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once

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—Tenemos que hablar, Elle.

Eleanor esquivó la mirada de Sophie Vince que, cruzada de brazos, la miraba expectante.

—Voy tarde a clase —intentó excusarse la pelinegra, dando un paso hacia el lado para entrar a la escuela, pero la rubia se plantó frente a ella nuevamente.

Sophie bufó— Siempre llegas tarde a clase. Mírame, Elle. No sé qué hice para que decidieras ignorarme pero eso se acaba hoy.

La chica suspiró y, preparándose mentalmente para lo que se venía, alzó la vista.

Su amiga la miró con sorpresa, acercándose más para poder ver bien su mejilla, tocando cuidadosamente con la yema de su dedo la zona que, por no tener otras palabras para describirla, parecía una nebulosa roja y lila.

Eleanor arrugó la nariz ante el contacto, pero no dijo nada. Simplemente esperó a que la rubia procesara lo que estaba viendo y decidiese hablar.

—¿Es por esto que me evitabas? ¿Estás en algún tipo de problema? ¿Te estás metiendo en peleas? ¿Pasa algo en... tu casa?

Elle sonrió con amargura, negando con la cabeza— Cualquier novela que te hayas inventado, no es lo que está pasando —dijo, corrigiendose casi de inmediato— Digo, nada está pasando, Soph. Solo me caí. Y no te estuve ignorando, lo prometo. Solo tuve unas malas semanas... Lo siento.

Sophie no estaba convencida, pero no iba a insistir. No en ese mismo instante, al menos. No quería ofender a Elle, ni mucho menos hacerla sentir mal si lo que le ocurría se trataba de algo grave.

Pero no involucrarse la estaba volviendo loca. Pasaban los días y Eleanor parecía estar siempre cansada, enormes y oscuras bolsas bajo sus ojos que hacían un escalofriante contraste con su piel más pálida de lo normal.

Al menos su mejilla lucía mejor, ahora de un color ligeramente amarillento que no hacía más que añadir al aspecto enfermo de la muchacha, aunque indicaba que estaba sanando.

Y no crean que no había notado las vendas en su mano; había decidido no mencionarlas porque veía como Elle intentaba esconderlas de todos, no solo ella. Parecía avergonzada o incluso asustada de la reacción que podrían tener los demás al verla lastimada, aunque nadie parecía notarlo además de ella.

Fue el día viernes en que lo decidió. La pelinegra había no solo llegado tarde a la clase de música, algo poco común puesto que era su asignatura favorita, sino que también lo había hecho usando una bufanda y un sweater con cuello alto.

Era primavera.

Sophie recogió a Judy más tarde ese día, caminando con ella hasta la casa de la menor, donde se quedó cuidándola hasta que los señores Warren llegaron pasadas las ocho de la noche.

Como ya era costumbre, Sophie se quedó una media hora más, tomando el té con la señora Warren en la cocina mientras Judy y su papá revisaban su tarea en el salón.

Bebió en silencio, sintiéndose por primera vez incómoda en presencia de la mujer, pues quería decirle algo,  mencionar a Elle y pedir consejo, pero no encontraba la manera correcta de hacerlo.

No tuvo que seguir buscando en su cerebro una respuesta, pues fue la misma Lorraine la que se la dio.

—¿Estás bien, cariño? Luces ansiosa —le dijo, acercando una mano a su frente con suma delicadeza, como queriendo ver si tenía fiebre— ¿Te duele algo?

Sophie negó como respuesta a la segunda pregunta, dejando su taza lentamente sobre el pequeño platito antes de mirar a la mayor.

—Creo que Eleanor está en algún tipo de problema —habló, decidiendo abordar el tema de frente y sin rodeos— Estoy preocupada.

Lorraine imitó su acción, dejando su taza de té a un lado y sopesando sus palabras— ¿Qué te hace pensar eso, querida?

La mujer miró a la menor atentamente. No podía simplemente responder "sí, lo sé" porque, si bien sabía que Eleanor tenía un problema, no podía estar segura de que Sophie hablaba de lo mismo.

—Al comenzar la semana tenía la mano vendada —comenzó a explicar, y Lorraine se relajó momentáneamente al pensar que, efectivamente, se trataba de algo que ya sabía, pero al escuchar el resto de la oración la tranquilidad se evaporó— y un enorme moratón en la mejilla.

—¿Moratón? ¿Quién tiene un moratón? —la voz de Ed hizo a ambas mujeres dar un brinco, el hombre sonriendo a modo de disculpa— Judy ya se fue a dormir —añadió, haciendo que Sophie mirase el reloj de la cocina. Eran más de las nueve.

—Ed te llevará, no te preocupes —le dijo Lorraine. Necesitaba que terminasen la conversación que estaban teniendo— ¿Qué más, Sophie?

Lorraine se veía afligida y eso puso a Ed en alerta. Se posicionó junto a su esposa y miró también a la rubia, que se tomó un momento para ordenar sus pensamientos antes de continuar.

