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▫️ Capítulo 20 - La ceremonia -▫️

Dos semanas después, ya está todo listo: la decoración, lista de invitados, lugar de ceremonia. Jordan e Isobel decidieron no esperar tanto para casarse así que ambos concluyeron en hacer una boda minimalista y bonita al mismo tiempo. Lo único que falta son: Los vestidos de dama de honor y por supuesto, el vestido de novia de Isobel.

Las tres nos vamos a comprar los vestidos. Primero los de damas y luego que acabamos, nos dirigimos a la tienda de novia que está justo al frente. Entramos y vemos. Todo es tan bonito. Isobel escoge el suyo. Agarro uno con poco volumen, espalda descubierta, hombros caídos y manga larga de encaje y un corto velo. Voy al vestidor y me veo en el espejo antes de salir. Debo decir que me luce. Camino, pero no están allí. Digo sus nombres, pero nadie responde. Me subo al redondo pedestal y comienzo a mirar los detalles.

—Las chicas dijeron que estabas aquí.

—Pensé que te irías con Jordan a ese lugar, Stefan.

—Jordan quiso venir con nosotros a ver su traje de bodas. —asiento. Lo veo acercarse con las manos en los bolsillos en el espejo. Me bajo del pedestal. Él me levanta el velo—En realidad es tu estilo. —me toma la mano—Recuerdo el día que bailamos el vals en nuestro último año. Es uno de mis mejores recuerdos. Hablando de baile ¿quieres bailar?

—¿Quieres bailar... aquí? —le cuestiono con un ligero temblor en mi voz.

—¿Por qué no? es divertido. Y veré como coordinas los pasos con ese vestido, eso hará la experiencia única. —río por lo bajo. Él me coloca la mano en su hombro y tira de mi cintura, suspiro y lo veo—¿no recuerdas?

—Por supuesto que lo recuerdo, no me tomes por tonta.

—No te tomaría por tonta. —recuerdo aquel día, la luz era estupenda y la pista más todavía. Paramos y nos vemos a los ojos. Se quita su —sortija negra—¿me permites? —asiento. Agarra mi mano y me lo pone en el dedo—con este anillo...

—Shh, detente ¿qué estás haciendo?

—Calla y déjame hablar. —se aclara la garganta—Con este anillo, mi anillo, no seré tu esposo, pero... yo prometo, ser tu fiel acompañante en cualquier clase de cosas, quererte incondicional, cuidarte, ser tu hombro cuando quieras llorar y así secar tus lágrimas. Ser tu mejor amigo por toda la vida.

—No tengo nada para ti. —suspiro—Te querré incondicional, no seré tu esposa, pero seré por ti la mejor mujer. Cuando llegaste a mi vida, fuiste un regalo, y no podría decir más que, gracias. Prometo ser tu mejor amiga por toda la vida.

—Bueno ya que pasamos de los votos... ¿puedo darle un abrazo a mi mejor amiga?

—Sí puedes. —me abraza, este abrazo se siente como un consuelo a lo que he estado sintiendo.

—¡Aw, jóvenes enamorados! ¡felicitaciones por el compromiso! —una señora mayor que nos toma una foto.

—No, nosotros no estamos comprometidos.

—Oh, entiendo, es una lástima, hacen una radiante pareja.

Nosotros le agradecemos y sonreímos. Él me espera en la entrada mientras que camino de nuevo hacia los vestidores.

Llegamos a casa y me percato que no he visto a Dylan en todo el día. Intento llamarlo y escribirle, nada funciona. Ruedo los ojos. De acuerdo, supongo que no nos veremos hoy.

Parte de la tarde y noche es silenciosa. Salgo del baño con mi pantalón de pijama y franelilla gris. Stefan está sentado en mi cama con una sonrisa.

—¿Tienes alguna razón para estar aquí? —me siento a su lado.

—Élise tiene que hacer unas cosas de bruja y me pidió que la dejara sola.

—¿Hablaste con ella sobre su situación?

—Sí, lo hice. Fue extraño, nunca había pasado nada de ese modo en nuestra relación.

—Hay una primera vez para todo. Por cierto ¿sabes dónde está Dylan?

—No dejo una nota en su habitación, o al menos aquí.

Junta una de sus manos con la mía.

—Esperemos a que aparezca. Mi cuarto está al lado por si gustas a pasar. —sus yemas tocan mi pelo—No pienses en Dylan ahora, él llegará.

—Bien. Te creeré. —me sonríe de lado y sale de mi cuarto.

En plena madrugada acomodo mi cuerpo en la dirección opuesta. Una mano hace círculos en mi espalda y susurra mi nombre. Froto mis ojos.

—Dylan. —me siento con una mano posada en la cama.

—Hola, Allie. —me besa lento. Deja que me suba a su regazo, me quito la franelilla y quedo en bralette blanco. Él me sostiene firme y comienza a besar los hombros—-Te extrañé mucho hoy. —me besa en el cuello y gimo. Le quito el cinturón y muerdo su labio inferior.

—También te extrañé y ¿dónde estabas? —Dylan se alza y me da caricias en la mejilla—¿estabas en los asuntos de ángeles de nuevo?

—Ya lo sabes. —me levanto de su regazo y camino por la habitación—Allie... no es momento.

—Sí lo es. —me volteo—No dejaste una nota. No me contestabas las llamadas, ni mensajes...

—No hay señal telefónica.

—¡Estamos en el siglo XXI, por Dios! —le reclamo.

—Shh, no grites, por favor. No es necesario alzar la voz.

—¡Bien! ya no grito. Lo siento, es que no estoy de buen humor.

—Allie, aunque amaría contarte lo que hablo en mi trabajo, te dije que es confidencial.

—¡No me importa lo que digan esos malditos ángeles! ¡¿me entendiste?!

Él posa sus manos en mis hombros, buscando una forma de tranquilizarme que sabemos que poco ayudará.

—Escucha amor...

—¿Amor? nada de amor, Dylan, ahora no. Por Dios santo, necesito y quiero saber que has estado haciendo en esos asuntos de ángeles. Basta de secretos.

Él gira la cabeza en dirección a la puerta que se va abriendo. Stefan.

—Una de las grandes desventajas de ser una criatura sobrenatural es que escuchas todo a un volumen mayor y más nítido. —Stefan se pasa una mano por la cara—Demonios, ya tengo suficiente con escucharlos por las noches —él y yo nos miramos—y antes de que lo pregunten, sí los escucho, no es agradable escuchar lo que sale de sus bocas. Y no me hablen de los gemidos, ese es otro tema que no quiero ni necesito tocar —suspira—. Se siente increíble desahogarse. Gracias al cielo que esta noche no tengo que pasar por eso. Ahora que ya pasamos esa parte, díganme ¿qué les pasa?

—No es tu asunto, hermano.

Inclina la cabeza y se adentra un poco más al cuarto.

—Sea lo que sea, debes decirle lo que te pasa a tu novia, ella es todo para ti. Por algo son pareja ¿no? ay, Dylan, hermano, vete a dormir, te ves exhausto. Podrán resolver sus problemas mañana.

—Stefan, por favor, no quiero que te metas en esto ¿puedes salir, por favor? —el final lo digo con mi voz quebrada.

—Claro, lo siento. Ojalá lo resuelvan. —Stefan nos deja solos de nuevo, y gracias al cielo. No puedo dejar que se entrometa.

Ya que estamos en pleno silencio, continúo:

—Tú no sabes cómo me he sentido. Nos hemos visto poco estos últimos días ya que tu trabajo te demanda tiempo y lo entiendo, pero es tan poco tiempo que no sé cómo está nuestra relación, y también me puedo llegar a sentir como una estúpida novia.

Esta vez le camino a un lado y me quedo en el borde de la cama, aún con el bralette puesto, pero con nada más y mis brazos sobre mis muslos con mi cabeza vagamente inclinada al frente. Dylan se posiciona de rodillas.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Venías exhausto y nunca encontraba el momento oportuno para contarte cómo me estaba sintiendo, hasta ahora por supuesto.

Dylan y yo nos levantamos al unísono. Mis brazos rodean su cuerpo antes de que él pudiera hacerlo antes.

—La próxima vez, dímelo. Dímelo así esté muriéndome del sueño, yo te escucharé.

