Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

«Mi roto corazón»

—Me siento mal por hacer esto tan importante así de apresurado —le dije a Abril mientras conducía.

—No tienes por qué lamentarte. Sí, es muy apresurado, pero estoy satisfecha de dar este paso en mi vida contigo. No me imagino haciéndolo con nadie más.

—Te prometo que después haremos esto como bien.

—Está bien, lo recordaré.

Estacioné el auto frente al edificio y nos adentramos en él.

Había una fila enorme de personas esperando a ser atendidos. Tomé a Abril de la mano y la llevé directo hasta la ventanilla, saltándonos el turno de las demás personas. De inmediato nos empezaron a insultar.

—No los voy a atender. Tienes que formarse como todos los demás —nos indicó una señora de mediana edad detrás de la ventanilla.

—Estoy buscando a Eduardo —indiqué yendo al grano—. Me dijo que pasara directo hacia acá.

—Señor, le estoy indicando que se vaya atrás a la fila como todos los demás, si me sigue ignorando, voy a tener que llamar a vigilancia —advirtió con hartazgo.

Le sostuve la mirada sin decir nada.

—¿Sabe qué señor? Como usted no me escucha, voy a tener que llamar para que lo saquen —tomó su celular.

Escuchaba los insultos de los de la fila, miraba nervioso a la encargada llamar a seguridad cuando vi que apareció Eduardo.

—No es necesario llamar a seguridad —Eduardo la tomó del hombro—. Vienen a verme. Hágalos pasar a mi oficina.

Hacía mucho tiempo que no lo veía. No había cambiado mucho desde aquella vez en donde nuestra amistad se rompió.

La mujer salió de detrás de la ventanilla y nos llevó por los pasillos internos del edificio hasta la oficina de Eduardo. Entré todavía tomando a Abril de la mano.

—¡Cuánto tiempo sin vernos! —comentó sonriente.

Nos sentamos frente a su escritorio.

—¿Tienes lo que te pedí? —pregunté con frialdad.

Abril me dio un codazo.

—¡No seas tan grosero! —me regañó en voz baja.

Eduardo abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó un sobre cerrado.

—Fue difícil. Tuve que pedir muchos favores, pero pude conseguirlo —me entregó el sobre—Felicidades.

Lo abrí y miré el contenido.

—De verdad, gracias —expresé desde el fondo de mi corazón.

Me miró con tristeza, sabiendo que todavía no lo perdonaba.

—Solo faltan sus firmas y ya está hecho.

—Gracias por ayudarnos —dijo Abril.

Me levanté de la silla con el propósito de salir.

—Los acompaño afuera —se ofreció.

Se adelantó y nos dio paso para salir del lugar.

Caminamos hasta el auto. Abril se despidió y entró, dejándonos a solas por unos segundos.

—Martín... — pronunció mi nombre, preparado para decirme algo.

—Gracias por todo —lo interrumpí.

—Felicidades —sonrió—. Quiero que sepas que, aunque me odies, te sigo considerando mi amigo, y que, si me necesitas, estaré ahí para ti. ¿Sabes? A veces me acuerdo de ti, de cuando éramos niños, de toda la alegría y tristeza que compartimos. Espero que seas muy feliz, amigo.

—No te odio... —expresé con mucha dificultad—, pero es muy difícil olvidar todo.

—¿La quieres? —preguntó señalando con la mirada a Abril.

—La amo.

Sonrió.

—Fue un gusto verte —extendió su mano para despedirse con un apretón.

Estreché su mano.

Subí al auto y manejé un par de minutos hasta que estuvimos en un lugar apartado. Abril sacó los papeles del sobre, miró el acta sin poder creer lo que estaba a punto de suceder. Significaba mucho para ella y ahora todo se había reducido a un ejercicio administrativo.

Saqué un bolígrafo de la guantera. Me aclaré la garganta.

—Abril Romero —rompí el silencio, llamando su atención—. ¿Cruzarías esta agonía llamada vida a mi lado?

Sus ojos brillaban.

—Cruzaría el infierno a tu lado. Acepto —me besó.

Le extendí la pluma y firmó el acta.

—Martín Vidal —pronunció con voz temblorosa—. ¿Aceptarías mi roto corazón para iluminarte en la oscuridad?

—Acepto —firmé—. Ahora, ¿puedo besar a la novia?

—Puedes.

Cerré los ojos y besé sus tiernos labios.

Comenzamos el largo viaje hasta nuestro destino, primero saliendo de la ciudad y luego adentrándonos en la autopista. Conducía en silencio mientras escuchaba la radio, manteniendo mi concentración en el camino.

—¿Recuerdas la noche en la que nos conocimos? —preguntó.

Bajé el volumen de la música.

—Jamás la olvidaré.

—Aquella vez dijiste que tú también habías intentado hacerlo, ¿recuerdas?

—¿Qué cosa?

—Quitarte la vida...

—Sí, lo hice.

—Nunca me has contado por qué.

—¿Quieres saberlo? —la miré por unos segundos.

—Sí.

—Es una historia muy larga.

—Tenemos mucho tiempo —miró a través de la ventana hacia el paisaje cambiante—. ¿No quieres hablar sobre eso?

—No es eso... —sentí mis manos sudar—. Es muy difícil de contar porque es una herida que no ha sanado, pero creo que es tiempo de contarla.

Colocó su mano en mi hombro.

—Estaré aquí contigo.

Asentí.

Habíamos dejado la ciudad atrás y comenzábamos una nueva aventura que nos cambiaría para siempre. Ahora marido y mujer, entrábamos en un punto de inflexión muy complicado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro