Capítulo 3
El wyvern y la estrella
3
Minos lo dejo dormido sobre la mesa en la biblioteca tras varias horas, no estaba seguro de la hora aunque al ver que en la ventana del salón se apreciaba una débil luz que se abría paso con dificultad por en medio de la neblina, concluyó que había amanecido recién. Había sido una noche muy larga y difícil. Pidió al mayordomo que le sirviera algo de comer pues tenía el estómago vacío desde el día anterior.
—¿Cómo está el amo Warwick? —preguntó el mayordomo consternado sirviendo unas cuantas tostadas, mantequilla y algo de café.
—Bastante mal, creo que jamás lo había visto así. ¿Quién trajo la carta?
—Llegó por medio del correo regular.
—Entonces es un hecho que ella falleció hace varias semanas.
—Lo de Mrs Murray fue un acontecimiento terrible y desafortunado.
—Si, así es... la vida de los mortales siempre es efímera y nada lo puede evitar.
Al regresar a la biblioteca, un par de horas más tarde, encontro a Warwick al lado del hogar quemando las cartas de Rosalie, ya las había leído todas y en la primera, de las últimas tres que ella dejó, le decía que se sentía sola y esperaba su regreso con impaciencia. En la segunda le narraba cómo fue que su madre mandó destruir el telescopio, la presentación como prometida de Mr Murray, las burlas de los vecinos y en la última le confirmaba que ya estaba casada dando por hecho que él habría muerto, por eso no respondía.
—¿Estás seguro de eso? —preguntó con tristeza— ¿no deseas conservar al menos alguna?
—No —camino hacia la mesa observando a Minos por un momento—. No lamento nada de lo que pasó, no me arrepiento de lo que viví pero sí reconozco que tomé malas decisiones —admitió mirando a su superior con ojos vidriosos y voz potente—. Esas malas decisiones le costaron la vida a Rosalie porque de haber pensado con la cabeza fría ella estaría aquí. ¡Esto es lo que pasa cuando uno se deja llevar por los sentimentalismos!
—Escucha, Rosalie no se quitó la vida, ella falleció mientras daba a luz a...
—¡CALLATE! —bramó mirando a Minos con sus ojos rojos de ira golpeando la mesa con violencia— ¡No lo menciones, nunca lo vuelvas a decir! —estaba apoyado con tanta fuerza en el mueble que la madera de este comenzaba a crujir— ¡Ella perdió la vida teniendo un hijo, el hijo de otro hombre! —un aura púrpura comenzaba a rodearlo haciendo que Minos retrocediera, rara vez lo veía tan furioso como ahora— ¡El hijo de uno que nunca fue digno de ella, seguramente la forzó a yacer con él! —Minos no se esperaba que su colega fuera a lanzar la mesa hacia la pared más cercana con tal fuerza que esta termino agrietada y la mesa quedó hecha pedazos en el suelo.
Warwick se dejo caer sobre la alfombra oscura lleno de furia haciendo que esa aura púrpura se expandiera hasta cubrir la casa y esta se estremeciera hasta sus cimientos mientras Minos observaba el espectáculo estupefacto, sin saber que hacer y sin poder moverse. La araña del techo cayó violentamente haciéndose añicos mientras los libros se salían de los estantes y los cuadros se despedazaban al tocar el suelo.
Lo que se alcanzó a escuchar por todo Warwick Manor fue el rugido ensordecedor y envolvente de un dragón, no de un wyvern sino de un gran dragón que cubría todo con su aura destructiva. Pasados unos segundos solo estaba Radamanthys levantandose del piso.
—Tengo que ver al Señor Hades, hay algo que debo pedirle.
—Si... —respondió Minos en un hilo de voz apenas saliendo de su sorpresa— Vamos de regreso.
Radamanthys se colocó la chaqueta y luego tomó la botella de whisky que aún tenía contenido. Al salir se encontró con el mayordomo quien lo miró con algo de miedo.
—Manda reparar la pared y pide que reemplacen la mesa. También se cayó la araña del techo, solicita que coloquen una nueva. Que regresen todo lo que está en el suelo a su sitio habitación por habitación.
—Si, amo Warwick.
—Tenemos que irnos.
Minos iba detrás de él mientras ambos regresaban a Guidecca. Minos ya no mencionó lo del libro de registros, al menos no lo diría por ahora pues no era buen momento.
Al llegar al salón de trabajo Radamanthys tomo asiento sin mirar a su superior tan solo colocando la botella de whisky a su lado.
—En un momento te diré cuándo podrás ver al Señor Hades.
—Minos... gracias por todo.
—No tienes que agradecer amigo, si quieres podemos subir al mundo mortal a dejar flores en su tumba.
—No podré soportarlo y si veo a Murray o a los Debenham, los matare. No deseo subir por ahora.
