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▫️ Capítulo 33 - Lograste tu cometido en tiempo récord -▫️

DYLAN

—¡Golpea más fuerte el saco, Martin! ¡golpea como si tu vida dependiera del golpe de tu puño!

«¿Acaso mi instructor piensa que mis energías no han bajado desde las últimas dos horas de entrenamiento? quizás considera que debajo de mis vendas mis nudillos están de maravilla, no enrojecidos por la fuerza aplicada en las diferentes técnicas. Necesito ducharme y partir a casa.»

—Bien, tiempo fuera. Descansa. —me indica. Hidrato mi cuerpo con agua de mi botella—Tus golpes van mejorando, te has vuelto ágil y ya piensas con mayor rapidez en los combates cuerpo a cuerpo, estoy orgulloso, sin embargo, te noté distraído unas cuantas veces ¿evento importante? ¿problemas?

—¿Problemas? no, todo excelente.

—Por favor, eres un asco mintiendo. Si no me dices no te puedo ayudar a mejorar en las futuras prácticas, no lo habías pensado ¿o sí?

—No es nada, por favor dile a los otros que no podré ir a la junta siguiente, debo ducharme.

—¡Tonterías! el equipo necesita de tu asesoramiento, la junta se hará en veinte minutos, el tiempo suficiente para disfrutar de la ducha. Ahora, ve.

—Espero que sea rápida la junta de hoy, tengo un compromiso al que no puedo faltar, hazle saber a Hank, no quiero malos entendidos.

—¡De acuerdo! ¡de acuerdo! le diré, pero ya vete a las duchas o llegarás retrasado ¡eres imposible de adelantar ¿lo sabías?! —me grita desde la distancia.

—Es lo que me dicen mis más allegados ¡grandioso complemento, instructor!

Recojo mi mochila y camino hasta el final del pasillo con mis pasos acelerados por el piso blanco de mármol y las paredes blancas. El ascensor desciende al quinto piso, el área de las duchas. Parece que fue ayer que estuve aquí, repitiendo la rutina. Giro la perilla del agua a temperatura caliente, me agrada que me relaje y duermas mis músculos adoloridos. Todo el lugar se encuentra despejado, justo como la última vez. Los minutos pasan lento, sin embargo, mi intención no es prolongada en la ducha.

Seco mi cuerpo en los vestidores y admiro sentado en el espejo hasta que un ruido me sobresalta el corazón. Miro la oscuridad detrás de mí, pero mi visión no logra distinguir nada en la penumbra.

—¿Hay alguien ahí? —pregunto y espero a que alguien camine al frente. Quedo perplejo al reconocer los pasos, sí los pasos, tan cortos y suaves. Suena demente decirlo, pero así es, yo conozco a esa persona tan bien que le reconozco el caminar—¿Emma?

Emma no tiene una sonrisa en el rostro como es lo habitual; o una pícara, en cambio, su expresión es nula, con los brazos frente de sí y una mano tomándose a la otra; con jeans negros, una blusa púrpura claro manga larga junto con un colgante plateado en su cuello y tacones negros.

Ella tapa sus ojos y se disculpa en voz baja, no se me dificulta comprenderla, sin embargo, la segunda vez que habla lo hace con el tono de voz alto:

—¡Lo siento! no sabía que tú estabas...así. Te esperaré afuera de los vestidores.

—No, Emma, espera. —digo antes de que se diera la vuelta—¿cómo es que entraste aquí? pensaba que en este lugar no tenías permitida la entrada o incluso no tenías acceso a una de las llaves ¿te voltearías, por favor?

—Claro, por supuesto. —ella se voltea mientras me visto para la junta y también para la cena de hoy—Creo que olvidaste que también venía aquí a las juntas es por eso que poseo mi propia llave, veníamos juntos ¿no lo recuerdas?

—Oh, cierto, lo siento, no lo recordaba. —le admito y termino de vestirme: uso unos pantalones negros, camiseta vino tinto y zapatos negros y de accesorio, mi reloj de muñeca—Grandes tiempos aquellos, fue cuando comenzamos a ser un equipo.

Emma se gira a mí y le encuentro la sonrisa, pero no se ha dejado en libertad las manos ¿qué le habrá pasado? quiero saber, pero de igual forma no quisiera que mi tono se interprete que la obligo o peor.

—¿Tienes algo en los brazos, Emma? los he notado tensos ¿estás bien? ¿no preferirías tenerlos relajados?

—No, yo... Dylan, está bien. No te preocupes.

