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«Una voz olvidada»

No sé cómo empezar esto, supongo que por mi nombre. Mi nombre es Vera, tengo dieciocho años. Me considero inteligente, casi no tengo muchos amigos lo cual se lo atribuyo a mi rostro poco amigable, me gusta ser sincera y no guardarme mis opiniones. Desde siempre he vivido con mi mamá, ella es la que se ha encargado de criarme y regañarme, mi padre... nos abandonó para irse con su otra familia, aunque finjo que no me importa, la verdad es que me pone muy triste pensar en eso.

Dentro de casa, supongo que las cosas son normales. Mi madre es callada, no muy cariñosa al momento de hablar, pero es de la que demuestra sus emociones con acciones. Ella trabaja en una lavandería, así que solo nos vemos para desayunar. Me gustaría ganar mucho dinero para que ella dejara de lastimarse sus manos con todos esos químicos.

Mi mejor amigo se llama Mario, él es igual de raro que yo, creo que por eso somos amigos. Él es tan querido por mi madre que, si ella no está, se puede quedar a dormir en la casa aunque estemos solos. A veces pienso que mi mamá lo quiere más a él que a mí.

Mi vida en nuestro pequeño pueblo es aburrida, llena de rutinas, tareas pesadas y silenciosas noches. Creo que no tengo nada más qué decir, por ahora.

Leí numerosas páginas en donde describía en detalle su vida escolar, lo mucho que le desagradaba y lo entusiasmada que estaba por regresar a su casa a escribir en su diario.

Hoy mientras regresábamos de la escuela, Mario me confesó que está enamorado de mí y me besó. ¡Jamás había sentido tanta vergüenza! Aunque en mis adentros me alegré porque dimos el primer paso, no pude aguantar y salí corriendo. ¡Pobrecillo! No lo he visto, pero seguro que ha de estar devastado porque piensa que lo rechacé. Bueno, ya hablaré mañana con él, si es que tengo el valor para verlo a la cara después de ese beso. ¡Por fin estoy viviendo algo de ese romance del que siempre veo en los libros! Aunque, si soy un poco sincera, me da un poco de miedo el amor porque sé que siempre viene acompañado de agonía.

Pasé de página.

Estoy muy preocupada. Ayer cuando mamá caminaba a casa después del trabajo fue amenazada por los narcos. Le preguntaron por el paradero de mi padre y la amenazaron con matarlo si no lo hacía volver al pueblo para pagarles todo el dinero que les debía. Llegó llorando sin poder hablar. Espero que podamos contactar con el imbécil de mi padre, por su culpa estamos en peligro.

Acepté ser la novia de Mario aunque me pone nerviosa, es la primer pareja que tengo y no sé cómo comportarme con él. ¿Debo dejar de ser tan brusca y comenzar a ser más femenina? Dudo hacerlo.

Pasé algunas páginas en donde no escribió nada y llenó las hojas de dibujos.

¡Qué nervios! Me besé con Mario y creo que fui un fracaso, lo dejé lleno de baba y nuestros dientes chocaron, supongo que así son las primeras veces en esto. Perdona por no escribir en tanto tiempo, la verdad es que me quedaba en blanco cuando ponía la pluma por encima de la hoja. Creo que es una estupidez lo que estoy pensando, pero creo que me estoy enamorando.

La siguiente página estaba escrita con una tinta diferente.

No es fácil comenzar a escribir esto, pero quiero hacerlo, tal vez así pueda asimilar todo lo que pasó, convencerme de que esta pesadilla es real.

Días antes de que todo pasara, mi mamá había estado actuando extraña. Regresaba más noche de lo normal, no dormía, parecía distraída y muy preocupada. Pensaba que estaba así porque tenía que hacer algún pago y no juntaba el dinero, pero no era así.

Ese día Mario no fue a la escuela, lo que me pareció raro porque él es del tipo de persona que prefiere estar en la escuela muriéndose de fiebre a quedarse en su casa. Pasé todas las clases preocupada por él. Planeé pasar a su casa después de dejar mis cosas en la mía.

Al salir de la escuela, encontré mi casa rodeada de policías. De inmediato supe que algo estaba mal y traté de entrar, pero no me dejaron ni tampoco me dieron ninguna explicación. De pronto, mientras peleaba con los oficiales para que me dijeran qué era lo que había pasado vi cómo sacaban dos cuerpos dentro de bolsas. Y antes de que me dieran explicaciones y los viera lo supe, eran mamá y Mario.

