▫️Capítulo 14 - La habitación de luces azules -▫️
La carretera se me hace interminable. Intento mirar a la ventana y dormir, pero no puedo.
—Dylan... son las once, llevamos una hora ¿no crees que deberíamos parar y dormir?
—¿No puedes dormir en el auto?
—No logro quedarme dormida. Además, si llegamos a aquella casa nadie estará despierto.
—Bien, tienes un punto a favor. —se detiene a un extremo de la carretera, no dejando interferir con el tráfico nocturno y me entrega su teléfono en la palma de mi mano—Busca el motel más cerca de nosotros.
Por supuesto que con la firmeza de mi agarre lo mantengo en su sitio, sin embargo, giro leve mi cabeza a él y entrecierro mis ojos.
—¿Un motel dijiste? —pregunto desconcertada del asunto.
—Motel, hotel, busca el que esté más cerca.
Busco en la aplicación y me aparecen un montón de opciones, unas más cerca y otras más lejos por lo visto, cerrados y abiertos. Una búsqueda exhaustiva.
—¿Encontraste? —inquiere con su mano en el volante.
—Sí. El motel más cercano está a veinte minutos.
Nos ponemos en marcha y luego de quince minutos llegamos a nuestro destino. Logro ver que hay un par de personas gracias a veinte autos estacionados. El ambiente es propicio y el motel se ve acogedor: es un edificio de color piedra, las luces blancas destellan su resplandor por los aires y alrededores, y también tienen una fuente en la entrada con una estatua de ángel mediano en la cima. Bajamos las maletas esenciales y entramos. Una recepcionista mujer con acento inglés nos atiende.
—No nos quedan muchas habitaciones, pero, pueden obtener alguna del piso treinta...
—La queremos. —se apresura a decir Dylan.
—Perfecto, ahora... ¿desean una cama o dos?
—Con una cama estaremos bien.
—De acuerdo. La cama en la habitación es tamaño king ¿les parece? —la mujer inglesa nos sonríe, para ser exacta se le queda viendo a Dylan con sus blancos dientes y labios rosados. Sus dedos se acercan a los de Dylan y comienzan a acariciar, simplemente es...irrespetuoso y desagradable. ¿qué no ve que estoy aquí?
—Emm, pues... —la mujer, que le calculo unos veinte años, se está pasando de la raya, tengo que hacer algo.
—Sí, nos parece estupendo, gracias —procedo a intervenir, sacar de mi billetera mi tarjeta de débito y pagar por nuestra estancia.
—¡Que lo disfruten! —nos tiende la llave y ambos le agradecemos una última vez. Nos subimos al ascensor y esperamos a llegar al piso treinta. Esto se tardará entonces:
—¿Esa mujer te hizo sentir incómodo?
—Creo que esa pregunta va más para ti que para mí ¿te hizo sentir incómoda, amor?
—Me pareció irrespetuoso nada más.
—Sí, no estuvo bien por su parte. A propósito, gracias por pagar.
—No es molestia. Era mi turno de hacerlo.
Vamos a la segunda puerta a la derecha. Dylan gira la llave y me hace pasar primero. Dejo las cosas en el suelo y él cierra la puerta con seguro. Camino por la habitación, tiene luces led en el techo con una pequeña abertura, una mini nevera en la otra esquina, la puerta del baño delante de mí, muebles altos color negro pegados a la pared y la cama tamaño king. Mi mano se desliza por la suavidad de las sábanas.
—¿Está bien si me baño primero?
—Ehh... —volteo—Sí. Revisaré la habitación.
Él asiente y yo me dirijo a los muebles altos. Abro el del medio y veo: Esposas de oro, juguetes, vibradores y sogas de algodón largas, toco el material y estiro. Lo coloco en su lugar y cierro el mueble, busco en mi maleta mi pijama. Entro sin previo aviso al baño y Dylan está en toalla.
—Perdón, tuve que tocar antes.
—Tranquila, es todo tuyo. —él me pasa por al lado con la piel mojada—Y ten cuidado en la ducha Allie, no te vayas a resbalar.
