▫️ Capítulo 53 - Sonata de madrugada -▫️
Dylan se mantiene quieto frente a nosotros. Alza las cejas y sus ojos nos estudian a Phaouls y a mí. Se quita la máscara negra fina.
—Ya era hora de mostrar mi identidad, es más de medianoche ¿quién es el siguiente? —Phaouls se la quita al igual que yo—Correcto, gracias por quitarse la máscara... ambos, los vi por un rato y wao, Phaouls, tiene suerte de tener la mano de esta preciosa mujer en infernal matrimonio.
—Bueno, gracias... —ríe, pero la risa no se queda por tanto tiempo—disculpe, ¿qué dijo?
—Am... —Dylan me mira y yo le alzo los hombros—no se dice "infernal matrimonio" ¿verdad? ¡ah!, qué estúpido soy. Mis sinceras disculpas por mis creencias erróneas.
—No, no se preocupe. Es común que comentarios así se asomen por lo menos una vez cada que vienen invitados nuevos.
—Si me lo permite, necesito hablar con Allie un momento, —él me extiende una mano—¿caminamos, amor?
—Me encantaría dar un paseo, gracias.
Cuando mi mano está sobre la suya, Phaouls la quita y mueve la cabeza, señalando una completa negación por su parte.
—¿Está llamando a mi futura esposa amor? debería darle vergüenza.
—¿Vergüenza? —Dylan ríe a carcajadas—deje la formalidad Phaouls...
—De hecho, —entro en la conversación—Dylan es humorístico, le viene natural.
—Es muy dulce que lo digas ¡gracias, amor!
—Si le vuelves a decir amor voy a destruirte los ojos.
—¿Y luego qué? ¿se los darás de comer a los tiburones? —ríe brevemente—Admítelo, es divertido.
La risa de Dylan se me contagia.
—Por favor, ni que haya tiburones en el infierno. —aclara Phaouls.
—Y es por eso que es divertido, mi amigo. —después de quedarnos sin aire, Dylan procede a preguntarle: —Entonces, volviendo al asunto original, ¿me dejarías caminar con Allie por una hora?
—¿Por qué me preguntas?
—Porque me parece de mala educación llevármela por tanto tiempo sin el permiso de su... —traga saliva—futuro esposo.
—Mmm, la verdad, no estoy seguro...
—Vamos, amigo, ni que fuera a tener sexo con ella.
«Bueno, solo si quieres. —dice en mi mente—Calma, es broma...»
—De acuerdo. Mi padre me espera en la entrada, nos vemos mañana en la ceremonia, Allie. —me inclina la cabeza al igual que a Dylan—Buenas noches, Dylan.
—Hasta mañana, Phaouls.
Él se da la vuelta y nos deja solos. Dylan y yo hablamos de temas variados. Su mano intenta tomar la mía, pero siempre que la intenta agarrar su mismo tacto me causa impacto, y tanto que tengo que retroceder unos pasos. Dylan la toma y hace que me adapte a él. Una hora después de recorrer el laberinto y riéndonos de nosotros tratando de encontrar el camino, nos dirigimos dentro y la orquesta sigue tocando. Lo llevo de la mano a la parte más alta de la casa y en donde se encuentra un piano. Él se sienta y empieza a tocar "Moonlight Sonata" de Beethoven. Sus dedos tocan las notas graves en el piano, y cierra los ojos para concentrarse mejor. Suena excelente. Tiene un tono melancólico y oscuro en algunas partes. Tengo entendido que Beethoven al componer esa obra de arte estaba pasando por uno de los peores momentos de su vida como músico: Su audición se estaba yendo poco a poco, y casi se acercaría el día en el que no sería capaz de escuchar nada por ningún oído. Es doloroso que las cosas más difíciles les pasen a personas increíbles, una de ellas siendo el mismísimo Beethoven. Sin duda uno de los mejores compositores en su tiempo, y de las mejores obras creadas. Dylan va por el segundo movimiento, y minutos después va al tercero, aún más difícil que el segundo, pero parece que sus manos lo tienen bajo control. Sus dedos se detienen de a poco, agarra mi mano y besa mi dorso.
—Te dedico la melodía.
