▫️ Capítulo 10 - La sortija antigua-▫️
La cita estipulada con Sterling se me hace acogedora. A Dylan no le importa que vaya a una cita con mi amigo ya que el objetivo es ayudarlo, y antes de que yo me obligara a usar un vestido, él dice:
—Deberías usar vestido. Yo opino que el verde esmeralda...corto.
Lo saco del closet y él lo aprueba, por supuesto. Ya me lo he puesto en otras ocasiones: el vestido me llega hasta las rodillas, con un corte imperio que sólo deja ver algo de piel, acompañado de tacones plateados. Es simple, pero resuelve la ocasión.
—Bien, usaré este, me gusta. —lo dejo sobre la cama y él se levanta para darme un abrazo—Gracias por la ayuda.
—Siempre que lo necesites. —un abrazo normal no dura más de treinta minutos en mi opinión, pero Dylan se ve bastante cómodo, no sé si hay algo mal o si le preocupa algo, y si es así, no estoy enterada. Le procedo a preguntar:
—¿Todo está bien?
Él inhala y toca mis mejillas a la vez que me mira.
—Todo perfecto. Voy a estar ocupado hoy entonces, dejaré que te alistes. —le asiento. Dylan inclina su cuerpo hacia mis labios, un beso no tan pasional, pero bello en su sencillez—pásala bien ¿sí? te quiero mucho.
—Gracias, yo te quiero más.
Segundos más tarde, Dylan ya no se encuentra en mi habitación.
Stefan sí que pone su esfuerzo en la cita. Vamos de camino y en su auto me entrega un rosa, un gesto que me hace ruborizar de inmediato. Desde que nos conocemos ha sido detallista y más si es para su enamorada, está claro que le encantará. En el restaurante se muestra entusiasmado y con alegría, yo poso una mano en mi mejilla analizando las hermosas palabras y el amor qué le tiene a su amada.
—¿Cómo lo estoy haciendo, Allie? dime la absoluta verdad. No me gustaría fallar en algo tan importante para mí.
Le sonrío y mi tenedor agarra un pedazo de la deliciosa carne de término medio. Tomo un sorbo de mi vaso de agua y le digo:
—Disculpa es que, la comida está deliciosa.
—Bueno al menos estás contenta. Me complace escucharlo.
—En realidad lo estás haciendo estupendo, no te preocupes mucho sólo, cree en ti. —le suelto con sinceridad.
—Esperaba una respuesta más simple, pero me gustan las palabras, te lo agradezco.
—¿Cómo se llama la chica? —pregunto rápido.
—Élise, su nombre es Élise. —la mano temblorosa de Stefan se tarda en sostener la copa de vino blanco y llevar un sorbo a su boca—Lo siento, siempre que hablo de Élise todo en mí son emociones y nerviosismo ¿te sucede cuando hablas de Dylan?
—Mm, es posible que sí. Yo diría que es más común de lo que pensamos—el sonido del vidrio sobre la mesa retumba en mis oídos, frunzo el ceño con incomodidad y Stefan lo nota, no soy una persona que logre disimular.
—¿Estás bien? —se levanta de la mesa angustiado—¿quieres que nos vayamos?
Me llega una notificación y reviso sin dejar pasar otro minuto:
Llamada perdida de:
Dylan.
Dylan=Se activó la llamada ¿cómo está todo?
Allie=Todo está muy bien, ya vamos de regreso. En unos minutos salimos de aquí.
Dylan=Genial. Regresen con cuidado.
Allie=Lo haremos, gracias por tus cuidados, aunque nada está pasando.
Dylan=No es molestia, todo para proteger a mi chica.
Terminamos de hablar y le digo a Stefan sobre regresar a las residencias. El azul marino del cielo y ventisca de frío hace que corramos hasta el auto. Al llegar nos dirigimos al patio de la residencia, y hablamos un rato más antes de despedirnos. Tenemos al frente una puerta, se me cae un anillo de fantasía y pasa a estar dentro de la puerta, entro al congelador.
—¿Quién sería tan torpe como para dejar una puerta abierta, y del congelador? —me agacho y busco el anillo, es plateado y eso no ayuda mucho—debe estar por aquí.
Detectando movimiento en el área, se cerrarán las puertas en cinco, cuatro, tres.
—Eh, Allie...
—Espera. Ya casi lo encuentro, ya casi, unos minutos más.
Dos. Uno.