—Entiendo, ¿por qué no vas a descansar a tu templo por ahora? Lune me ayudará con los juicios y los registros de la semana.
Sin decir más, Radamanthys se levantó y fue a Caina a dormir y descansar un poco, estaba realmente agotado por todo. No tenía deseos de nada, solo quería meterse en la cama el resto del día o el resto de su vida, por su culpa Rosalie terminó casada con quien no quería y ahora estaba muerta. Deseaba pedirle a Hades que le borrara ese recuerdo de sus memorias aunque la causa más bien había sido su falta de frialdad, sus sentimientos desbordados eran el auténtico problema.
—Los sentimientos son una carga seria que necesito erradicar. Esto no volverá a sucederme, primero Pandora y ahora Rosalie, no permitiré que el sentimentalismo me nuble la visión de nuevo, es un estorbo.
La fecha de la entrevista sería apenas Radamanthys cerrará ese pendiente con Rosalie, este no lo entendió pues le aseguro al dios que no quedaba más que resolver. Hades no dijo más y le indicó que hasta ese momento lo recibiría en la sala del trono al final de Guidecca.
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Ya había pasado algún tiempo del lamentable suceso y ese día Minos llegó primero al salón de trabajo, en el cual ya habían disminuido la cantidad de libros apilados aquí y allá, entre los jueces y Lune fue que lograron ponerse al día con los registros y todo estaba más o menos en orden. Tras acomodar el último volumen fue que los tres respiraron aliviados.
Radamanthys encontró el registro de Rosalie en un libro trabajado por Lune, era evidente que el chico no sabía nada de ese nombre así que de nada serviría reclamarle. Sin más cerró el registro devolviéndolo a su estante lanzando un suspiro de tristeza tratando de no pensar más en ese tema enfocándose en alguna otra cosa sin embargo...
—Por fin estamos al día con todo —suspiró Radamanthys girando las muñecas, le dolían las manos por tanto escribir—. Creí que nos tomaría una eternidad.
—Podremos tomarnos un breve descanso por ahora —Minos echó la cabeza para atrás sobre el respaldo de la silla suspirando con tranquilidad y deseoso por beber una copa de vino tinto.
—Minos. ¿Podemos subir al mundo mortal a dejar flores? —lo dijo en un hilo de voz mirándolo con calma—. Solo iremos a eso y regresaremos enseguida, lo prometo.
—Claro, ya habías tardado en pedirlo. Casi dos meses —respondió esbozando una leve sonrisa.
—Gracias. No había querido hacerlo pero, aunque sea, iré a despedirme.
Fue así que, pasadas un par de horas, fueron a la iglesia de West Hill en Winchester ya que ese era el sitio donde frecuentemente sepultaban a los vecinos y era el único cementerio de la localidad. Buscaron la tumba de Rosalie en medio de las lápidas de piedra que estaban aquí y allá. Pero nada, no la encontraban, ninguna de ellas tenía grabado el nombre de la joven. El párroco los observó con curiosidad mirar lápida por lápida así que se acercó a preguntarles que buscaban.
—Mr. Warwick —lo saludo cortésmente mientras este lo miraba extrañado—. Que sorpresa verlo, nunca viene a la iglesia.
—Buen día, estamos buscando la tumba de Rosalie Debenham o Murray pero no parece estar por ninguna parte.
—Con gran pesar debo informarle que no la sepultaron aquí, me temo que tendrá que preguntar a los Debenham directamente donde está. Sabemos que fueron sus deseos no traer su cuerpo pero no tengo el dato de donde descansan sus restos.
—¿Qué?
Incluso Minos quedó sorprendido, pues era muy extraño que una joven no fuese sepultada con sus familiares ya que había varias lápidas con apellido Debenham en ese cementerio.
—Fabuloso... —dijo con ironía— ¿por qué no la trajeron de donde sea que viviera para sepultarla aqui?
—Sospecho que no quisieron tomarse la molestia monetaria —inquirió Minos.
—¡Malditos!
—¿A dónde vas?
—¡A partirlos en dos!
—¡Espera, mejor haz algo más razonable y simple! Solo preguntales donde está enterrada e iremos a verla para que puedas despedirte y eso será todo. No hay necesidad de armar alboroto.
—Estoy tan molesto que ni siquiera sé qué decirles para que me lo digan sin hacerme preguntas incómodas. ¡No quiero verles la cara siquiera!
—No has aprendido nada en tus visitas aquí, Estimado, uno debe decirles palabras dulces a los mortales para que hablen.
—¡No me interesa decirle palabras dulces a nadie!
—No es eso, las palabras dulces se dicen para que te den la información que necesitas, ¿comprendes? No los tienes que alabar solo diles lo que quieren oír y te dirán todo lo que haga falta para encontrarla.
