
*-- Día 1 --*
Secreto / Beso robado: Él y yo; yo y ¿Él?
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Había muchas razones por la que su ser parecía fastidiarse con los días Jueves, aunque la rutina a simple vista era sin duda la que debía hacer con constancia cada cinco días desde que estaba en ese lugar, es decir, tener todo listo antes de las 6am, ropa pulcra, cabellos bien peinados, clases normales, receso, amigos, clase, almuerzo, más clase, practica de béisbol, salidas con las chicas, en fin lo cotidiano. Pero, en verdad la molestia parecía tomar sus inicios a las horas del mediodía, luego de las clases de gimnasia cuando el sol esta en lo más alto y sus rayos se esparcen por todas partes.
Su incomodidad que en ocasiones habría paso a la ira, no era siquiera por el sol, ya que podría resguardarse con facilidad de él bajo aquel árbol que solía frecuentar, ni por sus amigos que en discusiones un tanto absurda lograban captar la atención de muchos, ¡Ni siquiera era porque la sudadera mal oliente que portaba se pegaba a su piel como sí el hecho de asfixiarle no fuera suficiente!
La molestia que le seguía los pies a cada parte que fuera tenía nombre y apellido. Una cabellera rubia y ojos tan celestes como un cielo despejado. Una risa tan irritante que podría escucharse a más de tres metros y temple de líder proclamado. Já, un patán que se pasaba de confianzudo con su persona. Un aprovechado que a su juicio había encontrado su talón de Alquiles...
Él imbécil que tenía que ir a ver todos los jueves después del almuerzo, en los vestidores del equipo de Fútbol Americano de la institución. Un calvario que le amargaba el día, trayendo consigo un constante cambio de humor que no parecía menguar hasta unas tres horas después cuando en las prácticas de béisbol, el bate y la pelota eran sus aliados para despejarse del mundo. Amaba el deporte, más él había sido el causante de todo esta pesadez en primer lugar.
―¡Eh, Brasuca! ¿Qué decís? Tal vez mis oídos no escucharon bien ¿Vos? ¿Ganarme? Seguí soñando, boludo―Risas burlescas por parte del chico llegaron hasta sus oídos, no faltaba abrir por completo sus ojos para saber que se trataban de Martín y Luciano con una de sus disputas tontas. Al fondo sabía que tanto Sebas como Manuel intentarían apaciguar las cosas o incorporar ideas para burlarse un rato del chico teñido.
La idea de quedarse ahí, junto con ellos y saber cómo terminaría todo era muy tentadora. Sin embargo, debía despegar su trasero del césped y trasladarse a otra parte. Con mueca de desagrado en su rostro se levantó para escabullirse de ahí sin que nadie lo notara. Más Francisco que repasaba algo en su cuaderno dejo de hacerlo para observarle curioso.
―¿Ha dónde vas, Mario? ― La pregunta le había tomado por sorpresa, causando el aumento de la incomodidad- que muy bien logro ocultar- en su rostro al escuchar su nombre.
― Iré a la cafetería a buscar algo, será algo rápido. Voy y vuelvo en un dos por tres, aprovechando que voy ¿no quieres nada, Pancho?―Le preguntó guardando la mano derecha en el bolsillo del pantalón deportivo. Francisco pareció no conformarse con su repuesta, más negó dándole así el camino libre para partir.
Una cosa que odiaba era el hecho de mentirle a sus amigos, no solo con el hecho a donde iba en sus repentinas fugas, si no en algo más. En el quién era.
Su rostro se reflejó entre uno de los vidrios camino a los vestidores, cabellos cortos y un tanto revuelto sobresalían en su fina cara, donde sus ojos jades les miraban con cierto reproche ante lo que hacía, un cuerpo un tanto menudo y bajo comparado con los de sus amigos bajo la ropa holgada del uniforme de deporte. Despegó la mirada inmediatamente retomando su caminar, esta vez con ganas de terminar esto lo más rápido posible.
Los vestidores estaban desolados, y a la espera que su némesis llegará, se cruzó de brazos recargando su cuerpo en la puerta.
Unos chicos cruzaron el pasillo velozmente entre charlas escandalosas, uno de ellos de lindos ojos prados se giró a verle y sacudió su mano en forma de saludo para retomar nuevamente su caminar. Algo claro era el continuos desborde de testosterona que el lugar propagaba, como no. Si puro chicos talentosos desfilaban en esta casa de estudios.