Entrecierro mis ojos y camino despacio a ella, la palma de mis manos se posan sobre su piel, sus ojos los noto distraídos, con miedo, hasta que me miran por más tiempo y ya se pueden quedar en paz.

—Emma, sabes que puedes contarme lo que sea, no te juzgaré para nada, te lo prometí ese día y lo sigo haciendo. Y te quiero mucho, solo por si te olvidas un día.

—Entiendo, pero ahora no quiero decir nada. Yo también te quiero mucho.

—Bien. Te escucharé cuando estés lista, pero no quiero que pases por lo que sea que estés pasando sola, para eso nos tenemos.

—Hay... algo que te quiero mostrar. —se sube ambas mangas por arriba del codo y me muestra las marcas alargadas en sus brazos, debo resaltar que algunas siguen enrojecidas—No sabía que hacer, lo positivo es que no me arde porque me las desinfecté antes de venir, pero...no me hace sentir nada bien, es doloroso verlas es por eso que las oculto.

—Emma... —la envuelvo en mis brazos y doy un beso amigable en su cabello—no tienes que pasar por esto, no lo mereces.

—Es parte de la estrategia ¿lo olvidaste?

—No es justo para ti. —la miro más de cerca—Este comportamiento es inaceptable, te provoca dolor y lágrimas y te hace daño físico. Quiero que estés a salvo porque me importas demasiado como para perderte.

Ella asiente nerviosa y me da palmadas en mi mano.

—Entiendo, en verdad lo entiendo. Me mantendré a salvo y te diré lo que ocurra siempre que sea necesario.

—Eso me brindaría tranquilidad, gracias. Debo bajar a una junta, hablamos otro día.

—Claro. Que te vaya bien. Hablamos cuando puedas, no hay prisa.

Le asiento y luego de girar a la derecha entro al ascensor, ando por el pasillo sin rumbo hasta que veo hombres en la sala a mi izquierda. Giro la manija y entro con precaución, sin embargo, eso es en vano.

—Llegas tarde, Martin ¿por qué el retraso? —pregunta Hank con genuino interés.

«Estuve hablando con alguien y la plática me distrajo, otra explicación no aplicaría.»

—No revisé el reloj a tiempo, perdón. —miento—Pero por favor, continúen con lo que hablaban.

—De acuerdo, te daré un pequeño resumen, estamos intentando averiguar cómo atrapar a esta amenaza y quizás pensar en torturarlo.

El jefe Hank es un hombre alto, de mediana edad, con una dura política, de ojos marrón oscuro y cabello negro y piel mestiza. Todos los presentes usan jeans y chaquetas negras ¿había código de vestimenta?

—Disculpen, no estoy entendiendo ¿de qué amenaza estamos hablando? —pregunto con mis brazos cruzados y siento en la silla.

—Hablamos del ángel que nadie sabe dónde está. Lo que sabemos es que se trata de un hombre. —interviene Tristan: un hombre alto, con un parche en el ojo y cabello rubio hasta los hombros y piel pálida.

—¿Cómo llegaron a la conclusión de un hombre? —me siento en la mesa como todos.

—Las plumas que encontramos en el balcón son gruesas, de un tono azabache, pero en la punta tira al blanco...

—Cada que se quita una pluma de las alas la punta es blanca, no quiere decir que sea diferente. —argumenta uno de tez oscura, anillos dorados y ojos avellanas.

—Tienes razón, mis disculpas. —el jefe Hank agarra un papel a su lado y viene hacia mí, en la distancia veo sus uñas arañando el papel. Lo extiende en mi lado de la mesa y con un dedo señala lo que dice:—estamos pensando atacar por el techo, creemos que el objetivo estará ahí cerca de esas casas al caer el sol, pero también pensamos y creemos que sería buena idea estar fuera.

—Atacar por techo es mejor, lo dejaría... indefenso y sin fuerzas.

—¡Perfecto! y tenemos otra inquietud, hacer una trampa de hierro con fuego y con unas lanzas ¿tú qué opinas, Dylan?

—Las trampas de hierro con fuego le harán daño a la piel y antes de llegar al refugio estará al borde de la muerte, a menos de que le demos comida y agua, no creo que pueda recomponerse por tanto dolor. Me niego.

Tristan se levanta de su puesto y busca en uno de los casilleros en la pared. Camina con una caja alargada y negra, con un moño rojo adornado la falta de color. Tristan lo deja en la mesa, frente a mí y vuelve a su sitio. La abro con cuidado y saco unas cadenas, las dejo en la mesa blanca. Son cadenas, pero ¿para qué demonios es esto? ¿qué es lo que le harán al enemigo? procedo a olerlas ya que no es normal.