—¿Qué clase de cosas podría decirles? —pregunto ya más calmado deteniéndose por un momento a reflexionar.
—Te harán muchas preguntas y, sospecho, que una será sobre el anillo que nunca diste. En este caso solo miente —Minos lo miraba muy seguro de si mismo—, di mentiras dulces que los dejen contentos y ellos harán todo lo que quieras, creeme, funciona.
Radamanthys penso detenidamente todo esto que Minos decía camino a Blooms Hill, tenía una vaga idea en la cabeza sobre lo que necesitaba preguntar y ciertos documentos que quería que estos redactaran. Si, se decía con calma, sentía que tenía una deuda con la memoria de la chica pues no se trató de una joven común y corriente a quien conociera por casualidad. Rosalie fue mucho más que eso y algo le decía que su sepultura fue igual de desconsiderada que la forma en que la trataron.
—Vaya que sorpresa verle, Mr Warwick —Mr Debenham fue quien abrió la puerta, ambos hombres lo miraron sorprendidos pues rara vez se dejaba ver.
Era un Señor ya mayor bastante canoso y de bigote espeso, parecía haber estado leyendo pues llevaba puesta su bata y vestía informalmente llevando un sombrerito fez rojo. Se le veía bastante sorprendido de verlos aunque no lo expresara como tal.
—Buen día Mr Debenham, hemos venido a preguntarle por Rosalie.
—Ya veo... —respondió en un hilo de voz mirando al suelo, pareciera que se esperaba verlos haciendo esa pregunta en particular— Pasen por favor.
Los guió a la estancia a un lado de la puerta principal donde tomó asiento en su sofá, había estado leyendo toda la mañana al parecer. Blooms Hall estaba extrañamente silencioso, ambos intercambiaron miradas por un momento entendiendo que aún estaban de luto.
—No encontramos a Rosalie en West Hill —comenzó a decir serio mirando al anciano Señor delante de ambos— ¿dónde está sepultada, Mr Debenham?
—Mi mujer no está, se marchó una temporada con su madre en la ciudad de S... Creo que ya ha de saber que mi hija perdió la vida hará unos dos meses —comenzó a decir—, sin embargo no la sepultamos aquí pues mi esposa no permitió que se cubrieran los costos de traslado desde Abney Park en Londres hasta acá, su marido pregunto si la traíamos de regreso pero, como sabrá mi mujer con tal de complacerlo en estos momentos, no accedió.
—Es una pena escuchar semejante cosa —dijo Warwick mirando al infinito—, así que está sepultada en Londres.
—Si... —Mr Debenham lo miraba con cierto reproche, había algo que quería preguntarle y como él mismo Radamanthys tenía un par de cosas en mente que pedirle, accedió al juego de quid prod quo— Hay algo que quisiera preguntarle Mr Warwick.
—Si claro, lo que Usted quiera puede preguntarme.
—Se bien que Rosalie pasaba mucho tiempo en su compañía, ¿en algún momento pensó en dejar de seguirla en esos juegos y desposarla como era lo apropiado?
—Por supuesto —mintió descaradamente—. Sin embargo yo consideraba que aún era joven, eso sumado a mis constantes viajes, me impedían hacerlo ahora mismo. No era necesario venir a decírselo con promesas vagas.
—Luego de que usted no se presentara a su fiesta de 20 años, se bien que ella le escribía constantemente. ¿Por qué nunca le respondió?
—Por el retraso con el que me llegaba la correspondencia —volvió a mentir—, varias de sus cartas llegaron al mismo tiempo sin darme espacio a escribirle como merecía. Cuando ya estaba por volver fue que me llegó la última de ellas junto con el aviso de su lamentable deceso —no ahondó en las fechas ya que no coincidirían.
—Sabe que ella lo estuvo esperando toda esa noche, durante su fiesta, ¿cierto? Mi hija todo el tiempo estuvo pendiente de la puerta —lo miraba con algo de enfado mientras Minos observaba toda la escena sintiendo lástima por el anciano hombre frente a él—. Creo que la tristeza que la siguió por el resto de sus días empezó en ese momento.
—¿Y por qué la matrimoniaron si ella no estaba en condiciones ni deseaba hacerlo? —pregunto mirando al suelo tratando de contenerse.
—Por su madre, Rosalie le suplico que esperáramos lo más posible pero ella se impuso. Se habrá dado cuenta que yo no tengo mucha voz en esta casa pues es mi mujer quien siempre toma las decisiones, quien siempre tiene la última palabra y lo que dijera Rosalie nunca era tomado en cuenta.
—Siento mucho lo que le pasó, mi corazón se rompió al leer la terrible noticia —Minos sabía que eso no era mentira, aún así estaba impresionado por la cantidad de falsedades dichas a Mr Debenham—. Por eso he venido a visitarlos y a solicitarles algo.
—¿Qué más desea de nosotros?