Le sonrío y me siento en sus piernas. Levanto mi cuerpo y me quito la ropa interior de encaje, la dejo en el suelo. Coloco sus manos en mi cintura. Acerco nuestros cuerpos y mis labios besan apasionado su mejilla y cuello. Suelto varios suspiros y mi mano toca su pierna.
—Ey, Ey, —me acuna las mejillas y lo veo con ojos llorosos—¿todo está bien, amor? ¿qué pasa?
—Mañana será la boda con Phaouls. Y yo sólo quiero...yo quiero...
—Shh, respira. —me dice dulce—Tu respiración está agitada, calma.
—Lo intento, pero la luna me está haciendo esto, me está dando ganas...
Mis manos torpes le desabrochan un botón de los pantalones. Dylan agarra mis muñecas
—Tú no quieres ¿o sí, Allie? te noto mal, es como si lo dijeras sin fuerzas.
Recojo mi ropa interior del suelo, siento en sus piernas y mis manos le rodean el cuello.
—Tienes razón, estoy exhausta. Adelard destruyó el anillo y no hay nada que podamos hacer.
—Está bien, no estoy molesto.
—Espera ¿está bien? creo que no entiendo.
—Por supuesto que está bien, entiendo que era especial para ti, pero... no necesitamos un anillo para comprobar cuánto nos amamos, tenemos que demostrarlo.
Sus brazos me levantan y él me lleva a mi habitación y deja en el suelo, mis pies van al baño y remuevo mi maquillaje del rostro. Lo encuentro sin camiseta en mi cama, voy hasta él y acomodo en su pecho.
—¿Puedo decirte una cosa? —me pregunta acariciando mi espalda.
Me siento a su lado y entrelazo nuestras manos.
—Claro, cuéntame ¿qué ocurre?
—Verás... los ángeles con los que trataba me hablaron, y dijeron una cosa terrible. Allie, nosotros sabíamos que teníamos que matar a un ángel caído de alto rango porque sabíamos que Adelard no sería nunca rey del inframundo, lo que yo no sabía es que, hablaban de ti.
Mi corazón se detiene al escuchar aquellas últimas palabras. Por supuesto que pensaban en matarme, al parecer todos lo piensan.
—Oh, entonces vienen por mí. —me acurruco con mis cobijas. Dylan se acurruca conmigo y besa el hombro descubierto.
—Van a tener que pasar primero por mí.
Mis pies bajan con cuidado mientras mi mano sostiene la antorcha para alumbrar el camino. Me adentro al cuarto escondido que es la segunda biblioteca de la casa. Busco en los estantes el libro y lo encuentro.
—¿Qué estás haciendo?
Cierro el libro y me volteo de inmediato.
—Nada, no hago nada ¿qué haces tú?
—Esperando que te vayas.
Asiento. Voy al centro del cuarto y visualizo a Emma dormir en el mueble.
—¿Por qué Emma está durmiendo aquí?
—Eso no te concierne. Vete a tu cuarto.
Emma gruñe, se comienza a despertar. La observo y estudio. Emma nunca se acostaría con Adelard, lo odia por todo lo que le hizo pasar, entonces, ¿por qué está pidiendo que vaya y por qué está sin ropa y con una manta que la cubra? miro a Adelard con rabia.
—Tú...abusaste de ella. —le acuso.
—¿Cómo voy a abusar de alguien que es mi esposa?
—¡Ella no es tu maldita esposa! ¡quítate eso de la cabeza!
—Adelard... —lo llama de nuevo con voz ronca—tengo hambre.
—Pero Emma ya comiste, no es bueno que tengas una segunda comida tan tarde.
—Pero tengo hambre, ¿no puedes darme otra dosis de tu sangre?
Él niega con la cabeza y le acaricia la mejilla.
—Emma es hora de dormir, lo siento.
—No te disculpes, mañana la tendré.
—Así es. —le besa en la frente—Dulces sueños.
Ella se acomoda. Adelard me toma del brazo y ambos salimos del cuarto, dejando a Emma sin compañía. Nos detenemos en las escaleras.
—¿Cómo pudiste hacerle eso? Emma no se lo merece, ¿no puedes entender que ella ya no te quiere?
—Mi vida con Emma no es de tu incumbencia.
—Pero ella es mi amiga y...
—No es tu problema. —me interrumpe—Ahora, vete a la cama.