—Estas cadenas huelen a humo ¿estuvieron en el fuego?

—Cerca, pero no del todo correcto. Son cadenas de fuego, están diseñadas para tortura, no hay que hacer ningún esfuerzo ellas hacen daño a las alas y así mismo con la piel.

«Esto es descabellado, nunca oí hablar de un arma tan espantosa como esa, esto no está bien. Está peor que la trampa.»

—No presté mis servicios para esto. —me levanto de golpe del asiento—Sé que dije que iba a ayudar, pero no puedo ser parte de esto. Todos son de hierro y con fuego, es un daño provocado y bien calculado...es una locura los métodos...

—¿Está en contra de que se haga esto al enemigo, joven Martin?

—Por supuesto que estoy en contra, jugaríamos sucio, después nos mirarán con asco por nuestros actos y no puedo ensuciar mi reputación como ángel guardián.

—Lo haríamos por una buena causa. Este ángel quiere destruirnos ¿cómo eres tan ciego? ¡despierta, Dylan! —me grita de forma despectiva.

—No tiene que gritarme, señor Hank, todos somos adultos y entendemos la gravedad de lo que esta acción significaría. Prefiero no apoyar la causa, no puedo.

—¿Cómo que no puedes? ya firmaste el contrato.

—Con todo el respeto, jefe Hank, me retiro del acuerdo hecho. Tengan buenas noches y manténgase a salvo.

Y sin nada que agregar, salgo con sustos de esa sala. ¡qué impresionante su plan! me sorprendieron por completo.

Allie= ¿Ya vienes a casa? te estamos esperando.

Dylan= Sí, en unos minutos llego.

Allie= No suenas tan bien ¿cómo te fue en la junta? ¿está todo bien?

Dylan= Yo estoy bien, pero prefiero no hablar de la junta, si eso está bien para ti.

Allie= Oh, por supuesto, tranquilo. Era un presentimiento.

Dylan= En ese caso, excelentes presentimientos. Es mejor contarlo en persona, me duele la cabeza. Tengo que salir de aquí, te hablo en casa.

Allie= Te esperaré en mi habitación. Te amo.

ALLIE

Llega la noche. Me alisto con unos jeans, una blusa blanca y tacones color beige. Admiro mi reflejo en el espejo mientras me hago unos últimos retoques: adorno mis orejas con aretes plateados y mi cuello con un perfume de rosas. Escucho la puerta abrirse y cerrarse y un perfume fuerte de hombre llega a mis fosas nasales.

—Te duchaste antes de venir, buena elección, ya casi es hora de conocer a tu madrastra, pero ¿tú no la conoces?

—La he visto de lejos, pero no he intercambiado palabras o algún saludo con ella. —él viene por detrás y me besa en la mejilla—Hoy el día fue agotador, no pude hablar por texto en horas, te extrañé ¿tú cómo estás?

—Te extrañé desde la tarde, pero fui productiva. Hablando del día… — giro leve mi cabeza y luego me siento en el borde de mi cama—me dijiste que me hablaría de lo que pasó en la junta cuando llegaras, te escucho.

—Cierto, pero primero ¿tienes una aspirina para el dolor de cabeza?

Busco el medicamento en uno de mis cajones y le ofrezco una a la par del agua. Se lo toma con calma, me agradece y se sienta en la cama conmigo. El helado tacto de sus manos me hace tener un escalofrío en mi piel y un suspiro para soltar el aire de mis pulmones.

—Si les digo qué más hacer la gente pensará que somos asesinos algo que es erróneo, nosotros queremos la paz no la guerra, pero no lo verán así, lo pensé allí y… no quiero formar parte de eso, amor.

Enderezo mi cuerpo, le toco la mejilla con la yema de los dedos y veo como sus ojos se tranquilizan al igual que su corazón. Lo beso suave y miro a los ojos. Guardo distancia entre nuestros cuerpos.

—Estoy orgullosa de ti, amor y te apoyo en lo que necesites.

—Lo sé, sé que no me dejarás solo en esto. Sospechan que el ángel es un hombre y es la amenaza por supuesto, pero no estoy de acuerdo con sus planes. Es un horror lo que quieren cometer.

—Date un respiro, ya no formas parte de ese grupo y era tu trabajo, pero a la larga, no era bueno para ti, encontrarás a otros.