—Marcharé para Londres ahora mismo, al sitio donde descansa Rosalie, y pido de su autorización firmada para trasladar el cuerpo de regreso. Ella debe ser sepultada en casa —se puso de pie con actitud solemne mientras Minos lo observaba, ahora no mentía.
Hablaba muy en serio.
—¿De verdad hará Usted eso?
—Si, y correré con todos los gastos.
—Me encantaría decir que es una buena noticia pero... no tenemos donde sepultarla, tendríamos que buscar un sitio apropiado fuera de esta ciudad.
—Yo cuento con mucho espacio, los Warwick tenemos lugares de sobra en la zona suroeste de West Hill. Le pido me firme la autorización para traerla y sepultarla —había cierta súplica en su voz y ojos—. Ella no merece estar tan lejos de aqui. Adicional, necesito que me indique donde vive Mr Murray.
Minos quedo impresionado cuando el débil Mr Debenham firmo las autorizaciones que Radamanthys le puso en la mesa, una de ellas era particularmente extraña aun así sus palabras lograron convencer al pobre hombre.
—¿Entonces marcharemos a Londres ahora mismo?
—Si, ahora que sé que está enterrada allá, la traeré de regreso. La sepultaré dónde quiera y bajo las condiciones que yo decida —respondió firme pero aún enfadado tratando de ocultar el brillo escarlata en sus ojos.
—Me gusta tu nuevo estilo. Vamos a la estación del tren.
Estaba muy molesto pero, por ahora, parecía estar pensando con la mente clara.
.
Llegaron a Londres pasado el mediodía y fueron directo al sitio donde descansaba el cuerpo de Rosalie, Abney Park, cuya ubicación era perfectamente conocida por cualquier párroco de la ciudad. Cuando ambos llegaron no dieron crédito a lo que sus ojos veían. Aquel lugar pareció incrementar la furia de Radamanthys, incluso Minos se unio al sentimiento de enojo.
—No puedo creer que la hayan traído a un sitio horroroso y deprimente como este —Minos abrio mucho los ojos observando aquel parque lleno de lápidas desacomodadas aqui y allá, el cesped estaba muy crecido denotando aún más el descuido general además reinaba un sentimiento de desolación que envolvía todo a su alrededor.
Entre los dos la buscaron encontrándola en una zona vacia, una lápida triste con su nombre grabado y fechas era lo que había, nadie escribió un obituario para ella. Apenas un par de árboles muertos estaban a pocos pasos y ninguna otra compañía a su lado.
—Como se atrevieron a dejarte en un basurero como este —Warwick se inclino a un lado de la tumba visiblemente enfadado y afectado.
—Hay que buscar al encargado y preguntar por el traslado —indicó Kielland seriamente analizando la tumba frente a él.
—¿No dirás algo sobre las reglas o algo así? —pregunto mirándolo desde abajo.
—Las reglas aplican para los mortales vivos, en este caso, no hay problema por mostrar simpatía a los muertos. Créeme que si quieres ir a patearles el trasero a los Debenham o al cretino con quien la casaron, estoy contigo.
—Vamos a la casa de Murray. Debo verlo enseguida.
Mr Murray vivía en el sur, en The City, así que tuvieron que buscar un coche para trasladarse hasta allá. Al llegar a su casa ya era algo tarde sin embargo quisieron entrevistarse cuanto antes dejándole saber a Murray sus planes sin miramientos ni concesiones.
Warwick tuvo que hacer acopio de toda su cortesía y diplomacia pues nada deseaba más que eliminar al dueño de la casa. Sin embargo se contuvo hablando con calma.
—Así que quiere trasladarla de regreso a Winchester, Mr Warwick —Murray fumaba tranquilamente su pipa ofreciendo tabaco a sus invitados en el salón circular donde estaban sentados los tres.
—Es correcto, por eso he venido para que me firme la autorización.
—¿En qué parte de West Hill la sepultarán?
—Con los míos pues los Debenham no cuentan con espacios disponibles por ahora.
—¿Y quién correrá con todos los gastos?
—Yo. Me encargaré de la gestión por el traslado y sepultura, además de lo que sea necesario. Y hay otra cosa: quisiera pedirle que me venda todos los objetos personales que pertenecieron a Rosalie —dijo de pronto mirándolo fijamente. Kielland abrió mucho los ojos ante esa petición así como Mr Murray.
—¿Usted quiere todas sus pertenencias?
—Si todas, hasta el último pañuelo que le haya pertenecido. Además de las fotografías que tenga de ella —indicó serio sin quitarle los ojos severos dispuesto a no aceptar una negativa.
—¿Me permite preguntarle a qué se debe semejante solicitud? —respondió tratando de mantener la calma pues aquel hombre tenía algo que empezaba a asustarlo.
