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diecisiete

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Eleanor había logrado dormirse tras al menos media hora de Lorraine acariciándole el cabello, la mujer acostándose en la cama junto a la de la adolescente cuando ya estaba segura de que esta no despertaría pronto.

Ed y Drew, en cambio, estaban bien despiertos gracias a un par de tazas de café. Miraban atentamente las imágenes en el monitor, sus ojos fijos en caso de que cualquier cosa fuera de lo normal llegase a suceder. Habían decidido que las mujeres dormirían y ellos se mantendrían alerta, puesto que ellas habían gastado más energías que nadie durante la investigación.

Drew le dió un sorbo a su café y soltó un suspiro aliviado cuando vio que por fin Elle había logrado dormirse. Le tranquilizaba que la chica pudiese descansar después de las horribles experiencias que había tenido no sólo durante las últimas horas, sino que también por el total de tiempo que llevaba viviendo en ese orfanato.

El mayor lo observó unos momentos, ocultando una pequeña y conocedora sonrisa detrás de su propio tazón de café caliente. Sí, en un principio su lado sobreprotector se había manifestado cada que Drew se acercaba a Ellie, pero Ed sabía que la relación entre ambos jóvenes estaba plagada de inocencia y una genuina ternura.

Le resultaba familiar.

Pasaron varios minutos antes de que algo extraño sucediese. Primero, las sábanas de las demás camas en la habitación donde Eleanor y Lorraine dormían comenzaron a moverse, y luego algo -o alguien- despertó a Elle.

Los hombres vieron, desde varios ángulos gracias a las cámaras, como la pelinegra se sentaba en la cama y miraba a su izquierda, asintiendo luego de un momento.

-¿Ves algo? -le preguntó despacio Drew a Ed, que le respondió negando con la cabeza sin despegar su mirada del monitor.

Elle se levantó de la cama y unos segundos después movió las cobijas, como si estuviese arropando a alguien. Luego se movió, somnolienta, a la cama donde Lorraine dormía y, tras tocarle el hombro y hablarle despacio, se acurrucó junto a ella y volvió a dormirse.

Ambos hombres se miraron y encogieron de hombros, no terminando de entender lo que habían visto, pero alegrándose de tenerlo en vídeo.

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A la mañana siguiente Eleanor despertó sola en la habitación; se levantó y fue al baño, proponiéndose empezar su día.

Aún estaba media dormida, por lo que no se percató de que había algo fuera de lugar hasta que sus dedos, que habían ido de forma automática hasta su cepillo de dientes, tocaron algo distinto.

Abrió bien los ojos y fijó su vista en el objeto entre sus dedos: era un lápiz. Pero no cualquier lápiz, era la pluma que la directora mantenía junto al teléfono y una pequeña libreta de notas, en caso de que tuviese que tomar algún recado o escribir algo importante.

Esto, por razones obvias, la confundió, pero decidió continuar con su rutina y devolver la pluma cuando bajase a desayunar.

Y así lo hizo. Tras ducharse, vestirse, peinarse y, por fin, lavar sus dientes, Elle bajó las escaleras. Escuchó las voces de Drew y los señores Warren en la cocina, haciéndola sonreír.

—¿Ellie? —la voz de Ed se escuchó, haciéndola voltear y sonreírle al hombre que, apoyado en el marco de la puerta de la cocina, le sonreía— Preparé huevos.

—Estaré ahí enseguida —le respondió, viéndolo asentir y girarse antes de caminar al mesón donde estaba el teléfono, dejando el lápiz sobre la libreta— ¿Qué..?

Justo encima de la libreta había algo más, una segunda cosa fuera de lugar desde que había despertado: era un broche.

Lo reconoció como el que la directora llevaba seguido cuando hacía frío, pues lo usaba para que su chal no cayera de sus hombros. Estaba segura de que no estaba allí el día anterior, y le asustó pensar que la mujer pudiese creer que ella lo había tomado si lo veía ahí.

Así que lo tomó y subió las escaleras dos escalones a la vez, entrando con cuidado a la habitación de la directora.

Se acercó a su mesa de noche y decidió dejar el objeto en el primer cajón, confundida cuando dentro encuentra una de las cucharas de madera de la cocina.

Escuchó una suave risita y se giró rápidamente, viendo la figura de uno de los niños corriendo fuera de la habitación.

Tomó el cucharón y asumió que todos estos objetos fuera de lugar no eran nada más que una broma por parte de los pequeños que aún merodeaban por el orfanato, así que se encogió de hombros y dejó el cuarto.

—Esto no es divertido —dijo. Había por fin ido a la cocina, encontrándose con los Warren y Drew bebiendo café y comiendo los huevos que Ed había cocinado.

—¿Qué cosa? —alzó la ceja Drew, los dos adultos mirándola también, curiosos.

—Los niños están haciendo jugarretas —explicó, devolviendo la cuchara de madera a su lugar, encontrando entonces, para sorpresa de nadie, otro objeto que no estaba donde debía.

Se trataba de un ovillo de lana a medio usar, de color verde esmeralda que recordaba haberle visto a la anciana madre de Griffin en algunas ocasiones, cuando se sentaba a mirar por la ventana por las tardes.

Les explicó a los demás lo que llevaba pasando desde que que había despertado. Drew le había servido un café mientras la oía, y, tras terminar sus desayunos y estar al tanto de la situación, subieron juntos a poner el ovillo en su lugar, esperando encontrar algo más allí.

La habitación de la anciana era helada, y no había mucho dentro. Un vestidor, una cama, una mesa de noche y una silla mecedora junto a la ventana.

Buscaron con la mirada, Ed hallando una baúl bajo la cama y abriéndolo, mostrándole a todos los materiales para tejer dentro.

No parecía haber nada fuera de lugar, el juego había terminado ahí. O eso pensaron, hasta que Elle se acercó para guardar la lana y movió las cosas curiosa, sus ojos abriéndose con sorpresa ante lo que encontró.

—Los muñecos —susurró, repitiéndose en voz más alta para que los demás la oyeran.

Lorraine se acercó también, recibiendo de la pelinegra tres de los seis muñecos, la adolescente con los demás en sus manos, incluyendo el del pequeño del saco en su cabeza.

—Están cubiertos de...

—Azúcar —acabó por ella la frase Lorraine, ambas mujeres mirando los muñecos y luego mirándose entre ellas unos momentos antes de dejar la habitación corriendo, los muñecos aún en sus manos.

Drew y Ed se miraron también antes de correr tras ellas. Cuando entraron a la cocina ambas estaban paradas junto a la mesa, el azucarero abierto encima.

—No era un juego —sonrió Eleanor, una pequeña y sucia llave entre sus dedos.

—Nos están guiando —agregó Lorraine, una suave sonrisa en sus labios. Por fin estaban llegando a alguna parte.

Había una especie de euforia creciendo en el pecho de Eleanor. Esa pequeña llave era un rayito de esperanza, y una parte de ella sentía que los llevaría a algo muy, muy grande.

Pero, incluso cuando pasaron horas buscando y el sol comenzó a bajar, no encontraron ningún solo cerrojo en el que la llave pudiese entrar.

Y el bus del orfanato estaba de vuelta, significando el fin de las investigaciones.

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holaaaa, cómo están? espero que su septiembre haya sido bueno y que tengan un gran octubre ♡

espero que les haya gustado, qué creen que esté pasando?

besos!

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