Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

Los días en el hospital pasaban con una lentitud insoportable. Parecía que cada segundo duraba una eternidad, y era como si todas las personas del mundo se hubiesen organizado para hacer mi vida más miserable mientras estuviese internado. Las enfermeras hacían las mismas preguntas estúpidas de rutina al mismo tiempo que revisaban mis signos vitales y me dedicaban hipócritas sonrisas antes de preguntar cómo me sentía.

Siempre respondí que me sentía bien, incluso cuando no era así.

Gracias a la medicación el dolor en mi cuerpo fue menguando poco a poco hasta que sólo era perceptible cuando hacía demasiados esfuerzos para moverme.

El tercer día pude levantarme de la cama y logré mantenerme en pie para dar un paseo por la habitación. Al verme caminar, mi madre aplaudió emocionada como si fueran mis primeros pasos en la vida. Nunca la detesté más que en ese momento. Durante la revisión nocturna le ordené al doctor albino que no permitiera a mis padres entrar en mi habitación sin antes pedir mi autorización ya que no aportaban nada positivo a mi recuperación. Mi padre reclamó ofendido a mi decisión, pero me mantuve firme y no volvieron a visitarme. Ni siquiera Jennie y Jahyun volvieron. No las eché de menos, estando solo me sentía bastante tranquilo.

En cuanto a mis manos, hacía todo lo posible para no moverlas más de lo necesario.

Al parecer las puntadas iban cicatrizando pues al doctor albino ya no le alarmaba tanto que flexionara mis muñecas. Cerrar los puños me costaba tanto trabajo que siempre tuve la impresión de que se romperían en mil pedazos. El doctor insistía en que necesitaba tomar una terapia especial para recuperar la movilidad de mis dedos, lo escuchaba, aunque en mi subconsciente solamente pensaba que ese sujeto era un imbécil. ¿Cómo podía una simple terapia reparar un daño irreversible?

El cuarto día llegó una enfermera con un paquete que habían dejado mis padres en la recepción del hospital. Era una caja de cartón que contenía unos cuantos libros que, según una nota escrita por mi madre, harían mi estancia más acogedora y menos aburrida. Dejé la caja debajo de la cama sin siquiera fijarme en los títulos.

Pasaba los días enteros recostado en cama y comiendo las porquerías insípidas que servían para los pacientes. Me apegué a una nueva rutina, sólo que esa nueva rutina tenía un tiempo límite. Así que cada día que pasaba era una ganancia para mí pues la libertad estaba cada vez más cerca.

Fue hasta el quinto día, cuando recién habían iniciado las horas de visita, que recibí una visita al menos tolerable. Alguien llamó a la puerta de mi habitación y yo entorné los ojos imaginando que era el doctor albino o una enfermera, pero al ver a la persona que había entrado, sentí un ligero alivio.

Park Jimin estaba ahí, en el umbral de la puerta. Llevaba un collarín en el cuello, pero, por lo demás, estaba ileso. Vestía con ropas oscuras y su cabello estaba desaliñado.

Creí que definitivamente se veía mucho mejor que yo, que tenía el cuerpo lleno de golpes y vendajes.

Jimin se acercó a mí y me besó las mejillas con efusividad. Típico en él. Le fascinaban las demostraciones de afecto.

—¡Dios, Yoongi, ya quería verte! —exclamó— ¡He estado muy preocupado por ti! ¡No te imaginas cuánto!

No podía quejarme del molesto ruido que hacía su voz, pues lo cierto era que me alegraba un poco de verlo. Jimin no era tan molesto y tan irritante como mi familia. Con él podía ser yo mismo sin temor a ser juzgado. Es por eso que incluso podría decir que lo consideraba un buen amigo.

Jimin arrastró una silla para sentarse cerca de la cama. No borraba esa cálida sonrisa de su rostro. —¿Cómo te sientes, Yoongi?

—Mejor que nunca.

Él esbozó una sonrisa para hacerme entender que sabía que no era verdad.

—¿Cómo estás tú? —le pregunté.

—Bueno, al parecer podré quitarme esto en una semana. —sonrió señalando el collarín con un dedo.