—Verá Mr Murray —Minos tomó la palabra poniéndose de pie ya que, creía entender los motivos de su colega, pero no iba a poder llevar una negociación como la que estaba por comenzar sin enfadarse o lanzar amenazas—. Los objetos de la Señora Murray tienen gran valor sentimental para nosotros, por eso queremos comprarselos y contamos con 1500 libras ahora mismo para negociar con Usted.
—¿1500 libras?
—Si, creo que es un precio justo por librarlo de las molestias de tener que deshacerse de todo. Si es que, claro, aún conserva algo que le perteneciera a la difunta. Estamos abiertos a negociar. Aunque, si faltase algo de sus pertenencias, nuestra oferta se verá modificada también —indicó sonriente.
—Ya veo pues déjeme decirle que conservo casi todo, no he podido deshacerme de todas sus cosas, su familia no las quiso —indicó olvidándose de cualquier dejo de simpatía por la joven muerta—. Deberán disculparme pues vendí el vestido de novia y el anillo de compromiso y matrimonio.
—No hay problema por eso. ¿Qué dice de nuestra oferta?
—Me parece razonable —el hombre se veía visiblemente encantado por recibir semejante cantidad y no hizo más preguntas.
Warwick miro a Kielland por un momento con mirada de agradecimiento y sorpresa. Jamás había dudado de la capacidad de negociación de este pues era excelente con las palabras. Sabía cómo convencer a personajes como Murray y sacarles lo que quisiera. Así Mr Murray accedió a venderles todo lo que perteneció a Rosalie, incluyendo las fotografías que tuviera firmando un documento de venta así como todas las autorizaciones para el traslado y sepultura del cuerpo. Lo haría llegar a Warwick Manor en cosa de tres días.
—Eres impresionante amigo —dijo Radamanthys apenas salieron a la calle—, yo no hubiera querido negociar con él como lo hiciste. Te lo devolveré en cuanto pueda.
—No te preocupes por nada, tampoco tienes que pagarme esas 1500 libras. Mejor responde algo ¿por qué quieres las cosas que fueron de Rosalie, qué harás con esos objetos?
—Lo llevare a la iglesia, ellos conocen muchas instituciones de beneficiencia que podrían sacar algún provecho vendiendo todas esas cosas.
—¿De verdad? —lo miro sin entender— ¿Qué te ha dado por ser tan generoso?
—No es generosidad —replicó—, prefiero mil veces que las cosas de Rosalie estén en cualquier otra mano que no sea la de Murray. Yo no podría hacer más que arrumbarlas en el ático mientras que una escuela puede comprar libros o comida para sus estudiantes.
—Te irás al cielo, amigo mío —respondió con tono de burla e ironía.
—Cierra la boca.
Al día siguiente hablaron la gente de Abney Park, con todos los encargados que fueran necesarios, para cerrar el traslado del cuerpo hasta Pompas Fúnebres en Winchester, el trámite duró más de tres horas. Tras finiquitar la operación cubriendo los gastos correspondientes y mostrando autorizaciones firmadas indicando que fuese hecho con la mayor prioridad posible, se trasladaron a Waterloo Station para abordar el tren de regreso. El cuerpo llegaría a su destino en tres días.
Mientras iban en el tren, Minos observó de reojo a su colega, jamás había visto en él semejante espíritu emprendedor esperando que, en la siguiente batalla santa, viera un despliegue de interés como ese. Noto que este iba tranquilo y pensativo, demasiado pensativo, quien sabe que tanto maquilaba en su cabeza.
Al llegar a Warwick Manor de inmediato este hizo llamar al agente de Pompas Fúnebres, Mr Wotton fue quien atendió la solicitud pues Warwick era uno de sus mejores clientes. Este llego en cosa de una hora y se entrevistó con el amo de la casa en el salón de siempre mientras Kielland los observaba desde una silla de respaldo alto bebiendo un poco de vino tinto.
—Asi que Usted se encargará de darle sepultura al cuerpo de la Señora Rosalie. Vaya Warwick que gran muestra de generosidad.
—No hay nada que remarcar. Quiero que la coloquemos en uno de los nichos de la pared este, la que da al muro principal de la capilla, me parece que hay un par de espacios ahí.
—Si, es correcto en esa pared y también se podría enterrar en la parcela contigua igualmente cuenta con espacio suficiente.
—Perfecto, que sea en la pared. Adicional quisiera que mandara elaborar una placa conmemorativa especial, ya tengo el diseño y el obituario —le entregó un documento que Wotton miro conmovido—. Adicional aqui tiene los permisos de traslado firmados tanto por los Debenham como por el esposo viudo.
—Esto que está solicitando Mr Warwick, es que en la placa se cambie el nombre de la difunta, para eso requiero de otros permisos firmados.
