Capítulo cinco: Hold you close
Siempre había habido gritos en su hogar. Por eso no era capaz de recordar esos años con mucha tranquilidad o cariño, como solían hacerlo la mayoría de las personas. Ali había crecido lleno de terror por su padre, y tristeza porque su madre no lo había amado lo suficiente. Había tenido a Ahmet a su lado cuando las cosas se tornaban feas, pero por muy valiente y noble que fuera su hermano, tan sólo era un niño. Demasiado pequeño aún, insignificante frente al tormentoso caos que era su familia. Aquello sólo lo había arrastrado al peor de los finales, y no había día en que Ali no se sintiera culpable por ello.
El hospital Berhayat tenía esa particularidad; habían pocos días de paz, y lo aprendió de la peor manera posible, siempre al borde de un ataque, dando un paso adelante y dos hacia atrás en cada proyecto que se proponía. Pero aún así era diferente. Ali ya no era un niño, ahora tenía un lugar, un propósito, y la fuerza para valerse por sí mismo. Tenía talento y era implacable a pesar de lo mucho que podían costarle las cosas.
Había perdido a Ahmet, pero tenía amigos que respondían por él cuando los necesitaba, al doctor Adil que siempre cuidaba de él, y a Ferman.
Su corazón revoloteó ante el pensamiento. El doctor Ferman era una persona muy especial para él.
Ali se llevó una mano al pecho, conteniendo una sonrisa que de todas formas se le escapó. Se miró al espejo con reproche, sintiéndose avergonzado de sí mismo.
Lo que había pasado la noche anterior con Ferman sólo le había esclarecido una cosa: los sentimientos que había en su corazón no eran una completa locura. La razón por la que el doctor era tan especial para él era algo que Ferman entendía, y no pensaba mal de ello. A pesar de que no había sido muy claro al respecto, su corta respuesta había sido suficiente.
Ali prefería evitar guardar secretos, por eso había querido compartir todo con Ferman cuanto antes, sobre todo luego de empezar a notar un cambio en su actitud en los últimos días. No era su culpa querer ser tan directo al respecto, la incertidumbre no lo dejaba dormir a veces, pero entendía que el doctor optara por dejarlo estar. A él también le daba miedo, sobre todo porque era su primera vez resolviendo cuestionamientos relacionados con el amor.
Podía haber sufrido horrores durante toda su vida, pero sabía que las personas necesitaban creer a pesar de eso, tener sueños, amar. De otra manera, sería como estar muerto.
El miedo no lo detendría. Viviría tal como Ahmet hubiera querido que lo hiciera. Disfrutaría de sus amigos, y amaría a Ferman.
Estaba feliz.
Irían despacio, creía entender lo que el doctor decía con provocar un desastre. Las relaciones podían ser complicadas. Todo en su vida lo había sido, y el mundo que lo rodeaba le provocaba terror, pero sería valiente por Ferman. El conocimiento de que sentía lo mismo lo tranquilizaba y hacía brillar sus ojos de ilusión. Siempre había querido ser un poco como él, no mentía cuando decía que Ferman era su sueño. Un amigo, un compañero, un amor.
—Voy a tener que hacer algo con esto —refunfuñó por lo bajo, tocándose las mejillas enrojecidas con la punta de los dedos.
La alarma de su reloj comenzó a sonar indicando que era hora de trabajar, así que tomó sus cosas y salió de su casa resueltamente.
(...)
Llegó al hospital con una sonrisa radiante, abriéndose paso entre las personas que caminaban por la entrada. Había más movimiento que de costumbre a esas horas tan tempranas, pero no se dejó abrumar por ese hecho.
—Estás contento, amiguito.
Ali volteó ante la voz familiar y sonrió al ver a su amigo.
—Así es, Doruk, anoche...—casi mordió su lengua de lo rápido que se frenó a sí mismo, y Doruk arqueó una ceja, dándole una mirada inquisitiva—. Da igual, sólo estoy feliz.
—Bien, será mejor que conserves esa positividad porque será un día de locos. Ah, y cuidado con el doctor Ferman, no parece estar de buen humor. Te aconsejo que no hagas de las tuyas, no sé si tus privilegios tengan efecto hoy.
Ante eso Ali ladeó la cabeza dubitativamente. Ciertamente valoraba la información. Cuando Ferman estaba teniendo un mal día sólo podían advertirse entre ellos, y aunque Ali lo tendría en mente, no podía controlar cuando sus objetivos se oponían a los de Ferman. Eso pasaba más seguido de lo que le gustaría.
Ambos residentes siguieron su camino luego de un asentimiento mutuo.
De todas maneras, las cosas serían diferentes entre ellos.
(...)