—Descuida, la puerta no tendrá cerrojo, puedes pasar si algo me ocurre.
—Bien. —agarra la manija y cierra la puerta.
Me doy una ducha rápida, seco el cuerpo y aplico loción, cepillo mi cabello y echo perfume en el cuello, sólo por si acaso. Mi mirada va al espejo y ahí se queda un rato, desvío la vista a mi pijama y luego una bata fina blanca, mis ojos van arriba y abajo sin poder decidir qué hacer. Paso cinco minutos batallando con mi mente sobre qué hacer
Salgo del baño. Dylan está acostado en la cama con su celular, sin camiseta y me supongo que usando un bóxer. Guardo la pijama en mi maleta y quedo parada, él se incorpora al verme.
—¿Te meterás a la cama?
—No. —me limito a decir.
—¿Y por qué no lo harías? —no le respondo. Agarra el control de las luces y suspira—Las luces blancas son aburridas, quiero un color atrevido ¿cuál eliges?
—El que quieras está bien.
—Bueno no es que es respuesta me ayude, pero, elegiré azul oscuro. —las luces se tornan del color, dándole a la habitación el color atrevido necesario, me encanta—¿quieres ver televisión?
Niego con la cabeza—No, de hecho, no quiero nada de eso —Él se vuelve a su celular—¿me prestas tu teléfono?
—Sí, claro. —me lo entrega en mi mano y le digo las gracias. Se lo apago y dejo en la mesita de noche—¿qué hiciste, Allie? ¿qué tal si me llaman?
—Tendrá que esperar, amor. Lo único que quiero oír esta noche son nuestras voces.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Tendrás que averiguarlo. —él se levanta de la cama y queda frente a mí, lo veo de arriba abajo y sí, usa un bóxer negro. Viene a mis labios, retrocedo un paso—¿por qué estás en bata? ¿qué sucede? digo, estás hermosa pero, nunca te había visto así.
—Nada. —me desamarro un poco la bata, pero no me dejo al descubierto, todavía no. Le doy la espalda.
Ríe suave—¿No me lo pondrás fácil, verdad, Jensen?
—No, Martin, no lo haré.
Ninguno de los dos dice nada por segundos, pasa un minuto de silencio mutuo. Me concentro en las luces hasta que él pronuncia las palabras:
—Muéstrate —respiro hondo y desciendo la bata hasta la espalda baja, lo miro de reojo y mi sonrisa hace presencia en el juego.
La dejo en el suelo y no aparto la mirada. Él se acerca, pone una mano en mi cintura. Comienza besando el cuello despacio y luego con pasión, suspiro. Su mano acaricia mi antebrazo.
—Eres preciosa, Allie.
Me volteo para que me vea de cuerpo entero, solo suelta un suspiro y levanta una ceja. Acerca nuestros cuerpos. Sus traviesas manos pasan de estar en mi espalda a estar en mis glúteos, inhalo y exhalo. Su mano impacta en mi piel, el ardor pasa de mis glúteos y se intensifica en mis nervios dejándome abrazada a él gracias a la intensa nalgada. Mantengo mi postura, alzo la barbilla y él es el que se lanza a mis labios.
Me agarra de los brazos y pega a la pared sin dejar de besarme. Le acaricio su cabello y él mi cabello. Me besa la sien y luego me mordisquea cuello, con ganas de arrebatarme la piel, mis manos tiemblan, intento tomarle los mechones de cabello, pero no lo logro. Agarro su rostro y pego rudo nuestros labios de nuevo. Le muerdo el labio inferior, bajo a su cuello y mi lengua lo saborea. Lo beso dulce, él suspira, no quiere que sea dulce entonces Dylan me sube el mentón y besa con lengua. Luego, sus ya rosados labios hacen su camino a varias partes de mi cuerpo, empezando por: Los hombros, clavícula, y va por ambos senos. Desciendo la mirada y él muerde la piel por debajo.
—Amor... —le rasguño la espalda.
