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Capítulo tres: Fingertips touch

Algunas de las decisiones de la junta directiva del hospital recibían la consulta de Ferman. Como Jefe de Cirugía debía cumplir con funciones burocráticas externas a su tarea sustantiva como médico, a pesar de que las detestaba profundamente. Se presentaba cada vez que se lo requerían, toleraba todo lo que debía ser tolerado sólo con el fin de poder cumplir con su trabajo en paz, pero esta propuesta era especialmente ridícula.

Eran doctores, no excursionistas. ¿Cuál era el propósito de visitar un hospital más pequeño, que no tenía casos que necesitaran de su intervención o de cualquiera de los doctores a su cargo? La iniciativa no despertaba ningún interés de su parte, pero la insistencia por parte del directivo era grande.

Aceptó sólo porque se trataba de una visita única durante un sólo día. Bajo esa premisa y el casi ruego en los ojos de Beliz fue imposible para Ferman seguir protestando. La mujer ya tenía suficientes problemas con ese grupo de personas que juzgaba cada una de sus decisiones como las peores, a la espera de verla fallar. El doctor no quería ponerle más presión de la que ya tenía.

Como había sido estipulado, esa mañana saldrían del hospital él y un par de doctores a su cargo. Una ambulancia los llevaría al lugar. Se encontraba lejos del centro de Estambul, pero el viaje sería rápido.

Ferman se sentó en el interior de la ambulancia con un suspiro. Sólo quería terminar con su deber.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Nazli suavemente, tomando asiento frente a él, pero sus ojos estaban sobre la persona a su lado. 

Ali había estado callado toda la mañana. Se limitó a asentir escuetamente ante la pregunta, manteniendo la mirada fija en sus propias manos sobre su regazo.

Ferman hizo una mueca, mirándolo con preocupación.

La junta había insistido en llevar a Ali a pesar de su desacuerdo. Estaban ansiosos de presumir a su mejor doctor, sin tener en consideración su consentimiento ni por un segundo. El chico lucía nervioso y había tenido los mismos cuestionamientos que Ferman sobre el viaje. Era consciente de que no necesitaba conocer ese lugar y exponerse por ello a situaciones que bien podría evitar sólo por el capricho de unos cuantos hombres y mujeres ambiciosos.

—Por favor, doctor —había pedido a Ferman, mirándolo con ojos suplicantes, y el doctor casi se derrumbó por el profundo deseo de complacerlo, de darle todo lo que quería. Si de él dependiera, Ali se saldría con la suya la mayoría de las veces, pero para su desgracia Ferman también tenía superiores y órdenes que acatar.

Finalmente bajaron de la ambulancia después de un viaje que no duró más de una hora. Nazli se aseguró de permanecer cerca de Ali todo el tiempo, desde el momento en el que ingresaron para ser bienvenidos por el director del hospital y durante el corto paseo que les dieron por el edificio. Ferman estaba aliviado de que la chica pudiera darle su apoyo mientras él se encargaba de platicar con el hombre.

Ambos residentes compartían un vínculo especial, y al verlos de esa manera, Ferman no podía evitar pensar en lo que los demás solían comentar entre risas.

Realmente lucían bien juntos, lo suficiente como para hacer una buena pareja.

Ferman sabía que Ali apreciaba profundamente a Nazli, lo notaba en la manera dulce con la que le hablaba y el entusiasmo en su voz cada vez que la mencionaba. Nazli le guardaba la misma estima, y había cuidado de él desde el momento en el que se conocieron.

Era sólo natural que el amor naciera entre ellos.

Ferman casi se golpeó a sí mismo. No debería mirarlos tanto y estar pensando en esas cosas, así que se concentró en la voz del señor Osman. Si la relación que tenían se trataba de algo más que amistad, no le incumbía. De todas maneras, no podría hacer nada para cambiarlo.

El señor Osman terminó pareciéndole un buen hombre, dedicado y profesional, e hizo de su conversación formal una charla amena. Aún así Ferman se sintió aliviado cuando anunciaron que se tomarían un descanso. Solo podía pensar en la hora en la que volverían.

El grupo se decidió por ir a la cafetería, incluida Nazli. Por otro lado, Ali y Ferman encontraron el camino hacia el otro como si fuera parte de ellos, separándose del resto. Tomaron asiento en un banco a un lado de la entrada del hospital, bajo la sombra de un árbol. Ali sacó dos emparedados que había preparado con anterioridad, y como de costumbre, Ferman tomó el suyo.

—Otro encargo para el que estás sobre calificado, ¿uh? —dijo Ferman al cabo de unos momentos, recibiendo una sonrisa tímida de parte de Ali. El chico encogió los hombros ligeramente, en ese gesto que siempre hacía sonreír a Ferman—. Lamento no haber podido hacer nada para evitar todo esto. De todas maneras ya casi terminamos.

—Está bien. La gente aquí es amable —dijo Ali, su voz baja pero sincera. Sonaba más animado y eso levantaba su espíritu, volvía a brillar—. Es muy tranquilo —agregó al final, su mirada puesta en algo más allá de lo que los rodeaba. 

Ferman sonrió con complicidad.

Demasiado tranquilo.

Sólo bastó juntar miradas por un segundo para compartir el mismo entendimiento. 

El hospital ciertamente era tranquilo, con casos que podían ser resueltos fácilmente, libre de tensiones de cualquier tipo. Era innegable que el trabajo que realizaban esos doctores era digno de admiración, pero no dejaba de ser un lugar demasiado pequeño. No había espacio para la vasta creatividad de Ali, para que las alas de su potencial se abrieran y pudiera despegar. Ferman creía que en un lugar como este solo desperdiciaría su talento, y en cierta manera, el chico también podía verlo. Se había preparado para cosas más grandes.

