▫️ Capítulo 35 - Cariño, así me llamaba - ▫️
DYLAN
La palma de mi mano se desliza por la alfombra y dónde Emma está, sin embargo, noto el vacío de su lugar con mi tacto ¿a dónde te fuiste, Emma?
—¿Emma?
Abro los ojos de golpe y me levanto de inmediato, como si hubiera tenido una pesadilla. Veo desde la distancia, como una figura la agarra de su cuello. Emma apenas puede hacer salir ruiditos de su garganta, lo que puede entenderse como: «Ayúdame.»
Sus pies flotan en el aire, desesperados por tocar tierra y sentir el piso, la sábana roja la cubre de manera diagonal.
—¡¿Qué haces con ella?!
—El amor es odio, y el odio, es placer. —dice con voz profunda y ronca.
Retrocedo y aferro la saga a la palma de mi mano de forma disimulada; la escondo dentro de mi pantalón y aproximo al cuerpo de aquel extraño ser viviente.
—¿Quién eres tú? y mejor responde rápido, no tengo toda la noche.
Su aspecto es de un joven, con orejas puntiagudas, dos cuernos que sobresalen de sus cabellos ondulados y color café, con un rostro atractivo, dos enormes alas de murciélago y su vestimenta es solo una tela blanca enrollado en sus partes íntimas, vestimenta de mitología.
—Soy el demonio Yassener ¿quién eres tú, muchacho?
No le respondo, en cambio, me coloco al lado de Emma y miro los ojos negros de Yassener.
Saco la daga y se la pego al cuello, le empieza a sangrar. Él solo se ríe.
—Dylan. —trata de tomar mi brazo y veo que sus párpados se cierran—Frotlaw dreigh damage miself, it estrattos curer sha mend eh stend. ¡frotlaw...dreigh damage miself, it estrattos curer sha mend eh stend!
El demonio se cubre los oídos y yo aprovecho el momento para patearlo en el estómago y haciéndolo caer al suelo. El impacto de Emma al suelo hace un fuerte eco por toda la sala. Quizá, hasta en toda la casa. Deslizo la daga con gotas de sangre en el suelo a la otra esquina. Corro a el lugar en donde están las espadas, volteo y veo que él ya tiene una. Agarro una diabolique, bien afilada y lustrada. Emma está tirada, con el cabello en el suelo y la sábana enrollada en ella. Camino sigiloso con la espada en alto. Puedo ver que respira, pero no se levanta.
—El amor es odio, y el odio, es placer. —dice de nuevo con su voz ronca.
Emma se despierta, se cubre con la sábana todo su cuerpo y se sienta.
—¿Por qué a mí? ¿por qué siento que todo este caos es por algo que hice? —susurra.
—Porque quiero que te retractes de haber amado.
—Aguarda ¿qué?
—Ya me oíste ¡retrátate! o sentirás el ardor del fuego quemando tu piel.
—Nunca me voy a disculpar de haber sentido amor genuino por alguien ¿oíste? nunca.
El demonio respira acelerado y gruñe. Levanta la espada y grita. Emma se tapa el rostro, esperando el peor de los destinos. Me interpongo entre ellos. Alejo la espada con la mía y rompe el vidrio de la mesa y también las copas. Me mira enfadado. Clavo la espada en su cuerpo y se retuerce. Mi espada cae y yo miro todo el panorama: ¿qué cosa acaba de pasar?: la mesa de cristal rota, espadas y dagas esparcidas por todos lados, una ventana abierta, algunas cortinas azul marino tiradas y otras que fueron dañadas por las garras del demonio o puede ser que también las de Emma, luchando por su vida. No tengo idea de cómo no pude despertarme antes. Me giro y agacho a la altura de ella. Está sentada con los ojos cerrados, una de sus manos en su regazo y la otra puesta en el suelo.
—¿Emma? —toco su antebrazo, y ella me hace una mueca.
