Musgo y flores
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Una densa bola de musgo al fondo del pozo, que desde hacía mucho estaba seco, guardó de lastimarse al joven príncipe cuando cayó dentro.
El joven no tuvo tiempo siquiera de ponerse de pie antes de escuchar alejarse al caballo de oro. Gritó, pero nadie le hizo caso; intentó varias veces alargar sus brazos hacia la orilla del pozo, trató de escalar por las lisas piedras de las paredes, subió lo poco que le permitía el suelo debajo de él, saltó, se sujetó, pero fue inútil. Se hizo de noche, y el muchacho no logró salir del pozo.
Durmió el joven en el lecho de musgo y flores esa noche. Por más que se esforzó, empero, ni siquiera al día siguiente el pobre logró pensar en una forma de salir de apuros.
Otra vez sintiéndose desolado, el príncipe se sentó en el suelo y comenzó a tararear una de sus canciones, esperando que de ese modo el tiempo pasara más rápido. La voz del muchacho atrajo a un par de ratoncillos del bosque que también se hallaban en el fondo del pozo; se acercaron al príncipe con los ojitos bien abiertos y, cuando este los vio, con una sonrisa les cantó las palabras que acompañaban a su melodía. El poderoso eco del pozo llevó la música hasta el resto del bosque.
Los animales, pequeños y grandes, se acercaron al lugar, armando gran revuelo por la suave voz del príncipe. Mientras todos disfrutaban del concierto, el zorro de pelaje amarillo que había ayudado al muchacho a encontrar al pájaro de oro pasó cerca del pozo. De la voz de otros animales escuchó que dos forajidos habían capturado a alguien en aquel lugar el día anterior, y tenía curiosidad por saber qué había ocurrido.
La música llamó su atención. Al asomarse por el borde del pozo, el animal halló dentro a su protegido. Todo cobró sentido entonces.
Oír nuevamente al príncipe hizo al zorro estremecer. Creía que no lo iba a ver nunca tras darle sus últimos consejos. Sin embargo, ahí estaba él, sentado sobre el musgo, rodeado de mariposas, cantándole con pasión a un pajarillo azul que se posaba sobre su mano.
—Ese pájaro no vuela suficiente como para poderte sacar del pozo con la fuerza de sus alas —dijo el zorro, presuntuoso, sin importarle si interrumpía la música.
El príncipe levantó la vista, encontrándose con los ambarinos ojos de su amigo zorro. El ave azul voló fuera del pozo, solo para revolotear ferozmente alrededor del animal que detuvo el concierto; este le mostró su lengua.
—¡Has vuelto! —exclamó el príncipe con alegría.
—¡Que si he vuelto! —replicó el zorro—. ¡Debería dejarte en ese pozo por haber ignorado tantas veces mis advertencias! Si te digo que no pongas al pájaro de oro en la jaula dorada, lo pones en la jaula dorada; si te digo que no compres carne de horca, no solo liberas a un condenado, sino a dos; si te digo que no te sientes a la orilla de un pozo, vas y te arrojas dentro. ¡Eres imposible! —Al zorro le tembló la voz, a la vez que su corazón se ablandaba después de dejar salir todas sus quejas. Tras tomarse un momento, respiró—. A pesar de todo eso, no puedo abandonarte. Anda, te ayudaré a salir.
El zorro extendió su larga cola hacia el príncipe para que este se sujetara fuertemente. El joven tuvo que saltar desde el punto más alto que encontró en el pozo para poder alcanzar el rabo del zorro, pero una vez habiéndolo logrado, se encaramó hacia la salida, cayendo con alivio fuera del que había sido su calabozo por una noche.
—Debo ir al castillo cuanto antes —dijo el príncipe después de ponerse de pie y sacudir sus ropas. Los animales que lo habían estado oyendo cantar le observaron, confundidos—. Mis hermanos se llevaron a la princesa y me preocupa lo que puedan hacer con ella.
El zorro ladeó la cabeza.
—Si son tan malos tus hermanos, ¿por qué los salvaste de la horca? —inquirió.
—Porque, a pesar de ello, no merecen la muerte. —Tomó aire—. Además, me sentí mal por haberlos abandonado en el pueblo y pensé que si los ayudaba me dejarían en paz... ¿Sabes? Me culpan por la muerte de mamá —murmuró, bajando la mirada.
Todos los animales imitaron su gesto. Un cervatillo se acercó al muchacho para consolarlo, apoyando su cabeza a un costado suyo gentilmente. El príncipe se hincó para acariciar su cabeza y le dedicó un beso.
—Sería... —el zorro titubeó—. Sería mejor que comenzáramos a caminar hacia el castillo, entonces. Necesitamos decirle la verdad a tu padre y saber qué hicieron tus hermanos con la princesa.
Emprendieron marcha el zorro, el príncipe, el cervatillo y el pájaro azul. Sin embargo, al acercarse al pueblo donde estaba el castillo, todos se encontraron con que varios guardias vigilaban el lugar. Al ver al príncipe, estos últimos se abalanzaron en su contra y le persiguieron por el bosque.
El joven corrió con sus acompañantes por los caminos que estos le indicaban, logrando despistar a los soldados. Sin embargo, al poco rato todos se encontraron en una encrucijada y los guardias llegaron a ellos por varios caminos diferentes. Entonces, una anciana de piel muy oscura los llamó en silencio, desde atrás de un árbol. Los fugitivos la siguieron hasta llegar a una pequeña choza cubierta de musgo, donde la mujer los protegió hasta que los guardias se fueron, amedrentados por la inminente noche.
La mujer les dio cobijo a los animales y al príncipe. Los alimentó, los dejó dormir en su casa y, al día siguiente, ayudó al príncipe a pasar desapercibido cuando llegase al pueblo: lo hizo cambiarse de ropas y vestirse como los médicos que solían cruzar el bosque en busca de plantas curativas.
El muchacho agradeció las atenciones de la anciana con una solemne reverencia. Ella se despidió de él y del cervatillo, para finalmente acariciar la cabeza del zorro cariñosamente. Este, al mirarla, notó que sus ojos eran un par de amatistas.
El pájaro azul se quedó en la casa de la anciana, a la vez que el cervatillo dejó solos al zorro y al príncipe cuando se alejaron del bosque.
Al final, el zorro se despidió de su protegido antes de llegar al castillo; el muchacho lo volvió a abrazar, le besó la cabeza y se dispuso a entrar a la fortaleza, bajo la excusa de tener una audiencia con el rey por parte del gremio de médicos. Era momento de decir la verdad.
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N.A.: Si deseas saber qué clase de canción cantaría el príncipe mientras espera dentro del pozo, puedes escuchar la canción de la cabecera de este capítulo. ✧ Debo decir que esa escena es mi favorita de toda esta historia.
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