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Capítulo cuatro: I've been feeling like I deserve somebody

Las visitas a su hermana eran agridulces.

Ferman adoraba verla, y no había nada que no pudiera hacer por su sonrisa. Sabía lo mucho que ella necesitaba de él, por eso intentaba mantenerse animado, pero sin importar lo que hiciera, Fatos siempre preguntaba cuándo podrían volver a casa.

Esa sola pregunta bastaba para delatar cuan afligido realmente se encontraba. Tenía su respuesta memorizada, y a pesar de eso, su voz siempre temblaba al pronunciarla. A ella sólo le seguía una profunda y devastadora decepción de parte de Fatos, esa expresión que odiaba ver en su rostro.

No puedes volver a casa conmigo.

Ferman había mantenido a su hermana oculta de todos durante toda su vida, y lo había hecho como un mecanismo de defensa. Era más vulnerable que nunca cuando se trataba de ella. Además, se había prometido que lidiaría por su cuenta con esa carga. No necesitaba la lástima de nadie.

Sin embargo, la llegada de Ali había cambiado eso.

El chico se encontraba a su lado, y lo había estado en cada visita desde la primera vez.

Ali lo acompañaba a ver a Fatos con la misma facilidad con la que se dirigían al lavadero para pasar juntos su descanso. Su presencia no significaba una amenaza a su intimidad, al contrario, lo confortaba, hacía de su corazón un peso más ligero, y podía decir que consolaba a Fatos de igual manera. Sus sonrisas tenían un nuevo color desde que lo trajo a conocerla.

Ferman era sumamente reservado con sus asuntos, pero compartir esos momentos con Ali se sentía tan natural que una vez que comenzó, no se detuvo hasta que se convirtió en una costumbre.

Sin embargo, durante esas visitas, la nostalgia que el chico cargaba en su mirada se dejaba ver con tanta fuerza que por momentos parecía tomarla por completo. Ali sabía lo que era amar a un hermano, estar dispuesto a hacer lo que sea por esa persona, y aunque la vida le había arrebatado a Ahmet, aún guardaba muy cerca de su corazón aquellos valores inquebrantables, ese eterno afecto que no temía compartir con Fatos.

Ali consideraba a Fatos una persona importante en su vida porque lo era para Ferman. Sabía cuanto la amaba, y sobre todo, comprendía desde la experiencia el terrible dolor por el que había pasado, aquel que aún lo atormentaba.

Había creído que lidiaría solo con ese sentimiento hasta el último de sus días, sin nadie a su lado que lo entendiera, hasta que encontró a Ali y le otorgó aquello que nunca esperó tener.

Ferman atrapó la mirada de Ali mientras terminaba de armar un rompecabezas con Fatos, y el chico le sonrió tímidamente antes de volver a concentrarse.

Estaba tan agradecido con Ali.

Tan enamorado.

[...]

Pronto se hizo de noche, y como de costumbre, Ferman llevó a Ali a casa en auto. Ambos permanecieron callados durante el viaje, y aunque el silencio no solía incomodarlos, esta vez había algo diferente en el aire, algo que no podía evitar pensar ahora que Fatos no estaba presente.

Sabía que se trataba del peso de una conversación pendiente, aquella que fue interrumpida quizás por fortuna, pero Ferman realmente no quería detenerse a pensar ni por un segundo en lo que estuvo a punto de confesar aquel día.

Si era sincero consigo mismo, la idea lo aterrorizaba.

Ferman estacionó frente al complejo donde Ali vivía. Al hacerlo se volteó para mirar al chico por primera vez desde que habían ingresado al auto, encontrándolo encogido en su asiento con la mirada puesta en el tablero.

—Fatos se alegró mucho de verte hoy también —dijo Ferman, otorgando una sonrisa de costado.

Ali levantó la mirada, correspondió la sonrisa y asintió en acuerdo, comenzando a desabrochar su cinturón de seguridad.

Ferman lo miró en silencio, involuntariamente haciendo una mueca.

Ah. Realmente era un sentimiento infantil, pero no le gustaba despedirse de Ali. Separarse del chico luego de pasar largos períodos de tiempo con él era difícil.

Lo extrañaba tanto que tenía que distraerse a sí mismo con cualquier cosa para no pensar en él.

—Bien —exhaló cuando finalmente Ali estuvo preparado para irse, una mano posada sobre la manija de la puerta—. Que descanses.

Pero Ali no abrió la puerta, en cambio, volteó hacia él.

—Ah... ¿Doctor?

—¿Mhm?

Y luego se quedó callado, en un silencio extraño. Había pasado el tiempo suficiente con Ali como para saber que ese silencio significaba que estaba debatiéndose a sí mismo, y al notarlo Ferman levantó las cejas. Le provocó curiosidad.