—¿Dónde están los demás? 

Aquella debió ser la conversación más larga que mantuve con alguien durante toda mi estancia en el hospital. No podía culpar a Jimin, tenía ese toque con todas las personas que conocía. Para cualquiera era imposible ser hostil con él.

—Todos están bien —me respondió—. Los padres de Harvey ya salieron del hospital, el impacto no les afectó tanto como a nosotros. Taehyung y Jungkook saldrán esta semana. Harvey quizá se vaya hoy mismo.

—¿Todos están aquí? ¿En este mismo hospital?

Recuerdo que mi voz se escuchó, en ese momento, mucho más aguda de lo que era realmente.

—Claro que sí —respondió incrédulo, como si yo hubiera hecho la pregunta más estúpida del mundo—. Creí que tus padres te lo habrían dicho. Han estado visitándonos para exigir una explicación de porqué terminaste así, como si nosotros tuviéramos la culpa del choque. —se quejó soltando un bufido.

—¿Sabes qué fue lo que ocurrió con mis manos? No puedo recordar nada después de sentir el impacto.

Jimin soltó un prolongado suspiro antes de responder.

—Ha sido terrible —dijo y la sonrisa se esfumó de su rostro. Supe que estaba por decir algo grande, la sonrisa de Jimin era algo casi imposible de borrar—. El auto que nos chocó dejó destrozado el lado izquierdo de nuestro vehículo. Cuando nos detuvimos de golpe, se dio otro choque cerca de nosotros. Fue un accidente horrible. Yo no tuve tantos daños, así que logré salir casi de inmediato, aunque mi cuello dolía demasiado. Cuando todo terminó intenté ayudarlos a todos a salir del auto pues se le prendió fuego al motor. Tú fuiste el último y… Lo lamento... Estabas parcialmente inconsciente, así que me costó trabajo sacarte de ahí. Te pedí que intentaras salir por la ventanilla; el cristal estaba roto y creí que podría sacarte por ahí. Pero entonces, llegó el último auto que impactó el nuestro. Con el golpe los cristales que quedaban en la ventanilla se clavaron en tus muñecas. Gritaste con todas tus fuerzas y te desmayaste casi de inmediato. Tuve que sacarte a rastras. Los cristales casi atravesaron tus muñecas… Quedaron profundamente enterrados.

Me sentí asqueado. Hice uso de mi autocontrol para no devolver todo lo que tenía en el estómago.

—Cuando llegaron los paramédicos te atendieron de inmediato. Al retirar los cristales, vimos que tus manos estaban casi separadas de tus brazos. Fue horrible... Había mucha sangre. Dijeron que tenían que operarte cuanto antes.

—Entonces por eso he quedado tan destruido. —dije al tiempo que levantaba mis manos para mostrarle los puntos que las mantenían unidas a mis brazos.

—¡La operación fue un éxito! —me aseguró. Sentí como si Jimin me estuviese acusándome de ser un malagradecido por sentirme desdichado— Los médicos aseguran que en pocos meses recuperarás casi toda la movilidad de tus manos. Eso si tomas la terapia, por supuesto.

—Con mis manos tan dañadas nunca más podré volver a dedicarme a la música —le espeté enfurecido y un atisbo de lágrimas logró percibirse en mis ojos—. ¡Todo lo que me mantenía cuerdo viviendo con mi familia era tocar el violín! ¡Ahora mírame! ¡Ni siquiera puedo flexionar mis dedos!

Supe que había sido demasiado cruel con el tono de mi voz pues Jimin apartó la mirada para que no notara el atisbo de lágrimas en sus ojos. Solté un pesado suspiro y tardé unos segundos en recuperar la compostura. Eso también caracterizaba a Jimin; no soportaba que alguien le alzara la voz. Pero no me habría disculpado, había dicho lo que sentía en ese momento.

Y yo nunca me retractaba de nada.

Jimin volvió a mirarme al cabo de un minuto y cambió radicalmente de tema de nuestra conversación.