—Gracias por alzarme el ánimo. —Dylan se levanta y me brinda su mano, indicando que la hora de la cena ya está por comenzar y se la acepto con cordialidad—Estaremos sobre el tiempo así que, no te preocupes por si llegamos tarde, confía en que no pasará. —dice con una sonrisa y abriendo la puerta para salir y cruzar la entrada.

—¡Claro que confío en ti y en tu reloj! —digo con risas—Somos una de las personas más puntuales de esta casa, pero no lo escuchaste de mí.

Alza una ceja y me mira confundido.

—¿No lo escuché de ti? —repite mis palabras y acelera sus pasos para estar a la par de mí—¿entonces de quién? ¿cómo es que no me di cuenta? ¿quién te lo dijo?

—Jordan. Estábamos en el parque con Ashley y hablamos de diversos temas y cuestiones graciosas de hecho, —suspiro y le cubro —me hubiera gustado que fueras con nosotros, pero esas noches venías tarde a la casa y no sabía qué hacer.

—Me lo hubieras dicho. Hubiera renunciado si eso te afectaba, pero no me lo dijiste.

—Sí, tienes razón, tenía que haberlo hecho de esa forma, la forma correcta. A veces no sé cómo enfrentar lo que mi boca pueda articular, temo decir algo hiriente y lo tengo que trabajar...perdón, amor.

Soy la primera en asomarse por el estrecho comedor. Su madre viste un vestido sencillo color esmeralda en conjunto con unos tacones negros, su padre usa jeans camiseta azul marino con zapatos negros, Mary, su esposa actual, también viste un vestido azul. Todos nos sentamos a comer y al cabo de una hora, Mary y yo empezamos a hablar y me está cayendo estupendo. Los adultos hablan entre ellos y Dylan se acerca a mi oído a preguntar lo de antes, con toda seguridad digo y reafirmo que mi novio es insistente.

—Allie, disculpa por interrumpir la conversación ¿quieres por favor buscar una botella de vino blanco? —me pregunta su madre.

—Descuide, está bien. Vuelvo en un segundo. —ella me sonríe. Salgo del comedor y entro a una puerta que da al sótano, escojo uno y vuelvo arriba, al llegar no veo a nadie y Mary me dice que están en el jardín. Escucho la voz del señor Martin hablar:

—Por favor, dime que la alejarás de ti, Dylan.

—¡Por los ángeles, Gaveil! nunca te vi tan molesto por las decisiones de nuestro hijo, las decisiones que tome, no es tu asunto.

—Por las alas de Lucifer, Briana, no te invité para esto.

—Dejé el vino en la mesa —todas las miradas se posan en mí, no son miradas de agradecimiento, son miradas de conmoción, otras de enojo y silencio puro—¿por qué todos me miran así? los dejaré hablando, disculpen mi intervención. —digo determinada a irme.

—No, Allie está bien. Dylan, pienso que es buen momento, él tiene algo que quiere, y debe, decirte. —dice su madre.

—¿Buen momento para decirme qué? —él suspira, se acerca y toma mis manos—te escucho.

—Allie... —comienza con voz temblorosa, asiento para que continúe—amor, yo... no puedo guardarlo más, perdóname de verdad. No eres...mortal, eres pariente de Adelard, una de ellos.

Mi respiración se acelera, sin embargo, tengo que sacar a la luz lo que siento. Retiro mis manos despacio y retrocedo un paso. Se acorta el acercamiento, ya no estamos tan cercanos, y eso me arde en el corazón, me arde tanto que no sé si huir o quedarme.

—¿Qué significa esto? O mejor dicho ¿qué es esto? —mi dedo apunta de él hacia mí—¿te conozco? por qué sé que el hombre que amo no haría esto ¿qué le pasó a ese hombre y también a esa relación que tenía conmigo? ¿me puedes explicar, por favor? —mi barbilla tiembla y de mi voz rota sale: —Por favor, explícame, amor.

—Discúlpame, Allie, por eso y muchas cosas, no era yo mismo.

—Respóndeme esto: ¿piensas que te conozco?

—Por supuesto que me conoces, conoces todo mi ser. —sus manos impactan en mi piel—¿no lo certificas, no crees que es así?

—En este momento no lo creo. Siéntete feliz, Dylan, lograste tu cometido de las mentiras y de guardar secretos en tiempo récord.

—¡Basta!  —exclama su padre en tono enojado—te irás de este lugar a no más tardar mañana a primera hora sin excusas.

