▫️Capítulo 2 - Corazón acelerado -▫️
—Gracias por entender. —lo interrumpo—Nos vemos en el almuerzo.
Salgo del salón y comienzo a caminar sin vuelta atrás.
Segundos después escucho unas puertas cerrarse.
—¡Ey, Jensen! —lo escucho decir. Mis pasos son rápidos, al igual que los suyos—espera, ¡espera, por favor!
—¿Qué, Martin? —digo girando mi cuerpo en su dirección. Se acomoda la mochila en su hombro antes de hablar—, te dije que quería estar sola.
—Sí, lo sé. Escúchame, por favor, escucha. —me volteo decidida a seguir mi camino, sin embargo, él toma mi antebrazo lo que me obliga a mirarlo a los ojos— Perdón, Allie. Lo que dije estuvo mal, no medí mis palabras.
—Al menos en eso estamos de acuerdo, ¿algo más?
—¿Podemos hablar? ¿de un tema diferente?
—Ahora no Dylan, ¿puedes soltarme el brazo, por favor?
—Sí, perdóname. —me suelta el brazo con cuidado.
—Gracias. Hablamos luego en el almuerzo.
De igual forma, no nos vimos en el almuerzo. No vi a Dylan en todo el día para ser exactos, así que no tenía sentido seguir en el campus, me dirigía a las residencias, a mi habitación compartida con Sarah. Ya cuando oscurece me visto con mis pantalones de algodón grises, cubro mis pies con calcetines, me coloco una camiseta negra y llevo una bata de seda negra.
—¿Vas a algún lado? —pregunta Sarah sentada en su cama revisando uno de sus tantos libros.
—Estaré afuera, no me iré muy lejos solo quiero tomar aire fresco antes de dormir.
Ella asiente y vuelve su vista a los libros. Salgo del cuarto y voy al balcón privado de la residencia. Inhalo el aire, el viento me hace temblar. Una camioneta Chevrolet Traverse negra se detiene en el estacionamiento. Observo a Dylan salir y subir.
—Fue un lindo paseo, ¿no?
Él me mira—De hecho, sí. Gracias por preguntar.
Me cruzo de hombros—Me alegro que haya sido así.
—¿En verdad sigues molesta conmigo?
—No. Ya pasó. —le respondí de forma sencilla—Por cierto, recuerda cerrar tu puerta la próxima vez.
—¿Qué hacías en mi habitación?
—Nada malo, yo estaba… estaba buscándote, es todo. —digo aclarándome la garganta.
—Oh. —asiento y juego con mis manos— Podías haberme escrito.
—Sí, pude haberlo hecho, pero quería hacerlo en persona. —me rasco la nuca—Ya me iré a dormir, en fin, buenas noches, Martin.
—Nos vemos mañana, Jensen.
Se da la vuelta y va a su puerta. Se adentra y luego yo también, sin antes echar un último vistazo a las luces de su habitación que, de forma rápida, se apagan.
«Sí, nos vemos mañana.»
Pasan cuatro meses, en estos mis amigos y yo nos la pasamos con estrés y cansancio, pero nada que no se pueda arreglar con una buena organización. También planificamos un paseo y aunque tenemos incertidumbre por nuestro tiempo disponible, no podemos hacer pasar la oportunidad de una convivencia mayor y diferente.
Lo bueno de estos cuatro meses es que me siento más en confianza con él. Mientras le cuento mis sueños, mis miedos, y mi versión de vida, él escucha. Dylan también me ha contado lo que quiere.
Después de clases, Stefan, Josh, Sarah y yo nos encontramos en una de las mesas de la cafetería. Todos con sus respectivos libros abiertos y enfocados en sus propias asignaturas. Todos alzamos la vista al ver que Dylan se sienta con nosotros y a la vez dice:
—¿Cómo están mis mejores amigos?
Nos miramos antes de dar nuestras respuestas individuales.
—Estudiando. —dice Stefan.
—Con ganas de irme a la cama, si quieres honestidad. —Sarah le sigue.
—Quizás necesite unas vacaciones extras. —Josh acota.
—Con dolores de cabeza...interminables.
Dylan aprieta los labios. Saca de su mochila un paquete de fármacos y me da una. Le agradezco y luego sigo con mis deberes.
—¿No deberías de estar estudiando también, Dylan? —le pregunta Stefan.
—Debería... les tengo una propuesta, ¿qué tal si vamos a la biblioteca por la noche y estudiamos ahí todos juntos?
—¿Por la noche?, ¿a qué hora de la noche?
—Antes de la medianoche, quizás. Depende de lo que quieras, Allie.
—¿Acaso sabes cuándo cierran? —inquiere Josh.
—Lo sé.
—¿Eres amigo del bibliotecario? —pregunta esta vez Sarah.