Dylan me besa mi estómago; abdomen bajo, mi muslo derecho y el costado de mi glúteo, después va a mi muslo izquierdo y al otro costado y un poco más debajo de mi abdomen bajo, me hace retroceder un paso, pero él me agarra la pierna y aprieta fuerte uno de mis glúteos. Le arreglo el pelo castaño y los mechones sudados en su frente.
Él asciende y me acaricia las mejillas, pega nuestras frentes. Suspiro ante su temperatura.
—No emitas ningún sonido.
Agarro su mano de mi mejilla—Estás caliente ¿estás bien?
—Estoy bien. —me hace saber. Vamos a la cama y me deja tendida en ella—Espera aquí.
Saca de la maleta una caja de condones y deja uno a mi vista. Se va al mueble alto, abre las puertas y evalúa bien cada uno de los objetos, se decide por las esposas doradas, pero luego las dejan en su lugar y agarra la soga de algodón. Se va a la mini nevera y en sus manos tiene agua. Viene a donde estoy. Me dice que estire los brazos y lo hago. Él me las amarra a la cabecera de la cama con la soga. Él abre la botella y deja caer el agua sobre mi cuerpo. Me muevo inquieta ya que el agua me da escalofríos. El agua baja hasta mis partes íntimas, haciéndome estremecer. Saco un suspiro y mi cabeza reposa en la almohada. Respiro hondo.
Se quita el bóxer y lo deja en el suelo.
—¿Confías en mí? —viene a la cama y se coloca de rodillas.
—Confío en ti como en nadie.
Él cubre su miembro masculino con el condón. Quiero besarlo, y mordisquearlo, justo como me lo hizo él a mí. Maldición, Dylan ¿qué me estás haciendo pensar?
Siento la sensación que me hace levantar mi espalda, la sensación de su lengua por mi cuerpo: atractiva y ruda. Siento que me está haciendo perder fuerzas, sin duda lo está haciendo. Mis manos se mueven, sin embargo, no hacen más que eso. Queda frente a mí y... lo siento dentro. Respiro y se adentra más, provocando que gruña. Una y otra vez. Gimo de nuevo. Mis muñecas quieren salir para que mis manos lo toquen a él. Quiero hacerlo, necesito tocarlo. Digo su nombre una y otra vez, me besa la garganta. Besa salvaje el cuello y muerde como la última vez y siento la marca de los dientes, ya mi cuello es de su propiedad.
Me susurra algo al oído, pero no puedo responderle. Me dice que grite, lo siento con más fuerza y grito. Grito a todo pulmón su nombre. Y otro y otro, no puedo si quiera agarrarme de las sábanas blancas, pero no es un problema, ya no importa mucho que mis muñecas estén amarradas.
Tengo que decirle que lo amo.
Me siento débil y él también se ve agotado. Recuerdo sus palabras:
"Discúlpame si te dejé sin fuerzas tan pronto, a veces no recuerdo que puedo hacer todo esto y eso te pondría débil por un rato, lo olvido y sé que está mal."
Ambos estamos apasionados como para pensar en eso.
Dylan se quita la protección y va hacia el baño. En cuanto regresa me quita la soga, la deja tirada en el suelo. Él pega sus labios a los míos, uno suave y sin tanta pasión envuelta.
—Te amo. —me susurra.
—Te amo a ti.
Me levanto al baño a lavarme. Estoy adolorida, pero al menos aún puedo caminar. Me lavo y regreso a la cama. Observo que las luces están apagadas. Me cubro con las sábanas y giro a un lado con los pies recogidos. Mi cabello cae libre por mi espalda y hombros. Dylan me frota el antebrazo y besa en el pelo. Se acurruca conmigo.
—Buenas noches, amor. —le susurro.
Pone una mano sobre la mía—Descansa, cielo.
Me despierto en medio de la noche boca abajo. Me siento en la cama y suspiro. Giro a ver a Dylan; sonrío, me levanto de la cama y coloco la bata, Doy un paso y... ¡auch! mi cuerpo duele. Demonios. Mis piernas tiemblan y gracias a un mal movimiento caigo al suelo. Maldición. Volteo y lo veo dormir tranquilo.