Después de corroborar mi identidad los policías me llevaron con ellos y ahí fue donde supe lo que había pasado. Mientras mamá y Mario me preparaban una cena sorpresa entraron unos delincuentes y los mataron a balazos, desnudaron sus cuerpos y se robaron todo lo que pudieron de la casa.

Jamás pensé que podría sentir tanto dolor, enojo y asco. Y así con todas esas emociones tuve que ir a identificar sus cadáveres, declarar y firmar papeles para comenzar la investigación.

Salí hasta la noche del día siguiente y hasta entonces fue que pude comenzar mi luto a solas. Regresé a casa y lloré hasta que pude. Ahora estaba sola y tenía que resolver asuntos funerarios, mantenerme sola y aprender a vivir con el odio de la injusticia que había sufrido mi familia. Fue entonces que lo decidí, contactaría con mi padre y haría que se hiciera cargo de todo lo que había provocado. Y así lo hice y esa madrugada apareció en la puerta de mi casa el hombre que había destruido mi familia y mi futuro, el culpable de todas mis desgracias.

Se quedó en silencio mientras lo golpeé y le reclamé todo lo que había estado guardando en mi corazón. No levantó el rostro cuando aceptó pagar por todo y llevarme con él para hacerse cargo de mí. No lloró o mostró signos de tristeza por lo que le pasó a mi mamá, parecía más preocupado por lo que su secreto pudiera ocasionar en su verdadera familia.

Al siguiente día acudimos al funeral y me tuve que enfrentar al rostro deshecho de los padres de Mario, tuve que verlos a los ojos y abrazarlos estando junto a la persona responsable por la muerte de su hijo. Aún cuando me desmayé al enterrar los ataúdes, esa mañana terminé de despedirme de los cuerpos de mis seres amados, tratando de aferrarme a sus imágenes y sonidos aunque sabía que algún día esos recuerdos se desvanecerían.

Sin recoger mis cosas dejé el pueblo y me fui con mi padre.

Como esperaba, no tuvo los huevos para presentarme con su familia como lo que soy y solo hizo la mentira más grande. Me dio una habitación al fondo de su mansión, esperando que desaparezca entre el polvo o que acepte seguir con su mentira, pero yo no voy a caer en sus juegos. Tengo un plan.

Lo odio con todas mis fuerzas, quiero lastimarlo, hacerlo sentir todo el dolor que le causó a mi madre, quitarle todo lo que le importa y verlo agonizar desde la primera fila. No pienso quitarle el dinero que tiene de sobra o hacerle pasar corajes a su mujer que mantiene encerrada en una de sus oscuras habitaciones, en su lugar, pienso destruir su reputación, destrozar el corazón de su heredero y dejarlo vacío. Hasta que deje en cenizas todo lo que él construyó no voy a ser feliz, ese es el propósito por el que no morí junto a mi madre.

No sé si voy a seguir escribiendo en esto, pero por ahora me ayudaste a desahogarme.

El resto de la página estaba llena de garabatos dibujados con coraje. Pasé a la siguiente hoja.

El hijo es igual de insoportable que el padre, el día que lo conocí me confundió con una sirvienta y me trató peor que esclava, me hizo hervir la sangre, pero fue muy satisfactorio reventarle la cara con un puñetazo. Es un presumido, un hijo de mami, prepotente imbécil, pero creo que voy a lograr acercarme a él y cumplir con mi plan.

De nuevo, el cuaderno fue llenado de anécdotas escolares y cotidianas, acompañadas de dibujos de la mansión y su escuela. Hasta que llegué a la última página. Me dio un escalofrío al comenzar a leer.

Esta noche soñé que moría y supe que era verdad, pronto dejaré de existir.

Fallé, me enamoré de Nil, tuve un hijo con él y ahora me parece que un futuro sin él es inconcebible.

Quisiera vivir un poco más, poder ver a mi hijo crecer, disfrutar más de nuestro amor, pero sé que no será así. Esta será la última vez que escriba. No me arrepiento de nada.

Martín de mi vida, si alguna vez me llegas a leer quiero que sepas que tu madre te amó con todas su fuerzas y que a pesar de que mi corazón estaba hecho pedazos, lo hice latir por ti.

Me despido de este libro y de la vida, con el permiso de nadie me voy. Hasta nunca.


Cerré el cuaderno y lo abracé con fuerza mientras lloraba, por fin podía escuchar la voz de mi madre alto y claro. Me desahogué ahí a solas junto a ella hasta que ya no hubieron más lágrimas que derramar.

Bajé para cenar con Nil.

—¿Te ayudó?

Sin decirle una sola palabra lo abracé. Nervioso, sin saber cómo reaccionar, se quedó paralizado.

—Muchas gracias por haberme entregado su diario... necesitaba conocerla como no tienes una idea.

Reaccionó y me abrazó de vuelta.

—Sé que jamás voy a poder recuperar el tiempo que me perdí contigo, pero quiero estar contigo para la dura batalla que se aproxima.

Después de romper el hielo, cenamos con tranquilidad, platicando plácidamente como nunca lo habíamos hecho.

—¿Mañana no volverás a casa? —preguntó Nil mientras lavaba los trastes.

—No, necesito pasar la noche allá. Me puedes pasar a recoger en la mañana.

—¿En dónde es?

—Creo que conoces muy bien el lugar.

Le conté la historia de cómo Mia y yo terminamos en esa cabaña que alguna vez les había pertenecido a ellos. Pareció muy impactado con las casualidades que habían unido nuestras historias cuando habíamos estado separados.

Esa noche se retiró a su habitación y yo decidí dormir en la recámara de mi madre.

Llamé a Abril antes de dormir.

—¿Hola? —contestó casi de inmediato.

—Hola, amor. ¿Cómo va todo por allá? —pregunté tratando de que todo pareciera normal.

—Aquí está todo bien, Alicia está muy nerviosa por su examen. ¿Cómo estás tú?

—Todo bien, no ha pasado nada raro, no te preocupes —sonreí al recordar—. Hoy regresé a la universidad, a la azotea en donde te encontré esa noche. Jamás pensé lo mucho que mi amor por ti crecería, lo mucho que significarías para mi vida.

Surgió silencio del otro lado de la línea.

—Martín... te amo. Te extraño muchísimo, no me gusta dejarte solo cuando más me necesitas.

Comencé a aguantarme las ganas de echarme a llorar.

—Estaré bien, pronto nos volveremos a ver. Necesito pasar por esto solo.

—Lo sé... pero eso no hace que sea más fácil para mí.

—Oye, a que no adivinas en dónde voy a dormir hoy...

Procedí a platicarle sobre la mansión, el diario, la historia de mi madre. La escuché hablarme de su día, de lo que estaba escribiendo, de las dificultades que había tenido con las niñas. Y así hablamos por teléfono hasta que ya no pudimos aguantar más el sueño, hasta entonces colgamos.

Aquella noche soñé con mi madre. Le pedí que me esperara un poco más para que nos pudiéramos reunir.

Al siguiente día, temprano, partimos hacia la cabaña después de desayunar. Después de suspiros llenos de nostalgia, Nil se despidió de la cabaña y de mí y nos dejó solos.

Lo primero que hice, antes de entrar a la casa, fue visitar las tumbas de mi madre y Mia. Me quedé en silencio tratando de capturar todos los recuerdos, preparándome para escribirlos.

Entré a la casa, me senté en la mesa y me dispuse a escribir todo el día. Fue inevitable darme cuenta de que mi vista había empeorado de manera exagerada

Toda el día, noche y parte de la madrugada me encargué de escribir la otra parte de mi historia. Esa parte que había olvidado, que me había sido ocultada. Además escribí de mi vida como padre, de mi amor por la música y de lo mucho que Abril había significado para mi vida.

La siguiente mañana, cuando Nil me pasó a recoger, no tuve el valor para comentarle lo mucho que me costaba distinguir más allá de las siluetas de las cosas. El deterioro del que me habían advertido ya había comenzado.

Ahora que estoy a punto de entrar al hospital para iniciar mi tratamiento, para internarme en sus pasillos, es hora de terminar con mi historia. Ya no tengo nada más para escribir, no sé qué siga después, qué pase conmigo, pero espero que estas palabras me ayuden a recordar quién soy cuando no pueda hacerlo más. Le pediré a Nil que las imprima.

Un pequeño mensaje a mi "yo" del futuro, ese que ya olvidó la miseria de la que salió: no te rindas. Tal vez no lo recuerdes, pero hay promesas que cumplir. Esto es por ellas.

Sé que tienes miedo, pero tienes que aferrarte a la vida. Te lo imploro.

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