—Aqui los tiene —le entregó otro par de documentos para sorpresa de Wotton quien lo miró con los ojos aun más abiertos—. No quiero sonar sarcástico pero, de requerirse algo firmado incluso por Su Majestad la Reina en persona, solo dígalo e iré directo a Buckingham a recolectar la firma.
—No, con todos estos documentos es más que suficiente. La placa estaría lista en cosa de cinco días. Tengo entendido que el cuerpo llegará en tres días más. Podemos llevar a cabo la sepultura en seis días si está de acuerdo.
—Me parece muy bien. Pagaré todo ahora mismo.
Apenas Wotton se retiró, Kielland se puso de pie sorprendido mientras su colega se sacaba la chaqueta, el corbatín y se arremangaba las mangas de la camisa.
—Vaya amigo, cuantas molestias por la memoria de Rosalie.
—Es lo menos que puedo hacer por ella, la dejé sola en vida... no la abandonaré en la muerte.
—Escucha...
—Se lo que vas a decir pero así lo siento por ahora. Me quedaré aquí esta noche y mañana regresaré a Guidecca temprano. Necesito tener la mente entretenida. Puedes quedarte si gustas.
—Te agradezco pero volveré ahora pues tengo que darle unas indicaciones a Lune. Te veré mañana.
Kielland se retiró de la casa dejándolo solo con sus pensamientos, Warwick tomó asiento en el sofa echando la cabeza para atrás mientras el mayordomo entraba llevando una copa de vino tinto.
—Las pertenencias que fueron de las muchas tías y primas que pasaron por esta casa, ¿están en el ático o en sótano? —preguntó de repente mirándolo con seriedad.
—Hay un par de baules en el ático. ¿Está buscando algo en particular?
—Joyería.
Ambos subieron al ático ubicado en el tercer piso de la casa, esta habitación ocupaba dos piezas completas y lo que había ahí eran algunos muebles demasiado viejos, un par de retratos de algunos familiares ya fallecidos y, únicamente, dos baúles. El mayordomo se acercó con un candelabro de dos brazos alumbrando a su amo quien uso un poco de fuerza para quitar los grandes y oxidados candados de ambos cofres.
Al levantar la tapa del primero se dejaron ver unos vestidos doblados torpemente así como dos pares de zapatos, guantes, bandas y chales, pero conforme Radamanthys metia la mano más y más abajo encontraba diferentes accesorios de mujer pero nada que realmente le sirviera pues la escasa joyería que le pertencio a la dueña del bául se limitaba a un par de colguijes y dos brazaletes, aparentemente de oro, adornados con perlas de mala calidad.
—Hay que llevar esto a la beneficiencia porque nada de lo que esta aqui es útil.
—Como ordene amo.
En el segundo cofre no encontro pertenencias tan diferentes, la dueña de ese baúl había sido la tía abuela Marguerite Warwick, quien murió unos treinta años atrás y nadie había revisado su viejo baúl puesto que la llave estaba extraviada desde hacia tiempo, el mismo juez no perdía mucho tiempo subiendo a escombrar el ático salvo que fuera realmente necesario y, por lo visto, ningún otro habitante de la casa había subido a escombrar tampoco en los siguientes años.
Ahí encontro unos tres vestidos, algunos pares de guantes que no se veían tan mal, dos sombreros, varios lazos para el cabello, tres pares de zapatos, un viejo rosario, una biblia, otros accesorios como un cepillo y un espejo de mano así como un par de peinetas y otro par de portaretratos pequeños con fotos viejas. Conforme iba metiendo la mano más y más en el fondo del baúl fue que encontró un joyero* rectangular pequeño, estaba hecho de metal con acentos de oro y porcelana turquesa. Se veía bastante valioso. La tapa de la caja, cuyo decorado estaba hecho con filigrana de oro, estaba atascada y si se empleaba demasiada fuerza se rompería.
—No hay otro modo de abrirla —tuvo que jalar la tapa hasta desprenderla de su base encontrándose con una serie de joyas como lo eran colguijes, arillos de oro, brazaletes y varios anillos. La tía abuela era aficionada a coleccionar anillos por lo visto ya que eran los que más había dentro. Tras cerrar el baul y llevarse la caja con las joyas al piso inferior con más luz noto que toda la joyería no se veía solo vieja o pasada de moda sino descuidada por el tiempo que llevaba guardada.
—¿Le sirve algo de ahí amo?
—Es lo que debo revisar —lo que le interesaba eran los anillos—. Necesito que me consigas un paño y el limpiador de la platería.
—Ahora lo traigo.