—¡Ajá! Stefan lo encontré, pensé que lo iba a perder para siempre, pero lo tengo. —miro hacia atrás, la puerta está cerrada, me levanto, pero con cuidado, el piso está resbaloso. Me sostengo de la manija de la puerta y trato de abrir, pero no parece funcionar—¿Stefan? Stefan Abre la puerta no es divertido. —golpeo la puerta haciéndome daño en la palma de la mano—Ey, si es una broma...
—No es una broma, Allie. Te juro que no es una de mis bromas.
—¿Cómo dices? ¿¡es maldita broma!?
—Y... te alteraste, por supuesto.—suspira ¿alterada? es más que eso, estoy asustada—No puedo abrirla, está atorada.
Sistema automático de congelación, activado.
—Ouh ouh.
—¿Qué quieres decir con "ouh-ouh"? —¿cómo es que puede escuchar hasta mi tono de voz más bajo?
—El sistema de congelación está empezando, ahora mismo.
—Oh. Mierda. Mierda, perdóname, Allie, tuve que sacarte en cuanto vi los números aparecerse.
—Stefan, escúchame con atención, busca ayuda, a Josh, Dylan, no sé, pero busca alguien.
—Ni creas que te dejaré aquí. Tengo que seguir intentándolo. —se escuchan golpes a la puerta y hasta en la perilla.
—Por favor llama a alguien, quién sea. —es un frío tan intenso que me hace caer de rodillas.
—¡Ey! ¿qué fue eso? —toca y toca, y toca—. Allie, responde por favor.
—Estoy en el suelo y hay demasiado frío aquí y en todo mi cuerpo, obviamente estoy en un congelador ¡qué tonta!
—Resiste, buscaré a Dylan.
—¡Sí! hazlo. Y date... prisa.
DYLAN
Alguien toca la puerta con desesperación ¿quién diablos toca con tanta intensidad a estas horas de la noche? la abro completa y veo a Stefan con la camisa blanca remangada en sus codos y con la chaqueta en su mano, y con una expresión de qué estuvo corriendo un maratón.
—¡Gracias a la iglesia del diablo atiendes! Dylan, tienes que venir rápido.
—Escucha, Stefan, estoy en medio de algo ¿puedes esperar?
—¿Stefan? —mi amiga se asoma. Él se queda asombrado—amor, ¿qué haces aquí?
—Lo mismo te pregunto, Élise. —ella va hasta allá y lo besa con alegría mientras que las manos de Sterling van por su cuerpo—No pensé encontrarte justo ahora.
Élise da un paso atrás y le evalúa la vestimenta.
—¿Qué haces vestido así? —le cuestiona.
—Amor no tengo tiempo para explicaciones, te las daré luego. —su mirada va de los ojos de su novia a los míos—Es urgente, Dylan. Si no vienes ahora, temo lo que suceda.
—No estoy entiendo una palabra. Escucha, estoy ocupado, lo siento.
—¡Te estoy diciendo que es urgente maldita sea!
—Uf, pero no me grites. Demonios —digo en voz baja—¡bien! ¿de qué se trata?
—Es sobre... Allie.
—¡¿Por qué no empezaste por ahí, maldita sea!? —le grito alterado cubriendo parte de mi rostro.
«Respira, tienes que respirar. No te hagas escenarios locos en la cabeza, a ella no le gustaría. Mantén la calma», pienso.
—Llévame hasta ella. —le pido a Stefan—¡llévame ahora!
Salimos de la habitación, bajamos las escaleras y en las afueras, pero aún en el conjunto residencial, está un jardín con una fuente, él me señala sin más la puerta.
—¿Estás seguro que está aquí? —le pregunto desconfiado.
—Por supuesto, idiota. —dice de juego—Rompe la manija, y emplea toda tu fuerza cuando lo hagas, te puedes lastimar.
Me acerco y cuento hasta tres en mi mente, agradezco que las palabras de Stefan valieron.
Mi mano hace a un lado la puerta y puedo ver su interior: a Allie, acurrucada. Me agacho y la tomo en mis brazos e intento darle calor. Su piel se ve pálida, sus labios sin el color rosa natural, sus venas más visibles. Allie pudo haber muerto.
Stefan se asegura que no me caiga ni nada le suceda a ella hasta que llegamos a mi habitación, Élise abre la puerta desde dentro, me deja pasa y tenerla sobre mi cama. Quedo de pie al lado de la misma mientras Stefan está a unos metros alejado de su amada, desconcertada por la desconocida en la habitación.