—Yo no diría que somos amigos, pero soy amable y además voy la mayoría de veces porque me canso de estar en mi habitación entonces... robé una copia de las llaves.
—Que mierda... —empieza a decir Stefan—hermano ¿es chiste?
Dylan saca la copia de las llaves de sus jeans y la deja en la mesa.
—El bibliotecario es un hombre mayor, mañana se la devolveré, no se preocupen. Tenemos toda la noche para nosotros sin interrupciones —sus ojos se fijan en mí—ni distracciones.
—De acuerdo. Hagámoslo. —le replico.
Sarah y yo hacemos nuestros trabajos y agarramos nuestras chaquetas del frío. Tocan nuestra puerta y Sarah procede a abrir.
—¿Qué tal, señorita Grimaldi?
—Stefan, ¿qué haces aquí? —le cuestiona.
—Soy un caballero con mis mejores amigas, permítanme que las escolte.
—No necesitamos que nos escoltes. —le dice ella
—Ay, por favor, no seas tonta y déjate escoltar por mí.
—A mí me parece un lindo gesto. Gracias, Stefan. —digo caminando a su lado.
—¿Ves? de esto estoy hablando.
Ella asiente con la cabeza.
—Sé a la perfección de lo que hablas. Hay que irnos.
Sarah cierra la puerta tras de sí y nos dirigimos a la biblioteca donde, para nuestra sorpresa, ellos ya se encontraban. Dylan gira la perilla de la puerta y una campana suena en cuanto nuestros pies atraviesan la alfombra.
Todos nos sacamos las chaquetas y las colgamos en los percheros. Esto es gigante: al menos diez estanterías a cada lado y mesas largas en el medio con candelabros.
Dylan nos entrega velas a todos como se hacía en la edad contemporánea. Unos se quedan abajo y otros para arriba, incluida yo. Empiezo a ver títulos de libros de medicina, leyes, y también de libros que no tienen nada que ver. Clásicos y algunos contemporáneos, pero más clásicos como: Anna Karenina, la inquilina de Wildfell Hall, Drácula, y muchos otros.
—Esto es aún más impresionante de noche.
—¿Cómo dices? —pregunta Dylan a unos metros de mí.
Voy hasta él que está sentado en una mesa. Ambos nos centramos en nuestros libros. La luz del candelabro se refleja en su piel.
—Dije, que esto es aún más impresionante de noche —le repito a su lado. Él me sonríe amistoso y se pone a revisar las páginas de su libro—, ¿qué estudias?
Mueve el libro para que yo pueda verlo.
—Son las técnicas para emergencias, no está en lo que tengo que estudiar, nunca está de más reforzar. Escucha, Allie...
—¿Sí? dime. —respondo de inmediato.
—¿Dónde vivías antes de llegar aquí?
—Originalmente vengo de North Adams.
—Es un poco lejos de aquí...
—Solo dos horas, no es tanto —le digo y ojeo el libro. Él posa su puño en su mejilla—, ¿por qué esa cara?
—Me gustaría visitarlo algún día, creo que me agradaría saber de dónde provienes.
—Es lindo en realidad. Estoy segura que te gustará cuando vayamos.
—¿Cuándo vayamos? Jensen ¡¿vas a llevarme a tu puerta?!
—Depende de si lo quieres, podemos ir a North Adams y también buscar otro lugar por si no te convence del todo.
—Oh, entiendo. —me guiña un ojo.
Inhalo y le doy un golpecito en el antebrazo.
—¿Qué? yo no pensé mal, tú lo pensaste mal. Allie tienes que limpiar tu mente.
—Escucha, yo no pensé mal... —replico.
—Por favor. Allie no te hagas inocente, si quieres acostarte conmigo solo tienes que pedirlo.
Entrecierro mis ojos y sacudo mi cabeza.
—Espera, ¿qué dices?
Él cierra el libro y su cara queda a centímetros de la mía. Su pulgar toca mi labio inferior y se queda en medio de ambos labios.
—¿Quieres o no? —me susurra.
Yo abro mi boca y dejo que introduzca su dedo. Su dedo explora mi boca y mi lengua lo roza. Él hace expresiones con sus ojos y luego lo saca. Él achica los ojos en señal de impresión y mira alrededor, no hay nadie más que nosotros aquí, todos están abajo.
—Espera, espera ¿en verdad quieres?
Le acaricio la mejilla.
—Ya te lo he dicho varias veces, pero por si no te has dado cuenta aún, no me gusta acostarme con alguien y después irme como una más. Prefiero no hacer eso porque pienso que me voy a encariñar con la persona y...
Dylan me da golpecitos en mi mano.
—No tienes que darme explicaciones, querida, lo entiendo.
Me levanto de la mesa y agarro mi vela.
Mi mano toma la escalera y subo con cuidado al séptimo escalón. La luz me hace ver algunos títulos de libros que necesito, entonces los agarro de a poco.