Mi mano se agarra de la cama y ahí me logro levantar. Me dirijo a la mini nevera, apartada del área. Evalúo lo que hay: Refrescos, un montón de agua, frutas surtidas, yogures naturales. Mi mano se apresura a tomar el yogur y la fruta, lo mezclo todo, busco una cuchara y me lo llevo a la boca. Al voltear, encuentro a Dylan parado en el centro de la habitación, desnudo y con los brazos cruzados. Nos quedamos frente a frente.
—¿Qué haces levantada?
—Tenía hambre. Fui a la nevera y no encontré tantas opciones como creí que encontraría. A propósito, traje yogurt ¿gustas? —se lo muestro.
Lo toma de mis manos y se lleva una cucharada a la boca y pasa la lengua por sus labios. Lo deja en una mesa cerca de nosotros. Mis ojos van de arriba abajo por su cuerpo. Levanto una ceja.
—¿Por qué caminas desnudo por la habitación?
—¿Por qué tú no estás desnuda?
—Porque... yo pregunté primero.
—Me gusta hacerlo, hace un tiempo lo hago y no está nada mal, deberías probarlo alguna vez, pero aclaro, eso es lo mío. Tu turno.
—No tengo una razón para estarlo. —mis pies se dirigen a la cama, él me sigue. Me quito la bata, Dylan no parpadea mientras lo hago—¿qué te pasa?
Deja un momento de suspenso.
—Me está volviendo loco el hecho de que vayas dormir al completo desnudo a mi lado y tenga la tentación de hacerte el amor.
Suelto una risa dulce-Dormimos desnudos hace un rato, no juegues.
—No juego con esas cosas. —él se acerca y me acomoda el cabello detrás de la oreja. Me besa y hace caer en la cama con él encima de mí, agarra mis muñecas y las inmoviliza con sus manos. Me lame el cuello y lo besa—No hables.
—Pero por qué no debo...
—Shh, calla. La luna llena se acerca y puede que esa noche o la siguiente, te haga gritar.
Él se me levanta de encima y me da un beso antes de que los dos volvamos a dormirnos.
Entra la luz por una pequeña abertura en el techo. Aunque no es mucho, me hace saber que ya amaneció. Me estiro y él aún está dormido, con las sábanas cubriéndolo de la cintura para abajo y los manos sobre su regazo. La bata tapa mi cuerpo. Me siento al frente de él y le entrego un beso en el cabello. La luz me deja ver sus ojos azules al despertar.
—Buenos días. —dice con voz ronca.
—Buenos días. —lo beso en los labios. Le acomodo el cabello desordenado y subo las sábanas—Duerme, aún es temprano.
—¿Entonces qué haces levantada? ¿qué hora es?
—Siete y diez de la mañana. Vuelvo dentro de un rato.
Cepillo mis dientes y dejo la bata colgada. Me meto en la ducha. A mitad del baño Dylan entra ya vestido para irse. No despega la vista del teléfono.
—Estaba pensando en si debería... —despega la vista y se me queda viendo. Parpadea—¿te duchas en las mañanas?
—Después la ducha me gustar tomar un café para despertarme más ¿tú te duchas en las mañanas?
—Lo hago, solo que algunas mañanas no quiero hacerlo por el cansancio, o puede que tenga otras cosas en mente.
Me quito el acondicionador y exprimo mi cabello. Seco mis pies en la alfombra y el cuerpo. Me echo loción y cubro el cuerpo con la toalla. No deja de mirarme ni un segundo.
—¿Hablabas de que estabas pensando en si deberías... deberías qué?
—Oh, sí. En si debería pedir el desayuno a la habitación, lo pensé mientras te duchabas.
—No. No hace falta, pero gracias.
—Entiendo. Te esperaré en la puerta.
Me visto con jeans negro, blusa color azul marino con los hombros descubiertos y botas negras. Me maquillo sencillo, solo máscara de pestañas, algo de rubor y mi cabello suelto por mi cuello.
Agarro mi maleta y salgo de la habitación. Tomamos el ascensor, vamos con las maletas al área del comedor. Los dos tenemos nuestros platos en mano, ambos con: Huevos revueltos, fresas cortadas a un lado, kiwi, y pan con mantequilla. Nos sentamos en donde están nuestras maletas.
—Dios, casi lo olvido. —va a las máquinas de café, pone uno al lado de su plato y el otro junto al mío.
—¿Cómo sabes que me gusta el latte? —como mi plato de comida mientras espero su respuesta.
—Lo dijiste una vez, cuando tuvimos nuestra salida al centro comercial.
—Está muy bueno, gracias. Dylan, escucha, yo...
—¿Sí? —Dylan empieza a comer.
—Quería preguntarte ciertas cosas.
—Mm-jum. —asiente comiendo.
—Sé tu historia familiar, pero me he dado cuenta que no tantos datos personales.
—¿Datos personales? —agarra el pan y se lo mete a la boca. Traga—¿a qué datos personales te refieres, en específico?
—No sé, tu color favorito o si tienes una banda favorita, o tu signo zodiacal...
—Allie, conoces todo eso.
—Era un ejemplo. —le aclaro. Él toma de su café y yo del mío.
—¿Qué me quieres preguntar? —muerdo mi labio. Siento que la comida se me va a enfriar entonces como mientras pienso las preguntas. Aclaro mi garganta—¿y bien, ya sabes lo que me preguntarás?
—¿Dónde naciste?
—Justo en este estado, Pensilvania.
—¿En qué año?
—Veintitrés de julio de mil ochocientos uno. Estoy próximo a cumplir.
—¿Eres hijo único, o tienes una hermana o hermano?
—Hermana mayor. Ella se fue apenas era un niño, mis padres hablaban de ella, me cuentan que era rebelde, entonces se fue de casa.
—Si te dijeran que no puedes estar conmigo porque soy mortal ¿qué harías?
—Estaría contigo.
Tomo otro trago de café y pienso rápido.
—¿Cuál piedra preciosa consideras la más hermosa?
Mira al techo antes de verme—El rubí es bonito, pero la que es hermosa para mí es el diamante.
—¿Tienen algún significado esas piedras?
—Sí, el diamante es amor eterno y el rubí es pasión. Y ya que hablamos de piedras ¿cuál es tu preferida?
—Me decido por el rubí, pero el zafiro no está nada mal.
Levanta una ceja. Le pregunto bastantes cosas y al rato, nuestros platos están vacíos, personas se fueron y otras llegaron.
—Bien, última pregunta. —me mira fijo con el tobillo derecho sobre su rodilla—¿alguna vez tuviste...?
El ruido de su celular me interrumpe. Él contesta y se levanta. Yo lo hago después. Nos vamos del motel y subimos las maletas al auto. Me duermo en el asiento trasero.
Me despierto y prendo mi celular, ya pasaron dos horas. Suenan canciones en la radio mientras él maneja.
—¿Qué tal? ¿dormiste bien?
—De hecho, sí, tuve sueño por un momento —me voy al asiento del copiloto y abrocho el cinturón—. Por si no lo sabes, te recuerdo que aunque puedo caminar, me dejaste sin fuerzas. Por eso estuve durmiendo.
—Lo recuerdo y lo lamento mucho.
Por lo que Dylan me dijo, ya estamos cerca, doblamos a la derecha y entramos a lo que podría ser propiedad privada, retiro lo dicho, es propiedad privada sin duda. Él estaciona el auto y salimos. Veo la casa con más detalle: Casa de ladrillos rojos, dos pisos, con algunas ventanas, techo marrón, la puerta negra. Se ve grande y de otra época ¿cuántas personas estarán dentro? ¿muchas? ¿pocas?
Camino y la veo de otro ángulo. Un patio de buen tamaño por lo que puedo llegar a apreciar y parte de un balcón. Sopla una brisa.
—Aquí tienes tu maleta. —dice dejándola en el suelo, yo la agarro.
—Oh, gracias. —él hace un gesto de cabeza—Estuve dormida casi todo el camino, y no estaría de más si me repites dónde estamos, que parte, por ejemplo.
Dylan ríe y me mira desde su corta distancia a mí.
—Bienvenida a Brookville, Allie, o como me gusta llamarlo, mi segundo hogar.
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