Al chico parecía costarle mantenerle la mirada.

¿Qué tenía?

Ali se quedó en la misma posición por algunos segundos más antes de responder.

—No quiere... No quisiera... ¿Quiere pasar?

Un sonido entrecortado salió de la boca de Ferman. —¿Disculpa?

—Si quiere pasar, maestro —soltó, y allí estaba de vuelta esa seguridad que sólo aparecía cuando el chico tenía un objetivo en mente. Una determinación que arrastraría a cualquiera, pero había algo más en ella. Un tipo de paciencia diferente.

Lo descubrió en su mirada, aquella que brillaba de esperanza por recibir una respuesta positiva.

Ferman estaba sin palabras y tenía demasiadas preguntas.

¿Por qué ahora? ¿Para qué?

Se había quedado con la misma expresión atónita por mucho tiempo, y la determinación de Ali comenzó a diluirse en nerviosismo. Nuevamente se estaba volviendo pequeño en su asiento, retrayéndose en sí mismo por lo que creía sería un inminente rechazo.

Y Ferman no podía permitir eso.

—De acuerdo.

[...]

¿Cuándo había sido la última vez? No, Ferman no recordaba que alguna vez le hubiera pasado.

Le estaban sudando las manos.

Tenía que lidiar diariamente con pensamientos intrusivos sobre llevar a Ali a lugares bonitos, darle todo lo que pusiera una sonrisa en su rostro, tomar su mano y susurrarle cualquier cosa que lo hiciera sonrojar, pero todo eso pertenecía a su mente, a su imaginación que a veces se excedía con escenarios imposibles. Esto, por otro lado, era la realidad. Ali lo había invitado a entrar a su casa, y sabía que las convenciones generales no aplicaban al chico, pero no podía pensar con coherencia, no podía convencer a su estúpido corazón de que esto no significaba nada.

Entonces, sí. A Ferman le sudaban las manos.

Y Ali no parecía mucho menos afectado.

Los dos entraron al departamento como contando los pasos, moviéndose lentamente, casi con precaución. Había tanto silencio que parecía que podían escuchar los latidos del otro. El chico encendió las luces y le hizo gestos para que lo siguiera. Ferman sólo pudo distinguirlo de reojo y obedecer con la cabeza gacha.

No podían mirarse a la cara, y cuando llegaron a la sala, se quedaron de pie uno frente al otro. Quietos. En silencio.

Ferman resopló con una sonrisa.

Eran ridículos.

—¿Qué? —preguntó Ali.

—¿Qué?

—¿Por qué se ríe?

El doctor estuvo a punto de decir que no había sido realmente una risa, pero entonces soltó una carcajada que resonó en la habitación.

—Por nada.

Ali ladeó la cabeza en confusión, aunque no hizo más preguntas. Invitó a Ferman a tomar asiento y el doctor aceptó.

Al menos estaban más relajados.

El chico anunció que iría por algo, a lo que Ferman asintió, y cuando fue dejado a solas, comenzó a prestar atención a su alrededor. El departamento de Ali lucía tan ordenado y pulcro como lo había imaginado. Estaba seguro de que la ubicación de cada mueble y cuadro había sido planeada centímetro a centímetro, y casi podía visualizar el proceso; el chico moviéndose de esquina a esquina, con un medidor en la mano, agitando un dedo índice con severidad.

La imagen lo hizo sonreír afectuosamente. Le hubiera encantado presenciar eso.

Antes de que pudiera darse cuenta, Ali lo estaba llamando desde la cocina.

—Es hora de la cena. Aquí. Buen provecho.

Tal como había anunciado, la mesa estaba servida con la cena. 

Alguien más hubiera preguntado antes, pero este era Ali. Ferman observó al chico sentarse frente a él, preparándose para comer, esperando para que hiciera lo mismo. Como de costumbre, no dejaba mucho a discusión. A Ali le gustaba ser un poco mandón, pero esa cualidad sólo le evocaba un profundo aprecio. Si bien a veces podía ser difícil lidiar con él y su cabeza dura, no había nada que Ferman quisiera hacer para cambiarlo.

Tomó asiento en una de las tres sillas.

—Gracias.

La mesa de Ali era pequeña. Sus pies chocarían entre sí si Ferman se estiraba un poco. Debido a eso comieron con posiciones un poco rígidas, conscientes del espacio.

La situación no dejaba de ser extraña para ambos, por lo que se lanzaban miradas fugaces de vez en cuando. En esos cruces, Ferman no podía evitar sonreír divertido, y el chico correspondía más por curiosidad que otra cosa. Ferman se sentía feliz de estar allí con él. Después de todo, la compañía de Ali era lo que más disfrutaba en el mundo, sin importar cuanto doliera su corazón o cuanto sudaran sus manos.