—Estaré abajo por si me necesitas.
Los pasos de Dylan los escucho distantes. Tomo otros libros y de repente se me caen todos al suelo. Diablos. Mi mano se sostiene de un escalón y se me cae la vela al suelo, y se apaga. Esta escalera es horrenda. Bajo un escalón, pero cuando siente mi peso se destruye, y me hace caerme.
Mi oído vuelve a escuchar y se ajusta a la voz y mi piel a su tacto. Mis ojos se abren despacio y se enfocan primero en sus ojos.
—Dylan... —susurro sin aire. Él me toma la mano con fuerza.
—No hables. Todo está bien. —toca mi hombro—Escuché cuando te caíste. Tomé tu pulso en el cuello y te di respiración boca a boca. Todo está en orden.
—Te...
—¿Me...?
—Te quiero.
—Yo también te quiero a ti. —me dice de vuelta. Él se levanta y me ayuda. Se queda mirando mi clavícula—Wou, eso no se ve bien.
Dylan me toma la mano y bajamos las escaleras, mis pies se detienen cuando los suyos lo hacen. Toma una bolsa pequeña con hielo. Tiro de su brazo con la poca fuerza que tengo.
—Espera. Dylan, aguarda. —le suplico.
—¿Qué? ¿te sientes mal?
—Un poco, nada grave. —él coloca la bolsa de hielo en el moretón y la hunde. Inhalo y saco un suspiro y mi mano agarra su muñeca—Con cuidado.
—Perdóname, ¿te dolió? —le niego con un movimiento de cabeza, luego yo sostengo la bolsa de hielo. Él toca mi cuello, manos, mejillas y frente—Allie, estás ardiendo.
—¿Estás seguro de eso?
—Habrá que ver qué dice el termómetro, pero estoy seguro que sí es así.
Los chicos vienen a ver lo que sucede. Todos concluimos en ir al cuarto de Dylan. Me acuesto en la cama y él me ordena que abra la boca para colocar el aparato.
—Es oficial, tienes fiebre. —informa Dylan.
—Eso no puede ser. Quedamos con que mañana iríamos de paseo.
—Si no puedes ir podemos programarlo para otra fecha. —dice Stefan.
Suspiré. Dylan me sienta a mi lado y dice:
—Veremos cómo amaneces en la mañana, si sigues con fiebre, haremos lo que Stefan dice, si todo sale bien iremos, por ahora, enfócate en descansar. —le asiento, su vista se va a nuestros amigos—Ya pueden irse, gracias por ayudar.
—Cuando quieras. —le responde Josh dirigiéndose a la puerta, luego le siguen Sarah y Stefan mira a Dylan por unos segundos antes de decir:
—Buenas noches, Dylan, confío en que la cuidaras bien. Descansa, Allie.
Le hice un gesto rápido con la cabeza y ella parte fuera de la habitación. Ya no está junto a mí. Me levanto de la cama y lo encuentro en su closet. Paso unos minutos en el baño. Mis pies se dirigen a la cama, me acuesto y mis ojos perciben cómo se dirige dentro. Muevo mi cuerpo por la cama y encuentro a Dylan levantado viendo su celular.
—¿Te sientes mejor o peor? —pregunta viéndome.
—No pienso que haya cambiado mucho. —él deja su teléfono en la mesa de noche y presiona con su dedo el interruptor que apaga todas las luces. Dylan se acuesta sin camiseta y pasa una mano por mi hombro.
—Sigues caliente. Si quieres puedes quitarte la cobija.
—No, está bien. Lo que tengo es frío.
Él me pasa otra cobija, se lo agradezco mientras me cubro y entro en calor.
—Bien, buenas noches.
Dylan me da la espalda, pero mi mano se posa en antebrazo y lo voltea a mi dirección. Una de mis manos va a su pecho, junto con mi cabeza y la otra busca su espacio de descanso en su cuello.
—Gracias por ofrecerte a cuidarme.
—No es molestia. —alzo la mirada y él me mira fijo. Su respiración se vuelve lenta y con control. Logro distinguir su sonrisa y el brillo de sus ojos en la oscuridad—¿qué?
Mis labios le respiran en el cuello y mis dedos le trazan la mandíbula. La punta de nuestras narices se tocan. Le beso la mejilla y acuesto de nuevo en su pecho.
—Allie...
—Puedes decírmelo en la mañana ¿sí? hay que descansar, mañana será un gran día.
Mis párpados se logran cerrar gracias a la tranquilidad y la oscuridad del cuarto. Ese día le pido a una estrella un deseo, un deseo que, aunque pudiera tomar tiempo, quería que se volviese realidad.
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Holaa ¿cómo están?
Capítulo 2 de El Vínculo Eterno mejorado.
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Hasta la próxima actualización.
-Cynthia🤍
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