—Tú también me puedes decir lo que quieras. —susurro contra su pecho—Gracias, amor.

—Gracias a ti por contarme. —dice de vuelta con un beso en mi cabello.

En la tarde del día siguiente todos se ocupan de su vestuario y apariencia. Llevo puesto mi vestido color rosa viejo hasta el piso, aretes y dos pulseras plateadas. Entro en la habitación de Dylan. Lo ayudo a colocarse la corbata, primero rodeo el cuello con la misma de la camisa y empiezo; cruzo el extremo ancho sobre el angosto, doy vuelta con el extremo ancho por debajo del angosto, vuelvo a dar otra vuelta con el extremo ancho, luego jalo el extremo ancho hacia arriba a través del lazo del cuello, bajo el extremo ancho a través del nudo frontal y por último le ajusto.

—Gracias. Por cierto, tengo un regalo para ti. —Dylan va a buscar dentro de su closet, me entrega un ramo pequeño de cuatro rosas—Las conseguí para ti, sé que son tus favoritas.

—¿Rosas? —digo con una sonrisa y sosteniéndolas—¿cuándo las compraste?

—No hace mucho. Hace mucho que no te regalo nada entonces decidí hacerlo hoy.

—Ahora que lo pienso, yo no te he dado ningún regalo.

—No tienes que darme nada, con que seas mi novia me llena de alegría.

—Están preciosas, me encantan. Muchas gracias. —dejo las rosas en la cama. Poso mis manos en sus mejillas y mis labios tocan los suyos. Procedemos a salir.

La boda es en el campo y al cabo de una hora comienza a caer el atardecer. Isobel camina hacia el altar con un vestido de sirena y el cabello semirrecogido, Jordan la mira con ternura. Luego de la extensa ceremonia, nos dirigimos a la fiesta a unos pasos del lugar.

Dylan y yo vemos a los novios bailar en la pista. Las luces del salón están enfocadas en ellos.

—Se ve que son felices.

—Lo son. —aclara él—¿quieres salir de aquí y dar una vuelta? hay un sendero a pocos pasos de aquí.

—Em, sí, hagámoslo.

Él me lleva. Nos adentramos a un lugar que no pensé que iba a venir, por un tiempo. Caminamos más allá y bajamos cuatro escalones. Todo aquí abajo es oscuro en comparación a arriba que tienen luces. Veo columpios viejos y un cartel. Esto solía ser un parque.

—Está un poco tétrico aquí abajo ¿no prefieres subir y seguir caminando?

Deja su chaqueta en el columpio.

—Descuida, será por un rato y luego nos iremos. —Dylan me besa con pasión e introduce su lengua a mi boca. Me besa el pecho por encima del vestido y agarra con fuerza mi espalda.

Exclamo de dolor en mi cabeza.

—¿Qué tienes? ¿qué fue eso? —me pregunta, pero no sé la respuesta. Da por hecho que no sé lo que es, se acomoda la camiseta, agarra su chaqueta y ambos subimos. Los encontramos a todos en la entrada. Élise nos hace una señal con la cabeza y entramos al auto. Dylan yo nos sentamos en los últimos asientos. Stefan y Élise están dormidos. Veinte minutos más tarde me acuesto en sus piernas, pero no me duermo. Él me levanta el vestido.

—¿Qué estás...? —le susurro.

—Shh, mantén silencio. —me baja la ropa interior, explora y lo encuentra. Me cubro la boca y con la otra mano agarro fuerte sus pantalones. Ahogo un gemido. Su mano sube por mi glúteo desnudo y acaricia. Sus labios me besan de sorpresa en el lateral del muslo. Fijo mi mirada en él. Me sube la ropa interior y hace una señal para que me coloque sobre sus piernas—¿sabes cuánto te amo, Allie?

—Lo sé muy bien. Yo también a ti.

Todos se van a dormir. Él y yo nos dirigimos a su habitación. Pasamos veinte minutos despiertos, y después nos dormimos. Procedo a disponer de su camiseta y dejar que nos abrigue la tenue sábana y el calor de nuestros cuerpos juntos.

Al cabo de una hora su cuerpo parece inmovilizarse. Me incorporo en la cama rápido y presencio unos ojos vacíos, y mirando directo al techo.