El hospital no era el mismo lugar de siempre cuando Ferman se enojaba. Las personas se quitaban de su camino rápidamente al ver su rostro agresivo, huyendo de esa mirada filosa y esa voz tajante. Aunque en un principio había asustado horriblemente a Ali, con el tiempo los llamados de atención habían perdido ese efecto en él. En lugar de su alta figura moviéndose por los pasillos del hospital impulsada por el malhumor, era la decepción y la angustia de Ferman lo que más le preocupaba, por lo que procuraba mantenerse al margen de sus órdenes, sabiendo lo mucho que el doctor confiaba en sus decisiones y el apoyo que siempre quería ofrecerle, a veces incluso priorizando a Ali por sobre las reglas que se le imponían a él. Ante todo, respetaba mucho a Ferman.
La ira del doctor seguía haciéndole retroceder un par de pasos, pero en lugar de miedo, le provocaba algo parecido a la indignación en algunas ocasiones, envalentonándolo, sobre todo cuando consideraba que estaba haciendo las cosas bien y no había nada que reprochar de su trabajo.
Desde que comenzaron a trabajar ese día, Ali se comportó muy amablemente con Ferman e intentó ofrecerle su ayuda porque lo vio estresado. Creyó que así serían las cosas entre ellos a partir de ahora, pero Ferman parecía estar hecho una llamarada de furia, casi gruñendo como un animal ante la más mínima falta o acercamiento de cualquier tipo.
Había reunido a los residentes para hacer un reclamo que, aunque Ali se esforzó por comprender, no le encontró sentido. No creía que fuera justo.
Hubo una pausa luego del último grito de Ferman, que miró fijamente a Ali como si él fuera el problema antes de voltear hacia la puerta para irse.
Ali frunció el ceño.
—¿Por qué se está comportando de esta manera conmigo?
El doctor se detuvo y lo miró con sorpresa.
—Ali-
—No. No lo entiendo. Justo cuando creo que comienzo a entenderlo, vuelve a tratarme así.
—¿Así cómo?
—Así, enojado. Muy malo.
El silencio parecía haberse intensificado en la habitación, y a pesar de que ambos podían sentir los ojos de los demás sobre ellos, sus miradas estaban puestas sólo sobre el otro.
Antes de responder, Ferman volvió sobre sus pasos para encarar a Ali, y con tono de advertencia dijo:
—Ali, no sé de qué estás hablando, pero este es mi trabajo. Se supone que soy tu superior, doy órdenes y tú las sigues.
—Yo sigo sus órdenes, doctor Ferman. ¿Por qué tiene que tratarme mal de un momento a otro? No lo entiendo. No puedo entenderlo. Es muy diferente a como me trató anoche.
Lo que le siguió a su comentario fue la risa jocosa que Doruk intentó disimular en una tos y falló.
Ferman abrió la boca sin emitir ni un sólo sonido, y Ali puso todo su esfuerzo por sostenerle la mirada y hacerle saber que hablaba en serio.
Esperó por un estallido de Ferman, pero parecía haber olvidado como hablar, mirando a Ali de una manera que no podía entender. En momentos como esos, el doctor no parecía tan grande y alto como realmente era, mucho menos como la bestia iracunda en la que a veces se convertía.
Con un carraspeo forzado pareció salir del trance, y con la voz tensa dijo:
—Creo que deberíamos tener esta conversación en privado.
Ali lo consideró por un momento antes de asentir. —De acuerdo.
(...)
El primer sonido que se oyó cuando Ferman cerró la puerta de su oficina detrás de ellos fue su risa. Ali lo miró confundido.
—Ay, Ali... Tú... Ellos estarán pensando que... Ali...
Observó como Ferman se apoyaba en el escritorio de cristal con una mano, la otra sosteniendo su estómago, tratando de recuperar el aire luego de una prolongada carcajada.
—No entiendo... —jadeó el doctor— No entiendo cómo puedes desautorizarme de esa manera frente a mis subordinados y luego tenerme muriendo de risa. Debería estar furioso contigo.
Ali hizo una mueca, moviendo la cabeza de lado a lado como si no estuviera tan de acuerdo con lo que decía.
—Pues yo estoy muy confundido.
Ferman asintió, suspirando y devolviendo su mirada a Ali.
—Puedo verlo. Escucha, hoy ha sido un día terrible y ni siquiera estamos cerca de terminarlo. La junta directiva parece que me quiere muerto de cansancio antes del mediodía.
—¿Por qué lo dice?
—Han estado dándome tareas estúpidas desde que puse un pie aquí. No es nada, sólo se trata de una jugarreta infantil de Tanju.
—Yo podría haberlo ayudado. Es lo que estuve tratando de hacer.
—Lo sé, lo siento. No estoy acostumbrado a eso —Ferman bajó la mirada por un momento, para luego mirarlo de una manera que hizo que Ali se encogiera un poco, no porque le temiera, sino porque le hacía sentirse acalorado—. De todas maneras me ayudaste más de lo que crees.
—¿De verdad?
—De verdad.
El doctor le sonrió, una sonrisa pequeña, melosa. Ali asociaba ese gesto con el amor.