Sigo sus órdenes, molesta. Debo contarle a Emma la verdad lo antes posible.
No he visto a Dylan desde la mañana. Mamá y yo hemos pasado tiempo juntas, ella es todo lo opuesto a papá; me escucha y da su respetuosa opinión acerca de ello y no me hace sentir mal, y si lo llega a hacer sin querer, me saca una sonrisa brillante. La tarde la pasamos viendo vestidos de novia. No son blancos, son negros, pero elegantes. Al cabo de una hora y media y quedando en tinieblas, me decido por uno bastante simple. De manga larga con hombros desnudos, falda y busto liso junto con unos tacones del mismo color. Volvemos a casa y me alisto. Con el cabello recogido en trenzas, dos mechones en mi rostro, el largo velo y las rosas blancas. Mamá me hace saber que todos ya están dentro y listos para la ceremonia.
—Entrarás en un minuto, ¿estás lista?
—Creo que lo estoy, gracias mamá.
Ella abre la puerta principal y los presentes se levantan; sostengo el ramo de rosas blancas con firmeza y camino hasta el altar con la música de fondo. Llego hasta Phaouls y me entrega su mano con una sonrisa sincera. El sacerdote les dice a los presentes que se sienten y él sigue hablando. Ambos repetimos unas palabras y el sacerdote sigue y sigue. No he visto a Dylan hoy, y eso me tiene de los nervios. Luego del al menos treinta minutos después, el sacerdote dice:
—Phaouls, ¿aceptas a Allie como tú legítima esposa?
Él asiente con un brillo en los ojos.
—No aceptaría a nadie más.
La mirada del sacerdote se posa en mis ojos.
—Y tú, Allie ¿aceptas a Phaouls como tú legítimo esposo?
«Di que no. Di que no. No tienes que aceptar todo lo que tu padre dice, él no es el hombre de tu vida. Dylan es el hombre de tu vida.
Tienes que decir que no, aunque le rompas el corazón. Es tú felicidad, no la de tus padres.»
Phaouls me mira vacilando.
—¿Allie? ¿qué dices?
—No. No acepto, no puedo aceptar, lo siento.
Salgo corriendo del salón y vuelvo a la casa. Miro a los lados y camino a la escalera, el problema es que en cuanto mis pies van a la mitad, Phaouls se acerca.
—¿Allie?, ¿qué sucedió allá, dime?
—No tengo tiempo, perdón, debo...
Me apresuro, sin embargo, su tacto frío me hace detener mis pasos y verlo. Quito el anillo de mi dedo y se lo entrego en la palma de su mano. Mi mirada va al suelo.
—No puedo casarme contigo porque amo a otro hombre.
—¿Amas a otro...? —se niega a terminar de formular la pregunta, sus frías manos me toman las mejillas— llegué a ver una chispa entre ustedes, ¿por qué no me lo comunicaste?
—No podía, Phaouls. Tú estabas emocionado con la idea, no quería arruinar tu ilusión. Hice mal, lo siento.
—Está bien, estaré bien. No te detendré, sé feliz, Allie.
Lo abrazo por microsegundos. Mis pies se apresuran al piso de más arriba, al lugar en donde estábamos anoche, y por suerte está de espaldas. Corro hasta él.
—¡Dylan! al fin te encuentro. —se voltea y coloca sus manos en el pecho—tú no eres Dylan.
—¡La tenemos!
Salgo corriendo de ahí y bajo las escaleras. Hago mi camino rápido sin tener miedo a caer. Llego hasta uno de los tantos salones. Miro atrás y de un momento a otro, Adelard me voltea contra su cuerpo: con su mano rodeando mi cuello y la otra sosteniendo mi cuerpo contra el suyo, cada vez con más fuerza y determinación en sus manos.
—Mira a la derecha.
Niego con la cabeza, asustada.
—Si digo que mires a la derecha... —me sostiene el rostro con la mano del cuello. Me fuerza a verlo sujetado por un hombre más alto que él, vestido de negro y cabello oscuro, con su camiseta desgarrada y pequeñas golpizas en su rostro, junto con una navaja sobre su cuello—miras a la derecha.
—Dylan... —digo sin aire—esto es mi culpa.
—Te equivocas. —su vista se encuentra con los hombres corpulentos—Ella no tiene nada que ver, tienen que dejarla ir, pueden hacer lo que quieran conmigo, pero...déjenla ir, es todo lo que pido. —El hombre posee una fuerza que ni siquiera Dylan puede escapar de su agarre.
—De acuerdo, los tenemos. —dice Adelard mientras uno de ellos se acerca a nosotros—¿a quién le cortamos las alas primero?
El hombre sujeta una espada y levanta la barbilla a Adelard.
—Muchas gracias, Adelard, ya no te necesitamos...
—¿Por qué tanto escándalo? —pregunta Emma mientras se acerca. Todos la miramos.
—¡Emma! —exclama Adelard—amor, vuelve a la ceremonia, esto asuntos no son tuyos.
Ella suelta una carcajada y baja los escasos escalones mármol.
—Yo pienso que es la hora perfecta para un juego. —el tono de voz de Emma es sensual, provocándolo a él.
—Lamento decirte, querida, que nuestra hora de juegos tendrá que esperar. —le responde Adelard sin vacilar.
—Oh no, al contrario, tesoro, acaba de empezar.
El protector alargado en la esquina de sus pantalones deja a la vista el artefacto menos atractivo: la espada. Su caminar es despacio, sin despegar los ojos de los de su objetivo. La punta de la espada nos apunta a ambos.
—Suelta a mi amiga y deja que sea feliz o...
—¿O qué? veamos cuál es la brillante idea de Emma Gádornyi, reina de las amenazas.
Ella respira hondo, voltea la misma a su abdomen y alza la mirada.
—O yo iré a descansar en paz con mi hijo. ¿qué prefieres que ocurra? ¿una pérdida o una proliferación de amor?
Adelard se da un tiempo para pensar y analizar la situación, en esos momentos nadie de los presentes hace ruido, hasta que se decide a hablar:
—Yo te amo ¿o es que después de siglos no te quedó en la conciencia?
Emma ríe breve.
—Esto no tiene que ver con si me amas o no, Adelard. En estos meses deseabas que estuviera muerta y, wao, sí que me haces desear estar muerta. Quizás mis padres no se dieron cuenta que tenía una relación con un monstruo, pero yo sí, tomó tiempo, pero lo hice, salí del maltrato y manipulación y del poder que tenías sobre mí. Entonces te pregunto: ¿a dónde querías llevarme con todo eso? ¿a un altar contigo?
Adelard se separa de mí, furioso y toma a Emma por el cuello y levanta del suelo.
—¡Cómo te atreves a decir semejantes atrocidades, sucia perra!
Observo como Emma balancea la espada y gracias al mismo, el filo le hace un gran corte en el brazo a él, que lo hace gritar, retorcerse y dejarla con no mucha estabilidad. Emma sube la espada con sangre hacia él.
—Arrodíllate ante mí, sin refutar.
Le obedece cubriendo parte de su brazo herido. El filo de la espada le hace un corte diagonal en su mejilla.
—¿Últimas palabras, cielo?
Adelard alza su barbilla.
—Espero que te vayas directo al infierno.
Ella suelta una carcajada.
—Ya estuve ahí, pero tú nunca lo has estado. Buenas noches.
Emma le corta las negras alas a Adelard sin que él se diese cuenta, y sin piedad. Es ahí en donde a todos nos toma por sorpresa el hecho de que clavó la espada en el cuerpo de Adelard, haciéndolo toser de dolor y morir al instante. Emma se detiene a vernos a todos y suspira.
—Buena última plática, rubia. —le dice el que parece ser el líder.
—Tenía que morir. Adelard ya estorbaba...y lo quería muerto hace décadas.
—Sí, y también estorbó en el trabajo. —responde uno de los hombres.
—¿E-estorbaba? ¿qué quieren decir con eso? —pregunto curiosa.
—Él hizo el trabajo de encontrarte, Allie. Parte de los ángeles con los que trató tu novio querían protegerte. Adelard no era el malo como todos creían, nosotros lo somos.
Ambos hombres chasquean los dedos y el humo los envuelve y aunque el espeso viento no me deja ver con claridad la escena, lo único que tengo por seguro es que se han ido, y se han llevado a Dylan junto con ellos.
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