El fuego que ardía en Ali sólo se apagaría aquí, y los sueños que defendía con la vida encontrarían límites que no merecía.

Ali era simplemente demasiado grandioso para ser contenido de cualquier manera. Ferman no permitiría nunca que algo como eso sucediera.

—Doctor... —soltó el chico, un cambio en su tono. Parecía como si estuviera a punto de hablar de algo que le generaba conflictos.

—¿Sí?

—Hace unos días... —se detuvo, frunciendo ligeramente el ceño— Me estaba evitando. Pude notar que no quería pasar tiempo conmigo.

Ferman suspiró con pesadez.

—Ali...

—Es así. No lo niegue porque sé que es verdad —cortó el chico tajantemente, ni un rastro de duda en su voz. Sus intenciones eran transparentes como el agua y sus ideas claras como el día. Mantuvo su amabilidad natural, pero no dio lugar a ser malinterpretado. 

Ferman abrió la boca y volvió a cerrarla. Por más que lo intentó no encontró otra cosa para decir además de la verdad. El tono autoritario de Ali cumplió con su cometido y lo retrajo de inventar excusas.

¿Cómo podían atreverse a decir que Ali tenía problemas para comunicarse?

—De acuerdo. Tienes razón, te estaba evitando. Lo siento —concedió, levantando las manos en señal de rendición.

El chico ladeó la cabeza, paseando los ojos por los alrededores, al parecer considerando detenidamente sus palabras y en especial su disculpa. El sol que se filtraba por las hojas del árbol conseguía iluminar su figura de a momentos y en pequeños rayos, proyectando un suave resplandor sobre su piel, y sus rizos eran movidos por la ligera brisa.

Ferman no podía apartar la mirada de él, aguardando pacientemente por una respuesta que finalmente llegó.

—Está bien, lo perdono. Pero si ya no quiere que seamos amigos quisiera que me lo dijera, no que me evitara. Y que me diera una explicación.

Golpeado por esa brutal honestidad, Ferman resopló con diversión, una sonrisa de sorpresa formándose en su rostro. Sin embargo Ali se mantuvo serio. Su mirada seguía oscilando inquieta, pero hacía un esfuerzo por mirar fijamente a Ferman. Severamente, haciéndolo sentirse regañado, y con motivos irrefutables. Nuevamente era testigo de aquella voluntad de acero que ninguna autoridad podía doblegar.

La sonrisa de Ferman se tornó suave y su corazón tembló de afecto.

—Por supuesto que quiero que sigamos siendo amigos, Ali. Es sólo que...—suspiró, pasándose una mano por el rostro antes de continuar. No era una conversación para la que se hubiera preparado, pero Ali era simplemente Ali—. No me sentía bien, es todo. Necesitaba estar a solas.

El doctor reconoció con cariño como la preocupación tomaba el rostro de Ali, sus cejas levantándose en señal de que no se esperaba esa respuesta. Toda su postura demandante se desarmó, girándose para mirarlo en busca de qué estaba mal, dónde dolía, como el buen doctor que era, y para él, como algo más. Realmente tenía un buen corazón. 

—¿De verdad, doctor? ¿Qué sucedió? Puede decirme si quiere. Escucharé.

Por supuesto. Por supuesto que sí. No dudaba que así fuera.

Ferman simplemente siguió mirándolo. Estaba lo suficientemente cerca como para distinguir cada lunar en sus mejillas, cada pestaña que adornaba su mirada de estrellas. 

Cerca, tanto como para tomar su mano en las suyas, pero esa acción estaba prohibida, y siempre parecía estar conteniéndose de hacerla. Desde el momento en el que supo lo que se sentía el toque de Ali, parecía que todo lo que hacía a su alrededor era esperar por más. Quería volver a sentirse tan cerca del chico como cuando había juntado el desastre de piezas rotas que era con un abrazo. ¿Se trataba del contacto, o del significado detrás? 

No quería pensarlo, pero la respuesta llegaba a él cuando observaba a Ali, especialmente ahora que el chico lo miraba como esa noche que se había grabado en su memoria, como si pudiera hacer todo para aliviar un poco de su dolor. Como si en cualquier momento pudiera moverse y volver a recibirlo en un abrazo, dejando que Ferman lo apretara contra su pecho y hundiera su nariz en sus rizos. De sólo pensarlo el corazón de Ferman tropezó con su propia emoción, todo en él estremeciéndose y volviéndose nada más que cenizas por el profundo y desgarrador anhelo.

Por favor.

La necesidad lo golpeó con tanta fuerza que hizo arder sus ojos.

—Ali... —exhaló, su voz rota.

¿Qué estaba haciendo?

—¡Doctor Ferman! ¡Ali! Están aquí.

La voz de Nazli lo hizo pararse de un salto y dar la vuelta para enfrentarla, esperando que su expresión no delatase el estado en el que se encontraba.

—¿Qué sucede?

La chica se detuvo con la respuesta en la boca. Su mirada confundida se movió entre Ferman y Ali, intentado dar sentido a aquel sentimiento que le indicaba que su presencia era inconveniente. Al cabo de unos segundos sin poder descifrarlo, logró aclarar su mente y responder.

—Ahm... El señor Osman me dijo que viniera por ustedes, dice que se terminó el descanso. Creo que volvemos al hospital.

—Bien, grandioso. Andando, entonces.

Ferman caminó rígidamente hacia el interior del hospital, sin mirar hacia atrás ni una sola vez. 

n/a: Hermanas oremos para que mantenga este ritmo y siga actualizando una vez por semana 🙏 Por otro lado, ¿qué les parece la historia hasta ahora? ¿Qué esperan para los capítulos que siguen? Cuentenme que yo leo (sino lloro)

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