Ferman se acercó y la sensación de cosquilleo comenzó a esparcirse por el cuerpo de Ali. No se trataba de incomodidad o de pánico, sólo emoción, una que no entendía, y de su inexperiencia venía su resistencia. Hacía que se removiera en su lugar, que el corazón le latiera entusiasmado y las manos no dejaran de enredarse entre sí.
Pero había prometido que no temería de lo nuevo, no si se trataba de Ferman.
—Haces que ponga los pies en la tierra, sólo tú —dijo Ferman, con la voz muy baja, grave, reverberando en el pecho de Ali por un segundo. Luego subió una mano para revolverle el cabello cariñosamente, y el chico se sonrojó bajo la caricia, encogiéndose de hombros. Ahora sabía de lo que se trataba esa reacción, ese dulce revoloteo en su vientre cada vez que Ferman se le acercaba y ponía toda su atención en él, y eso sólo parecía haberlo empeorado.
Un brillo de comprensión centelleó en los ojos de Ferman y se alejó, apoyándose en el borde de su escritorio con los brazos cruzados, guardándose las manos para sí mismo. Ali desearía que no se hubiera alejado, que pudiera acariciar el pelo de Ali tanto como quisiera.
—Aún así le haces daño a mi imagen —soltó el doctor, la sonrisa permanente en su rostro—. No quisiera que los demás empezaran a jugar con mis límites sólo porque tú lo haces.
—Yo no juego con sus límites.
—¿Ah, no?
Ali negó con la cabeza.
—No, claro —resopló Ferman.
—Usted juega con los míos.
El doctor soltó una risa entrecortada, mirándolo atónito.
—Ali, eres... —volvió a reír—. Eres increíble. No puedo contigo. Simplemente no puedo.
Muchos de los colegas del doctor sólo podían pensar en gritos y en una cara rígida cuando era mencionado, asociándolo con su manera estricta y meticulosa de hacer las cosas, en cambio Ali pensaba en la alegría en el rostro de los pacientes a los que Ferman les cambiaba la vida, en esa risa genuina de cuando estaban a solas, en esa sonrisa atractiva que le hacía brillar los ojos, en como su voz se derretía como miel cuando le hablaba, en como sus manos se movían ágilmente y con profesionalismo en el quirófano y luego acariciaban con amor y orgullo su cabello, haciéndole saber lo bien que había estado y lo mucho que lo admiraba. Llenaba a Ali de deseos, de impulsos que no sabía de dónde venían pero a los que comenzaría a ceder, porque si algo tenía claro era que nacían del amor que sentía por Ferman, y Ferman merecía saber eso. Alguien con un corazón tan bueno como el suyo sólo merecía ser amado.
Ali lo miró, indeciso, frunciendo los labios. Tomó valor para dar un paso al frente, observando como Ferman retenía la respiración y cerraba las manos abruptamente, tensándose por su acercamiento. Eso lo hizo titubear un poco, pero aun así dejó que su mano siguiera su camino hacia la manga de Ferman, tomándola del borde y tirando un poco de ella hasta que el doctor se enderezó y descruzó los brazos.
En una situación así sabía que las personas se tomaban de la mano, se abrazaban, e incluso se besaban. De sólo pensar en hacer alguna de esas cosas sentía que podría llegar a tener un ataque, así que optó por una forma de cercanía diferente.
No podía ofrecerle contacto físico a Ferman, no por el momento. Su corazón, por otro lado, ya era suyo.
—No quiero causarle problemas, doctor Ferman. Yo lo quiero mucho, y sólo le deseo lo mejor.
La punta de sus zapatos rozaban los de Ferman, y sus dedos aún sujetos de su manga jugaban con la tela blanca. Ali se apoderó de su antebrazo con ambas manos, sin hacer nada más que sostenerlo cerca de su cuerpo en algo que podía ser un abrazo, o el movimiento de un baile extraño. No lo sabía y se sentía avergonzado por eso, de repente cuestionándose a sí mismo, pero sus inseguridades se disiparon tan pronto como alzó la mirada y se encontró con el azul intenso de los ojos de Ferman. Ojos inundados de afecto.
—Lo sé, Ali —dijo Ferman al cabo de un momento, su voz casi un susurro, y pasó la punta de los dedos de su mano libre por el cabello de Ali, apartando los rizos para poder verle la cara. El pulgar rozó su mejilla con intención, muy delicadamente, y aunque Ali se estremeció, no se apartó—. Yo también te quiero.
El amor podía ser desastroso, y asustarlo tanto como su padre, pero no había manera de que no valiera la pena. Si Ferman lo amaba, Ali no temería.
n/a: Perdón por la tardanza !!! Justo se me interpuso la nueva temporada de una serie que esperé por dos años y bueno, me consumió u.u Pero espero que les haya gustado este capítulo <3 Para lo que queda de historia ya no nos andamos con vueltas, basta de contenerse, carajo
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