—¿Ella lo sabe, sabe que existimos? —pregunta Élise con curiosidad.
—Sí, lo sabe, no es un problema créeme, confío en ella.
—Entiendo. Necesitamos que vengan, los dos, a casa de Jordan, la próxima semana. Estaremos todos, tenemos cosas de que hablar —camina a la puerta.
—Espera un poco ¿hablar sobre qué?
—Ya lo sabrás, hasta pronto y buenas noches.
Stefan se despide de mí y se va a la misma vez que ella. ¿qué será el tema a discutir? Me siento despacio en la cama, y le acaricio el cabello, y sin querer, abre sus ojos.
—Perdón, no quería despertarte.
—Está bien. —estira sus brazos y frota sus ojos.
—¿Qué hacías en el congelador? ¿buscando algo en particular?
Niega y se incorpora en la cama—No, de hecho, lo contrario. Casi pierdo esto. —se quita el anillo del dedo y me deja tomarlo y ver sus detalles. Hermoso, fino y con una piedra brillante: un diamante.
—¿Un... anillo? —la miro aún sin saber qué más decir.
—No es un anillo ordinario —lo toma de vuelta y se lo coloca en el dedo anular—, tiene un valor familiar. Era de mi bisabuela, finales de años mil ochecientos, fue uno que usó cuando se comprometió. Mi madre me dijo que mi abuela y ella la usaron en su tiempo y por eso ahora lo tengo yo, es una tradición que tenemos. No lo había usado hasta ahora, creí que podría llegar a perderlo o peor. —lo deja en la mesa de noche frente de sí misma—Lo dejaré en la caja pronto, estará a salvo ahí.
—Es una bonita tradición de hecho.
—Sí lo es. No pensaba en usarlo cuando me comprometa, pero cambié de opinión cuando lo usé hoy, tiene una antigüedad hermosa a mi parecer. —sus ojos miel entran en juego de miradas con los míos.
Ella se levanta y hace su camino al baño. Agarro una gruesa camiseta y se la lanzo.
—Supongo que estarías más cómoda durmiendo con mi camiseta.
—Tus atenciones son estupendas, gracias.
Me da una sonrisa y yo también. Desabrocho el cierre del pantalón, noto cuando su cuerpo da un brinco y su mirada se desvía.
—Dios mío, disculpa.
—Está bien, no es un delito que mires. —le guiño un ojo.
—Bueno, iré a... —empieza a decir. Le doy por entendido y entra.
Me cambio y apago todas las luces menos la lámpara de la mesa de noche. Me quedo en la esquina de la cama. Sale del baño con mi gruesa camiseta blanca, se sienta en mis piernas y sus manos rodean mi cuello.
—¿Por qué me miras así?
Paso mi mano por su espalda y abdomen.
—Nada es que...te digo la verdad, se te ve muy bien. Exquisita.
Se ruboriza. Le planto un beso, y ella me lo devuelve con más intensidad. Le muerdo el labio de imprevisto.
—¡Auch! —se toca el labio y de este sale una gota de sangre. Su dedo anular hace presión en el lugar herido.
—Ay, lo siento.
—No lo sientes, claro que no. —ríe dulce—Ese era tu objetivo.
—Mm, déjame ver —se acerca, agarro un poco de su sangre con mi dedo meñique—lo siento em, ¿quieres jugar cartas?
—No estoy de humor, pero sólo un rato.
Nos vamos al centro de la cama y empezamos a jugar. Él va ganando, rayos. Treinta minutos más tarde, reviso la hora.
—Dios, creo que es mejor que lo dejemos hasta aquí, mañana debemos madrugar.
—Y en la mejor parte del juego. —tiene razón—Mañana podemos seguir. Eso que está en el sofá... ¿me trajiste ropa y zapatos, y mi bolso?
—¿Crees que te dejaría quedarte aquí sin ropa sabiendo que mañana tenemos clase? Por favor no soy estúpido.
Me sonríe de un lado—¿Sabes que eres el mejor hombre en la tierra?
—¿Sabes que tengo la mejor compañía justo frente a mis ojos?
Le beso el labio inferior. Nos distanciamos, se lame los labios. Levanto las sábanas y ambos nos metemos. Y nos abrazamos.
Le beso la frente y apago las luces.