—Perfecto, mis servicios aquí caducaron, ojalá estén felices por ello. ¡Oh! y… disfruten de la cena, con permiso.

Me alejo de la escena y agilizo los pasos a mi cuarto. Agarro mi maleta y guardo todo lo posible de mis pertenecías. Dylan entra.

—Allie, lo lamento. Siento todo esto, es mi culpa, es toda mi culpa y si tengo que hacer algo para recompensarte lo haré sin duda y tú sabes que así será, pero no dejemos las cosas así, no malos términos ¿estás escuchándome? —pregunta con la voz tranquila.

—Basta de hablar, por favor. Lo que deseo saber es: ¿cuándo te enteraste? —me volteo y seco mis lágrimas.

—Hace una semana. —aprieto mis labios—No tienes que irte.

—Sarah me dejará quedarme en casa de sus tíos hasta que se acabe el verano, de eso no te preocupes, me encargaré.

—No tiene por qué ser así, tiene que haber otra forma.

—¡No hay otra forma! todo está estropeado ¿no lo ves?

—No quiero que nos gritemos ¿podemos sentarnos y hablar esto?

Nos sentamos en la cama, él intenta tomar mi mano, pero no lo dejo.

—¿Por qué guardar secretos? ¿por qué no me lo dijiste el día siguiente?

—Pensé que si te lo decía te perdería. Te quería proteger, quería protegernos a ambos.

—Es una... estupidez. Es tonto decir que querías protegernos a ambos y en realidad te estaba destruyendo por dentro —suspiro—¿qué te está pasando?

Él se levanta de la cama.

—¿Qué más podía hacer? —alza su voz más de lo que debería.

Me levanto de la cama también y estoy frente a él.

—Dijiste que no gritaríamos. Si te grito las cosas se pondrán peor y no quiero eso. —le agarro las manos y sus ojos azules se ven heridos, noto que quiere el cariño de mis dedos en su mejilla, pero no se lo puedo dar, y su respiración se tranquiliza—Te pido que hables conmigo de este tipo de cosas y no puedes.

—Adelard y mi padre me dijeron que eras una de ellos.

—¡¿Así que te comunicaste con Adelard?! —ahora soy yo la que está gritando. Mantén el control. Le pregunto con voz calmada: —¿por qué hacerlo? ¿por qué sin mí?

—Después de lo que me dijo mi padre yo quería comprobar su palabra, entonces fui hasta su casa y le conté lo que me dijo y era la verdad, era cierto, es cierto. Dijo que me... lastimarías.

—¿Qué? no soy una de ellos, no te haría daño, Dylan yo te amo desde antes de que llegamos a Brookville. Nunca te lastimaría.

Sus manos se posan en mi mejilla. Me da un beso lento. Nos miramos y se relame los labios.

—Allie... —tomo aire antes de oír lo que tiene por decir—las palabras te amo no lo dicen todo.

—Te las digo y te lo demuestro día tras día ¿con eso no te basta? —Me hago pasos atrás, lo suficiente para estar a metros de él, me quito el brazalete que me entregó ese día—te lo devuelvo, por si lo quieres y se lo quieres regresar a tu madre.

Se lo lanzo y él lo agarra con velocidad. Lo mira por un tiempo y después a mí.

—¿Acaso me llamaste idiota? —me agarra fuerte ambas muñecas.

—Sí, si lo hice —digo con desespero— Dylan, mis muñecas—suspiro con lágrimas en los ojos y en un tono bajo. Él deja mis muñecas en libertad. Lo abrazo de impulso—No quería decir eso, perdón. He dicho cosas horrendas hoy, lo siento tanto.

Él me toca el cabello y pasa sus yemas por mi cabello ondulado.

—Tranquila, amor, a veces decimos cosas que no queremos decir. Soy yo el que tiene que disculparse. —él me alza la barbilla, toma mis muñecas y las besa—No medí mi fuerza ¿me perdonarías?

—Solo si tú me perdonas también. —digo al borde de las lágrimas.

—Disculpa aceptada. —Dylan me acuna las mejillas en sus manos y besa en la frente.

—No quiero que nos separemos solo por lo que está ocurriendo.

—Es necesario. Debemos estar separados, al menos por un tiempo.

—Los que se aman no tienen que estar separados. —replico. Remuevo mis propias lágrimas y espero a calmar todo lo que siento.

—Entiendo tu punto de vista, amor —le asiento ante nuestra cercanía —, pero somos un daño para el otro y es por eso que dicen lo que dicen, es la verdad.

