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Capítulo 7

Dos semanas pasaron hasta que finalmente logramos amueblar por completo nuestro departamento. Todos los muebles y el decorado eran de colores oscuros, de estilo minimalista, y resaltaban bastante bien con las paredes blancas. Compramos un excelente sistema de sonido y una pantalla plana. Incluso conseguimos una consola de videojuegos, que rara vez utilizábamos. Para nuestro dormitorio conseguimos un par de ordenadores que en realidad no necesitábamos, además de otra pantalla plana.

Me pareció que dejamos casi vacías las cuentas del banco de la familia Park, pero a Jimin pareció no importarle.

Nos volvimos amigos realmente cercanos.

En uno de nuestros tantos días de compras desenfrenadas, él me confesó algunas cosas acerca de su pasado. Descubrí que la familia Park tenía dinero de sobra y que sus padres eran demasiado frívolos. Jimin no tuvo ningún problema en confesarme su homosexualidad.

—Lo supe desde que tenía quince años —me dijo mientras veíamos escaparates en Loreto Plaza—. Una noche mi primo entró a mi habitación y comenzó a tocarme mientras dormía, al principio me aterré un poco pero terminó por gustarme... Qué digo gustarme, ¡me fascinó! Durante varias noches tuvimos sexo sin que nuestros padres lo supieran. Claro que eso duró hasta que él se consiguió una pareja. Luego conocí a Taehyung y el resto es historia.

Supe que Jimin y Taehyung tuvieron un tórrido romance dos años atrás, así como me contó un par de detalles más sobre su relación con Jungkook. Me enteré también de otros romances y aventuras que había tenido con hombres ebrios que conoció en los bares que frecuentaba. Yo no tenía demasiado que contarle, pero nuestras conversaciones eran siempre muy amenas y agradables.

Los besos inesperados se repitieron en más de una ocasión. Jimin siempre me tomaba por sorpresa. Me besaba y luego me dedicaba un guiño. No me tomaba demasiado en serio aquellos gestos. Él había estado viéndose con un vecino del departamento contiguo, así que no tenía motivos para ilusionarme. Hacían una linda pareja, excepto por el hecho de que ese cretino coqueteaba con todas las vecinas que teníamos.

Y aunque a mí me enfadaba eso, Jimin lo tomó como si fuera la cosa más normal del mundo.

—Si no te enamoras, no te dolerá que tu pareja se vea con otras personas. —me decía.

Acordamos una tarde, mientras recorríamos Leadbetter Beach, que invitaríamos a nuestros amigos para que conocieran nuestro departamento, para que nos divirtiéramos un rato y se quedaran un par de días con nosotros. Jimin tenía pensado ir junto con Taehyung a un club nocturno mientras Harvey y Jungkook hicieran lo que les viniera en gana. No habíamos instalado una línea telefónica en nuestro departamento ya que ambos conservábamos nuestros móviles, así que utilizó el suyo para llamar a los chicos mientras yo ordenaba comida coreana para cenar.

Me seguía costando demasiado flexionar mis dedos para presionar las teclas. Tardé un rato en marcar el número del restaurante que se había vuelto nuestro favorito. Entonces vi a Jimin pasearse por la habitación mientras conversaba con Taehyung, se veía de lo más animado.

Por un momento pensé en cancelar la visita mientras él dormía.

No estaba seguro de querer recibir a nadie más en nuestro departamento, no cuando las cosas iban tan bien entre Jimin y yo. Nunca había tenido un mejor amigo y él parecía querer llenar ese espacio vacío. Yo no estaba seguro de querer que ese hueco en mi interior se llenara, pero vaya que no quería tener que compartir a Jimin con nadie más.

Nuestros amigos acordaron ir a visitarnos dos semanas después de la llamada que Jimin les hizo.

Harvey tenía una nueva pareja. Había terminado con la enfermera del hospital para comenzar a salir con un chico. Estaba seguro de que aquél noviazgo no duraría y de que era muy probable que ella lo abandonara en cuanto encontrara a otro u otra que sucumbiera a sus encantos. Tanaka Harvey era seductora y atractiva.

Pasaban los días y nuestra estancia en Santa Barbara comenzó a volverse monótona y aburrida. Siempre era la misma rutina: desayunar, ir de compras o a la playa, ordenar comida a domicilio para la cena, y luego nos desvelábamos viendo alguna serie de mala calidad o una película. En ocasiones recibíamos visitas, los atractivos vecinos venían a cenar con nosotros, y otras noches cuando no teníamos ningún plan mejor salíamos a tomar un trago.

Jimin me había llevado ya al médico para que me quitaran los puntos de las muñecas, y también comencé a asistir a la terapia de rehabilitación para recuperar la movilidad de mis manos. Detestaba entrar a ese lugar, estaba lleno de personas que intentaban recuperarse luego de algún accidente y todos ellos se veían tan felices... Se sentían afortunados por tener una nueva oportunidad de continuar con sus vidas.

Ahí conocí a una mujer. No me molesté en averiguar su nombre. Ella tenía una prótesis en la pierna derecha. Había sufrido, como yo, un accidente automovilístico. Tenía treinta o cuarenta años, y era pelirroja. Siempre iban sus hijos a la terapia, todos mayores y universitarios. Aquella mujer decía siempre que debíamos estar agradecidos por nuestra buena fortuna y que debíamos aprovechar cada segundo de nuestras vidas pues no sabíamos cuándo sería el final. La mujer dejó de ir a la terapia cuando el médico en guardia le dio el alta. Su terapia finalizó y jamás volví a verla.

Una tarde, recibí finalmente noticias de Jennie.

Estaba sentado en el sofá y miraba la televisión. La programación era completamente aburrida pero yo no podía dejar de cambiar de canal, a veces eso es más divertido que toda la basura que transmiten diariamente. Mis dedos se cerraron alrededor del mando del televisor, se adaptaron a esa forma y sabía que me costaría mucho soltarlo. Ya no me provocaba tanto dolor al flexionar las manos, al menos ya no era tan insoportable gracias a los ejercicios que me obligaban a hacer cuando asistía a la terapia. De repente escuché el tono de llamada. El aparato estaba sobre una repisa haciéndole compañía a nuestra colección de películas.

Me levanté del sofá y apagué el televisor. Pensé que al otro lado de la línea estaría Jimin, que me llamaba para decirme que acababa de encontrar un trabajo para mí. Él insistía todo el tiempo en que necesitaba distraerme, y un trabajo era su mejor opción. Cuando logré soltar el mando del televisor, mi móvil había dejado de timbrar. Dos segundos después volví a recibir la llamada.

Número desconocido.

Pulsé el botón para responder.

—¿Jimin?

Al otro lado de la línea pude escuchar autos. Mi interlocutor estaba en una carretera o en una calle concurrida. Escuché una risa nerviosa y finalmente obtuve una respuesta.

—Tenía ganas de escuchar tu voz, hermanito.

—¿Jennie? —musité, y reprimí la cálida sonrisa que amenazaba con marcarse en mi rostro— ¿Dónde estás?

—He tenido que escapar de mamá y papá —pude escuchar que estaba sonriendo—. Se han vuelto locos cuando descubrieron que en realidad no estuve en ningún viaje escolar. Te estoy llamando desde una cabina telefónica.

—¿Cómo va todo? —pregunté, aunque poco o nada me importaba.

—¡Ha ido de maravilla! ¡Ya no estoy embarazada!

—Me alegro. —mentí.

—¿Cómo va todo en Santa Barbara?

Por alguna razón ella pensó que yo quería tomar el té para ponernos al tanto.

—Todo está bien. —respondí poniendo los ojos en blanco.

—Jahyun y yo te extrañamos mucho —dijo, pero sabía que era mentira—. ¡Queremos verte pronto!

—Yo también. —mentí, de nuevo.

—¿Cómo van tus manos, Yoongi?

Instintivamente miré las cicatrices de mis muñecas e intenté cerrar mi puño izquierdo para infringirme dolor.

Tomé un profundo respiro antes de responder.

—Estoy recuperándome.

—¿Has ido ya a la terapia que necesitabas?

Era como si estuviera hablando con mi madre y no con mi hermana menor.

Vi llegar a Jimin. Entró por la puerta principal del departamento y me saludó con un beso al aire. Llevaba consigo bolsas de compras y noté el delicioso aroma del pollo frito que cenaríamos esa noche.

—Tengo que irme, Jennie —dije dándole la espalda a Jimin—. Te llamaré después.

Otra mentira.

—De acuerdo. También yo debo volver, o papá y mamá descubrirán que he escapado y estaré en problemas. ¿Prometes llamarme?

Casi sonó como una súplica.

—Lo prometo.

No pensaba hacerlo.

—Te quiero, Yoongi.

Antes de que se hiciera el silencio entre nosotros, terminé la llamada.

No iba a responder a eso. ¿Qué se supone que debía decirle?