—Dylan. —digo susurrando con voz ronca. No se mueve—¿Dylan? me estás asustando, no es divertido lo que estás haciendo.

Tomo su pulso y reviso su respiración. Aún está vivo. Buena señal.

Parece que tiene... parálisis del sueño.

«Ay, maldita sea ¡maldita sea!», maldigo.

Maldigo de nuevo mientras echo mi torpe cuerpo atrás. Me caigo de la cama y mi cabeza pega contra la pared. Arrastro mi cuerpo a la mesa de noche más cercana y encuentro una linterna.

—Demonios. —suspiro y busco por las gavetas de la misma, y luego de una extensa búsqueda, lo logro y cambio por unas que funcionen—Sí, encendió. Perfecto. Gracias a Dios.

Levanto mi cuerpo del suelo, apunto hacia él y a su alrededor, sin embargo, reviso la habitación completa. En el closet no hay nada, ni en el baño, pero de igual forma la atmósfera se siente pesada. Hay alguien o algo más, estoy segura.

Regreso al punto inicial y escucho a Dylan despertar.

—¿Podrías alejar la linterna? me lastimarás los ojos.

—Oh, perdóname. —escondo la linterna.

Dylan camina hasta mí y hace una muñeca de horror. Hace una señal con el dedo índice mientras toma la espada en mano. Una voz demoniaca me dice al oído:

—De rodillas.

Dylan mira al otro lado, sin embargo, la presencia también le obliga a él. Las manos del demonio se posan en mis hombros, frágiles y marchitas. Susurra unas palabras en un lenguaje extranjero. Esa voz de demonio -o lo que sea  porque no puedo mirar-, esa respiración sobre mi hombro que congela mi ser, y  esas órdenes, es lo más terrorífico que he tenido que escuchar en mi corta vida.

Intento moverme, incluso mover un dedo se me hace complicado.

—Quieta, no hemos comenzado.

No refuto y lo miro a él con ojos llorosos. Mis labios pronuncian las palabras: "Te amo"

El demonio no se detiene, una dureza se apropia de mis manos, no dejándolas moverse. Poco a poco llega a todo mi cuerpo. Suelto un grito ahogado. Entonces, él hace su movimiento, la espada se clava en el pecho y este desaparece.

—Allie ¿Allie? —revisa mis ojos—¿me oyes? ¡habla, por favor! Habla. —dice sin aire con sus brazos apoyados en mi espalda.

—El terror llegó a mí y no supe salir. Me salvaste...gracias.

Retira sus brazos de mi espalda, levanta del suelo y su mano es un soporte para levantarme sin tanto esfuerzo.

—Antes de que digas algo, no es tu culpa.

Asiento múltiples veces, sin poder hablar todavía. Pasan unos cinco minutos y ya siento que mis cinco sentidos regresaron.

—¿Tienes una idea de lo que iba a hacerme?

—Es posible que quitarte el alma.

Le entrego la linterna y él la deja en el suelo, posada en la pared.

—Sufriste una parálisis del sueño ¿cómo es que no sabía que tenías ese horrendo trastorno?

—No lo sabías porque no me ocurre todo el tiempo, amor. Te prometo que lo he controlado hasta el punto en el que no debo preocuparme por si lo tendré esta noche o la siguiente. Yo también estaba asustado, ojalá nunca te suceda, no lo podría soportar.

Nuestras narices se tocan una vez más y le beso la mejilla, nuestras respiraciones se unen en paz. Me sonríe y besa de lo más tranquilo a mis labios, como si fueran su lugar seguro.

—Haré lo que sea por ti ¿entiendes, Allie?

—Sé que lo harás y te aseguro que yo también.

Me da paso a sus brazos y consigo acoplarme a ellos. Es tan seguro y tranquilo. Es mi hogar.

—¿Oíste eso? —¿me veo sorprendida? la respuesta es no.

—No... no sé de qué me hablas.

—Es Stefan. —Dylan sale de la habitación tan rápido que podría ser transportación.

Enseguida todo mi cuerpo duele. Me desplazo con cuidado hasta llegar a la cocina.

—Adivino, Dylan fue el culpable. —especula Stefan, agarra una transfusión de sangre y la bebe de a poco.