—Estaba pensando en mudarme. Irme de Georgia... Luego de este accidente mis padres se han vuelto locos. Un poco peor que los tuyos. No quieren que vuelva a verme con Taehyung, Jungkook, Harvey o tú.

—¿Y qué resolverías mudándote? —espeté— Así tampoco podrías vernos.

—Quería que Taehyung viniera conmigo, pero las reglas estúpidas de su familia no le permiten abandonar Georgia por su cuenta. Harvey y Jungkook tampoco vendrán conmigo; él tiene que volver a su empleo y ella es demasiada irresponsable consigo misma como para alejarse de la misma ciudad donde vive su familia. Así que estaba pensando que, ya que tú detestas a tus padres, podrías acompañarme.

Me estaba tomando como un plato de segunda mesa. De cuarta mesa, sería más exacto. Pero no me sentí ofendido, en absoluto. Jimin había dado en el clavo. Yo detestaba a mi familia más que a nada en el mundo. Más que al doctor albino. Más que a mis manos destrozadas. No podía dejar ir esa oportunidad, y él estaba consciente de eso.

—¿A dónde iríamos?

—California —respondió con una sonrisa. Parecía emocionarle bastante la idea pues incluso dio una palmada antes de continuar—. Una amiga de mi madre tiene un departamento hermoso en Santa Barbara. Se mudará pronto a Seattle, así que el departamento está en venta. Podríamos comprarlo ambos y...

—¿Viajar hasta el otro extremo del país? ¿Has enloquecido acaso?

—Y pudo ser hasta el otro lado del mundo ya que quería regresar a Corea, pero bueno, es la única opción que se me ocurre. Además, Santa Barbara es un lugar hermoso. Viviríamos cerca del mar, así que sería algo parecido a estar en Busan.

—Pareciera que estás pidiéndome dinero para mudarte en lugar de estar buscando un compañero de piso.

Jimin esbozó una sonrisa. —Sí, es en parte eso —respondió soltando una risita tonta—. Pero también quiero que alguno de ustedes vaya conmigo. ¿Qué mejor que uno de los chicos de nuestro quinteto?

—No le encuentro el atractivo a mudarnos juntos. —espeté, aunque el plan me agradaba bastante.

—¡Será divertido! Será una excelente forma de empezar de cero en un nuevo sitio. Quizá incluso conozcamos un par de atractivas chicas… o chicos.

Sabía que una de las razones por las que Jimin quería irse de Georgia era para darle rienda suelta a su gusto desmedido por enrollarse con hombres elegidos al azar en cualquier bar de mala muerte. Siendo el caso, y si accedía a mudarme con él, nuestro departamento estaría ocupado por mí la mayor parte del tiempo. Y, como he dicho ya, a mí me fascinaba estar solo.

—¿Seguirás haciéndote el difícil? —dijo con una sonrisa.

Le devolví el gesto. Sentí que era la primera vez que sonreía en mucho tiempo.

—¡Entonces seguiré hablándote de Santa Barbara! He ido con mis padres cada año en las vacaciones de verano. Mi sitio favorito es Leadbetter Beach. Conozco un sujeto que me ha dejado entrar varias veces al Santa Barbara Yacht Club. También hay un sitio perfecto para conocer chicos; Santa Barbara Winery. Y también...

Levanté una mano para hacerlo callar. Sabía que solamente me diría el nombre de sitios donde hubiera conocido a hombres ebrios.

De repente vino a mi mente el escenario que podía predecir para cuando volviera a casa. Sin duda me recibirían como si no me hubiesen visto en años. Mi madre me obligaría a ir a la iglesia para suplicarle a Dios que hiciera el milagro de curar mis manos o cualquier tontería similar, tendría que pasar todos los días encerrado viendo cómo Jennie se convertía progresivamente en una prostituta, tendría que soportar a Jahyun que estaría corriendo y saltando por toda la casa, eso, claro, hasta que mi padre decidiera que ya había pasado suficiente tiempo para mi recuperación y me obligara a volver a mi trabajo como profesor de música. Me obligarían a asistir a la terapia para recuperar la movilidad de mis dedos, e incluso mi madre me obligaría a ir a su club de tejido para que no pasara todo el día en mi habitación.

