte de esta historia ♡
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