—Ese grito fue terrorífico, por poco me sangran los oídos. Me salvaste, gracias. —me abraza—No podré pagártelo.
Guardamos distancia. Mis ojos ven la sábana en su regazo, y suben a dar una mirada rápida a su pecho. Agarro su mano izquierda y beso su dorso.
—No hace falta que me lo pagues, ya con que estés viva me basta.
Me levanto del suelo y ella igual. Me acerco a Emma hasta escuchar su respiración, mi mano trata de ubicar zonas heridas de su rostro, pero está intacta. Escucho sonidos, pasos aproximarse, Emma agarra más fuerte la sábana y en un parpadeo la puerta se abre de una patada que nos hace dar un paso atrás.
Jordan sostiene una pistola, Élise una ballesta e Isobel una daga en la mano y en su pantalón una más. Siento como tiembla delante de mí; con tensión en el cuerpo, en sus músculos y dedos, en el silencio de sus palabras. Yo paso mi mano por su antebrazo y susurro a su oído:
—Que no te aterre el hecho de que uno de ellos porta una estaca, los conoces, ninguno de ellos te hará daño. Confía en mí, no lo harán.
—¿Cuándo he desconfiado de tí? nunca. —susurra de vuelta.
Jordan y Élise bajan sus armas, ya se dieron cuenta.
—Cómo diablos... ¿Emma? —Isobel baja su arma.
Me giro a ver su rostro. Emma sonríe de un lado y dice:
—Hola, nos encontramos de nuevo.
Todos están sin palabras. La verdad es que, es de esperarse. Lo que se encuentra alrededor del lugar: mesas y muebles, está esparcido por todas partes y añadido a eso, vidrios rotos. Un desastre hecho por nosotros.
Pero, al ver con detalle la expresividad de cada uno, llego a la conclusión que el asombro y posible confusión no era exactamente por el desastre que tenemos frente a nuestros ojos, sino que, es Emma.
Es una suerte que esté cubierta con la sábana.
—¿Alguien dirá algo? —pregunta ella—no quisiera robarles su preciado tiempo, estoy segura de que no les agradaría.
Isobel sacude la cabeza.
—Disculpa, discúlpanos a todos, es que... no pensaba que nos íbamos a reencontrar una vez más.
Emma sonríe.
—Tenía el mismo pensamiento. Es bueno venir de vez en cuando y más cuando el lugar en el que vives es un completo desastre. —suelta un suspiro—Después de todo, supongo que la vida es —me mira—, impredecible.
Élise le hace una señal a Jordan. Él se aclara la garganta.
—Emma ¿tienes alguna razón por la cual viniste? —le pregunta, cruzado de hombros.
Ella se pasa la lengua por sus labios y agarra la sábana con decisión de irse a la habitación, pero no lo hace.
—Bueno, creí que un poco de aire fresco me iría bien. El tiempo con ustedes, mis viejos amigos, me brinda felicidad. Además, viajar de lugar en lugar es agotador y no suelo ir a un sitio e irme tan rápido.
Miro como Jordan le da una mirada a su esposa y luego ella una a él.
—Veo como sus labios forman las palabras, y no sería un problema escuchar lo que dicen, pero, sería muy invasivo de mi parte, así que ya que hablamos... ¿puedo irme a dormir?
—No creo que haya mucho de qué hablar contigo entonces...sí, claro, anda a dormir.
Sonríe amigable.
—Gracias, Jordan. —ella camina hasta la puerta y antes de irse dice: —Que tengan buenas noches.
La puerta forma un eco al cerrarse. Y Jordan se aproxima con las manos en los bolsillos.
—Dylan ¿podemos hablar?
—El tono que usaste no me agrada del todo, pero, supongo que podemos.
Él hace una sonrisa de lado y pone una mano sobre mi hombro.
—¿Acaso tú y Emma tienen un "juego divertido" del que no nos contaron? —remarca la palabra juego divertido con comillas en el aire.