Dentro de la caja contó, por lo menos, unos diez anillos de varios estilos y con las joyas y decorados en distintos tamaños y cortes. Tras examinar uno a uno con cuidado, y a detalle, se sacó un pañuelo del bolsillo colocando el elegido: un halo de oro cuya joya central parecía ser un zafiro de corte ovalado acompañado de pequeñas piedras imitación de diamante, al analizarlo de cerca se veía claramente la buena calidad de los materiales y acabado del anillo, desconocía su valor pero le resultó útil para su propósito. Era el que estaba en mejor estado de entre todos los demás, era el mejor de entre todo el grupo de anillos de la caja.
El mayordomo regresó en cosa de segundos con lo solicitado mientras este le entregaba el joyero.
—Bien, el resto de las baratijas hay que donarlas o venderlas.
—Como ordene.
Una vez que todo estuvo de regreso en su sitio se guardó el pañuelo en el bolsillo e inmediatamente se preparó para volver a Guidecca. Solo bastaba esperar cinco días, pero antes de irse pasó un buen rato puliendo el anillo para dejarlo casi como nuevo. Este resplandeció a la luz de las velas tras varios minutos.
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Los cinco días pasaron con rapidez, por medio de telegramas se le informo que el cuerpo había llegado a las oficinas de Pompas Fúnebres, así como que la placa ordenada estaba lista para colocarse frente al nicho indicado, entre otras noticias, el baúl con las pertenencias de Rosalie llegó también. El juez subió a Warwick Manor para abrir este encontrándose con la esencia de la joven en cada prenda.
Varios de los vestidos que él le conocía estaban ahí asi como sus cintas para el cabello, sus sombreritos y sus chales, una sola vez la vio usando guantes y esos estaban ahí también. El juez sentía un doloroso nudo en la garganta al pasar sus manos por aquellos efectos personales, hasta el fondo del baúl estaban los dos libros que le regaló tiempo atrás, hojeandolos fue que se encontró con la caligrafía de la joven quien hizo diversas anotaciones en las páginas, estos lo regresaría a la biblioteca. Nadie más los tendría. Y, tal como Murray lo había firmado, ahí estaban las pocas fotografías de Rosalie, eran dos nada más, metidas en un portarretratos pequeño y ovalado de gruesos marcos.
No pudo evitar sentirse miserable al verlas pues sus recuerdos estaban muy claros y en ellos podía escuchar el tono de su voz, ver sus ojos verdes, aún sentía el tacto de su piel o su aroma. A pesar del tiempo ahí estaban todas esas características. Se llevó las fotos al pecho tratando de contener las lágrimas. Cerró el baúl con brusquedad y ordenó trasladarlo a la iglesia acompañado de una nota. Las fotografías las llevaría con él a Caina.
Radamanthys llegó a Pompas Fúnebres acompañado por Minos un día antes de la fecha programada para solicitar un par de cosas más.
—Le hemos cambiado el ataúd Mr Warwick, llegó con uno en pésima condición —indicó Mr Wotton mostrandole el féretro.
—Si, algo así me suponía —dijo lo por lo bajo—. Este que le eligieron se ve muy bien, muy adecuado.
—Como sabe es de los mejores que manejamos.
—Por cierto, necesito que le pongan esto al cuerpo —sacó del bolsillo el pañuelo entregándolo a Mr Wotton quien lo desenvolvió levantando la mirada sin entender—, se le cayó según nos dijeron los familiares, lo encontraron en la que fuera su habitación —mintió—. Ella deseaba ser sepultada con el.
—Por supuesto, haré que se lo coloquen en seguida.
Ahí estaba el anillo, el que no le pudo dar en vida ahora se lo entregaba en la muerte. Lamentaba un poco que no fuera nuevo pero, dadas las circunstancias, no podía marchar a la ciudad a comprar uno puesto que no tenía prometida y no deseaba levantar más rumores o platicas indeseables, que mejor que revisar entre las viejas pertenencias de las tías ya muertas. A la tia abuela no le molestara que ese anillo se use para una buena causa. Desde ahí noto como el asistente de Wotton abría la tapa del ataúd y colocaba el anillo en la mano de la joven muerta.
—Esta colocado.
—Gracias. Lo veré mañana temprano.
Minos, Kielland en el mundo mortal, no tenía predilección por las oficinas de Pompas Fúnebres de ningún país así que siempre esperaba afuera.
—¿A qué hora vendremos mañana?
—Temprano, así lo dejaremos todo resuelto y volveremos a Guidecca.
Se retiraron a Warwick Manor por esa tarde, pasarían la noche en la casa para asistir a la procesión por la mañana. Se había hecho llegar una invitación formal a los Debenham pero Mrs Debenham lo rechazó impidiendo que su esposo fuera. Por lo que le dijeron a Warwick pareciera que el buen hombre si deseaba asistir.
Fue así que esa mañana extrañamente soleada inició la procesión desde de las oficinas de Pompas Fúnebres hasta la iglesia de West Hill, el carro llego a la zona que los Warwick tenían en el cementerio de la ciudad, lugar que Kielland encontró francamente encantador pues estaba lleno de flores, las lápidas blancas estaban muy bien cuidadas incluyendo las de los nichos en la pared pues había una estructura semicirular donde descansaban varios familiares de Radamanthys o eso supuso ya que todos tenian el mismo apellido que el.