—No tengo por qué decirte, sabes la respuesta. —saca una sonrisa y mira a Dylan.

—Saben, algunas veces me pregunto: ¿cómo puedes ser ángel, una de las criaturas más atractivas, y además, tener una boca sucia al mismo tiempo?

Se bebe otro sorbo. Dylan se toma un vaso de agua.

—Los hombres que he conocido a través de los siglos me dijeron lo mismo cuando estaba con otra mujer, y te diré lo mismo que les dije: Es un regalo que no todos los ángeles pueden poseer.

—Interesante... respuesta. —dice dejando pausas entre las palabras. Deja la transfusión a un lado y se toca la frente. Élise, Jordan e Isobel entran.

—Stefan, cariño ¿estás bien? —le pregunta Élise y mira la transfusión.

—No me siento bien, para nada. Creí que la sangre estaba infectada o algo, pero la sangre no lo está causando, es otra cosa.

Stefan grita y se pone de rodillas. Élise lo sostiene del antebrazo.

—Élise, me duele mucho, haz que pare. —él se levanta la camiseta.

—No tienes señal de estaca ¿cómo es que...?

—Siento que estoy falleciendo —ella empieza a sollozar—Siento que pierdo la consciencia y las luces están…extrañas ¿qué es esto?

Dylan me envuelve con sus brazos y también comienzo a llorar. Isobel y Jordan solo están en conmoción.

—Stefan, no, no, no. Tengo un hechizo, te voy a ayudar. —Recita diez veces las palabras: "Phasthes Di Vero, Scrates Di Vero"—No, debe funcionar.

Él le toca la mejilla y su mano toma firme la suya.

—Ningún hechizo puede revertir esto, Élise. Agradezco la intención de… ayudar, —a su voz se le va la fuerza—pero no creo que se pueda.

—¡No! —grito. Stefan me da una mirada—no puedes irte.

—Te quiero, Allie, siempre voy a quererte. Y Dylan...

—La cuidaré, Stefan, te extrañaré…todos lo haremos. —él le asiente en entendimiento a lo dicho y mira de nuevo a su pareja.

Élise llora desconsolada y lo abraza. Ella lo besa sin cesar.

—Tiene que haber un hechizo, todo puede revertirse. —oigo su voz susurrante con su frente en la suya—No estoy lista para dejarte.

Él le entrega un beso en los labios, es probable que el último.

—Sé que eres fuerte, Élise. Prométeme que, tú seguirás adelante y serás feliz, aunque yo no sea el hombre para ti ¿me prometes eso?

—Sí. Te lo prometo. —aprieta su mano en señal de juramento—Te amo, Sterling.

Sus ojos se llenan de lágrimas, y le besa los nudillos.

—Yo te amé primero y por eso, y solo por eso, te amo más.

Él cierra los ojos y suelta su último suspiro. Élise pega su cabeza a su hombro y admiro las finas lágrimas que corren por sus mejillas.

—Ven, no tienes que ver esto. —Dylan me lleva con él de vuelta a su habitación. Me cubro con las sábanas y acuesto de un lado.

Él se pega junto a mí, me besa en la sien y acaricia el antebrazo mientras yo lloro desconsolada sobre su pecho.

—Lo siento, Allie. Sé lo mucho que lo querías.

—Sí, lo quería como a un hermano Siempre me hacía reír. Lo perdí para siempre, Dylan. Ambos lo hicimos.

Llega la mañana y nuestras piernas están entrelazadas. Las sábanas blancas por poco no nos cubren. Dylan me agarra el mentón y siento los cálidos labios en los míos, cuidando que no se vuelva intenso, sino que sea como un algodón de azúcar, que me satisfaga la tristeza interior y me haga sonreír, aunque sean segundos. Le toco los músculos en su antebrazo y su mano queda en mi cadera. Mi dedo pulgar va de arriba hacia abajo en la curva de su cuello.

—Siendo honesta, no estoy lista para esto.

—Nadie lo está. Pero tenemos que enfrentarlo. —asiento con una lágrima recorriendo mi mejilla y yo la quito deprisa—Superaremos esta etapa juntos, Allie, y todas las que se nos presenten, eso no lo dudes ni hoy ni nunca.

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