Jadeo, y me despierto de golpe. Escucho una leve lluvia afuera. Me aclaro la garganta, y veo a Allie moverse a mí dirección. Ella coloca su brazo en mi pecho y su cabeza descansa en la otra almohada.
—Ey, aquí estoy, Dylan... —mis oídos captan su suave y ronca voz. Esas dulces palabras me recordaron al pasado. A mi niñez. A mi vida de hace dos siglos.
Sus pulgares se humedecen por mis lágrimas. Mi mano va por su brazo hasta encontrarse con la suya, y mis labios impactan en sus nudillos, entonces ahí me siento a salvo.
—¿Amor, por qué llorabas? —pregunta con el tono dulce que la caracteriza.
—No es nada. Hay que... dormir, no nos quedan muchas horas de descanso.
Su mano me hace caricias, no iba a irse a dormir así nada más.
—Dylan, por favor. ¿qué fue lo que pasó? ¿qué viste? o… ¿a quién?
Me siento en la cama y también le agarro las mejillas.
—Fue un mal sueño, pero estoy bien, vuelve a dormir.
Todo mi cuerpo se despierta. El cuarto está iluminado. Mi cabeza gira, y la veo, tan hermosa. Sonrío de manera inconsciente, me siento en la cama y froto mis ojos.
—Allie arriba. —digo tocando su espalda. Ella se mueve. Agarro mi celular y me fijo en la hora.
—Se dice: Buenos días, amor, no Allie arriba.
—No puede ser. —me quedo mirando la hora hasta mi ser hace click en el espacio y tiempo, todavía pienso en el sueño de ayer.
—¿Mm? —ella se sienta a mi lado. Se estira y bosteza—¿Qué pasó?
—¡Las clases ya comenzaron! ¡nos quedamos dormidos! —me apresuro en cepillarme los dientes y en cambiarme.
—Dylan tranquilo.
—¿Cómo quieres que me tranquilice? —digo subiendo la cremallera de mis jeans y ajustando los mismos con un cinturón negro. Busco una camiseta con cuello negra y unas botas del mismo color. Me voy al baño y acomodo mi cabello.
—Fueron unos minutos, nada que no podamos manejar. —Allie se aproxima ya cambiada. Usando jeans, camisa blanca remangada a los codos y botas negras. Entra al baño y se hace una coleta alta—Espérame afuera, amor.
Obedezco sus órdenes. Agarro nuestros bolsos y unos minutos más tarde, ella sale. Cierro con llave el cuarto. Le entrego su bolso y ella me sonríe. Bajamos las escaleras y vamos corriendo al salón siempre mirando a ambos lados de la calle antes de llegar. Giro la perilla de la puerta.
—Espera, aguanta el paso. —ella exhala con cansancio. Volteo mi cuerpo, Allie me agarra las mejillas y besa en los labios.
—Con tanto ajetreo, un beso de buenos días nunca va mal.
—Aw, que linda. Gracias, te lo agradezco.
Abro la puerta del salón y dejo que ella entre primero. El profesor nos mira con los brazos cruzados y todos los estudiantes igual, sus expresiones no dicen mucho más que lo obvio: cansancio combinado con ganas de aprender en algunos, y con ganas de irse en otros.
—Ujum, señorita Jensen, señor Martin, llegan tarde.
—Lo sentimos. No volverá a pasar.
—Eso espero, jóvenes. Tomen asiento, por favor.
Caminamos al penúltimo asiento y nos sentamos juntos. El profesor sigue hablando como si nada hubiera pasado. El tiempo que llevo conociendo al señor Myers debo decir que no es amargado, en realidad ama lo que hace y es simpático a su manera.
—Oigan, ustedes. —ambos dirigimos nuestro cuerpo a Josh—¿qué rayos les pasó?
—Para hacer la historia corta, la alarma no sonó. —le explica Allie y de forma rápida vuelve la vista al frente.
—Aguarden... ¿durmieron juntos?
—Shh, estamos en clase. —le reclamo a Josh y él rueda los ojos, chistoso.
Yo también dirijo mi cuerpo al frente y aunque mis ojos y mi mente están enfocadas en la clase, no puedo dejar de transmitir en mi subconsciente lo que soñé, casi hasta puedo proyectarlo, amaría investigar más sobre este, pero me es imposible ahora, sin embargo, espero que no se acabe, al menos por un tiempo.
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