Casi todos. Un drástico cambio de look, actuar diferente y una ligera alteración de nombre era lo que ataban sus pies y sueños a este lugar. Un secreto bien guardado ante todos, salvo por algo...
― ¡Ey Mary! ¡Hola!― Y era justo eso la fuente inicial de su jaqueca de jueves, Alfred Jones, había terminando enterándose de su pequeño secreto, tenía la pruebas adecuadas para sacarla a patadas de lugar y una manera perfecta de chantajearle.
― Cierra el pico, bocón. Es "Mario" no "Mary"― La chica menuda jaló con fuerza la oreja de chico sacudiéndolo levemente entrado por completo a los vestidores antes de que alguien los viera.
―Sorry, pero no había nadie por el lugar por eso lo hice― Alfred cerró la puerta con seguro, mientras unos orbes lo miraban impaciente.
―Ahora qué quieres, ya hice lo que me pediste la vez pasada― Mencionó recordando "ese peculiar incidente" que casi le genera una expulsión.― Además no pienso limpiar nuevamente el desastre que tú y los de tu equipo dejan, no soy tu cachifa personal.
― No es nada de eso, es otra cosa. ― Se rascó el cuello con la mano derecha, mientras con la otra le extendió a María un pequeño bolso que llevaba consigo.― Necesito que te pongas algo de ahí, plis― La chica miró el bolso y luego a él en dos ocasiones frunciendo la sien.
― No pienso pagarte para que mantengas mi secreto con actos sexuales, mamagüebo. Si quieres coger, consíguete una burra. ―Dijo poniéndose a la defensiva y sacando el dedo medio.
― Wtha? ¡No es nada de eso, María! ― Abochornado abrió el bolso mostrándole el interior a la chica, que pudo ver algunas prendas deportivas y entre los libros mal guardado algo que la dejó levemente sorprendida. Un pequeño estuche de maquillaje.
― ¿Esto a qué va?― Preguntó viéndolo con desconfianza.
― Para ser sincero desde que me enteré de que en verdad eres una girl nunca te he visto luciendo como tal. Así que me gustaría verte por un momento así ― Se explicó, María cerró sus ojos meditándolo un poco. Luego de un breve silencio habló:
― Umm, nop. No pienso hacerlo. Estás loco, ¿sabes cuánto arriesgo? Alguien podría entrar y ¡boom! Ya no eres solamente tú, sino alguien más que se entere. Mejor quédate con las ganas, cielo― María surcó una risa negando levemente, dándole palmaditas en la espaldas al rubio.
― Ya pensé en eso y cerré la puerta con llave, así que no arriesga nada. Solo será algo entre tú y yo. Vamos hazlo― Suplicó lleno de curiosidad.
― Igual me niego. No es no, chamo ― Eso no desanimó a Alfred que suspiró.
― Esta bien, pero no quería llegar a este punto. Pero, buuuueno sí es lo que tú quieres. Sería una verdadera lástima que le llegaran al Directo ciertas cositas que revelarían muchas cosas sobre el chico revelación del momento.― Dijo surcando una sonrisa llena de cinismo― ¡Oh sí! como el hecho de que el cupo del nuevo ingreso en verdad pertenece a Ángel Páez y no a Mario, ¿acaso un error en el nombre? No lo creo, quizás tú tengas algo que ver Mary― A esta altura tenía las manos de la chica sujetando fuertemente la solapa de su chaqueta.
― ¿Me estas amenazando? ―Masculló llena de furia, Alfred alzó sus hombro como diciendo "Tal vez". ―Dame esa maldita bolsa. ―La agarró sin decir palabra dándole la espalda para maquillarse sin mirones chantajistas.― No te emociones, que será algo simple .
Tan sólo pudo aplicar un poco de rimen, lápiz para delinear sus ojos, algo de labial rosa, no era el color que acostumbraba pero algo era algo.
― Oye no te moleste, tan sólo quería que lo tomaras como tregua. Enserio me gustaría ser tu amigo, Mary―Escuchó decir tras su espalda a Alfred. Ella rodó los ojos.
― Sí claro, quítale el chantaje y quizás te lo compré― Retocó un poco el maquillaje, para guardar cada cosa dentro del bolso.