—No es así, te han estado engañando con eso toda tu vida. Es un daño para ellos más no para nosotros, porque nosotros somos felices juntos. Tienen miedo a romper lo que ya está establecido.

—Ambos lo detestamos, pero, hay que hacerles creer que estamos peleados, es la única forma de que no sospechen, no será fácil, pero valdrá la pena porque nuestra relación lo vale todo.

Con el corazón partido, le doy la razón del asunto.

—Tienes razón, nuestra relación lo vale, y si eso es lo que piden, así será.

Dylan juega con mi cabello un segundo.

—Así será. —repite, y entrega un beso en la frente—Te veo mañana, dulces sueños.

—Descansa, Dylan. —nuestras manos se sueltan para que cada uno vaya a su habitación. El plan ha empezado.

En plazos de la noche tengo jaqueca, insomnio e inquietud. No me molesto en revisar la hora, camino a la cocina y tomo un vaso de agua para calmar mi nerviosismo por el plan discutido con Dylan, en esas escucho la voz de Jordan.

—¿Allie? ¿qué haces levantada a esta hora?

Me volteo y cruzo los brazos sobre mi pecho.

—¿Tú qué haces levantado?

—Leeré unos libros, es rutinario, ahora ¿tú qué haces levantada? ¿insomnio?

—Sí, no lo había tenido desde hace años. Es horrible.

—Dylan también los tiene algunas noches, lo que le causa el insomnio es el estrés en su trabajo ¿te contó?

—Sabía que lo sufría ya que cuando dormíamos juntos a veces le pasaba, pero no sabía que era del trabajo.

—Ahora lo sabes y comprenderás mejor su trabajo en cuanto te diga más información. Hablando de dormir juntos ¿ya no lo hacen?

—Es a menudo, pero... extraño esa calidez de la piel y el sol en su rostro cuando despierta, me hace sentir segura en sus brazos.

—Deberías ir, te alegrará y hará dormir mejor, lo digo por experiencia con Isobel.

—Lo haré. Gracias y... buenas noches. —Jordan me hace un gesto caballeroso con la cabeza. Camino con mis pies descalzos a su cuarto, giro la perilla para entrar y me acuesto a su lado, lista para dormir. Dylan percibe otra persona en la habitación, a mí, y me hace cariños en el cabello. Me siento mejor.

A la mañana siguiente salgo de mi habitación y veo que ya está atardeciendo, dejo mis maletas en la estrada de la casa. Dylan se aproxima.

—Debo decirte algo antes de que te vayas —agarra aire y casi me toma de las manos.

—Dylan ¿qué haces? —le pregunto.

—¿Puedo tomar tus manos?

—No lo sé. —digo sin más—No sería lo mejor sabiendo lo que estamos haciendo.

—Extiende tu mano un segundo.

—Bien. —abro los ojos y veo—¿las llaves de tu auto?

—Quiero que te lo lleves, te servirá más que a mí por un tiempo.

—No lo esperaba, gracias, supongo —miro las llaves y luego a él.

Dylan se acerca a mis labios y se tocan, despacio y con calma. De repente, él me aprieta más y hace inhalar aire. Nos separamos y abrazamos.

—Estamos haciendo lo mejor para nosotros, no lo olvides. Vete con cuidado.

Salgo de la protección de sus brazos.

—No lo olvidaré. Estaré afuera despidiéndome de los demás y de nuevo te agradezco por el auto.

Tomo las maletas y Jordan, que volvió de Canadá anoche, me ayuda a subirlas al auto. Abrazo a Élise y a Jordan. Voy directo a Isobel.

—Gracias por estar aquí. Esperamos verte muy pronto. —dice Isobel—Puedes regresar cuando quieras, eres parte de la familia, Allie.

—Lo sé, gracias por todas las atenciones, no sé cómo pagárselos.

Su mano acaricia mi cabello.

—Con que no nos olvides basta. Ashley te extrañará mucho y todos por igual. Cuídate ¿sí?

—Sí, lo haré, cuídense ustedes también. —antes de subir al auto, miro el rostro de Dylan y él me da un gesto con la cabeza. Subo a su auto, saludo a todos por la ventana. Respiro hondo y con el corazón roto, arranco.

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¡Hola! perdón por la ausencia, muchas cosas por hacer, pero ya tenemos nuevo capítulo. No olviden dejar su voto, comentar y compartir. Espero que estén muy bien

Gracias por apoyarme. Los quiero!

-Cynthia.

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