El atáud elegido por Wotton era uno de color negro muy fino con acabados en metal brillante, entre cuatro personas lo subieron al nicho elegido justo en el segundo espacio de arriba hacia abajo, para después sacar la placa de su envoltorio. El juez se conmovió al ver la placa diseñada por su colega ya que tenía un diseño muy único que no había visto antes en otra. Además de eso ahí estaba claramente el cambio por el cual Warwick había pedido todas esas autorizaciones: a Rosalie se le cambio el apellido en esa placa quedando así.
Rosalie H. Warwick
Sept 1876 - Ago 1899
Per aspera ad Astra
Todas las letras estaban alineadas a la izquierda de la placa rectangular mientras que, a la derecha en la esquina inferior, se apreciaba un grabado que Minos no se esperaba: se trataba de un wyvern con las alas extendidas, parecía el grabado salido de un texto medieval, el animal tenía sus alas abiertas como si emprendiera el vuelo y su cabeza apuntaba a una estrella en relieve grabada en la esquina superior justo encima de él. Minos no pudo contener un par de lágrimas al ver aquella hermosa placa diseñada por su colega, jamás se imaginó que este pudiera hacer algo como eso por la memoria de un muerto pero ahí estaba.
—La placa es hermosa, amigo. Me dejaste sin palabras —este solo sonrió levemente acercándose al nicho apenas terminaron de cerrarlo—. Estoy seguro de que habrías tratado a Rosalie como una princesa de haber podido estar con ella —dijo honestamente.
—No exactamente, la habría tratado como a una Reina.
Radamanthys pasó los dedos despacio por las letras en relieve sin apartar la mirada de la placa.
—Amada Rosalie —pensó con tristeza—, espero algún día puedas perdonarme porque mi ausencia termino lastimándote y no estuve para ti cuando más me necesitaste. Lo único que pude hacer fue traerte de regreso y dejarte con los mios. Aqui estarás acompañada y podré visitarte cada vez que venga.
Minos había amado pero jamás con esa intensidad, gran parte del espíritu de Radamanthys era esa pasión sin duda, misma que llevaba al campo de batalla y desbordaba en cada cosa que hacía o decía. Este sabía lo que quería pedirle al dios Hades: que le quitara todas las emociones que consideraba estorbosas como el amor, la empatía o la capacidad de hacer cosas como las que había hecho por Rosalie. No estaba seguro si ella era la última por quién movería el mundo así, esperaba que no. El superior de los jueces no estaba de acuerdo con eso pues el secreto era saber cómo manejar esos sentimientos y no extirparlos como si fuesen una muela adolorida.
Una rayo de sol iluminó el cementerio aquella mañana, Minos quedó deslumbrado un momento al chocar la luz del sol con una de las lápidas y, en ese preciso instante, observó claramente cómo alguien estaba detrás de su colega; parpadeo dos o tres veces y la figura seguía ahí vistiendo un atuendo sencillo color blanco, sus cabellos los llevaba recogidos en un moño simple. El juez pareció reconocerla enseguida pues el color de cabello era inconfundible.
Todo indicaba que era Rosalie quien estaba varios centímetros sobre el suelo rodeando a Warwick con sus brazos a la altura de su cuello. Minos percibió que la aparición dejaba un beso en la mejilla de su colega sin que este lo supiera. Finalmente el espíritu tocó el suelo aferrándose a la espalda del juez y deslizando las manos por los brazos de este durante unos segundos antes de desaparecer. Minos quedo sin habla durante unos breves instantes.
—¿Estas bien Minos?
—Si... todo eso ha sido muy conmovedor —respondió tratando de entender lo que acababa de presenciar.
Apenas se retiraron los de Pompas Fúnebres emprendieron el camino ellos tambien.
—Vamos de regreso.
—¿Podemos comer algo antes? —pregunto Minos ya más repuesto mientras ambos se colocaban el sombrero de copa— Hay que visitar a alguno de tus vecinos para que nos inviten a almorzar.
—¡Basta! No aceptare mas invitaciones a eventos sociales, si quieres asistir tu adelante.
—Sabes que estoy bromeando, no tienes sentido del humor.
—En casa hay pan y queso, me parece, ahí comeremos algún bocadillo y volveremos a Giudecca. Tengo una cita con el Sr Hades dentro de poco.
—Está bien, ya te oí.
FIN
Notas:
*Joyero: jewelry box.
Espero lo hayan disfrutado, últimamente he leído muchos libros de este estilo y no pude evitar imaginar a los jueces en un escenario como este.
Gracias por leer.
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