La idea de irme a vivir con Jimin a Santa Barbara pareció entonces más atractiva que cualquier cosa.

—Lo haré. En cuanto me den de alta, iré contigo a Santa Barbara.

Jimin estalló en un grito agudo y me dio un abrazo tan fuerte que creí que rompería mis costillas.

Su estridente voz llamó la atención de una enfermera que entró a la habitación para pedirle que se retirara. Jimin me hizo prometer que iría con él a Santa Barbara. Me hizo jurarlo por mi vida. Pero lo hubiera hecho de cualquier modo pues habría dado lo que fuera con tal de no seguir viviendo con mi familia. Por un momento tuve la esperanza de que, si me iba con Jimin, mi vida mejoraría por completo.

Mi estancia en el hospital continuó siendo monótona y aburrida, excepto por las constantes visitas de Jimin. Pronto comenzamos a ser muy buenos amigos. Incluso el doctor albino me comentaba que me veía mucho mejor desde que había permitido que Jimin me visitara diariamente.

Y tenía toda la razón.

Jimin me hacía sentir mucho mejor con su presencia.

Al cabo de una semana más permití que mis padres entraran a mi habitación, ya que quería darles la noticia de que al fin me iría de casa. Me darían de alta en el hospital dos días después de aquello. Creí que sería el momento preciso.

Mi plan era contarles a mis padres que me iría a vivir a Santa Barbara con Park Jimin, y que cuando volviera a casa del hospital, quería que mi equipaje estuviese preparado. Les daría indicaciones de qué hacer con mi habitación. Quería que vendieran, desecharan o quemaran todas las cosas que no me llevaría a mi viaje. Supuse que cuando mi habitación estuviese vacía Jennie se mudaría ahí y pasaría a convertirse en los aposentos de la pequeña prostituta, o quizá se convertiría en un área de juegos para Jahyun, cualquier cosa que a mis padres les pareciera más indicada para fingir que su hijo mayor jamás había vivido ahí.

Pero al verlos entrar por la puerta me sentí perturbado por un momento. Era una sensación extraña. Supuse que mi creciente relación con Jimin me había vuelto más humano. Vi los ojos de mi madre hinchados por tanto llorar, pero no era el mismo llanto que me dedicaba cada vez que me veía, era algo distinto, algo que no sabría explicar. Mi padre se notaba tan furioso que creí que me gritaría, aunque aquello poco me importaba y sólo lo ignoraría hasta que sus gritos se acallaran. Vi a Jahyun confundida, abrazaba su muñeca favorita con fuerza contra su pecho. Y entonces noté que Jennie también tenía los ojos hinchados, y en su mejilla izquierda aparecía la marca de una fuerte bofetada. A juzgar por el tamaño del golpe parecía más un puñetazo. Lo atribuí de inmediato a la actitud de mi padre y su notable enfado. Creí que me alegraría al ver aquello, pero muy dentro de mí sabía que algo estaba mal. Mi instinto, ese vínculo que tienen las familias incluso cuando no se soportan, me decía que algo había ocurrido.

¿Habría muerto algún familiar?

¿Habían despedido a mi padre?

O lo que era más probable...

¿Habían descubierto a Jennie practicando el sexo oral con ese imbécil de Erick Miller?

Me incorporé e hice un tremendo esfuerzo para sujetar las manos de mi madre y pregunté:

—¿Qué ha ocurrido?

Entonces vi que todas las miradas se centraban en Jennie, y me percaté de lo que había acontecido en mi familia.

Supuse que ese asunto no era algo que necesitara decirse con palabras para saberlo.

Me sentí tan mal por ella...

Sentir empatía hacia esa mocosa era para mí algo increíble. Siempre detesté a mi hermana menor hasta desearle la muerte cada vez que la veía con su uniforme de animadora exhibicionista. Pero en ese momento sentí un tremendo impulso por abrazarla y consolarla.

Y es que era imposible no haberlo previsto.

Me sentí tan confundido que no sabía cómo reaccionar.

Mi hermana Jennie estaba embarazada.











Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro