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cinco

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Estaban a diez minutos del orfanato cuando se le ocurrió. Era tarde, lo que significaba que muy poca gente —por no decir absolutamente nadie— caminaba por las poco iluminadas calles y eso significaba que, de querer, podría hacer creer a Ed que vivía en otro lugar.

—Dobla a la derecha aquí —indicó, recordando las bonitas casas a tan solo un par de calles de su verdadero lugar de residencia. Había una casita en particular que le gustaba mucho, su jardín repleto de las más lindas margaritas.

El hombre obedeció y bajo la velocidad, asumiendo que se acercaban al hogar de la chica a su lado.

—Es allí —habló nuevamente, señalando la casa. Solo había un auto frente a la puerta del garaje y las luces estaban apagadas, a excepción de la pequeña luz que iluminaba la entrada.

—Lindo jardín —sonrió Ed, Eleanor agradeciéndole con una sonrisa de vuelta— Bien. Nos vemos mañana, Elle. ¿Sophie y tú recogerán a Judy de la escuela, verdad?

—Sí —confirmó, abriendo la puerta del copiloto, desesperada por bajar y ver el auto desaparecer, cansada y queriendo caminar al orfanato e irse a la cama lo más pronto posible— Nos vemos mañana, Sr. Warren.

—Que descanses, Eleanor —se despidió él, viéndola bajar del vehículo y caminar a la puerta, donde se quedó parada por más tiempo del necesario.

La vio voltear a verlo y luego regresar la vista a la puerta, apretando los puños a sus costados.

Salió del auto y la miró desde allí, de pie junto al carro— ¿Olvidaste tus llaves o algo? —le preguntó lo suficientemente alto como para que le oyera.

La chica volvió a voltear, esta vez caminando de vuelta hasta estar junto al auto— Sí, sí, pero no pasa nada, solo iré por la puerta trasera, puede irse, Sr. Warren, no hay ningún problema —mintió, sonriéndole.

Eleanor estaba entrando en pánico, pero no lo mostraría, solo debía sonreír hasta que el hombre asistiera y se largara de ahí.

Lo vio mirar tras ella— No será necesario —le dijo, señalando a sus espaldas— Parece que tus padres se despertaron.

—¿Q-qué? —balbuceó, girando bruscamente en el momento indicado para ver la puerta abrirse y a un hombre asomándose, mirándolos confundido.

—¿Necesitan algo? —les preguntó— ¿Su auto se averió? —continuó, sonriendo amable.

Ed le devolvió la mirada confundida, respondiendo a su pregunta antes de que ella pudiese siquiera pensar en abrir la boca— Solo traigo a su hija devuelta a casa.

El hombre mayor iba a decir algo, pero Eleanor, saliendo de su estado de shock, lo interrumpió— ¡Lo siento! Nos hemos equivocado de calle. Mil disculpas por despertarlo.

Ed guardó silencio y le siguió el juego, despidiéndose con la mano del dueño de la casa antes de subir al auto y mirando al asiento del copiloto, donde Eleanor ya se había puesto el cinturón y miraba sus manos sobre su regazo.

—¿Elle? —la llamó, poniéndose también el cinturón de seguridad y encendiendo el motor.

—Derecho hasta cruzar el parque, luego a la izquierda y dentro de la calle sin salida —murmuró, pero él la escuchó de todas formas.

No dijo nada, solo condujo siguiendo las instrucciones que la menor le había dado, estacionándose frente al enorme portón que rodeaba el orfanato.

En cuanto se dió cuenta de qué era el enorme edificio soltó un suspiro, girando en su asiento para mirarla al hablarle, pero Eleanor ya había abierto la puerta y salido, prácticamente trotando hasta el portón, que abrió y cerró nuevamente en cuestión de segundos.

Y desapareció de su vista, la neblina que ahogaba la noche atrapándola a ella también.

Ed regresó a su hogar en silencio.

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Despertó empapada de su propio sudor, la enorme camiseta que usaba para dormir pegándose a su pecho y espalda. Le tomó un momento, pero logró adaptar sus ojos a la oscuridad de la habitación. Había cerrado las cortinas antes de dormirse y debía ser temprano si los rayos de sol no eran lo suficientemente fuertes como para atravesar la delgada y polvorienta tela.

Olía a arándanos.

Todo el cuarto tenía este fuerte aroma a arándanos, era dulce y ácido a la vez, pero estaba lejos de ser agradable.

Había soñado con pastel de arándanos. Pastel y gritos y llantos.

Se sentó de golpe, las demás camas comenzando a sacudirse, como si alguien estuviese retorciéndose sobre ellas; chirriaban contra la madera y juró que llegaban a saltar contra el suelo.

Cerró los ojos, llevándose las manos a los oídos— Basta. Basta. Basta —rogó, escondiendo el rostro en sus rodillas tras llevarse las piernas al pecho— Paren, por favor.

Tras lo que parecieron horas pero probablemente no habían sido más que un par de minutos todo se detuvo. El silencio regresó y con él Eleanor se sintió segura de abrir los ojos y destapar sus oídos, mirando a su alrededor para encontrarse con absolutamente nada fuera de lo ordinario.

Y luego una mano tocó su hombro, haciéndola saltar en su lugar.

—Ayúdanos —habló la niña al lado de su cama— duele.

Le tembló el labio y le tomó un segundo responder, pero lo hizo— ¿Qué te duele?

—Todo —lloró la niña, su rostro desfigurándose y ella desapareciendo al mismo tiempo en que un grito dejaba su garganta.

Eleanor despertó otra vez, o, en realidad, despertó por primera vez esa mañana, habiendo soñado que soñaba.

No habían camas moviéndose, no escuchaba llanto ni gritos y tampoco olía arándano en el aire, pero su camiseta si estaba mojada y ella empapada en su propio sudor.

Soltó un suspiro, quitándose las sábanas de encima y caminando al baño con el más desesperado y puro deseo de darse una ducha y olvidar su pesadilla dentro de otra pesadilla.

El agua caliente relajó sus tensos músculos, permitiéndole soltar un suspiro de alivio una vez terminada la ducha.
Se miró al espejo, utilizando la mano que no sujetaba la toalla contra su pecho para limpiar un poco el vapor pegado al espejo, sonriendo levemente cuando nada extraño apareció en el y pudo ver su reflejo.

Se lavó los dientes y cepilló su cabello, saliendo del baño y yendo al armario a escoger su atuendo para el día.
Se obligó a sí misma a no mirar ninguna de las demás camas.

Cuando bajó tan solo los empleados y un par de niños estaban despiertos. Tomó un bol de fruta y desayunó rápido, saliendo por la puerta principal, atravesando el portón y dirigiéndose a la parada de autobuses para dirigirse a la escuela.

No sin antes voltear y ver en la ventana de su habitación a la misma niña de su sueño.

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sepan perdonar, regresé a mi país después de 3 meses fuera y encontré trabajo todo en menos de dos semanas, estoy agotada :( KSKKFKZ

de todos modos espero que les gustara, no olviden comentar, me encantaría —y motivaría— mucho saber qué opinan o qué piensan que pasará

besos,
connie

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