▫️ Capítulo 16 - En vía al pasado -▫️
Stefan me abraza y yo aspiro su aroma a vainilla. Paso parte del día hablando con él, hasta el atardecer. Cuando llegamos él deja sus cosas en su habitación que está al lado de la mía. Hablamos por un rato y luego él decide irse con Élise a dar un paseo; me cuenta que se irían a la tan esperada cita que él le tenía planeada desde meses.
A la hora de cenar sola la única sensación que me da es de la tranquilidad que uno puede tener consigo mismo, la paz mental, sin embargo, de vez en cuando es preferible no tener tanto silencio en tu cerebro, aunque, aun así, preferiría obtener el silencio en mi mente que en mis alrededores.
Dylan=Ven a mi habitación. Debo hablarte.
Me entra un ligero escalofríos por el cuerpo, pero aun así me armo de valor. Esas palabras siempre darán cosquilleos, sea la noticia buena o mala.
Dejo el plato y camino por la ancha escalera y entro a su cuarto sin avisar, él está viendo la ventana, está viendo la oscuridad del bosque a metros de sí.
Toso con el motivo que sepa que estoy ahí con él. Él se voltea con las manos en los bolsillos, se sienta en la cama y palmea a su lado. No hablo, él me acaricia la mejilla, después de horas sin estar en contacto.
—¿Para qué querías que viniera?
—¿Cómo te sientes después de lo de ayer? ¿estás bien?
—Estoy mejor, gracias por preguntar. —Él me abraza, lo siento cálido y también como en casa, él es mi casa, con él me siento protegida...
«No, yo no necesito ser protegida por él, puedo conmigo porque sé de lo que soy capaz ¿él me brinda más? sí, lo afirmo, es posible, pero es eso y no más y no menos.»
Dylan se separa cuando estaba punto de echarme a dormir en sus brazos. Nos vemos unos intensos segundos y besa lo más delicado y despacio que puede.
—Me enviaste un mensaje, decía que querías hablarme sobre algo me supongo que es crucial para ambos.
—¿Has recordado algo más del sueño que hayas pasado por alto?
—Unas escenas extrañas mientras soñaba, lo estaba recordando —suspiro—. Y tú estabas allí también, te vi tocando el piano, la misma pieza que antes había sonado. —él me pide que le diga el ritmo e intento hacer mi mayor intento. Dylan lo capta y sigo—Me viste. Me lograste ver y luego me llevaste a una habitación. Al parecer yo no era un fantasma. Y un hombre estaba contigo cuando entré viéndote tocar.
—¿Recuerdas cómo era el hombre? —me pregunta.
—No, en realidad no. Tu usabas chaqueta negra con pantalones, cuello alto. Había muchas personas y siempre estaban viendo donde estabas y me preguntaban a mí. Pensé que no sería visible para ellos. La gente danzaba contigo y algunos cantaban, me supongo que fue un evento importante. La misma canción que tocaste en el piano, la habías bailado minutos antes con las personas, pero la que me llamó la atención fue, una mujer que parecía que había bailado contigo veces anteriores, estaban muy bien coordinados con la música en comparación con los otros.
Él me agarra la mano y lleva abajo. A una sala desconocida. Hay un piano. Él se sienta en él y se pone a tocar. Esa es la pieza que había escuchado. Hermosa. Me quedo helada al ver lo habilidosas que son sus manos, yendo de los semitonos y tonos al ritmo en el que mi instinto dice que es correcto y sin errores en las técnicas implementadas.
Me siento en el banco negro, a su lado derecho y sentir en mi alma el final de la pieza.
—Fue hermosa, con vida y clásico ¿alguien te la enseñó?
—Sí lo es. El nombre es: Danza húngara. La mujer con la que bailé me enseñó a bailarla, un vals romántico, pero yo la aprendí a tocar en piano y hasta ahora es una de mis favoritas, no he logrado encontrar otra composición con más sentido nostálgico que esta.
Le agarro el brazo y poso mi cabeza en su hombro.
—Te veías irradiando felicidad esa noche. —exhalo—No estuvo bien estar en un recuerdo tan tuyo y tan preciado.