—El moratón ya está más o menos desaparecido. Probablemente ya no lo tenga cuando venga a comer el domingo —explicó— Pero ella se ve enferma. Está pálida, y eso es bastante decir considerando que ya luce como fantasma la mayoría del tiempo —les dijo, y ahora Ed ya había captado de quien era que estaban hablando— Tiene ojeras enormes.

Lorraine asintió lentamente— ¿Le preguntaste por el golpe?

—Dijo que se había caído.

—¿Y le crees?

La chica se encogió de hombros, aunque se veía más preocupada de lo que intentaba aparentar— Lo hacía. Pero hoy comencé a dudar.

Ambos adultos la miraron preocupados, así que se apresuró en explicar.

—Es que... Hoy hacía calor. Pero Eleanor llevada un sweater de cuello alto y una bufanda. Es decir... ¿Es raro, verdad? ¿No estoy siendo paranoica?

Lorraine le sonrió con dulzura, poniendo su mano sobre la de la chica en un gesto tranquilizador— Estás siendo una buena amiga, cariño.

Ed asintió de acuerdo— Gracias por contarnos, Sophie. Nos haremos cargo. ¿Está bien?

La rubia asintió y, media hora más tarde, Ed regresaba de haberla llevado en auto hasta su hogar.
Lorraine lo esperaba en el sofá del salón, la televisión encendida en el canal de las noticias, aunque la mujer no parecía prestarle demasiada atención.

Se sentó junto a ella y la abrazó por los hombros, sintiendola acurrucase tan solo segundos después.

—Estoy preocupada —la escuchó decir.

—También lo estoy —le respondió, sus dedos acariciando su cabello— Hablaremos con ella mañana y con ambas el domingo.

La vio asentir.

〇 〇 〇

No había podido dormir.

Otra vez.

Todo empeoró después de aquella noche en que había establecido contacto directo con los niños. Llevaba días en los que despertaba constantemente durante la noche. No podía dormir más de una hora sin que comenzaran a parpadear las luces o alguien le quitase las sábanas de encima. Los escuchaba llorar y quejarse, pero cada vez que les hablaba solo lograba que gritasen más fuerte.

Durante el día no era mejor. Cada tarde luego de sus clases llegaba al orfanato y debía cumplir con una lista de quehaceres que la directora le entregaba. Era su "castigo" por lo del domingo anterior.

Así que estaba agotada. Ya ni se molestaba en intentar aparentar sus ojeras porque no era más que tiempo malgastado.

Lo único que la hacía sentir un poco mejor era encontrarse con Drew cada mañana. El trayecto hasta su escuela eran los mejores quince minutos de su día, disfrutaba cada segundo en qué podía simplemente charlar y escuchar música con alguien que parecía igual de entusiasmado por verla.

Pero ahora esos momentos estaban manchados con el recuerdo de los dedos de Griffin alrededor de su cuello. Con los gritos aún retumbando en sus tímpanos y su expresión llena de enojo cuando la estampó contra la puerta de la cocina, lejos de las miradas de los demás niños o empleados del orfanato.

Todo porque había llegado a ella el rumor de la huérfana promiscua.

Una anciana que vivía en una de las casas aledañas al orfanato le había contado a Griffin que había visto a aquella pelinegra mayor subiendo al auto de un muchacho al otro lado de la calle.

La directora no había tenido que pensarlo demasiado para darse cuenta de que era ella de la que estaban hablando.

Así que ese viernes la mujer estuvo pegada a su lado. Caminó con ella hasta la estación de autobuses y apretó su muñeca con fuerza cuando pasaron junto al auto de Drew, que logró reconocerla incluso cuando iba mirando el suelo y su cabello cubría su rostro rojo por la vergüenza.

No se atrevió a mirar atrás, pero pudo imaginar la confusión del muchacho. Había sido lindo mientras duró, pensó, no había duda en su mente de que aquel viernes había sido el último en que el chico se molestaría en ir por ella.

Se equivocó.

Había un auto estacionado junto a la parada de buses ese sábado por la mañana. Iba a ir a casa de los Warren a almorzar y seguir trabajando en su caso cuando lo vio.

Estaba apoyado contra la puerta del copiloto, leyendo una revista que no alcanzó a reconocer, pues el mayor la cerró y lanzó dentro del vehículo en cuanto la escuchó acercarse.

Le sonrió alegre, acercándose a ella, que no pudo evitar devolverle la sonrisa, incluso cuando aún estaba confundida.

—¿Drew?

—Ed me dijo que irías a almorzar así que... Aquí estoy —le dijo, encogiéndose de hombros— Pero si prefieres irte en bus...

Eleanor rió, negando con la cabeza. Drew la miró reír y su sonrisa creció. Se apresuró a abrirle la puerta y ayudarla a subir antes de cerrarla y trotar al lado del piloto, encendiendo el motor una vez ambos aseguraron su cinturón de seguridad.

Elle comenzó a cambiar las estaciones de radio y pronto estaban conversando de todo y nada, como si la mañana anterior jamás hubiese sucedido.

Ambos estaban felices con eso.

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capítulo importante para lo que se viene

espero que les haya gustado

recuerden comentar para alimentar a esta humilde escritora

besitos

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