Al cabo de un tiempo, Ali miró su muñeca. Ambos habían terminado, y por la forma en la que asintió resueltamente a su reloj, el tiempo coincidió con sus cálculos.

Ferman no podía dejar de sonreír.

—Gracias por la cena —dijo.

—Gracias por aceptar.

Volvieron a mirarse, esta vez tenían algo en mente.

—Ali...

—Me preocupa, doctor —espetó el chico, sus manos en puños sobre su regazo, la luz mandarina de la cocina enmarcaba su ceño—. Estoy preocupado.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Algo le está pasando, lo sé. Puedo verlo. Y el otro día-

—No —Ferman carraspeó, su corazón acelerándose ante el giro de la conversación—. No es nada. De verdad. No tienes nada de lo que preocuparte.

—Los sentimientos son importantes, maestro. Las cosas que importan no deberían quedar encerradas en uno —ante la seriedad de su tono, el doctor calló—. A mí me cuesta hablar de lo que siento, porque me importa mucho. Me duele mucho. Pero el doctor Adil siempre dijo que es mejor compartir lo que guardamos dentro si eso nos está haciendo mal —bajó la mirada, para luego mirar a Ferman con intensidad—. No es bueno sentirse solo.

La tensión abandonó el cuerpo de Ferman por completo, dejándolo con nada más que la fuerza de sus latidos. Creía en las palabras de Ali, a veces sentía que era lo único en lo que creía.

No había nada peor en el mundo que sentirse solo, pero él ya no lo estaba. Ali estaba a su lado, entendía su dolor, se esforzaba por saber qué tenía en mente y tratar de solucionar juntos aquello que le generaba conflicto. Valoraba su amistad tanto como Ferman, excepto que lo que él anhelaba iba más allá de los límites de ese tipo de relación, y era eso lo que no podía compartir con Ali aunque lo deseaba con su vida.

Por mucho que pudiera doler, Ferman creía que sus sentimientos eran algo hermoso, algo que valía la pena cuidar. Podía pensar así porque algo dentro de él le decía que Ali así lo querría, y nada que estaba relacionado con él podía ser motivo de arrepentimiento. Su amor era dorado, tranquilo, dulce como la sonrisa de Ali y lleno de luces como sus ojos, pero aún así...

—Lo que yo siento podría provocar un desastre, Ali —respondió, su voz rozando un susurro. La cautela venía del terror puro a ser sincero, a que sus sentimientos se apoderen de él y ya no pueda detenerlos. Nunca se había permitido hablar desde el corazón con nadie más.

—¿Por qué? No lo entiendo. ¿Cómo podría hacer eso?

—Eres la persona más importante de mi vida. Quisiera guardar lo que siento por ti en un lugar seguro, y sé que ese lugar es dentro de mí. Aquí.

Ferman soltó las palabras con mucha más estabilidad de la que poseía, llevándose una mano al pecho. Respiró profundo y pudo sentir los golpes veloces retumbando en su palma, cerrándola en un puño ligero, buscando darle calma y protección a su corazón y lo que en él residía, con esa devoción y fuerza que sólo Ali despertaba.

El chico abrió grande los ojos, siguiendo sus movimientos con atención, mirándolo sin alterar su posición ni por un centímetro. Parpadeó muy lentamente, y una de sus manos imitó a la de Ferman. Al depositarla sobre su propio pecho, soltó una respiración, como un suspiro prolongado.

Ali era la persona más inteligente que conocía. Había llegado a una conclusión que Ferman desconocía, pero sabía por la manera en la que Ali lo miró, que estaba cerca de la verdad.

Si sus ojos no eran indicador suficiente, el sonrojo que se esparció por las mejillas del chico hasta casi llegar a sus orejas definitivamente lo era.

—Eso- no-

—¿El postre está incluido en tus horarios? Porque podría comer algo dulce ahora.

Casi pudo ver la oleada de preguntas que caían sobre Ali, distinguiendo en su expresivo rostro las diferentes etapas de confusión y conflicto por las que estaba pasando. Era evidente que quería seguir hablando, quería aclarar tanto las palabras de Ferman como fuera posible, pero algo lo retenía.

Finalmente, el chico se decidió por tomar el brusco cambio de conversación como lo que era; una salida.

—S-sí, doctor. Un segundo.

Tanto Ferman como Ali creían con cada pedazo de su corazón que las cosas bellas merecían ser protegidas.

n/a: Nueva actualización y disculpas por la tardanza 😩🙏 Espero de corazón que estén disfrutando mucho de la historia, por mi parte es tan lindo escribir sobre Ali y Ferman, me tengo que controlar para que no se estén dando piquitos a cada rato. Se aman, Su Señoría T-T En fin, gracias por su apoyo, nos leemos pronto uwu

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