—Me alegro que hayas visto esa pequeña parte de mi pasado, aunque yo no te lo pedí ni nada parecido, me alegra que lo hayas hecho. Ahora ese recuerdo no es sólo mío, te pertenece a ti también, y es saber que es tuyo también a mí me fascina.
Me da un beso en la frente y abrazamos por un rato interminable, y esa de cerrar los ojos, entro al sueño de nuevo:
“Me veo a mí misma corriendo de nuevo a la casa y me detengo al escuchar un piano. Es un hombre, no estoy segura que sea Dylan, pero voy con él sin importar nada. A mitad de camino percato de mi camisón sucio y también mis piernas, y pies. Le agito el brazo con la esperanza de que me perciba.
—Ey ¿me oyes? —le pregunto. Dylan se levanta y me mira de arriba abajo. No soy invisible para él, y no lo soy para los otros. Dylan posa sus manos en mis hombros—dios mío ¿estás bien? estás...
—Andrajosa. —dice sin más un señor mayor que se queda a su lado. Le doy una mirada rápida y fijo mis ojos en Dylan. No puedo llamarlo por su nombre, lo asustaría—Es mejor que la lleves a la bañera, Dylan, no estoy dispuesto a molestar a los sirvientes de hoy.
—¿Puedes esperar? —pregunta dirigiéndose a él. Observo bien su traje: cuello alto blanco, chaqueta negra, pantalones y botas. Su cabello se ve tieso. De pronto, siento mis ojos con picor y lagrimosos ¿es porque estoy viendo a Dylan en una época en la que siquiera pensaba que nos conoceríamos? —¿qué pasa, preciosa joya? ¿por qué los ojos rojos?
—No es nada, estoy bien. Quizás sea alergia, debo lavarme la cara y con los minutos recuperaré la postura ejemplar.
—¡Agh! siempre es lo mismo. —expresa el hombre con disgusto— Las mujeres siempre necesitan un consuelo, es tan estúpido ver a alguien con semejante fragilidad.
«¿Cómo se atreve a decir eso? ¿cómo es que puede tener una opinión sin yo haber empezado “el acto de llorar”?»
—No hables así, cuida tus palabras frente a la dama, por favor. —le reclama al señor mayor, pero a él no parece importarle. Dylan me mira—Lo siento, se pone así cuando pasa su hora de dormir.
—Basta de cháchara, llévala arriba y ayúdala a darse un baño.
Dylan asiente, me ofrece el brazo y me lleva con él. Vamos por el pasillo. Observo todo bien pulido y objetos de valor en cada rincón, así solo sea uno. Caminamos por la amplia escalera y mis ojos no paran de captar la hermosura, lleno de plateado y otros colores. Doblamos a la izquierda y entramos a la penúltima puerta.
La cama es matrimonial, podríamos dormir ambos, pero no creo que le gustaría dormir con una desconocida a su lado. Descarto la posibilidad de que pase. Su mano que pasa por mi espalda me da escalofríos. Deja su chaqueta sobre la silla al lado del escritorio.
—¿Aquí es donde duermes y tienes tus pasatiempos?
—Es donde duermo, mis pasatiempos están abajo o afuera, dependiendo de mi ánimo.
—Lo lamento. Disculpa mi actitud abajo, no quise parecer…frágil.
—¿Por qué te disculpas? —me pregunta con comprensión y toca el cabello ondulado—no te preocupes por él, cuando no suele tener buenos días se comporta irritante. No pensaba que esa sería su actitud siendo hoy mi cumpleaños, pero no podía haberlo sabido.
—Feliz cumpleaños y ya que estamos, gracias por defenderme, o eso creo, la forma en la que se lo dijiste me sorprendió.
—Primero, gracias por felicitarme, segundo, mi padre no tenía derecho de hablarte de ese modo así no estuviera de buen humor, además, él ni siquiera te conoce, aunque… yo tampoco. —admite.
La habitación es toda abierta, la bañera está en el centro de la habitación con unas dos columnas hechas con cemento y pintada de gris. Dylan me abre el grifo y deja que el agua se eleve.