¿Cuánto la odiaba o cuánto deseaba que hubiera muerto mientras le practicaban el aborto?

Al verme libre de la conversación con mi hermana, Jimin se acercó a mí y volvió a saludarme. Me envolvió en un cálido abrazo, besó mis mejillas, y yo lo fulminé con la mirada. Lo último que quería en ese momento era que él me robara otro beso como solía hacerlo. No pude evitarlo, en pocos segundos él ya tenía sus labios sobre los míos.

No estaba seguro de qué relación manteníamos Jimin y yo, pero no puedo negar que me encantaban sus besos. Esa sensación en mi estómago sólo la causaba él. Ni siquiera Harvey me habría hecho sentir así aunque su vida dependiera de ello.

Esa noche cenamos pollo frito, bebimos cerveza y vimos una película.

Nos acurrucamos, nos cubrimos con una manta y comimos frituras mientras reíamos de las pobres niñeras atormentadas por Michael Myers. Jimin se quedó dormido horas después en mi hombro y tuve que acomodar su cuerpo para que no invadiera mi espacio personal más tiempo del necesario. A Jimin le encantaba tenerme cerca, pero yo no disfrutaba de eso tanto como él. Apagué el televisor y salí a nuestra terraza. Jimin la había decorado con hermosas flores artificiales, yo habría optado por algo más natural pero ninguno de nosotros tenía la paciencia suficiente como para cuidar seres vivos que necesitaran hidratarse cada tanto.

Vi entonces al gato negro que solía visitarnos constantemente. A Jimin no le gustaba, pero yo lo encontraba como una visita bastante agradable. El gato me miró con sus brillantes ojos amarillos y se mantuvo quieto. Era tan delgado que los huesos de sus costillas se notaban muy marcados bajo su pelaje.

—¿Tienes hambre? —le pregunté.

Me sentí estúpido al estarle hablando. El gato no podría responderme, y si lo hiciera sólo probaría que yo había perdido el juicio. A pesar de ello, entré de vuelta al departamento y salí con las sobras de nuestra cena. Le ofrecí al gato un poco de pollo frito, pero esa maldita bestia sólo me lanzó un zarpazo con sus garras y se marchó. Le lancé con furia el pedazo de pollo y miré la herida; el rasguño se notaba de un intenso color rojo remarcado en mi blanca piel y una gota de sangre emanaba de él. 

Hacía un tiempo había encontrado satisfactorio el dolor, y ya que el rasguño punzaba levemente, me sentí extasiado. Limpié con mis labios la pequeña gota de sangre y volví a entrar cerrando la puerta de la terraza tras de mí. Jimin se había hecho un ovillo bajo la manta que nos cubría, así que proveché que apenas se movía para dirigirme a nuestra habitación y asegurar la puerta. Me acerqué a su armario y abrí las puertas de par en par, sabía que él había ocultado mi violín entre sus posesiones, era su manera de ayudarme a salir adelante luego del trágico accidente.

Jimin creía que yo no lo sabía.

Lo saqué del maletín de cuero negro donde lo guardaba y tan sólo lo miré. No era la primera vez que lo hacía. Verlo me hacía sentir que tenía una mínima esperanza de volver a ser una persona normal algún día. Lo acaricié con la palma de mi mano derecha, pasé las yemas de mis dedos por las cuerdas y me invadió una profunda tristeza. Lo tomé por el mango con la intención de tocarlo de nuevo.

Tuve que detenerme cuando escuché a Jimin levantarse y llamar mi nombre.

Sintiéndome como si él me hubiera atrapado haciendo algo indecente, dejé mi violín en su sitio para pretender que nada había ocurrido y salí a su encuentro.

Nos acurrucamos de nuevo y terminamos de ver la película.

Todo continuó bajo lo que podía llamarse "normalidad" cuando estaba cerca de Park Jimin.

Beber y conocer sujetos en bares era cosa de todos los días, varios de ellos habían ido a fornicar en nuestro departamento con Jimin mientras yo dormía en el salón. Cuando su búsqueda de chicos adinerados y apuestos no obtenía resultados, él llegaba tan ebrio a casa que incluso pretendía tener sexo conmigo. Siempre me negué y lo dejaba durmiendo en el cuarto de baño con la puerta asegurada.

Park Jimin estaba enfermo y quizá yo también lo estuviera, era por eso que me sentía tan atraído por él. 

Dejé que continuara besándome y yo comencé a robar también uno que otro beso de sus labios. Pronto me declaré abiertamente bisexual. Jimin había sacado ese lado de mí.










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