― Es cierto, ¿demasiado difícil de creer?― Más guardó silencio, frente a él la chica lucía más linda ante sus ojos. Lo admitía, sí antes en esa fachada de chico si se le prestaba mayor atención relucían detalles que le hacían verse como un chico bien parecido. Más ahora resaltaban con mayor fuerza detalles tan insignificante pero que igual la hacían más hermosa ante sus ojos.
― Esto fue lo que pude hacer ¿Feliz?― El chico parecía estar en trance. Tronó los dedos frente a él llamando su atención. Alfred parpadeo un par de veces y ella alzó las cejas sin entender ― ¿Qué tanto miras?
― Tus ojos... están más lindos― Esperaba cualquier cosa del chico, una burla, quizás una broma pesada, más no un cumplido.
― Gracias, supongo― Respondió anonada, quizás había pensado mal de él. Tal vez que "un amigo" guardara su secreto le daría más tranquilidad. Por lo que La posibilidad de brindarle su amistad al chico cobraba fuerza en su mente.― Sabes gordis, la idea de ser amigos no parece tan lejana.
Alfred sonrió abiertamente, eso era algo bueno. Aunque aún había otra cosa que quería hacer desde hace mucho cuando empezó a estar al tanto del secreto de María, había estado espiándola a sus espalda ante la sospecha que ese tal "Mario" ocultara algo. Bingo, al final sí tenía un gran secreto.
Admitía que en un principio su relación más que tosca tenía ciertos roces donde las disputas no faltaban. Más con el pasar de los meses había menguado la incomodidad abriendo pasos a ratos unos tantos extraños pero divertidos. Aun así le costaba creer que a pesar de ella vestir como chico él veía realmente lo que valía, cautivándolo en el proceso de conocerla mejor. A tal punto, que tenía la leve sospecha que María Páez le gustaba a pesar del cabello corto, la ropa de chico y hacerle creer a todos que lo era.
Que ella le brindara su amistad era más que suficiente. Pero, había algo que tenía que hacer antes de que esa puerta se abriera y ella se fuera. Algo que tan sólo podía hacer mientras estuviera ahí y no afuera donde se crearía malos entendidos.
― Eso me alegra― Una sonrisa sutil se apreciaba en los labios de Alfred.― Y ¡Tengo la manera perfecta de sellar esta amistad!― Tramaba algo sutil, un pequeño beso en la mejilla bastaría para estrechar el inicio de esta rara "amistad".
― Así, ¿cómo....― María quedó helada cuando los labios de Alfred chocaron con los suyos. El chico estaba igual de estático. ¿¡Por qué a ella se le antojaba girar la cabeza cuando él le daría un beso en la mejilla y ya?! Alguien allá arriba lo odiaba.
― ¿Al? ¿Qué estás haciendo?― Un tercero se unió al incomodo momento. Ambos jóvenes giraron su rostro inmediatamente. Claramente ese chico había mal entendido todo, ante sus ojos apreciaron dos chicos besándose, cuando no era así. ¡Además el beso no era parte del plan!
― ¡Puedo explicarlo! No es lo que parece ― Antes de siquiera decir algo más, el invitado no esperado calló al piso gracias al algo que lanzó María. Si eso no fuera poco se resbaló y golpeó su cabeza el piso cayendo medio inconsciente.
― Dijiste que nadie entraría― Gritó María tomando entre sus manos el objeto para lanzárselo a Alfred en esta ocasión.
― ¡Eso pensé! no esperaba que él tuviera las llaves― Exclamó casi en llanto, tenía la leve sospecha que esa mujer acabaría con su vida en ese mismo instante.
Obviamente ambos estaban alterados, mientras ellos discutían un quejido de dolor los alertó.
― Oh my god, lo mataste Mary― Le reclamó al verlo en el piso sin haberse levantado aún. ― ¿Ahora cómo explicare lo que paso?
Mantener un secreto cuesta demasiado, y díganselo a María Páez que tiene que fingir a diario ser otra persona. Por eso odiaba los jueves.
― Además tú, imbecil....me, me ¡Besaste!
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Señorita @Jaybluu ya está el Día 1, jiji Me divertí escribiendo esto. ¿Quién cree que fue el que los vio? O.o A que no adivinan
¡Espero y les halla gustado!
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