Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9: Tu sexualidad

CAPÍTULO 9: Tu sexualidad.

La beso de nuevo antes de que ambos salgamos del armario, uno después que el otro, pero aun así nos vamos juntos. Trato de aguantarme la sonrisa de idiota que me cosquillea en la boca. Es inevitable, pero lo logro hasta llegar de vuelta al salón. Nos despedimos y Catalina se va a su última clase del día. No pude decirle las ganas que tengo de salir con ella a algún lado, así que se lo dejo en un mensaje. Me responde con un sí al final del día, cuando ya voy de regreso a mi casa, quedamos a las siete en la suya. Dice que no quiere salir fuera por ahora porque teme a la reacción de su padre. La comprendo, de verdad, mucho más miedo me da a mí porque hemos sido amigos desde hace un par de años. Conozco a Lauro desde mi primer año de universidad. Yo era un estudiante ejemplar y, con fines de aprendizaje, hice algunas prácticas siendo guiado por él. Nos amigamos al instante, a mí me gustó su manera de enseñar, y, supongo que a él, mi compromiso con el trabajo.

No voy a engañarme a mí mismo, sé que él es un buen tipo, puedo aceptarle de frente que me gusta su hija, pero no sé cómo pueda tomárselo. Por eso, la idea de decirle, aún está en la caja de sugerencias en mi cabeza, bajo llave y metida en una caja fuerte, por supuesto. Me gustaría, ¿por qué no? No está mal, no es como que Catalina sea una niña y se le prohíba salir con quien ella quiera. Conmigo, por supuesto. Sería genial.

Por otro lado, me pongo a pensar en lo de ir a su casa. ¿Será buena idea? No lo sé, además, su trabajo, que sé que no debería de molestarme, está allí, cuando tenga que hablar con extraños lo hará. No puedo decirle nada, aunque me irrite saber que a otros les habla de cosas sucias... Como me hablaba a mí.

A las seis con cincuenta y cinco de la tarde, salgo de la casa. Por la dirección que me ha dado, sé que su casa queda a dos calles de la mía. Toco su puerta, dándome cuenta de que mis manos tiemblan, estoy nervioso.

Cuando abre, la veo sin descaro de pies a cabeza. Lleva un vestido rojo de, lo que parece ser, licra que se le pega al cuerpo y está descalza. Su cabello está húmedo y sin cepillar, dejándome claro que acaba de salir de la ducha. Y, lo que más me llama la atención, es que está con el teléfono en el oído, su rostro me lo dice todo; está siendo Gema ahora.

Me tenso y me aguanto mil cosas a decir, ella me invita a pasar, pidiéndome que me siente en el sofá y pronto se va hacia una habitación.

Los siguientes diez minutos que se demora me tienen maquinando, quizás deba irme y dejarla hacer su trabajo en paz...

O quizás todo esto fue una mala idea.

Me levanto y, dispuesto a irme, me acerco a la puerta. Ya no tiene caso continuar aquí, pienso cuando ya han pasado cinco minutos más y suspiro, sintiéndome incómodo y decepcionado.

—Lo siento. —La oigo decir y me detengo—. No voy a detenerte, de verdad; he sido una grosera y no debería molestarte más con eso.

—Me quiero quedar —digo, conteniendo las ganas de obligarme a mí mismo a irme sin más. Quiero hablar con ella, pero me siento un estúpido—. Solo que no sé si podré hablar contigo como realmente quiero.

Me doy la vuelta, ella está del otro lado de la sala. Ya tiene el cabello seco y cepillado. Su rostro muestra una tristeza que me contrae el pecho y, aguantando las ganas de retractarme, digo:

—¿Nos vemos luego? Digo, si podemos. Cuando tengas tiempo, no sé.

No me quiero ir, pero no creo que quedarme y esperar a que termine sus llamadas para poder tener una conversación conmigo sea sano. No, claro que no, Esmeralda me humilló, pero eso no puede hacérmelo Catalina, porque no la voy a dejar.

Me volteo nuevamente para seguir mi rumbo hacia afuera. Siento que se acerca, pero contengo las ganas de girar y abro la puerta.

—Espera. —Me toma por el hombro, girándome para verla.

Cuando sus ojos conectan con los míos, aquellas sensaciones que me alteran completamente comienzan a hacer acto de presencia. Trato de controlarme, pero sé que es imposible.

—Mira, no puedo botar mi trabajo, porque necesito dinero para no tener que depender de mis padres. —Suspira, levanta su otra mano y me muestra un teléfono distinto al de ella, este es un poco más pequeño y es blanco—. Pero sí puedo ignorarlo unas horas para estar contigo.

Sorprendiéndome, se agacha, dejándolo en el suelo, luego me mira a los ojos y sonríe cuando lo desliza lejos. Aquel panorama hace me ponga imaginativo y que me altere mucho más, provocando que suceda lo inevitable. Ella lo nota y su sonrisa desaparece, se levanta enrojecida.

—Ay, caray. —Se da la vuelta, dándome la espalda y, por ende, el trasero, poniendo peor la cosa—. Este... Ah, creo que tengo que acostumbrarme a que esto te suceda siempre, ¿verdad?

Esto me da mucha vergüenza. Maldita sea. ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué hice mal en mi otra vida para que me pase tanto desmadre en esta?

—Es algo —Trato de tener autocontrol y tomo aire—, que solo me pasa contigo, nunca había sucedido, al menos no de solo oír o ver a una chica, tu voz es tan... sensual.