—¿Además de hablar sobre nuestras vidas y el mundo maldito? —suelto una carcajada—yo no lo creo, Jordan.
Él se pone firme cruzado de hombros y levantando una ceja.
—Dylan, hablo en serio.
—Y yo también. Eso es lo que hicimos.
—¿Eso fue lo que hicieron? ¿lo único que hicieron?
—Estoy ebrio, por favor no hagas esas preguntas. —digo pasando la mano por mi cara.
—Dylan ¿qué fue lo que pasó? —insiste en saber—con esa sábana, está claro que no hay ropa debajo, te repito de nuevo: ¿qué fue lo que pasó?
—No ocurrió nada, por favor, basta de preguntas. Déjame ir arriba a dormir, mañana discutiremos lo que haya que discutir ¿te parece? excelente, gracias por comprender.
Asiente y se queda pensando, pareciera que no creyera mis palabras. Él me da una palmada en el hombro.
—Es hora de que te vayas arriba. —apunta con sus ojos al techo—Cuidado con tu tacto, y todo... con ella.
—Descuida, no le haré nada de nada más que compañía, no le haré daño, no soy Adelard.
—Tienes razón, lo siento. —Jordan baja la cabeza con vergüenza hasta la garganta.
Le asiento, agarro mi camiseta y mis pies se apresuran a dejar la destrozada sala de estar. Subo las escaleras y camino a mi puerta. Giro la manija y logro verla con la puerta no tan abierta. Sentada con la cama, mirando el exterior. Con sus piernas en el pecho, la sábana roja tapando su cuerpo y su mano sosteniendo la tela en su pecho.
Ella se encuentra conmigo.
Sonríe de boca cerrada y mira abajo.
—Ya te vi, Dylan, sé cuánto te gusta mira, no tienes que esconderte. —dice con voz tranquila. Me siento frente de ella y suspiro—¿qué pasa? ¿qué sucedió?
Niego. Paso la lengua por mis labios y sacudo la cabeza por segunda vez. Me levanto de la cama y voy a la mesa de noche, justo al lado de ella. Rebusco entre las gavetas.
—Ey, Dylan, conozco ese silencio.
No le hago caso. Sigo buscando, y me topo con una daga que no sabía que tenía.
—Si hice algo, dilo, por favor. No pienso quedarme con la duda hasta mañana.
La veo de arriba abajo.
—Tú no hiciste nada, Emma.
No obtengo respuesta de su parte, sin embargo, por fin encuentro lo que estoy buscando.
Voy a la ventana y concentro en la paz que tengo, en la paz que ella me brinda, pero no todo es aquel hermoso sentimiento, tengo pensamientos que no me dejan de llegar, pensamientos de negatividad y negros como un callejón, los desplazo de mi mente y me intento concentrar de nuevo en la paz, en el cielo oscuro y las estrellas, y lo logro. La lluvia comienza y veo más allá al fondo de todo, toneladas de árboles, tanto que podría ser un bosque.
Volteo y veo la mano de Emma apoyando su cabeza en mi antebrazo.
—Dylan, hablo en serio, dime qué tienes.
Suspiro ante su tacto.
—Cometí un error. —admito y fijo mis ojos en ella.
Frunce el ceño.
—¿Qué dices? ¿qué... error?
—Yo lo traje, fue mi culpa. Traje al demonio.
—¿Tú lo hiciste? no, digo... —sacude su cabeza—¿por qué lo hiciste?
—Quería viajar entre portales. Fue un recorrido rápido a mi vida pasada y yo, recordé algo que había borrado de mi memoria. Cuando se llevaron a mi madre, Adelard tenía compañía, no fue él solo.
—¿Y eso tiene que ver con el demonio de abajo?
—Es correcto, el demonio estaba con él, Yassener me vió esa noche. Adelard se había ido al infierno y se suponía que el demonio iría también, pero algo salió mal. Pensé que había cerrado el portal, pero, al parecer él salió, se ocultó y casi nos mata a ambos.
—¿Viste? no fue tan difícil, me alegra que lo dijeras, gracias. Y ahora que hablamos de decir cosas difíciles…Dylan, estoy embarazada.
Dejo mis manos posadas en su cintura.
—Sabía que tú y Stefan tenían el vínculo, pero no que llegaras a embarazarte —toco su vientre y la miro sonriente—Felicidades, de verdad.
—Quería decírtelo antes, pero nuestra relación no estaba ayudando mucho. Me alegra que hayamos vuelto a lo que solíamos ser antes.
—También me alegra.
Acomodo un cabello rebelde detrás de su oreja. Me acerco y choco nuestras frentes. Ella exhala, despacio y suave.
Puedo apreciar sus ojos marrones oscuros y su piel. Su mano va atrás de mi cuello y sus fríos dedos se deslizan por éste. Su tacto me hace estremecer y acelerar mi respiración.
—¿Estás bien? te estás agitando.
—¿Me dejarías besarte solo para calmarme? —le digo con voz ronca y baja. No sabe qué decir, entonces lo hago. La acerco a mí por la cintura y comienzo a besar en los labios, húmedos y rojos.
Mis manos exploran su espalda desnuda. Siento como sus uñas se hunden bruscamente en mi piel, haciendo cicatrices que durarían unos días en irse. Estoy tan fuera de mi mente que no he pensado en... Allie. La chica de ojos miel, mi novia. Le quito la sábana que la tapa y comienzo a besarla con pasión en los labios, mi lengua la saborea por dentro. Ella me atrae jalándome del cabello. Suelto un pequeño gruñido y Emma jadea. Sus labios estaban muy cerca de estar hinchados, sin embargo, no me detengo y le beso el cuello. Gime una y otra vez. No me detengo
«¿Por qué no me detengo? ¡detente ya! ¡no es Allie! ¡estás besando a alguien más! ¡detente!»
Debo detenerme, pero primero dejo que su aroma me consuma, por completo.
«Allie. Allie. Allie. Allie. Allie ¿dónde estás, Allie?»
—Dylan... —apoya su mano en mi cuello y escucho claro su gemido—Esto no está bien, sabes que no. Debemos parar.
No puedo. No puedo parar, pero debo, sino le haré daño, no quiero hacerle daño. Detente. Recuerdo a Allie y cómo la besaba y entonces, la escucho. Escucho su voz en mi interior diciendo:
«Debes controlar todo lo que sientes, sé qué lo que sientes es: Ira, desesperación, sientes que nada tiene sentido y quieres saber el porqué de lo que está ocurriendo, lo sé. Pero debes respirar y tranquilizarte. Dylan, estoy contigo, y te pido que te detengas, por favor detente, ¡detente!»
—¡Detente! —grito a todo pulmón y empujo a Emma a la pared.
Mis rodillas caen al suelo y comienzo a respirar tranquilo. Mantén el control. Levanto la vista y veo a Emma incorporarse de espaldas. Se arregla el cabello con las manos y suspira. La lluvia sigue cayendo.
—¿Emma? —se voltea a verme. Cubre su rostro con las palmas de sus manos, veo como sus hombros suben y bajan de manera rápida—carajo, lo siento mucho. Perdón, nunca debí haberte preguntado si te podía besar, es tan estúpido y vergonzoso, perdóname, y espero que Allie también me lo perdone ¡maldición!
Me levanto y agarro la sábana roja. Se la coloco encima, en todo su templo y me siento a su lado. La rodeo con un brazo y su temblor me causa escalofríos por el cuerpo. Está llorando.
—¿Emma?
Sus ojos me miran, llorosos y frágiles, limpio sus lágrimas.
—Cariño... —es lo primero que dice con su cabeza acurrucada en mi pecho, pero sin abrir los oscuros ojos.
Cuando apenas nos íbamos conociendo, Emma me llamaba cariño porque no sabía mi nombre. Aunque, si lo sabía, pero le gustaba decirme de esa forma, era divertido ver como personas creían que éramos algo cuando no lo éramos. Eso hizo nuestra amistad mucho más fuerte y lleno de confianza.
Era el año de 1860:
«—Cariño ¿dónde estabas? —dijo ella, reposó sus brazos a los lados del vestido con mangas color azul marino.
—Estaba en los establos, y Emma, ya te dije que...
—Sí, ya sé tu nombre, Dylan. —agarró mi mano.
—¿A dónde vamos? —pregunté mientras me acomodaba a su paso.
—Ya lo verás, te va gustar —me detuve en la entrada y Emma abrió ambas puertas. Dos caballos. Nos acercamos y ella subió a un caballo blanco—¿una carrera hasta el prado?
—Hoy no Emma. Tengo cosas por hacer.
—¿Cómo qué? ¿leer política, tocar el piano? por favor, Dylan, relaja tus plumas...
—Y tú afílate los colmillos.
Soltó una risa y sacudió la cabeza.
—Esa estuvo buena. Tendrás que enseñarme, alguna vez.
—No llevas el traje para cabalgar, además ¿cómo irás? traes vestido, tacones y guantes blancos, te ensuciarás.
—¿Así que, te preocupas por mi vestimenta? —preguntó.
—Solo decía que lo más apropiado es esto -me señalé de arriba abajo.
—Um, es lindo. Me gusta el pantalón... y las botas, pero yo creo que no. —incliné la cabeza y fruncí el ceño—¿vienes o no? el sol se irá en cualquier instante y el día de mañana ambos estaremos ocupados, tú decides si venir a la aventura, o irte de nuevo a la casa.
Me subí al otro caballo y agarré las riendas que poseía sobre él.
—Después no me digas que no te advertí lo de la vestimenta.
—Estoy consciente, gracias. —es lo último que dijo antes de empezar la carrera, con el sol bajando y siendo testigo de nuestro viaje.»
Sonrío ante el recuerdo. Le hago movimientos circulares a su espalda y la llamo de nuevo. Esta vez, abre los ojos.
—Me gritaste en el oído y... me empujaste contra la pared.
—En serio, lo siento, debí detenerme y yo...
—No, descuida, no te disculpes no pasará nada malo, nuestro vínculo será más fuerte que antes, nada más. Si hay una próxima vez, estaré alerta, por poco me matas.
—Ya quisieras que te mate. —digo jugando. Ella ríe y me abraza.
—Será mejor que te calles antes de que te muerda el cuello.
—Oh, siempre amenazando, Emma, debí imaginármelo.
Emma se levanta y acuesta en la cama. Voy con ella mientras busca una posición cómoda. Se coloca de lado y cubre hasta el hombro.
—¿No dormirás? —pregunta mirándome de reojo.
—¿Tu duermes? eres vampiro, no es habitual ver a un vampiro dormir.
Se gira e inclina la cabeza.
—Supongo que el embarazo es el culpable. Va a ser la primera vez que duermo desde hace mucho tiempo.
—Sí, puede ser raro, pero luego te acostumbras. En verdad siento mucho...
—Ya no le des tantas vueltas al asunto ¿está bien? te quiero.
—De acuerdo, gracias. También te quiero. Debo atender un asunto ¿estás bien con que te deje sola?
—Si necesitas ver a Allie, hazlo, no te preocupes por mí.
—Lo pensaré, muchas gracias.
«No hace falta, ya lo tengo pensado desde que entré al cuarto.»
Asiente y vuelve a su lado de la cama. Después de días, tengo claro que es tiempo de tocar a su puerta y esperar si me recibe.
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¡Hola!
¡Capítulo publicado! ojalá les haya gustado tanto cómo a mí, voten, comenten y compartan, se los agradecería mucho.
Abrazos. 🤍
-Cynthia.
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