—¿Estás cómoda si me quedo? —toco el bajo nivel y espero a que llegue a la mitad de la misma. Al menos el silencio no nos incomoda.
—¿Tú estás cómodo con una mujer desnuda frente a ti?
—La desnudez es natural, en estos tiempos se aprovecha la desnudez con el sexo, pero yo no quiero eso, me gusta apreciarlo y verlo con los ojos de: no es un momento exclusivo para procrear.
Me quito el camisón por arriba y él me ayuda a entrar a la bañera. Desciendo y estiro mis piernas a lo largo, suspiro de la calma que el agua brinda a mi cuerpo y los músculos que relaja. Dylan con la esponja me quita las manchas de suciedad en las mejillas.
—Disculpa mis modales, no te he preguntado ¿cuál es tu nombre?
—Allie ¿cuál es el suyo?
—Dylan, Dylan Martin para ser más formales. Perdona mi leguaje con lo que diré, pero, eres una preciosa mujer, Allie.
—Oh, gracias. —le digo en tono bajo. Quiero besarlo y seguro que él también, y si lo está ¿por qué no lo hace?
Dylan me sonríe de lado y a la vez pasa la esponja por mis brazos. Me pide permiso para ir a mi abdomen, senos, zona del bikini y muslos, y yo lo dejo hacer su trabajo. Cuando termina me sonríe amigable por segunda vez, pero esta se ve más picarona.
Me ayuda a salir y cubre con una fina tela para secarme. Ya con el cuerpo seco, él pega ambos cuerpos y seguro escucha lo acelerado que está mi corazón. Pone sus manos en mis mejillas y besa. Pasa sus manos a mi espalda baja, pero no se atreve a pasar más de allí, es todo un caballero. Nos separamos y ninguno de los dos dice nada, pienso que va a disculparse, pero no es así. Me coloco el camisón que me entrega puesto sobre la cama y acuesto. Él me mira desde la pared y se va acercando a mí.
—Supongo que mi trabajo ha terminado. —miro las sábanas rojas, su pulgar toma mi barbilla y me hace verle el rostro—Dormiré en la habitación frente a la tuya, toca si me necesitas.
—Gracias... por todo, Dylan, fuiste un total caballero.
—Pienso que mi madre me crió bien, me alegra haber sido de ayuda. —él me besa el dorso de mi mano—Que tengas buenas noches, señorita Allie.
—Igual para usted joven Dylan, espero que la velada de abajo sea de tu agrado. Oh, y no olvide darme un beso la próxima vez.
—Tómelo por hecho, señorita Allie. —Dylan suelta la chaqueta en mi cama, viene a mí y no tarda en aparear nuestros labios, el beso es de un ritmo perfecto, el sabor exquisito y húmedo y la exhalación al final encantador—¿satisfecha o no le cubrí las expectativas?
—Lo decía en broma, joven Dylan, sin embargo, estoy satisfecha.
—La próxima vez no piense en hacer un comentario de ese tipo en broma, señorita Allie, no funcionará. Piénselo dos veces, se lo pido.
Él me sonríe con perversidad. Dylan levanta su chaqueta de mi cama y la sujeta sobre el hombro y como forma de despedida hace un gesto de cabeza antes de dejarme sola en la habitación.”
Me despierto en la cama de él en medio de la noche y con los sonidos de afuera.
—¿Qué haces, Allie? —pregunta con voz ronca y estira sus brazos a lo largo de la cama—duerme ¿sí?
—Dame un segundo. —me levanto de la cama, alzo la cortina transparente y ahí está, la ventana abierta, cierro con brusquedad, cómo si temiera el animal que pudiera entrar. Veo la luna y la sombra no deja de enfocarse en el suelo. Siento sus manos posadas en mis hombros.
—Ya va llegar. —su aliento apunta al interior de mi oído ¿debería temer? ¿debería no temer? lo que ocurrirá me da intriga. Sostengo su brazo con firmeza y poso mi cabeza en su hombro mientras mis dedos viajan perezosos a su pecho. Tiene razón, ya va a llegar.
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