—¿De verdad solo te pasa conmigo? —Se vuelve de inmediato y evita ver hacia abajo, por lo que nuestros ojos se encuentran de nuevo—. Creo que estoy halagada, pero seguro tiene que ver con tu problema... ¿Has intentado investigar a fondo a qué se debe?

—No, realmente. —Tuerce la boca y me invita a sentarme otra vez cuando ella lo hace. Yo lo hago mientras continúo hablando—. Mamá me dijo que fuera a un sexólogo, pero me da mucha vergüenza. Si, la verdad de las cosas, Catalina, me apena mucho que tú lo sepas. Que fueras solo la voz de la línea erótica y no supiera tu identidad lo hacía fácil. Si, de primer plano, haber llamado fue una loca idea de Carlos que, ahora que lo pienso mejor, fue muy estúpida y ni siquiera iba a ayudarme en nada.

Mis palabras parecen causar un efecto positivo, sonríe comprensiva.

—Es mi culpa no aclarártelo esa tarde. —Se muerde los labios, gesto que hace que contenga un suspiro de satisfacción. Creo que el asunto va disminuyendo lentamente—. Te mentí en si podría ayudarte, solo por los minutos. Lo lamento.

Baja la cabeza, avergonzada. Si bien sé todo fue en pro a generarse ganancia, al menos sí obtuve algo bueno de esto.

—Ey. —Me acerco peligrosamente y le levanto la cara, haciendo que me mire—. Valió la pena la mentira si ahora nos encontramos en este momento.

Me aproximo para poder robarle el beso que contuve al llegar y verla con el teléfono en el oído. Me había acobardado porque sabía que otro hombre estaba diciéndole cosas obscenas. Pensar en eso hace que sienta un nudo en la garganta y que la saliva me sepa agria, pero no me detengo y continúo mi camino para llegar a su boca. Lastimosamente ella me sonríe y pone su mano en mis labios, alejándome.

—Dijimos que vamos a conocernos bien, Darío. No a besarnos cuando se nos dé la gana como un simple acto de inercia ante la situación, sino porque queramos demostrarnos algo más que el gusto, ¿sí? —Le sonrío y asiento, alejándome un poco, aunque no quiera—. Mejor, hablemos de sexualidad, o más exactamente, de tu problema.

Siento cómo mis mejillas se calientan, al igual que mis manos y estómago, no comprendo muy bien la sensación en todo el cuerpo, pero sé que varía entre la excitación y la vergüenza.

—Dijiste que, al tener sexo, no duras lo suficiente como para que tu acompañante llegue, pero tú sientes que fue asombroso —continúa, mirando hacia otro lado, dejándome saber que también le avergüenza la situación, pero quiere tener la conversación ahora—. ¿Cierto?

—Sí, creo que siempre me ha pasado, pero hasta que Esmeralda me lo confirmó supe que era algo malo. —Paso mis manos por mi cabello y descubro que estoy sudando. La conversación es embarazosa, la necesidad de que me trague la tierra vuelve a mi ser y miro hacia la puerta, ¿si huyo, me odiará? Es obvio, pero prefiero evitarlo y agrego—: Me lo dijo una noche, después de que me confesó que me engañaba con su mejor amigo.

Me dan de nuevo aquellas ganas de vomitar que sentí esa noche, pero las aguanto. La muy desgraciada me había dicho que Manuel, su mejor amigo de toda la vida, la hacía llegar al cielo del placer y que lo habían estado haciendo desde hacía meses, viéndome la cara de estúpido. Fingía conmigo, me lo gritó mientras se reía, jamás sintió nada conmigo y solo continuó el noviazgo porque "me amaba", según ella. Vaya amor que, en lugar de decirme desde antes y hallar juntos la solución, terminó por engañarme con ese cabrón. Ambos son unos hijos de puta, él también tiene novia y, según sé, aún sigue con ella...

—Es una desgraciada —suelta Catalina, haciéndome voltear a verla y sonreír, tiene sus cejas juntas, creo que está enojada—. ¡Si se le ve la cara de cabrona! No entiendo cómo no le da vergüenza andar rogando si ella hizo el daño. Debió quedarse y apoyarte, decirte que las cosas iban a estar bien... ¡Porque van a estar bien! ¿Entiendes? Esto tiene solución, una real y yo voy a ayudarte a encontrarla.

Esta vez me mira cuando dice lo último, señalándome. Su sonrisa repentina me calma, es tan contagiosa y fascinante. Creo que amo sus hoyuelos, son tan marcados. Y sus ojos, cómo brillan cuando me mira, son tan negros y hermosos. Es increíble que, en tan poco tiempo, verla me vuelva loco. Es como una necesidad para mí poder saberlo todo de ella, seguir descubriendo quién es Catalina Valdéz, además de la hija menor del director de la universidad y Gema. Qué le fascina, qué le apasiona, qué quiere ser en la vida. Y, muy importante, si puedo ser parte de esa vida...

—Gracias, chica diamante. —Le tomo una de sus manos y, sin pensármelo mucho, la llevo a mis labios y la beso, ella sonríe ante el gesto, cosa que provoca en mí otra vez las ganas, pero esas de besarle la boca y no la mano.

—De nada, guapo. —Hace la voz seductora que hacía cuando hablábamos y me muestra sus perfectos y blancos dientes. Luego comienza a reír. Yo no hago más que seguirla y fingir que, en lugar de bajarme los ánimos en cuanto al asunto en mis pantalones, los ha subido a más de lo que deseaba.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro